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viernes, 6 de enero de 2017

#hemeroteca #fundamentalismos | La maldad de Cañizares

Imagen: Som Diversitat
La maldad de Cañizares.
Toño Abad | Som Diversitat, 2017-01-06
https://somdiversitat.wordpress.com/2017/01/06/la-maldad-de-canizares/

Dice Cañizares, el cardenal arzobispo de Valencia, que la “ideología de género” destruirá la familia. Lo dice a raíz de la futura aprobación del proyecto de Ley de reconocimiento de la Identidad y Expresión de Género de la Comunidad Valenciana. Ley que prepara de forma integral a la administración valenciana y a la sociedad en su conjunto para el fin de la discriminación histórica a la que se ha sometido a las personas trans, que han venido sufriendo toda clase de agravios y violencias a lo largo de toda su existencia y que sin duda ha constituido tradicionalmente la parte más vulnerable de las minorías sexuales y de género. A la Iglesia que representa Cañizares le molesta que la transexualidad infantil en Valencia deje de ser discriminada en las escuelas, y que los menores sean tratados con respeto y en atención a su identidad y expresión de género sentida.

Dice el arzobispo de Valencia que “adoctrinar a los niños en ideología de género es una maldad” y que la Comunidad Valenciana “pretende imponer, a modo colonizador de conciencias y aún por la fuerza, esta ideología mediante una legislación malvada, injusta y contraria a la equidad“. No voy a detenerme en lo enormemente molesto que resulta que un representante de la Iglesia católica se dirija al conjunto de los ciudadanos (no sólo a sus seguidores) para lanzar soflamas totalitarias que menosprecian las leyes democráticas que se aprueban con el consenso social y ciudadano en los parlamentos legal y democráticamente constituidos. No me detendré tampoco en cuestionar sus afirmaciones, viniendo de él, sobre colonizar conciencias por la fuerza y a modo de imposición. Supongo que de eso él algo sabe. Lo que me resulta fascinante es el modo en el que emplea el término “ideología de género” imputándonos a los demás lo que en realidad, él y tantos como él, llevan practicando toda la vida.

Hace ya más de 10 años, cuando se aprobó la reforma del código civil que permitió realizar matrimonios civiles entre personas del mismo sexo decían que este cambio acabaría destruyendo la familia. Los ataques de la Iglesia católica fueron sistemáticos contra lo que consideraban la “corrupción máxima de la institución del matrimonio” pero el tiempo les ha puesto en su lugar demostrando que no solo nuestros matrimonios no han roto nada, ni acabado con ninguna institución existente sino que además han hecho de nuestra sociedad un lugar mejor, más justo e igualitario. En definitiva, y visto con cierta perspectiva, el matrimonio igualitario nos ha hecho mejores individual y colectivamente. La explicación es sencillamente lógica: nada que dé cumplimiento a lo establecido en la Constitución (como el principio-derecho constitucional de la igualdad) puede atacar o destruir ninguna institución o régimen establecido previo al no ser que éste sea contrario a lo que establece la propia Constitución. Y es ahí donde está el quid de la cuestión.

Cañizares sabe algo de “ideología de género”. Él la lleva practicando y difundiendo toda la vida, desde los púlpitos y desde las tribunas. De hecho es uno de sus más activos y doctos seguidores. Es además, uno de sus mayores beneficiarios, un auténtico privilegiado de la desigualdad, pero de esa desigualdad que pone a unos por encima de otros desde todos los ángulos y que, además, les dice a los de abajo cómo deben ser sus existencias y qué normas morales están obligados a cumplir. Eso es ideología en su máxima expresión. Él es una de las figuras más privilegiadas de la desigualdad de género que anida en la práctica totalidad de la Iglesia a la que representa y que pone al macho como sexo, y por consiguiente al género masculino, doctrinal, institucional, moralmente, por encima de las mujeres. La Iglesia además ha contribuido a construir socialmente el género imponiendo al hombre y a la mujer roles, papeles, comportamientos y formas de dominación y sometimiento que perpetúan valores antisociales y que, como consecuencia, producen violencia e injusticia. ¿Cómo no va Cañizares a rebelarse contra cualquier modelo que cuestione los pilares básicos en los que se ha construido toda su ideología? ¿Qué harían él y los suyos, hombres del género masculino, sin el servicio de las abnegadas religiosas (mujeres del género femenino) que les planchan, cosen, cocinan, lavan y sirven sin ningún derecho ni retribución, por ejemplo?

La verdadera maldad radica en pretender mantener la desigualdad que hace que personas como Cañizares estén arriba. En discriminar a las personas por su género, origen, su orientación, su identidad, su raza, religión o por cualquier otro motivo posible. La maldad estriba en situarse del lado del más fuerte para mantener tus privilegios, en atacar las leyes democráticas que garantizan nuestra convivencia, en atacar de forma sistemática las leyes que han mejorado nuestro Estado de Derecho. Maldad es considerarse más y mejor por ser hombre, blanco, cristiano y heterosexual. Y erradicar esa concepción machista, supremacista, racista, homófoba, reaccionaria y radical debería ser obligación de cualquier iglesia justa y comprometida con la sociedad.

Cañizares no se ha caracterizado nunca por situarse del lado del estado constitucional, es decir, del Estado social y democrático de Derecho. Ha atacado a las mujeres, a los logros en materia de violencia de género en un país donde mueren asesinadas decenas de mujeres al año, a la comunidad LGTB de forma reiterada asegurando que nuestro derecho al matrimonio venía a acabar con el derecho de otros a su matrimonio. Ha atacado los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, llamándolas genocidas por pedir la regulación del aborto, ha atacado los logros sociales y legales, tildándolos de corrupciones morales, la igualdad de géneros denostándola y construyendo un discurso ideológico contrario de fuertes convicciones desigualitarias y ahora, atacando los derechos de las minorías afectivo sexuales, así como los derechos de las personas trans, su reconocimiento y respeto. No, Cañizares, la maldad no está de nuestro lado, la maldad está del lado de aquellos que contribuyen día a día a construir un discurso que perpetúa la desigualdad y la discriminación. Eso sí que es ideología de género.

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