Imagen: El País / Oriol Nolis |
El presentador del telediario de fin de semana de RTVE nos habla del clima político, de ser un referente LGTB y de esa semana en la que ocupó titulares sin saber cómo ni por qué.
Guillermo Alonso | Icon, El País, 2019-04-26
https://elpais.com/elpais/2019/04/24/icon/1556095154_818255.html
Oriol Nolis (Barcelona, 1978) tiene ese tipo de fama extraña solo reservada a presentadores del telediario: su rostro es enormemente popular y acompaña a los españoles en las comidas y las cenas, pero muchos no recuerdan exactamente su nombre. Informa de lo que ocurre, pero no sabemos qué piensa él al respecto. En su papel de presentador de los informativos de fin de semana de RTVE, Nolis resulta como ese primo al que ves a menudo y te cae bien, pero no sabes qué pasa por su cabeza.
"Alguien que está presentando telediarios no debería estar opinando sobre cosas", cuenta. "Con esto he sido muy escrupuloso durante toda mi carrera". No hay periodistas en su familia (su madre es abogada y su padre ingeniero, industrial), pero creció en una casa llena de periódicos. Estudió derecho sin tener muy claro lo que quería hacer, pero su amor por la radio lo llevó a estudiar también periodismo, y de radios y televisiones locales saltó a TVE, primero como reportero y, finalmente, como uno de los rostros más populares de sus informativos.
Nolis también ha probado suerte en el mundo literario: su primera novela, el thriller 'La extraña historia de Maurice Lyon' (Suma Editorial), recibió buenas críticas. "Pero el hecho de estar en televisión me penalizó en ese sentido, más que beneficiarme". Tiene una segunda en mente, pero se lo tomará con calma después de emplear cinco años en rematar la primera.
P. ¿Qué papel juegan los informativos en un momento en que la información llega por todos lados y a todas horas?
R. En la televisión nos está pasando un poco lo que pasó hace unos años con los periódicos en papel. Lo que la gente puede leer en ellos hace 15 horas que ha sucedido y ya lo saben. Por eso debemos hacer un esfuerzo por contar las cosas de manera un poco distinta, sin quedarnos con la noticia que el espectador puede conocer por haberla visto en Twitter. Otro asunto pendiente es, en un momento en que la gente joven consume menos televisión o lo hace de otra manera, adaptar la producción de informativos a la manera en que se consume ahora: no se sientan a ver el telediario, sino que leen una noticia o ven un vídeo a través de Twitter. Tenemos que adaptarnos, y en eso estamos.
P. ¿Estamos verdaderamente informados por leer los periódicos o ver la televisión?
R. Información hay mucha, datos hay muchos, pero con la información pasa lo mismo que con la dieta: cuanto más variada sea mejor. Hay que dedicar tiempo a leer, ver y escuchar un poco de todo. Y hacerse una composición de lugar de lo que ocurre.
P. ¿Hasta qué punto es real esta concepción generalizada de que una televisión pública está a merced del partido que está en el poder?
R. El mal del que adolece la televisión pública es no tener un sistema suficientemente autónomo de autogobierno. A mí me gustaría que la televisión pública tuviese un sistema de gobierno parecido al de las universidades. Que igual que existe una autonomía universitaria, existiese una autonomía de los medios de comunicación públicos. Si a los rectores de las universidades no los escoge el ministro de Educación, sino los estudiantes, profesores y trabajadores, me gustaría que existiese algo parecido para los medios de comunicación públicos con una financiación pública, pero cuyo gobierno quedase completamente la margen del poder político. Ese sería mi modelo, pero creo que no lo compra nadie.
P. Y con el modelo que tenemos, ¿quién ha tratado mejor a la televisión pública en España: la derecha o la izquierda?
R. Yo creo que tratar bien a la televisión pública significa darle autonomía e independencia para que haga su trabajo. Y para que se equivoque también desde esa independencia. Creo que en todas las etapas se han hecho cosas bien y cosas mal. Pero para que los errores sean imputables solo a nosotros debemos poder tomar las decisiones nosotros solos, y eso no pasa.
P. Con los partidos radicales y la ultraderecha, ¿qué hacemos? ¿Hablamos de ellos o callamos?
R. Hay que hacer dos cosas: una, contar la noticia cuando algo lo es, al margen de si nos gusta o no nos gusta. Pero luego, como televisión pública, ejercer la responsabilidad de darle al espectador (no sé si en un informativo, que tal vez no es el lugar, pero si en un programa de debate o de análisis) elementos para contextualizar qué es lo que está diciendo esa persona y qué consecuencias tiene. Eso es responsabilidad de los medios. Pero si una barbaridad es noticia… no vamos a dejar de contarla aunque sea una barbaridad.
P. ¿No cree que esta campaña electoral que está a punto de terminar ha estado llena de ruido, de asuntos secundarios convertidos en centro del debate?
R. Está llena de ruido la campaña, pero también la vida política en general. Vivimos en un mundo donde es más atractivo un tuit o una frase corta y explosiva que otra cosa. Vende mucho más decir una barbaridad, una media verdad o un mentira que ofrecer soluciones, llamar a la amabilidad, construir puentes… Mucha gente ve el pacto y el acuerdo, incluso con los que piensan distinto, como una debilidad. A mí me emocionaría más ver a Quim Torra con Albert Rivera dándose la mano e intentando buscar puntos de acuerdo que no tirarse los trastos a la cabeza todo el día.
P. ¿Qué programas le relaja ver en la televisión una vez cuelga el traje del informativo?
R. Reconozco que veo poco la televisión, y cuando lo hago, intento ver películas antiguas, alguna serie... Pero programas, concursos... no los veo.
P. ¿Qué opina de un formato como 'Sálvame', cuya estructura de confrontación se ha contagiado incluso a los debates políticos?
R. Conozco a Jorge Javier y tenemos buena relación. Es un animal televisivo y excelente presentador. Parte del éxito de ese programa reside en su manera de llevarlo. Al programa le reconozco el mérito de ser capaz de atrapar al espectador con las historias de sus propios personajes. Todos hacemos televisión para que nos vean, y han encontrado una fórmula para eso. Yo soy partidario de aprender deleitando, que mientras te entretienes estés aprendiendo. Creo que ese programa cumple una función de entretener, pero a mí, particularmente..., a mí me gusta que después de verlo me quede algo. Eso sí, vuelvo a decir que en la televisión tiene que haber de todo. ‘Sálvame’ no me parece malo en sí mismo, me parece malo ver únicamente ‘Sálvame’ y nada más. Pero como me parecería mal ver solo un informativo o películas de los años sesenta. La vida es mucho más rica.
P. En 2014 usted mismo se convirtió en alguien de quien la gente hablaba más allá de su faceta profesional ("Oriol Nolis, despedido del telediario, encuentra consuelo en su marido", se pudo leer, por ejemplo, en medios de sociedad). ¿Cómo lo llevó?
R. Fue un poco una tormenta perfecta. En siete días cambió mi vida y no escogí nada de lo que ocurrió. Hubo un cambio de dirección, me comunicaron que no contaban conmigo, y el relevo se produjo de un jueves para un viernes, cuando me fui a despedir de mis compañeros. Se dio la casualidad de que eso se produjo unos días después de la consulta del 9-N, que había agitado la vida política y periodística en España, y dos o tres días antes de que yo fuese a una gala contra el sida en Barcelona a la que estaba invitado desde hacia meses. Toda esa conjunción de elementos lleva mucha gente a cuestionarse mi relevo y a creer que había detrás unos motivos que a mí no me constan. Como yo era catalán, como luego aparecí con mi novio en una gala..., se empezó a especular sobre cuál podría haber sido el motivo. No lo llevé ni bien ni mal: las personas que aparecemos en televisión estamos expuestas a que a veces se hable de nosotros. Yo nunca he tenido problema en hablar de ciertos aspectos de mi vida. Viví el relevo con tristeza, pero me sorprendió el cariño de la gente que veía el telediario, del que yo ni era consciente. Con eso me quedé.
P. Tras esa gala a la que se refiere aparecieron titulares del tipo: “Oriol Nolis sale del armario”. ¿Qué opina de esa expresión?
R. Como nunca he estado en un armario tampoco me di por aludido. Llevaba catorce años en pareja y ocho casado. Nunca me había escondido de nada. Soy muy respetuoso con la vida y la libertad de cada uno y entiendo que haya gente que quiera hacerlo público y gente que no. Me sorprendió que mucha gente me enviase mensajes que decían que todavía eran necesarios ese tipo de gestos, que contribuían a normalizar algo que desgraciadamente todavía no lo es del todo.
P. Ese debate sobre si las personalidades influyentes y con poder que son LGTBI deben decirlo abiertamente o no es muy interesante. ¿Cree usted que tienen una obligación moral?
R. No les diré a los demás que tienen la obligación de hacer nada, pero yo sí la siento. Cuando era pequeño me enseñaron que si uno está en una situación del privilegio tiene la obligación de ayudar a los demás en lo que pueda. Si yo tengo la suerte de tener un buen trabajo, una posición privilegiada por el hecho de trabajar donde trabajo, y puedo contribuir a ayudar por el hecho de ser gay (del mismo modo que los ricos tienen que pagar más impuestos para ayudar a los que tienen menos), hay que hacerlo.
P. ¿Pagan bien en RTVE, entonces?
R. [Risas] Da para vivir bien, sí. Nos pagan bien. Por lo que me cuentan compañeros que trabajan en televisiones privadas, gozamos de una estabilidad en la televisión pública que muchos otros compañeros no tienen. En eso me siento un privilegiado también.
P. Nunca se ha pronunciado usted políticamente.
R. Con esto he sido muy escrupuloso durante toda mi carrera. En lo único en lo que me he significado es en el tema LGTBI, porque creo que es un tema de derechos humanos. En eso deberían estar de acuerdo los partidos de todo el arco parlamentario.
P. ¿Cree que le afectaría en su trabajo?
R. Creo que lo estaría haciendo mal. Forma parte de él mantenerme alejado del ruido político. Tengo amigos y conocidos no en todos los partidos, pero sí en casi todos. Y puedo decirte que en algunos muy distintos, que van de la izquierda a la derecha.
P. Quería acabar preguntándole por otra presentadora de informativos, que es la Reina. ¿Hay alguna sensación especial al hablar de ella por tratarse de una excompañera que se sentaba en los mismos asientos que ustedes?
R. Quizá otros compañeros sí, pero yo no llegué a coincidir con ella. Llevo 15 años en la empresa. Cuando estuve en Madrid por primera vez, ella ya no estaba en Torrespaña. Todos recordamos haberla visto presentando el telediario, pero queda suficientemente lejos como para que, cuando la veamos, pensemos que es la Reina, no una presentadora.
P. ¿Cree que es feliz?
R. Hay decisiones en la vida que tomas tú porque tienes una hoja de ruta o una ambición y hay otras cosas que te ocurren y te sorprenden. En su caso... uno se enamora de quien se enamora, y las consecuencias que conllevan no son las mismas. No es lo mismo enamorarte del heredero al trono de España que de alguien más convencional. Imagino que, si ha escogido ese camino, debe de estar feliz con la decisión que ha tomado.
"Alguien que está presentando telediarios no debería estar opinando sobre cosas", cuenta. "Con esto he sido muy escrupuloso durante toda mi carrera". No hay periodistas en su familia (su madre es abogada y su padre ingeniero, industrial), pero creció en una casa llena de periódicos. Estudió derecho sin tener muy claro lo que quería hacer, pero su amor por la radio lo llevó a estudiar también periodismo, y de radios y televisiones locales saltó a TVE, primero como reportero y, finalmente, como uno de los rostros más populares de sus informativos.
Nolis también ha probado suerte en el mundo literario: su primera novela, el thriller 'La extraña historia de Maurice Lyon' (Suma Editorial), recibió buenas críticas. "Pero el hecho de estar en televisión me penalizó en ese sentido, más que beneficiarme". Tiene una segunda en mente, pero se lo tomará con calma después de emplear cinco años en rematar la primera.
P. ¿Qué papel juegan los informativos en un momento en que la información llega por todos lados y a todas horas?
R. En la televisión nos está pasando un poco lo que pasó hace unos años con los periódicos en papel. Lo que la gente puede leer en ellos hace 15 horas que ha sucedido y ya lo saben. Por eso debemos hacer un esfuerzo por contar las cosas de manera un poco distinta, sin quedarnos con la noticia que el espectador puede conocer por haberla visto en Twitter. Otro asunto pendiente es, en un momento en que la gente joven consume menos televisión o lo hace de otra manera, adaptar la producción de informativos a la manera en que se consume ahora: no se sientan a ver el telediario, sino que leen una noticia o ven un vídeo a través de Twitter. Tenemos que adaptarnos, y en eso estamos.
P. ¿Estamos verdaderamente informados por leer los periódicos o ver la televisión?
R. Información hay mucha, datos hay muchos, pero con la información pasa lo mismo que con la dieta: cuanto más variada sea mejor. Hay que dedicar tiempo a leer, ver y escuchar un poco de todo. Y hacerse una composición de lugar de lo que ocurre.
P. ¿Hasta qué punto es real esta concepción generalizada de que una televisión pública está a merced del partido que está en el poder?
R. El mal del que adolece la televisión pública es no tener un sistema suficientemente autónomo de autogobierno. A mí me gustaría que la televisión pública tuviese un sistema de gobierno parecido al de las universidades. Que igual que existe una autonomía universitaria, existiese una autonomía de los medios de comunicación públicos. Si a los rectores de las universidades no los escoge el ministro de Educación, sino los estudiantes, profesores y trabajadores, me gustaría que existiese algo parecido para los medios de comunicación públicos con una financiación pública, pero cuyo gobierno quedase completamente la margen del poder político. Ese sería mi modelo, pero creo que no lo compra nadie.
P. Y con el modelo que tenemos, ¿quién ha tratado mejor a la televisión pública en España: la derecha o la izquierda?
R. Yo creo que tratar bien a la televisión pública significa darle autonomía e independencia para que haga su trabajo. Y para que se equivoque también desde esa independencia. Creo que en todas las etapas se han hecho cosas bien y cosas mal. Pero para que los errores sean imputables solo a nosotros debemos poder tomar las decisiones nosotros solos, y eso no pasa.
P. Con los partidos radicales y la ultraderecha, ¿qué hacemos? ¿Hablamos de ellos o callamos?
R. Hay que hacer dos cosas: una, contar la noticia cuando algo lo es, al margen de si nos gusta o no nos gusta. Pero luego, como televisión pública, ejercer la responsabilidad de darle al espectador (no sé si en un informativo, que tal vez no es el lugar, pero si en un programa de debate o de análisis) elementos para contextualizar qué es lo que está diciendo esa persona y qué consecuencias tiene. Eso es responsabilidad de los medios. Pero si una barbaridad es noticia… no vamos a dejar de contarla aunque sea una barbaridad.
P. ¿No cree que esta campaña electoral que está a punto de terminar ha estado llena de ruido, de asuntos secundarios convertidos en centro del debate?
R. Está llena de ruido la campaña, pero también la vida política en general. Vivimos en un mundo donde es más atractivo un tuit o una frase corta y explosiva que otra cosa. Vende mucho más decir una barbaridad, una media verdad o un mentira que ofrecer soluciones, llamar a la amabilidad, construir puentes… Mucha gente ve el pacto y el acuerdo, incluso con los que piensan distinto, como una debilidad. A mí me emocionaría más ver a Quim Torra con Albert Rivera dándose la mano e intentando buscar puntos de acuerdo que no tirarse los trastos a la cabeza todo el día.
P. ¿Qué programas le relaja ver en la televisión una vez cuelga el traje del informativo?
R. Reconozco que veo poco la televisión, y cuando lo hago, intento ver películas antiguas, alguna serie... Pero programas, concursos... no los veo.
P. ¿Qué opina de un formato como 'Sálvame', cuya estructura de confrontación se ha contagiado incluso a los debates políticos?
R. Conozco a Jorge Javier y tenemos buena relación. Es un animal televisivo y excelente presentador. Parte del éxito de ese programa reside en su manera de llevarlo. Al programa le reconozco el mérito de ser capaz de atrapar al espectador con las historias de sus propios personajes. Todos hacemos televisión para que nos vean, y han encontrado una fórmula para eso. Yo soy partidario de aprender deleitando, que mientras te entretienes estés aprendiendo. Creo que ese programa cumple una función de entretener, pero a mí, particularmente..., a mí me gusta que después de verlo me quede algo. Eso sí, vuelvo a decir que en la televisión tiene que haber de todo. ‘Sálvame’ no me parece malo en sí mismo, me parece malo ver únicamente ‘Sálvame’ y nada más. Pero como me parecería mal ver solo un informativo o películas de los años sesenta. La vida es mucho más rica.
P. En 2014 usted mismo se convirtió en alguien de quien la gente hablaba más allá de su faceta profesional ("Oriol Nolis, despedido del telediario, encuentra consuelo en su marido", se pudo leer, por ejemplo, en medios de sociedad). ¿Cómo lo llevó?
R. Fue un poco una tormenta perfecta. En siete días cambió mi vida y no escogí nada de lo que ocurrió. Hubo un cambio de dirección, me comunicaron que no contaban conmigo, y el relevo se produjo de un jueves para un viernes, cuando me fui a despedir de mis compañeros. Se dio la casualidad de que eso se produjo unos días después de la consulta del 9-N, que había agitado la vida política y periodística en España, y dos o tres días antes de que yo fuese a una gala contra el sida en Barcelona a la que estaba invitado desde hacia meses. Toda esa conjunción de elementos lleva mucha gente a cuestionarse mi relevo y a creer que había detrás unos motivos que a mí no me constan. Como yo era catalán, como luego aparecí con mi novio en una gala..., se empezó a especular sobre cuál podría haber sido el motivo. No lo llevé ni bien ni mal: las personas que aparecemos en televisión estamos expuestas a que a veces se hable de nosotros. Yo nunca he tenido problema en hablar de ciertos aspectos de mi vida. Viví el relevo con tristeza, pero me sorprendió el cariño de la gente que veía el telediario, del que yo ni era consciente. Con eso me quedé.
P. Tras esa gala a la que se refiere aparecieron titulares del tipo: “Oriol Nolis sale del armario”. ¿Qué opina de esa expresión?
R. Como nunca he estado en un armario tampoco me di por aludido. Llevaba catorce años en pareja y ocho casado. Nunca me había escondido de nada. Soy muy respetuoso con la vida y la libertad de cada uno y entiendo que haya gente que quiera hacerlo público y gente que no. Me sorprendió que mucha gente me enviase mensajes que decían que todavía eran necesarios ese tipo de gestos, que contribuían a normalizar algo que desgraciadamente todavía no lo es del todo.
P. Ese debate sobre si las personalidades influyentes y con poder que son LGTBI deben decirlo abiertamente o no es muy interesante. ¿Cree usted que tienen una obligación moral?
R. No les diré a los demás que tienen la obligación de hacer nada, pero yo sí la siento. Cuando era pequeño me enseñaron que si uno está en una situación del privilegio tiene la obligación de ayudar a los demás en lo que pueda. Si yo tengo la suerte de tener un buen trabajo, una posición privilegiada por el hecho de trabajar donde trabajo, y puedo contribuir a ayudar por el hecho de ser gay (del mismo modo que los ricos tienen que pagar más impuestos para ayudar a los que tienen menos), hay que hacerlo.
P. ¿Pagan bien en RTVE, entonces?
R. [Risas] Da para vivir bien, sí. Nos pagan bien. Por lo que me cuentan compañeros que trabajan en televisiones privadas, gozamos de una estabilidad en la televisión pública que muchos otros compañeros no tienen. En eso me siento un privilegiado también.
P. Nunca se ha pronunciado usted políticamente.
R. Con esto he sido muy escrupuloso durante toda mi carrera. En lo único en lo que me he significado es en el tema LGTBI, porque creo que es un tema de derechos humanos. En eso deberían estar de acuerdo los partidos de todo el arco parlamentario.
P. ¿Cree que le afectaría en su trabajo?
R. Creo que lo estaría haciendo mal. Forma parte de él mantenerme alejado del ruido político. Tengo amigos y conocidos no en todos los partidos, pero sí en casi todos. Y puedo decirte que en algunos muy distintos, que van de la izquierda a la derecha.
P. Quería acabar preguntándole por otra presentadora de informativos, que es la Reina. ¿Hay alguna sensación especial al hablar de ella por tratarse de una excompañera que se sentaba en los mismos asientos que ustedes?
R. Quizá otros compañeros sí, pero yo no llegué a coincidir con ella. Llevo 15 años en la empresa. Cuando estuve en Madrid por primera vez, ella ya no estaba en Torrespaña. Todos recordamos haberla visto presentando el telediario, pero queda suficientemente lejos como para que, cuando la veamos, pensemos que es la Reina, no una presentadora.
P. ¿Cree que es feliz?
R. Hay decisiones en la vida que tomas tú porque tienes una hoja de ruta o una ambición y hay otras cosas que te ocurren y te sorprenden. En su caso... uno se enamora de quien se enamora, y las consecuencias que conllevan no son las mismas. No es lo mismo enamorarte del heredero al trono de España que de alguien más convencional. Imagino que, si ha escogido ese camino, debe de estar feliz con la decisión que ha tomado.
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