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domingo, 12 de julio de 2015

#hemeroteca #transexualidad | Andalucía: El SAS evita tratar a niños transexuales hasta los 14

Imagen: El Correo de Andalucía
El SAS evita tratar a niños transexuales hasta los 14
Las familias de estos menores piden que se prescriban los inhibidores hormonales según el ritmo de desarrollo y limitar los exámenes psicológicos a sus hijos
Laura Blanco | El Correo de Andalucía, 2015-07-12
http://elcorreoweb.es/el-sas-evita-tratar-a-ninos-transexuales-hasta-los-14-AJ579460

La Ley de Transexualidad, una norma pionera aprobada por unanimidad en el Parlamento andaluz hace un año, deja claro el derecho de los menores a «la protección y la atención necesarias para promover su desarrollo integral, mediante actuaciones eficaces para su integración familiar y social» y promete que la administración «velará por los derechos de las personas menores en relación a los problemas específicos de identidad de género». La norma contempla actuaciones dirigidas, por un lado, a la sociedad en la que las personas transexuales conviven –con medidas de información y prevención e incluso sanciones en casos de transfobia– y por otro, dirigidas a garantizar los derechos de las personas transexuales como los de cualquier ciudadano en su relación con la administración y el acceso a servicios básicos como la Sanidad y la Educación.

En el caso del sistema educativo, recientemente entró en vigor el protocolo de actuación en los centros que obliga a permitir a los menores vestir según su identidad de género y ser llamados por el nombre elegido. Las familias y asociaciones del colectivo reconocen que los docentes llevan ya tiempo concienciados y aplicando esta forma de actuar. Dicen que el protocolo educativo funciona muy bien, tanto en la forma de tratar a los menores transexuales como en la de castigar actitudes transfóbicas, y si se producen casos excepcionales en el profesorado también está regulada la intervención de la administración para hacerles cumplir el protocolo.

Sin embargo, en el ámbito sanitario, la ley estipula que los menores transexuales «tienen pleno derecho a recibir la atención sanitaria necesaria para garantizar el desarrollo equilibrado y saludable de su identidad de género, con especial atención en la etapa de la pubertad». Es en esta etapa cuando se producen los principales cambios hormonales y existen tratamientos inhibidores de los mismos, que son además reversibles, que deben prescribir especialistas endocrinos previa derivación de los pediatras de Atención Primaria y en función del estudio del grado de desarrollo de los menores. Pero las instrucciones dictadas en febrero de este año por la Consejería de Salud para «la organización asistencial de la atención a las personas transexuales» recogen en el apartado de Atención Primaria que «se derivará a las personas mayores de 14 años que soliciten atención sanitaria a la Unidad de Endrocrinología del Hospital de referencia del ciudadano donde resida el equipo multidisplinar provincial».

La ley supuso un avance al crear este tipo de unidades en al menos un hospital en cada provincia para no derivar todos los casos al Carlos Haya de Málaga, que sí se mantiene como el único centro para las operaciones de reasignación de sexo, pero asociaciones como ATA y familiares de menores transexuales consideran que las instrucciones contradicen la ley porque fija una edad concreta cuando la norma alude a la pubertad e inciden en los exámenes psicólogos que la norma elimina.

El desarrollo hormonal no comienza siempre a la misma edad y los padres de los menores transexuales se quejan de que los pediatras y endocrinos del SAS se acogen a la rigidez de las instrucciones que son temporales hasta que se redacte un protocolo como el de los colegios. El consejero de Salud, Aquilino Alonso, anunció el jueves en comisión parlamentaria que se reunirá la próxima semana con las asociaciones de transexuales para que «nos ayuden» a su puesta en marcha y reconoció que supone «un cambio cultural, en la concepción de la atención de que no estamos ante una enfermedad y eso cuesta trabajo y por supuestos tendremos dificultades y se pueden dar situaciones peculiares».

Daniela tiene dos hermanos mayores que un día comiendo preguntaron a su padre, médico, cuestiones sobre la fecundación que estaban dando en el colegio y cómo se determinaba el sexo de los bebés. «Esto es muy sencillo. Todos somos chicas al principio, quiero decir que somos XX, cuando se cae el palito de la segunda X, quiere decir que somos chicos y nos quedamos XY». El hermano pequeño, Daniel, encontró de pronto respuesta a lo que llevaba sintiendo desde los dos años. «Papá, eso es lo que me ha pasado a mí. Se me ha caído el palito pero el mío no se tenía que caer. ¿Ahora qué hago?». La respuesta fue similar a la que escuchó cuando se vistió de estrella y su mejor amigo, instigado por su madre, le dijo que no se juntaría más con él porque tenía que ser más bruto y jugar al fútbol. O cuando en la función del colegio pidió ser hada. O cuando desistió de escribir la carta a los Reyes Magos porque nunca le traían lo que pedía. «No digas tonterías» o «tú eres un chico y nunca serás una chica» son frases que ha oído muchas veces en su corta vida hasta que su madre, África, que «sabía que algo le pasaba pero creía que era gay porque no conocía la transexualidad» decidió informarse, asesorarse e intentar hallarle el camino a su hija para ser feliz. «Ellos lo tienen muy claro, saben perfectamente lo que son, otra cosa es que nosotros no sepamos escucharlos», dice África, que creó la Fundación Daniela para orientar a otras familias (y escribió su experiencia en El Libro de Daniela) y defiende que son niños «tienen que tener una valentía tremenda para enfrentarse cada día a ir al colegio» –a ellos los «echaron» de un privado por temor al resto de padres– y ver «cómo su cuerpo se desarrolla en dirección contraria».

Ches y su hija Alexa (13 años)
«Mi hija no tiene un trastorno ni el cuerpo equivocado»


Francisca (Ches para los amigos) cumple el perfil de madre coraje «guerrillera» y lo primero que advierte es que no le gustan términos como «cuerpo equivocado» y que su hija «no tiene ningún trastorno». Alaba el protocolo de los colegios pero echa pestes del sistema sanitario. Lucha porque endocrinos y pediatras dejen de llamar a Alexa «niño biológico» y no le hagan test psicológicos –la ley de transexualidad ya los elimina– donde «le preguntan si ha sentido alguna vez deseo de matar a sus padres o ha visto ovnis». A los tres años, Alexa le dijo que «era una niña y que por qué tenía colita». Como otras madres, pensó que su hijo era gay. Pero poco a poco y con información salió de su error, aunque al empezar a llevar a su hija a la Unidad de Transtornos de Identidad de Género (hoy ya se ha eliminado el término transtornos del nombre oficial), le insistían en que «en el 80 por ciento de los casos cambian, cuando es mentira» e incluso, dice, la llegaron a acusar «proyectar en ella la niña que no había tenido». Alexa, con 13 años, ha iniciado el tratamiento con inhibidores hormonales por lo privado. Son de Málaga y cada mes acuden a Sevilla a ponerse una inyección que cuesta 130 euros para frenar el crecimiento del vello corporal o los genitales masculinos. Su principal queja se centra en el sistema sanitario. «La forense le preguntó el otro día que desde cuando sabía que era una niña y ella le contestó: ‘Yo desde siempre, ¿y usted?’». También critica las dificultades para que los jueces concedan el cambio de nombre pues «solo hay 12 menores en toda España que lo han logrado». Alexa explica cómo se lo contó a sus amigos e hizo el tránsito un verano: «Se lo dije a mi mejor amiga y ella hizo un grupo de whatsapp para decírselo al resto». Terminó el curso como niña obligada a vivir como niño y volvió tras el verano como Alexa. Sus compañeros «se lo tomaron muy bien». Su madre también destaca el papel del hermano, «los grandes olvidados y son su principal apoyo, cualquiera se mete con su hermana».

Almudena y su hija Alba (9 años)
«Tardé ocho años en verlo pero en mi entorno solo he tenido apoyo»


Álvaro iba al servicio y se sentaba para hacer pipí por mucho que su padres le decían que él era una niño y tenía que hacerlo de pie. Estando en Infantil, Papa Noel fue a su colegio y le regaló un camión. Cuando llego a casa le dijo a su madre, Almudena, que «se había equivocado». Y con 6 años, ni corta ni perezosa, se plantó delante de su maestra y todos sus compañeros de clase y les dijo: «Vosotros sabéis que yo soy una niña y cuando sea mayor me voy a operar», relata su madre orgullosa de la valentía de su hija, que le pedía a su madre unas deportivas rosa y aunque «yo le decía que los colores eran de todos, también le advertía que se podían reír de ella pero le daba igual». Hoy Álvaro es Alba para todos, incluida la Iglesia. Curiosamente, está pendiente de que el juez admita la solicitud para cambiarle oficialmente el nombre mientras que el párroco del barrio de Algeciras donde residen no tuvo inconveniente en bautizarla como ella pidió. «Yo no la había bautizado porque no soy muy creyente pero ella me ha salido muy beata y lo pidió, lo hablé con el cura y me dijo que ningún problema, que bautizaba a bebés porque lo decidían sus padres y cómo no iba a bautizarla a ella que lo estaba pidiendo», relata su madre. Almudena reconoce que aunque ella misma tardó «ocho años en verlo», solo ha encontrado apoyo a su alrededor, desde su familia al colegio. «A mi padre se lo dije llorando y él me dijo que por qué lloraba», recuerda emocionada. Y la pediatra les felicitó por dar el paso ya que fue hacerlo y Alba dejó de hacerse pipí en la cama y de tener miedos nocturnos. Hoy, Alba luce una melena larga, vestidos y bikini mientras su hermana Manuela rechaza todo eso y lleva el pelo corto y bañador tipo bermuda pero «ella no se siente niño, solo que no le gustan los vestidos ni el pelo largo».

Eli y su hija Alejandra (15 años)
«Con 8 años me dijo que era gay pero vio que se sentía mujer»

Alejandra es una adolescente más que entra en pánico cuando no encuentra su móvil en una reunión y no cesa de atusarse su larga y sedosa melena lisa. Tiene 15 años y con apenas 3 «intentó cortarse dos veces la colita, pero yo pensé que eran cosas de críos», recuerda su madre, Eli. Con 5 o 6 años se disfrazaba de niña y se pintaba y con 8 reunió valor para decirle a su madre: «Te tengo que contar una cosa, soy gay». «Yo le dije que ya lo sabía y me pidió que no le dejara de querer», relata su madre. «Pero hace dos años me dijo que se sentía mujer, que le gustaban los hombres pero no como a los gays. Entonces me senté con ella y le dije si estaba segura porque eso era mucho más difícil», explica Eli. A partir de entonces comenzó el llamado tránsito aprovechando un verano para empezar el curso escolar vistiendo ya como chica y haciéndose llamar Alejandra. En octubre comenzará el tratamiento con inhibidores hormonales a través del SAS, no sin quejas de su madre que entiende que habría cambios de la voz o el desarrollo de la nuez que se podrían haber frenado antes (aunque la cartera del servicio del SAS incluye, una vez que ya en la mayoría de edad se inicia el proceso para la cirugía de reasignación de sexo, la posibilidad de operar las cuerdas vocales y tratamientos con logopedas). Alejandra reconoce que «contarlo fue un poco difícil» y que al principio de empezar a ir al instituto ya vestido como chica «algunos se metían conmigo pero yo pasaba, iba al jefe de estudios y le ponían un parte al que fuera». Sus amigos y los profesores «lo llevaron muy bien» aunque al principio tuviera que recordarles continuamente que «ya no me llamaran Manuel Jesús sino Alejandra». Ahora espera ansiosa iniciar el tratamiento en octubre.

Y TAMBIÉN…
Junta y transexuales crearán una mesa de trabajo para elaborar el protocolo asistencial sanitario
Aquilino Alonso y Mar Cambrollé mantienen un encuentro de trabajo.
Europa Press | El Diario, 2015-07-13
http://www.eldiario.es/andalucia/Salud-Asociacion-Transexuales-desarrollo-Ley_0_408759812.html

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