Imagen: Revista Mirall / Itziar Ziga |
Belén Diego Lagar | Revista Mirall, 2018-03-14
http://revistamirall.com/2018/03/14/feministas-no-academicas-feministas-de-la-calle/
Esto del feminismo ya se sabe que va más de plurales que de singulares, de ahí la diversidad de feminismos, de teorías y de posturas dentro de este rango político, que si feminismo pro-sex, que si feminismo de la Ilustración, que si feminismo de la diferencia, feminismo obrero, feminismo anarquista, feminismo cultural, feminismo liberal, feminismo queer, afrofeminismos, feminismo postcolonialista, y un largo etcétera de términos.
Las mujeres blancas, heterosexuales que tenemos formación académica hemos recibido principalmente los saberes de ese feminismo que es el académico, el feminismo blanco que bebe de la ilustración y que tiene grandes pensadoras en nuestro país como Celia Amorós o Ana de Miguel.
Sin embargo, siempre me ha chirriado la idea del feminismo que se hace desde una gran institución como es La Academia que, como el resto de instituciones de nuestro país en particular y de occidente en general es, en su cúpula de poder, masculina, blanca, heterosexual y por que no decirlo, machista.
Soy partidaria de atacar las instituciones desde dentro y, por tanto, fiel defensora de que el feminismo este también en la Academia. Sin embargo, hace poco cursé un máster en feminismo y aunque me encantó, me encontré con que me faltaba diversidad de feminismos en él. Si, estudiamos las distintas teorías feministas pero me hubiera gustado encontrar alguna posición del feminismo pro-sex o haber estudiado a alguna autora racializada, por ejemplo.
Por suerte, hay un montón de feministas propagando sus teorías por internet. Hoy voy a hablaros de dos feministas que son de todo menos académicas y que, personalmente, cuando leí sus obras, rompieron mis esquemas.
La primera de ellas es Itziar Ziga (Errenteria, 1974). Llegué hasta esta feminista vasca gracias a los artículos que escribía en Píkara. Después pasé a leer algunas de sus obras: 'Devenir Perra' (2009) y 'Malditas: una estirpe transfeminista' (2014). ¿Cómo definir a Itziar Ziga? Pues creo que lo mejor es emplear una descripción que dan de ella en Parole de Queer, un blog en el que también escribe. Aquí podemos leer “Dra. Ziga: experta en putología y perróloga”.
Itziar Ziga es una feminista de la calle que escribe desde los márgenes de los barrios obreros y desde los pubs lleno de putas y trans donde las barreras del género están demasiado dilucidadas como para poder reconocerlas. En 'Devenir Perra' Ziga nos cuenta como ha sido su “devenir” en el mundo feminista. Nos habla de los lugares que frecuenta y de las fiestas que realiza en la que un día puede salir vestida como una barbie y al día siguiente disfrazarse de hombre. Jugar con los roles de género para romper barreras es una de las cosas que más me gustan de Itziar.
En 'Malditas' Itziar crea una genealogía de “mujeres malditas transfeministas” en la que pone el foco de atención sobre la vida de estas malditas que hicieron mucho por el feminismo y que no han pasado a los libros de texto de la academia feminista como merecerían. De entre todas las malditas hay trabajadoras sexuales, trans, mujeres negras y también blancas. Antes de pasar a contarnos las hazañas feministas de estas mujeres, Ziga hace un alegato a tu posición en el feminismo bajo el título “Yo no soy hija de Betty Friedan”, aquí la autora critica ese feminismo de amas de casa burguesas insatesfechas porque es un feminismo que sólo critica el sexismo y no el resto de desigualdades que afectan a las mujeres obreras, a las lesbianas o a las racializadas: “pero a estas alturas de la jugada deberíamos haber aprendido que un feminismo que sólo haga frente al sexismo será siempre privilegiado”.
Ziga apuesta por un feminismo inclusivo con todos los colectivos discriminados por no ser hombres, blancos, heterosexuales. En esta obra se hace un llamamiento a los feminismos para que trabajen juntos contra un enemigo común y olviden sus pequeñas diferencias, hace un llamamiento a que las mujeres trabajen juntas, un llamamiento a la sororidad, “lo que no debe volver a ser nunca el feminismo es la excusa para que unas mujeres manden callar a otras”.
Entre estas malditas que Ziga describe como sus “amigas invisibles desde hace años” se encuentran Sojourner Truth, Sylvia Rivera, Annie Sprinkle o Olympe de Gouges. Esta última es una de las que sí se estudian dentro del feminismo institucional y sin embargo jamás me habían hablado de ella como lo hace aquí Ziga.
Virginie Despentes (1969, Nancy) es la segunda de estas feministas no académicas que me han enamorado. “La diva destroy punk de la letras francesas” es como la describe Beatriz Preciado. Despentes vivió la vida de joven, amante del rock y del punk le encantaba viajar para seguir los conciertos de sus ídolos. En uno de esos viajes haciendo autostop fue violada. Despentes también decidió que era mejor trabajar como prostituta que encadenarse a un trabajo precario por un sueldo mínimo. Además, es la autora de la película 'Fóllame' (2000) que ha sido censurada hasta la saciedad.
Cuando leí su famosísima 'Teoria King Kong' era poco más que una aprendiz en esto del feminismo y creo que la mejor formar de definir lo que me pasó cuando la leí es decir que me explotó la cabeza. Este ensayo empieza con una apelación directa a las excluidas: “escribo desde la fealdad y para las feas, las viejas, las camioneras, las frígidas, las mal folladas, las infollables, las histéricas, las taradas, todas las excluidas del gran mercado de la buena chica”.
Desde aquí no hace más que hablar de temas polémicos como el trabajo sexual. Despentes llega a plantear en esta obra que el trabajo sexual y el doméstico son iguales, que las mujeres se casan y pasan a ser las sirvientas (domésticas y sexuales) de los maridos a cambio de una casa, comida y, a veces, algo de dinero. La francesa cree que en un mundo ideal no debería existir la prostitución pero, ya que vivimos en una sociedad capitalista que discrimina, sexualiza y explota a las mujeres, no ve por qué estas no pueden sacar beneficio económico de esa explotación.
Sin duda, la parte más dura de este ensayo feminista es el momento en el que autora cuenta su violación, como cuenta que antes de verse violada se vio muerta y como durante años vivió en negación con ese recuerdo. El análisis que hace Despentes de la violación se merece estar colgado en un Museo Feminista (que ya debería existir):
“La violación es un programa político preciso: esqueleto del capitalismo, es la representación cruda y directa del ejercicio de poder. Designa un dominante y organiza las leyes del juego para permitirle ejercer su poder sin restricción alguna. […] Correrse de placer al anular al otro, al exterminar su palabra, su voluntad, su integridad. La violación es la guerra civil, la organización política a través de la cual un sexo declara al otro: yo tomo todos los derechos sobre ti, te fuerzo a sentirte inferior, culpable y degradada”.
Despentes también habla de la impunidad de los violadores, del hecho de que saben que pueden violar y por eso lo hacen. Quizás si, como plantea la autora, las chicas nos introdujésemos unas cuchillas en nuestras vaginas que cortaran los miembros de los violadores los hombres se pensarían dos veces si de verdad quieren violar a esa chica.
Este libro y esta mujer son de esas cosas que no se estudian en la universidad porque Despentes escribe desde los márgenes de las excluidas y muestra sus teorías, aunque no sean políticamente correctas. Muchas le han acusado de promover la prostitución y el trabajo sexual pero, desde mi punto de vista, Despentes sólo apoya a esas trabajadoras sexuales que se ven obligadas a sacar provecho de sus cuerpos debido a la sociedad en la que vivimos. Despentes tiene la autoridad necesaria para hablar sobre este tema que trae de cabeza a los feminismos porque ha sido puta y sabe de lo que habla y las que no lo han sido, tienen que escuchar.
Como mujer, tengo muy claro que soy feminista, sin embargo, me es imposible situarme en uno de esos feminismos concretos porque creo que cada uno es realmente necesario. Por eso disfruto leyendo textos tan diversos y por eso creo que, las feministas no académicas que nos hablan desde los márgenes son una voz muy importante que debemos escuchar porque a veces ver los privilegios propios es algo demasiado complicado y, desde la comodidad del sillón de la Academia, se pueden olvidar algunas realidades que no son tan agradables.
Las mujeres blancas, heterosexuales que tenemos formación académica hemos recibido principalmente los saberes de ese feminismo que es el académico, el feminismo blanco que bebe de la ilustración y que tiene grandes pensadoras en nuestro país como Celia Amorós o Ana de Miguel.
Sin embargo, siempre me ha chirriado la idea del feminismo que se hace desde una gran institución como es La Academia que, como el resto de instituciones de nuestro país en particular y de occidente en general es, en su cúpula de poder, masculina, blanca, heterosexual y por que no decirlo, machista.
Soy partidaria de atacar las instituciones desde dentro y, por tanto, fiel defensora de que el feminismo este también en la Academia. Sin embargo, hace poco cursé un máster en feminismo y aunque me encantó, me encontré con que me faltaba diversidad de feminismos en él. Si, estudiamos las distintas teorías feministas pero me hubiera gustado encontrar alguna posición del feminismo pro-sex o haber estudiado a alguna autora racializada, por ejemplo.
Por suerte, hay un montón de feministas propagando sus teorías por internet. Hoy voy a hablaros de dos feministas que son de todo menos académicas y que, personalmente, cuando leí sus obras, rompieron mis esquemas.
La primera de ellas es Itziar Ziga (Errenteria, 1974). Llegué hasta esta feminista vasca gracias a los artículos que escribía en Píkara. Después pasé a leer algunas de sus obras: 'Devenir Perra' (2009) y 'Malditas: una estirpe transfeminista' (2014). ¿Cómo definir a Itziar Ziga? Pues creo que lo mejor es emplear una descripción que dan de ella en Parole de Queer, un blog en el que también escribe. Aquí podemos leer “Dra. Ziga: experta en putología y perróloga”.
Itziar Ziga es una feminista de la calle que escribe desde los márgenes de los barrios obreros y desde los pubs lleno de putas y trans donde las barreras del género están demasiado dilucidadas como para poder reconocerlas. En 'Devenir Perra' Ziga nos cuenta como ha sido su “devenir” en el mundo feminista. Nos habla de los lugares que frecuenta y de las fiestas que realiza en la que un día puede salir vestida como una barbie y al día siguiente disfrazarse de hombre. Jugar con los roles de género para romper barreras es una de las cosas que más me gustan de Itziar.
En 'Malditas' Itziar crea una genealogía de “mujeres malditas transfeministas” en la que pone el foco de atención sobre la vida de estas malditas que hicieron mucho por el feminismo y que no han pasado a los libros de texto de la academia feminista como merecerían. De entre todas las malditas hay trabajadoras sexuales, trans, mujeres negras y también blancas. Antes de pasar a contarnos las hazañas feministas de estas mujeres, Ziga hace un alegato a tu posición en el feminismo bajo el título “Yo no soy hija de Betty Friedan”, aquí la autora critica ese feminismo de amas de casa burguesas insatesfechas porque es un feminismo que sólo critica el sexismo y no el resto de desigualdades que afectan a las mujeres obreras, a las lesbianas o a las racializadas: “pero a estas alturas de la jugada deberíamos haber aprendido que un feminismo que sólo haga frente al sexismo será siempre privilegiado”.
Ziga apuesta por un feminismo inclusivo con todos los colectivos discriminados por no ser hombres, blancos, heterosexuales. En esta obra se hace un llamamiento a los feminismos para que trabajen juntos contra un enemigo común y olviden sus pequeñas diferencias, hace un llamamiento a que las mujeres trabajen juntas, un llamamiento a la sororidad, “lo que no debe volver a ser nunca el feminismo es la excusa para que unas mujeres manden callar a otras”.
Entre estas malditas que Ziga describe como sus “amigas invisibles desde hace años” se encuentran Sojourner Truth, Sylvia Rivera, Annie Sprinkle o Olympe de Gouges. Esta última es una de las que sí se estudian dentro del feminismo institucional y sin embargo jamás me habían hablado de ella como lo hace aquí Ziga.
Virginie Despentes (1969, Nancy) es la segunda de estas feministas no académicas que me han enamorado. “La diva destroy punk de la letras francesas” es como la describe Beatriz Preciado. Despentes vivió la vida de joven, amante del rock y del punk le encantaba viajar para seguir los conciertos de sus ídolos. En uno de esos viajes haciendo autostop fue violada. Despentes también decidió que era mejor trabajar como prostituta que encadenarse a un trabajo precario por un sueldo mínimo. Además, es la autora de la película 'Fóllame' (2000) que ha sido censurada hasta la saciedad.
Cuando leí su famosísima 'Teoria King Kong' era poco más que una aprendiz en esto del feminismo y creo que la mejor formar de definir lo que me pasó cuando la leí es decir que me explotó la cabeza. Este ensayo empieza con una apelación directa a las excluidas: “escribo desde la fealdad y para las feas, las viejas, las camioneras, las frígidas, las mal folladas, las infollables, las histéricas, las taradas, todas las excluidas del gran mercado de la buena chica”.
Desde aquí no hace más que hablar de temas polémicos como el trabajo sexual. Despentes llega a plantear en esta obra que el trabajo sexual y el doméstico son iguales, que las mujeres se casan y pasan a ser las sirvientas (domésticas y sexuales) de los maridos a cambio de una casa, comida y, a veces, algo de dinero. La francesa cree que en un mundo ideal no debería existir la prostitución pero, ya que vivimos en una sociedad capitalista que discrimina, sexualiza y explota a las mujeres, no ve por qué estas no pueden sacar beneficio económico de esa explotación.
Sin duda, la parte más dura de este ensayo feminista es el momento en el que autora cuenta su violación, como cuenta que antes de verse violada se vio muerta y como durante años vivió en negación con ese recuerdo. El análisis que hace Despentes de la violación se merece estar colgado en un Museo Feminista (que ya debería existir):
“La violación es un programa político preciso: esqueleto del capitalismo, es la representación cruda y directa del ejercicio de poder. Designa un dominante y organiza las leyes del juego para permitirle ejercer su poder sin restricción alguna. […] Correrse de placer al anular al otro, al exterminar su palabra, su voluntad, su integridad. La violación es la guerra civil, la organización política a través de la cual un sexo declara al otro: yo tomo todos los derechos sobre ti, te fuerzo a sentirte inferior, culpable y degradada”.
Despentes también habla de la impunidad de los violadores, del hecho de que saben que pueden violar y por eso lo hacen. Quizás si, como plantea la autora, las chicas nos introdujésemos unas cuchillas en nuestras vaginas que cortaran los miembros de los violadores los hombres se pensarían dos veces si de verdad quieren violar a esa chica.
Este libro y esta mujer son de esas cosas que no se estudian en la universidad porque Despentes escribe desde los márgenes de las excluidas y muestra sus teorías, aunque no sean políticamente correctas. Muchas le han acusado de promover la prostitución y el trabajo sexual pero, desde mi punto de vista, Despentes sólo apoya a esas trabajadoras sexuales que se ven obligadas a sacar provecho de sus cuerpos debido a la sociedad en la que vivimos. Despentes tiene la autoridad necesaria para hablar sobre este tema que trae de cabeza a los feminismos porque ha sido puta y sabe de lo que habla y las que no lo han sido, tienen que escuchar.
Como mujer, tengo muy claro que soy feminista, sin embargo, me es imposible situarme en uno de esos feminismos concretos porque creo que cada uno es realmente necesario. Por eso disfruto leyendo textos tan diversos y por eso creo que, las feministas no académicas que nos hablan desde los márgenes son una voz muy importante que debemos escuchar porque a veces ver los privilegios propios es algo demasiado complicado y, desde la comodidad del sillón de la Academia, se pueden olvidar algunas realidades que no son tan agradables.
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