Entrevista a Imanol Alvarez, cofundador de EHGAM
Eduardo Nabal Aragón | Diario Progresista, 2014-09-30
Profesor en Bilbao. Cofundador de EHGAM (Euskal Herriko Gay Askapen
Mugimendua – Movimiento de Liberación Gay del País Vasco, durante la transición
española) "Revolucionar es cambiar profunda y verdaderamente el estado de
las cosas, eso no gusta a la Iglesia ni al capitalismo organizado."
Diario Progresista: EHGAM sigue vivo pero se le oye menos. Fue de las últimas
organizaciones de gente LGTB en legalizarse al llegar la “democracia” por su
supuesta vinculación con la izquierda extraparlamentaria.
Imanol Alvarez: Desconozco si fuimos de las últimas en legalizarnos. En
cualquier caso, cuando nos presentamos en sociedad (principios de 1977) éramos
la única organización gay en Euskal Herria -y lo fuimos durante bastantes
años-, y la segunda del estado, tras el FAGC de Catalunya. Y sí, el entonces ministro
del interior, Martín Villa, no quería legalizarnos; pero nunca supimos
oficialmente por qué, si porque éramos gays, o por rojos, o por qué. Aunque
parece que lo que menos le gustaba es que nuestro ámbito de actuación fuera
todo el país; es decir, también Navarra y lo que ellos denominaban “País
Vasco-Francés”. El hecho es que, aunque la solicitamos en 1979, nuestra
legalización no se materializó hasta 1983, ya con un gobierno socialista.
Dices que se nos oye menos. Cuando nostr@s comenzamos, teníamos claro que
deberíamos hacer tres tipos de trabajo, aunque muy interrelacionados:
reivindicativo, ideológico y de ayuda. Era así porque nadie más lo hacía. Pero
ahora ya existen -en gran parte impulsados por nosotr@s mism@s- en
ayuntamientos, gobierno vasco, etc. servicios de información y ayuda para temas
de diversidad sexual. Existen también gabinetes especializados en educación de
la sexualidad, etc. Así que casi sólo nos queda el campo reivindicativo,
aunque, cuando lo consideramos necesario, seguimos incidiendo también en los
otros dos. Además, antes éramos los únicos; ahora hay muchos grupos…
Diario Progresista: Si bien en un principio os definíais como
“revolucionarios”, hoy parece que hay gente de todos los puntos de vista;
incluso algunos de vosotros os habéis casado. ¿Creéis que hemos avanzado o
hemos claudicado en algunas cosas para conseguir otras?
I.A.: Esa definición permanece aún vigente. Revolucionar es cambiar
profundamente el estado de las cosas. Eso es lo que queríamos, y eso es lo que
queremos. Traducido a “román paladino”, por lo que siempre hemos luchado, y
seguimos haciéndolo, es por una sociedad más justa e igualitaria, donde se
pueda sentir y practicar la sexualidad y el amor sin opresiones ni
persecuciones, ni legales ni sociales. Ese es, claro está, un objetivo a muy
largo plazo, casi utópico. No obstante, sí que hemos ido consiguiendo
muchísimas victorias parciales. Todas muy importantes, y algunas muy muy
obvias, como, por ejemplo, la práctica total desaparición de las discriminaciones
por razón de preferencia sexual en el ámbito legal, o, lo que es aún más
importante, un gran cambio de mentalidad en una amplia mayoría de la sociedad.
Aunque, desgraciadamente, todavía quedan reductos furibundamente homófobos, que
habrá que ir desactivando.
En cuanto al matrimonio, hay que entender que en una situación como la que
estábamos de negación, estigmatización e incluso castigo de cualquier
sexualidad que no fuera estrictamente la pareja cerrada heterosexual, monógama
y casada, reivindicar el matrimonio entre personas del mismo sexo era algo per
se revolucionario. Nostr@s, desde EHGAM, fuimos l@s primeros que exigimos
reivindicar el matrimonio gay -con la férrea oposición, por cierto, de algunos
que luego han ido por ahí de adalides de la consecución de ese derecho- al
resto de los grupos de gais y lesbianas del estado, en las reuniones
preparativas de la primera gran manifestación unitaria en Madrid para exigir al
gobierno socialista que se moviera y cumpliera sus promesas, ya al final de la
última legislatura de Felipe González, justo antes de la llegada de la oscura
era Aznar.
Desearíamos una sociedad en la que las relaciones afectivo-sexuales fueran
mucho más espontáneas y libres; pero, mientras estemos donde estamos y exista
el matrimonio, no puede haber diferencias ni discriminaciones entre las
personas a la hora de firmar un contrato, que es lo que, en definitiva, es el
matrimonio. Máxime cuando ello puede tener consecuencias en aspectos tan
importantes como herencias, pensiones, etc. Nosotr@s solíamos decir “ahora toca
reivindicar el matrimonio; una vez conseguido, a lo mejor haremos una campaña
pidiendo a la gente que no se case”. Como filosofía está bien, pero, hoy por
hoy, pienso que aún no se dan las condiciones para poder hacer una campaña así.
Diario Progresista: ¿Cómo ves ahora la geopolítica de la homofobia en una
Europa amenazada por figuras como Putin, Ana Botella o el avance de Le Pen en
Francia?
I.A.: La verdad es que la situación global es preocupante, y no sólo en lo
referente a las libertades sexuales. Estamos en una involución a todos los
niveles, tanto en lo referente a conquistas laborales y de bienestar social
como de libertades en general. Y los causantes son los de siempre, que parece
haber reaccionado al unísono: el capital, la política y la religión. No pueden
tolerar que el pueblo piense, decida y obre por sí mismo, pues eso pone en
riesgo su secular posición de poder.
Diario progresista: Uno de los festivales más importantes, si no el más prestigioso,
en cuanto a temática LGTB es el Zinegoak de Bilbo. Por allí han pasado joyas
como “Gerontophilia”, “80 egunean” y cinematografías de otros países. Hay
figuras míticas del cine vasco. Supongo que a Eloy le haría su gracia que hoy
se le estudie en las universidades anglosajonas. Su cine era muy provocador,
algo apresurado y no siempre fue bien recibido. Otra cuestión son películas
también polémicas entonces como “La muerte de a Mikel” donde se acusaba de una
cierta homofobia -no sé si ligada a la iglesia- a un sector de la llamada
“izquierda abertzale”?
I.A.: Afortunadamente, hoy en el cine -de momento- se pueden ver muchas
películas con temáticas referentes a diferentes tipos de sexualidad, y de
diferente procedencia. En el cine vasco hemos tenido películas interesantes en
su momento, y que provocaron mucho debate, como “La Muerte de Mikel”, o las de
Eloy de la Iglesia, como bien dices. El cine de Eloy, efectivamente, era muy
provocativo y jugaba con el sensacionalismo y lo panfletario; pero no dejaba de
reflejar la realidad, o una de las realidades, de una época y de una zona
geográfica, gustase o no su estilo.
Ya que lo comentas, es cierto que en la izquierda abertzale -como en la no
abertzale- había problemas de homofobia, fruto de su tiempo y del desconocimiento.
Pero enseguida se fue dando el cambio. Hace ya unas décadas, en una revista
alemana que me pregunto por el mayor o menor apoyo de las diferentes fuerzas
políticas a las reivindicaciones del entonces denominado movimiento gay (sin
esa sopa de letras espantosa actual: LGBITTQ…), les constaté que cuanto más a
la izquierda y cuanto más abertzale, mayor era el apoyo. Pero no me atreví a
profundizar demasiado en las posibles causas; me parecía demasiado arriesgado.
Y tampoco lo voy a hacer ahora. Sí es cierto que la iglesia siempre ha tenido
mucho peso en la sociedad vasca, pero no creo que esa fuera ni la única ni la
principal causa.
“80 egunean” es ya más actual y muchísimo más liberadora. Se muestra el
descubrimiento de una manera diferente de sentir y amar por parte de una señora
mayor de ámbito rural. El hecho de que fuera una historia entre mujeres, y el
hecho de que éstas fueran de avanzada edad, unido al ambiente de naturalidad y
positividad que emanaba, hizo que nosotros en 2010 otorgáramos a la película
nuestro “Triangulo de Oro”, un premio que concedemos cada 28 de junio a quien o
quienes consideremos que han contribuido de forma notoria en el camino hacia
una “normalización” de las diferentes sexualidades. Este año también se lo
hemos dado a una película, aún sin estrenar comercialmente: “A escondidas”, de
Mikel Rueda. Pensamos que con ella se cierra, de alguna manera, un círculo,
pues el tema es una relación entre dos chicos adolescentes, uno de ellos
inmigrante magrebí.
Otra película reciente del cine vasco es “Ander”. Las vivencias que muestra el
filme de Roberto Castón son distintas en un pueblo que en una gran ciudad.
Se ve que tu punto fuerte es el cine. Obviamente sí, las vivencias son
distintas en el ámbito rural que en urbano. Pero hay que tener en cuenta, no
obstante que en el País Vasco actual, la inmensa mayoría de los pueblos son ya
muy urbanos, que las distancias no son muy grandes y que las comunicaciones son
bastante buenas; por lo tanto, las diferencias no son tan grandes como lo
puedan ser, por ejemplo, en Castilla. Bernardo Atxaga ya decía hace un montón
de años que no deberíamos hablar de euskal herria (pueblo vasco), sino de
euskal hiria (ciudad vasca).
La película “Ander” padece, además, de un gran error cronológico, posiblemente
ocasionado por el desconocimiento que el director, de origen gallego, tiene del
agro vasco. La acción sucede en el tránsito entre milenios, y no es creíble que
en el año 2000 en ningún pueblo de Euskal Herria sucediera lo que sucedía en la
película. Quizá en 1970 sí, pero no en 2000. A lo mejor en Galicia sí, pero
aquí no. Claro que, en 1970 también hubiera sido impensable ver a un
sudamericano trabajando la tierra en un caserío vasco…
No obstante yo también prefiero “80 egunean” por la ternura e inteligencia
sofocadas que despiertan esas dos mujeres. ¿Siempre habéis estado cerca del
feminismo como posición política?
Sí. Desde nuestros comienzos, al principio de la mal llamada transición,
teníamos claro que nuestra lucha debería ir indefectiblemente unida a la del
resto de los movimientos populares, y veíamos como principal aliado al
feminismo. Lo que pasa es que hay muchos feminismos, y con todos no estábamos
ni estamos de acuerdo. Tuvimos algunos desencuentros en el pasado, en temas
como la transexualidad, la prostitución, la pornografía… Pero en la actualidad
hay muy buena sintonía con el movimiento feminista vasco, al menos con su
corriente mayoritaria.
Diario Progresista: Recientemente se ha montado cierta polémica en torno al
documental “Asier eta Biok” de Aitor Merino (un actor y realizador que ahora
triunfa en los escenarios madrileños con “Smiley”). No obstante, viendo el
documental no sólo hay varios puntos de vista, sino que no legitima la
violencia venga de donde venga. Además, su capacidad como actor logra disimular
un presupuesto escaso. ¿Habrá un tiempo en que se puede dialogar sobre esto con
calma o las posiciones se han cerrado en todos los bandos, si es que los hay?
I.A.: En Euskal Herria eso ya se está dando. El esfuerzo de muchísimas personas
-incluidas víctimas de los dos lados- y, por supuesto, el clima de distensión
surgido tras el alto el fuego definitivo de la banda ETA nos están llevando a
una situación insospechada tan sólo hace unos años, en la que personas,
organismos e incluso partidos de ideologías diferentes y hasta antagónicas, no
sólo están hablando sobre la paz, el resarcimiento a las víctimas, el final de
la dispersión de los presos, etc. sino que están llegando a acuerdos en
ayuntamientos y otras instituciones. Las heridas cicatrizan lentamente, pero el
panorama es alentador. Espero que este clima vaya, poco a poco, contagiándose y
extendiéndose también a otras partes del estado. Para ello, es imprescindible
eliminar prejuicios e informarse, y ver “Asier eta Biok” se me antoja un buen
comienzo.
Diario Progresista: Creo que el franquismo se cebó con violencia no solo en los
niños que osaban hablar euskera fuera de casa, sino también con los niños con
pluma, y es algo que sigue pasando en algunos centros escolares. ¿Qué papel
juega la educación en todo esto? ¿Crees que luchar por la libertad sexual o la
diversidad socio-afectiva te ha estigmatizado, o has tenido más problemas
personales por reivindicar una identidad cultural para el pueblo vasco?
I.A.: En el acoso escolar -que ha existido siempre, aunque ahora lo llamemos
bullying-, un componente muy habitual es el homofóbico. Esto era y es así. En
principio, la educación es la mejor arma contra todo tipo de discriminaciones.
Lo que sucede es que ni l@s profesor@s están siempre preparados ni se implican
lo suficiente, ni la escuela es el único lugar para educar a un niño o una
niña. Tanto peso o más en ese educar -que no es lo mismo que instruir o
enseñar- tienen los padres y madres, la calle o los medios de comunicación.
Decir esto no exime a las autoridades educativas de su responsabilidad de que
la educación que se de en los centros sea integral y de que se garantice un
trato igualitario hacia todas las formas de sentir y vivir la afectividad y la
sexualidad. Desde luego, la reforma Wert va en dirección contraria. Espero que
gran parte de l@s docentes sean sutilmente insumis@s a ella.
En mi caso personal, yo siempre suelo decir que he sido una persona afortunada.
Quizá por mi forma de ser, o por la educación recibida, no lo sé, yo nunca he
tenido grandes problemas con mi sexualidad. Prácticamente nunca la he ocultado,
aunque tampoco he sido un kamikaze; y no he tenido problemas reales y palpables
por ello. Ni en el colegio, ni en la universidad ni en la vida. Pero sé que hay
mucha gente que sí los ha sufrido y los sigue sufriendo. Por eso ha sido tan
importante el trabajo que nuestro grupo y otros similares hemos hecho y hemos
de seguir haciendo.
D.P: ¿Hay cierto aburguesamiento del llamado “movimiento gay”?
I.A.: El movimiento gay actual (llamémosle LGBT o como se quiera), viene de los
sucesos de Stonewall en New York en 1969, seguramente bebiendo también, sobre
todo en Europa, del mayo del 68 francés. Es fácil entender, por lo tanto, que
en sus comienzos tuviera connotaciones claramente revolucionarias. Pero, poco a
poco, a medida que el sistema lo fue fagocitando, se fue convirtiendo en cada
vez más reformista. Por ello, en los 90 surgió un incipiente movimiento que se
llamó Antigay, que, aunque el nombre pudiera despistar, no era homófobo, sino
todo lo contrario. Eran militantes del movimiento gay disconformes con el rumbo
que éste estaba tomando, y decían: “si eso es ser gay, yo soy antigay”. Hay que
tener en cuenta que el termino gay fue acuñado por el propio movimiento, y con
connotaciones claramente liberadoras y no excluyentes y compartimentantes.
Quería ser una alternativa a marica o maricón (o sus equivalentes en otras
lenguas), que fueron inventados para insultar, y a homosexual, que fue
inventado por la medicina. Pero sucedió que ese término se fue asimilando no en
ese sentido liberador del principio, sino como simple sinónimo de homosexual,
con todas sus connotaciones limitadoras y etiquetantes, aunque con un poco más
de glamour.
Este movimiento no tuvo demasiado éxito ni demasiado eco, si exceptuamos que el
libro que publicaron con ese mismo título, “Antigay”, tuvo bastante difusión
entre muchos de los grupos organizados. Pero hay que reconocer que no era sino
una relación de artículos inconexos. Al final murió por su propia
inconsistencia. Sin embargo, por aquellos años comenzaba a fraguarse,
posiblemente por las mismas razones, otro movimiento que se dio en llamar
“queer”, el cual no sólo perdura, sino que ha ido tomando cierta fuerza y
evolucionando de una forma muy interesante. Hoy se habla de la “teoría queer” y
he de reconocer que, en gran medida, simpatizo con ella, pues sus postulados
coinciden grosso modo con los de aquel movimiento gay del principio, por lo
menos en la manera que lo entendíamos en EHGAM. Por ejemplo, ahora dicen
binarismo donde nosotr@s decíamos bipolarismo, pero en el fondo la filosofía es
la misma: romper con la rigidez de las categorías limitadoras de homosexual -
heterosexual, de los roles activo - pasivo, de los géneros masculino - femenino,
etc.