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martes, 6 de julio de 2021

#hemeroteca #lgtbi #activismo | Tino Brugos: “Del mismo modo que, a mitad de los años noventa, alcanzamos la desmedicalización, es importante luchar por la despatologización de las personas trans”

Manifestación LGTBI //

Tino Brugos: “Del mismo modo que, a mitad de los años noventa, alcanzamos la desmedicalización, es importante luchar por la despatologización de las personas trans”

Poder Popular, 2021-07-06 

https://poderpopular.info/2021/07/06/tino-brugos-del-mismo-modo-que-a-mitad-de-los-anos-noventa-alcanzamos-la-desmedicalizacion-es-importante-luchar-por-la-despatologizacion-de-las-personas-trans/

Área LGTBI de Anticapitalistas | Tino Burgos es activista LGTBI en Asturies. Miembro del Sindicatu Unitariu y Autónomu de Trabayadores de la Enseñanza d’Asturies, se considera «de los perdedores de la Transición». Le preguntamos por sus inicios en el activismo LGTBI y la evolución de las luchas.

P. ¿Qué significado tiene para ti el Día del Orgullo LGTBI?


Antes de mi autoaceptación, cada 28 de junio era como un rayo de esperanza. Hay gente igual por el mundo, existen, luchan, pueden “ejercer” como gays libres, sin ataduras ni complejos. En ese sentido, ver la prensa que recogía información sobre este tema era una bocanada de aire fresco que me recordaba que, pese a todo, se podía vivir y mostrar la orientación sexual sin excesivos problemas.

Tras la autoceptación, y sobre todo a partir del momento en que me integré como activista en el movimiento gay, el 28 de junio se convirtió en un día de júbilo que podía compartir con mi entorno (gay o hetero), que me permitía afirmarme en lo personal y sentirme parte de un colectivo global mucho más amplio. Era la posibilidad de mostrarte y proyectarte en la sociedad para recordar al resto que existimos, que tenemos cosas que decir y que reclamar. Sentir, año a año, que aumentaba la participación de gente me transmitía una gran satisfacción. Estábamos convirtiéndonos en sujeto colectivo, socialmente aceptado que formaba parte de una ciudadanía orgullosa que aceptaba la diversidad y la incluía en la agenda de la transformación social. Las grandes manifestaciones de la época de Aznar fueron en este sentido, momentos de plena satisfacción personal.

P. ¿Cuándo empezaste a ser activista en el movimiento?

La incorporación al activismo lgtb se produjo en el año 1990-91 por una curiosa combinación. En aquel momento, estaba muy implicado en el movimiento de solidaridad internacionalista y habíamos constituido una comisión para trabajar en la denuncia de los fastos del V Centenario que estaba preparando el gobierno del PSOE para 1992.

En el COSAL estábamos desde hacía tiempo un grupo de compas que éramos gays y de ese grupo, José Manuel González y yo, decidimos hacer un trabajo sobre la descripción que hacían los conquistadores de las costumbres sexuales de la población indígena. En realidad, asumimos el reto a partir de un artículo publicado por Eduardo Galeano en El País. El resultado fue un trabajo que salió publicado en varios boletines de los colectivos de aquella época (Gay Hotsa de EHGAM, Entiendes de COGAM, Homosexualitats del FAGC). De resultas, nos llamaron para participar en algunas charlas organizadas en el año 1992 y nos vimos metidos de lleno en la campaña “Mari, quita el 92”. Procedíamos de Asturies, donde no había llegado a existir ningún colectivo lgtb durante la Transición y alguien nos dijo que estábamos destinados a organizar el movimiento en Asturies.

Dar ese paso significaba una salida de armario en condiciones, más allá del entorno inmediato que conocía nuestra orientación sexual. Pronto comenzamos a reunirnos un grupo de amigos, coincidiendo con la fundación del Colleutivu de Femnistes Llesbianes en Xixón. Pocos meses después surgía Xente Gai Astur (XEGA) en Uviéu. Una auténtica revolución en el ambiente gay asturiano.

P. ¿Qué ha cambiado desde entonces?

Se podría decir que cambió casi todo. Quizás lo más importante tenga que ver con la visibilización de los temas lgtb en diferentes ámbitos. A principios de los noventa se había impuesto un modelo de invisibilidad tolerante. Había desaparecido la penalización, el estado no reprimía, pero tampoco legislaba nada con respecto a la cuestión lgtb. Era la época del VIH-SIDA. Salir del armario requería cierta valentía en según qué ámbitos. Sentíamos que tocaba ir con pies de acero para soslayar los problemas que podían plantearse, sobre todo desde las familias.

En paralelo, en todas las grandes ciudades había ido desarrollándose un circuito comercial gay con discotecas, pubs, saunas, bares… pronto la primera librería en Madrid y poco más. Esto permitía que esos lugares fueran sitios donde la gente se encontraba y se socializaba. Por otro lado, los sectores más dinámicos y reivindicativos del mundo lgtb que, diez años antes había generado los primeros colectivos, había sido también víctima del desencanto que produjo la Transición.

Si lo comparamos con lo que existe hoy, se puede apreciar que los cambios han sido muy profundos. En lo que se refiere al tema de reconocimiento de derechos, se ha alcanzado una cuasi equiparación, salvo, claro está, los aspectos referidos a las reivindicaciones que afectan al colectivo trans. Respecto al apartado del reconocimiento social, el cambio ha sido drástico en lo referente a la visibilidad y normalización social del hecho lgtb así como el respeto mayoritario alcanzado en términos sociales.

También ha cambiado la politización de la gente. La incorporación de los temas lgtb a la agenda política de cualquier organización (partidos, sindicatos o movimientos sociales), abre un espacio que –según cómo se presente y se trabaje- ofrece muchas posibilidades de cara a encuentros, puesta en común de reflexiones, debates y toma de decisiones para actuar.

P. ¿En qué situación crees que se encuentra actualmente el movimiento LGTBI?


Una característica del movimiento lgtb –en mi opinión—es la juventud de sus activistas y la continua rotación de gente en los puestos de liderazgo y visibilidad. Esto significa que desde los años 2004-2006, momento en el que se alcanzó el punto álgido de movilización y participación, se inició una nueva fase que vino marcada por la progresiva retirada de quienes habíamos impulsado la oleada movilizadora que se produjo entre los años 1996-2006. Quince años después, creo que elemento más llamativo es la ausencia de un eje central en torno al cual organizar el conjunto de reivindicaciones. Eso no facilita agrupar a la gente.

Por otro lado, la irrupción de nuevos componentes (irrupción trans y bisex) contribuyó a diversificar mucho las inquietudes y a complicar la realización de campañas que pudieran conciliar los intereses de cada una de las letras.

La presencia de la doctrina queer, en mi opinión no ha contribuido a reforzar el movimiento en su conjunto pese a que supone una ayuda importante para normalizar las identidades a nivel individual. Las identidades blandas (cada persona se convierte en un mundo) contribuyen a individualizar las reflexiones y presentar como válidas todas las alternativas resultantes (las que incitan a la movilización y las que justifican las actitudes individualistas, contrarias a la acción colectiva). Tengo una impresión negativa de una teoría queer que puede ayudar a visibilizar las diferencias y a respetarlas, pero, a la vez, dificulta las acciones de carácter colectivo. Creo que propicia y legitima soluciones individuales que dificultan la intervención organizada de un sujeto colectivo fuerte, en el sentido de tener una identidad basada en elementos ideológicos más definidos.

P. ¿Cuáles son los retos de lucha actuales del movimiento?

Pese a todo, creo que existen espacios para actuar colectivamente y presentar nuestra agenda política a la sociedad. Algunos retos que se me ocurren:

1/ Alcanzar el reconocimiento de los derechos que corresponden al colectivo trans. Del mismo modo que, a mitad de los años noventa, alcanzamos la desmedicalización, es importante luchar por la despatologización de las personas trans. 2/ No retroceder en los espacios de visibilidad alcanzados. Todo lo que se retrocede cuesta mucho volver a recuperarlo y, en este sentido, debemos permanecer en estado de alerta y denunciar cualquier posible reversión de derechos. Y 3/ Convertir el 17 de mayo, Día mundial contra las diferentes fobias, en una jornada tan importante con el 28 de junio. Visibilizar que seguimos sufriendo agresiones, denunciarlas, impulsar movilizaciones solidarias con la población lgtb de países que reprimen la orientación e identidad de género.

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