Imagen: El Periódico / Pareja homosexual en Sarajevo |
El lamento de un inmigrante gay en Bosnia: "No creo más en Dios, no me responde".
“En mi país te meten a la cárcel si descubren que eres homosexual. Por eso estoy aquí, no puedo volver”, cuenta Tayri. Homosexuales y transexuales que huyen de la represión en sus países topan con el rechazo también en Bosnia.
Irene Savio | El Periódico, 2021-04-02
https://www.elperiodico.com/es/internacional/20210402/lamento-inmigrante-gay-bosnia-creo-11627419
La cita se convierte rápido en una especie de triatlón en el que hay que esquivar potenciales peligros. La policía, que a menudo no es amigable. Una cafetería, donde los migrantes no son bienvenidos. Acabamos entonces en un descampado en la periferia de Sarajevo, con vistas sobre una mezquita, donde finalmente Tayri (nombre cambiado para proteger su identidad) le da la mano a su novio. “En realidad soy cristiano, pero no me importa ya, no creo más en Dios, no me responde, quizá esté ocupado”, se apresura a aclarar resignado este gay marroquí de etnia beréber nacido en 1996 en la ciudad de Errachidía, en el centro del país.
“En mi país te meten a la cárcel si descubren que eres homosexual. Por eso estoy aquí, no puedo volver”, dice finalmente. “En una ocasión, logré llegar hasta unos pocos kilómetros de la ciudad italiana de Trieste pero me deportaron, a pesar de que pedí asilo”, continúa. “Y me da vergüenza todo esto. Era un estudiante, me gustan las matemáticas, y no sé cómo sobrevivir aquí, Bosnia es un país pobre, no hay trabajo”, continúa, al explicar que sus únicas entradas provienen de lo que saca de vender pañuelos en los semáforos y de la ayuda que recibe de algunos voluntarios.
Mirza Halilcevic, activista bosnio LGBTI, conoce su caso. Cuenta que, como Tayri, ha encontrado a decenas de hombres procedentes de África y Oriente Próximo donde la homosexualidad es un delito —lo es aún en unos 70 países, según la ONU— que, desde que Bosnia entró en el mapa de las rutas balcánicas hacia la Unión Europea (UE), han llegado a este país. Un grupo prácticamente invisible, como dice Halilcevic. “Es un colectivo de migrantes que sufre una doble, o múltiple discriminación”, asegura, al añadir que además aunque en Bosnia hubo algunas aperturas sobre el tema, los derechos de los LGBTI son aún un tabú que afecta aquí a todas las personas de este colectivo.
Carencias de alojamientos
Amra Kadric, abogada de la oenegé bosnia Vaša Prava, que asesora a migrantes sobre cuestiones legales, también explica que esta es la victoria pírrica de muchos. De personas que huyeron de países como Marruecos, Afganistán, Pakistán y, ahora incluso Turquía, cuyo viaje —con las puertas entrecerradas de la UE— se estancó en Bosnia, donde el sistema tiene dificultades para identificar a grupos vulnerables, así como hay carencias de alojamientos seguros en las estructuras para migrantes. “Muchos se ocultan. Temen ponerse en mayor peligro”, resume Kadric.
De ahí que incluso el puñado que ha entrado en el sistema y pidió asilo en Bosnia —abandonando así de momento la idea de continuar su viaje hacia la UE—, no haya tenido un gran éxito pues los tiempos de respuesta de las autoridades a estas solicitudes son eternos. Además, en el mientras, la espera es a menudo en estructuras en los que estos migrantes comparten espacios con otros de los mismos países de los que huyeron.
Una incertidumbre que llega tras un viaje arriesgado en el que algunos también denunciaron ser víctimas de abuso sexual, según denuncias obtenidas por el Consejo Danés de Refugiados. “Eso es precisamente lo que muchos más temen”, enfatiza Halilcevic.
Tarea nada fácil
El problema es que, en Bosnia, “el sistema está bastante sobrecargado, por eso hay grandes tiempos de espera para soluciones de largo plazo y la integración en el país”, coincide también Morgan Courtney, oficial de protección de ACNUR, quien ha estado intentado buscar soluciones para aquellos -los menos- que deciden quedarse en Bosnia. Una tarea nada fácil, como reflejaba el caso de un solicitante de asilo iraní que sí fue alojado en una habitación privada para dormir, pero que aún así dijo temer por su vida en los momentos de vida en común con el resto de los residentes de Blažuj, su centro de acogida.
“El campo es un sitio muy peligroso para mí. Algunos me han dicho que me matarán”, afirmó el hombre, al asegurar que en realidad le da igual el país en el que finalmente será recibido. “Solo quiero estar a salvo”, explicó, tras contar que huyó de Irán tras que su esposa denunciara su homosexualidad a las autoridades, y que sufrió abusos sexuales en Grecia. Otros como Tayri, cansados de esperar otra opción, aseguran que pronto intentarán de nuevo probar suerte en la frontera.
“En mi país te meten a la cárcel si descubren que eres homosexual. Por eso estoy aquí, no puedo volver”, dice finalmente. “En una ocasión, logré llegar hasta unos pocos kilómetros de la ciudad italiana de Trieste pero me deportaron, a pesar de que pedí asilo”, continúa. “Y me da vergüenza todo esto. Era un estudiante, me gustan las matemáticas, y no sé cómo sobrevivir aquí, Bosnia es un país pobre, no hay trabajo”, continúa, al explicar que sus únicas entradas provienen de lo que saca de vender pañuelos en los semáforos y de la ayuda que recibe de algunos voluntarios.
Mirza Halilcevic, activista bosnio LGBTI, conoce su caso. Cuenta que, como Tayri, ha encontrado a decenas de hombres procedentes de África y Oriente Próximo donde la homosexualidad es un delito —lo es aún en unos 70 países, según la ONU— que, desde que Bosnia entró en el mapa de las rutas balcánicas hacia la Unión Europea (UE), han llegado a este país. Un grupo prácticamente invisible, como dice Halilcevic. “Es un colectivo de migrantes que sufre una doble, o múltiple discriminación”, asegura, al añadir que además aunque en Bosnia hubo algunas aperturas sobre el tema, los derechos de los LGBTI son aún un tabú que afecta aquí a todas las personas de este colectivo.
Carencias de alojamientos
Amra Kadric, abogada de la oenegé bosnia Vaša Prava, que asesora a migrantes sobre cuestiones legales, también explica que esta es la victoria pírrica de muchos. De personas que huyeron de países como Marruecos, Afganistán, Pakistán y, ahora incluso Turquía, cuyo viaje —con las puertas entrecerradas de la UE— se estancó en Bosnia, donde el sistema tiene dificultades para identificar a grupos vulnerables, así como hay carencias de alojamientos seguros en las estructuras para migrantes. “Muchos se ocultan. Temen ponerse en mayor peligro”, resume Kadric.
De ahí que incluso el puñado que ha entrado en el sistema y pidió asilo en Bosnia —abandonando así de momento la idea de continuar su viaje hacia la UE—, no haya tenido un gran éxito pues los tiempos de respuesta de las autoridades a estas solicitudes son eternos. Además, en el mientras, la espera es a menudo en estructuras en los que estos migrantes comparten espacios con otros de los mismos países de los que huyeron.
Una incertidumbre que llega tras un viaje arriesgado en el que algunos también denunciaron ser víctimas de abuso sexual, según denuncias obtenidas por el Consejo Danés de Refugiados. “Eso es precisamente lo que muchos más temen”, enfatiza Halilcevic.
Tarea nada fácil
El problema es que, en Bosnia, “el sistema está bastante sobrecargado, por eso hay grandes tiempos de espera para soluciones de largo plazo y la integración en el país”, coincide también Morgan Courtney, oficial de protección de ACNUR, quien ha estado intentado buscar soluciones para aquellos -los menos- que deciden quedarse en Bosnia. Una tarea nada fácil, como reflejaba el caso de un solicitante de asilo iraní que sí fue alojado en una habitación privada para dormir, pero que aún así dijo temer por su vida en los momentos de vida en común con el resto de los residentes de Blažuj, su centro de acogida.
“El campo es un sitio muy peligroso para mí. Algunos me han dicho que me matarán”, afirmó el hombre, al asegurar que en realidad le da igual el país en el que finalmente será recibido. “Solo quiero estar a salvo”, explicó, tras contar que huyó de Irán tras que su esposa denunciara su homosexualidad a las autoridades, y que sufrió abusos sexuales en Grecia. Otros como Tayri, cansados de esperar otra opción, aseguran que pronto intentarán de nuevo probar suerte en la frontera.
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