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domingo, 7 de abril de 2024

#hemeroteca #feminismo #cuidados | Alva Gotby: “Se utilizan ideas feministas para justificar el individualismo u objetivos de minorías”

Alva Gotby: “Se utilizan ideas feministas para justificar el individualismo u objetivos de minorías”
Alva Gotby, escritora y feminista británica, ha impactado en el debate feminista al analizar el papel de las emociones en la perpetuación del sistema capitalista en su obra más reciente.
Laura Pérez Castaño | El Salto, 2024-04-07
https://www.elsaltodiario.com/feminismos/alva-gotby-cuidado-trabajo-reproductivo

Alva Gotby //
Alva Gotby, escritora inglesa y destacada voz en el ámbito del feminismo contemporáneo, ha dejado una profunda huella en el debate feminista con su análisis de las complejidades de la reproducción social en el contexto del capitalismo actual. Con una sólida formación académica en Estudios de Medios de Comunicación y Filosofía y Teoría Crítica Contemporánea, en su obra más reciente, ‘Ellos lo llaman amor. Una política de las emociones’, publicada por Verso, Gotby desentraña el papel fundamental que desempeñan las emociones en la reproducción del capitalismo.

A través del concepto de “reproducción emocional”, Gotby expone cómo actividades cotidianas, tales como consolar a un ser querido o brindar apoyo emocional en el trabajo, son elementos cruciales para el funcionamiento del sistema económico y social. Desafiando las concepciones convencionales, la autora muestra que el trabajo emocional, mayoritariamente realizado por mujeres, no solo asegura el bienestar individual, sino que también refuerza las jerarquías de poder y la estabilidad del ‘statu quo’. Además, aborda las implicaciones políticas de estas dinámicas, destacando la necesidad de una reestructuración radical de la sociedad para mejorar las relaciones humanas y abordar las desigualdades sistémicas.

Gotby representa hoy el feminismo visionario del que hablaba bell hooks en ‘El feminismo es para todo el mundo’, cuando diferenciaba entre el feminismo que aboga por una revolución total, desafiando directamente las estructuras de poder establecidas, y un feminismo reformista que no pretende acabar con el orden social discriminatorio, sino reformar algunas cuestiones, particularmente las que afectan a las mujeres blancas de clases sociales favorecidas. Durante su visita a Barcelona para presentar su último libro, tuvimos la oportunidad de dialogar con ella sobre esta propuesta de transformación radical del sistema de género, la familia y el trabajo. Eso que ellos llaman amor.

P. Desde la década de los 70, la lucha feminista se ha considerado un gran eje de transformación radical de las desigualdades y ha conseguido enormes avances. A pesar de ello, la feminización de la pobreza y la división sexual del trabajo persisten... ¿siguen intactas las estructuras de dominación o ha cambiado algo?
Creo que ambas cosas, de alguna manera. Definitivamente hay muchas cosas que han cambiado desde los años 70. En la mayoría de los países de Europa, ha habido un cambio de una mayoría de mujeres dedicadas al trabajo en el hogar a más mujeres trabajando en diversas formas de empleo remunerado, e incluso algunas de ellas tienen ocupaciones de alto estatus, de las que habrían sido completamente excluidas hace solo 50 años. También es cierto que los hombres están más involucrados en el cuidado de los niños y asumiendo parte del trabajo doméstico. Pero la mayor parte del trabajo de cuidado no remunerado siguen haciéndolo las mujeres y buena parte de ese trabajo se ha trasladado de las amas de casa a trabajadoras mal remuneradas en sectores feminizados como servicios infantiles o de atención a personas mayores. Aún queda trabajo por hacer para lograr una distribución justa de las responsabilidades de cuidado.

P. En el libro dices que hay que rechazar el papel femenino que el capital ha inventado para nosotras, ¿en qué consiste ese papel y qué tiene que ver el amor en todo eso?
Creo que ese papel se centra en el cuidado de los demás, en estar atenta a sus necesidades y a menudo implica sacrificar el propio bienestar. Aunque este trabajo puede ser difícil, a menudo no se reconoce como trabajo, sino como una expresión de amor y casi se glorifica. Quiero desafiar la idea de que este rol femenino sea natural; cuestionar la noción de que amar a tus hijos implica sacrificar tu propia vida. Podemos organizar el cuidado de una manera diferente.

P. Le das mucha importancia a la parte emocional dentro de los trabajos de cuidado ¿De qué hablas cuando hablas de “reproducción emocional”?
Hay un componente emocional bastante importante en los cuidados. Y eso es algo que mucha gente menciona cuando habla de trabajos reproductivos pero rara vez se teoriza por sí mismo. Yo pienso en la emoción como algo que a menudo estructura las relaciones de cuidado. Y también que hace que sea más difícil para las personas decir que no. Puede hacer que esas relaciones sean más explotadoras, porque si tienes una especie de inversión emocional en el bienestar de otra persona, es muy difícil decir: “no quiero hacer esto, voy a reivindicar mi bienestar o hacer huelga”.

P. Hablas del amor como trabajo... ¿cómo se mercantiliza el trabajo emocional y qué rol juega la clase social en la mercantilización?
Desde los años 70, ha habido un cambio notable en las economías capitalistas de Europa y América del Norte, especialmente con la creciente importancia del trabajo de servicios en los mercados laborales. Esta demanda repentina resalta la habilidad tradicionalmente feminizada de satisfacer las necesidades emocionales de otros, lo cual es interesante ya que intenta valorar algo difícil de medir y que cambia su significado cuando se convierte en mercancía. Al contratar a una cuidadora para atender a tus padres mayores, se crea una dinámica diferente a la de cuidar a un padre por cuenta propia, lo que introduce una nueva jerarquía en las relaciones familiares. Aunque se presenta como una solución para las mujeres que trabajan y necesitan cuidado para sus hijos, también genera nuevas formas de explotación.

P. Y aquí hay claramente un factor de clase... de quién puede pagar y quién necesita el dinero.
Creo que muchas personas que tienen ciertos privilegios en términos de su posición de clase, género o raza, a menudo tienen sus necesidades satisfechas sin tener que pensar realmente en ello. Y eso significa que hay otras personas que tienen que suprimir sus propias necesidades o sentimientos, y simplemente tienen que estar ahí para asegurarse de que las personas en la jerarquía social se sientan bien consigo mismas y con su posición en el mundo. Eso es algo que a menudo no se piensa demasiado. Es tan invisible y está tan naturalizado que algunas personas pueden comportarse como quieran con otras, y no tienen que reconocer sus sentimientos o sus necesidades. En cambio, una persona trabajadora del sector servicios, por supuesto no va a expresar sus propios sentimientos o su enojo hacia su empleador o hacia un cliente. Porque simplemente tienen que suprimir sus propios sentimientos.

P. Dice Silvia Federici ¿Más sonrisas? Más dinero...
Sí, creo que la capacidad de cubrir las necesidades emocionales de otros se está volviendo más importante como habilidad de la clase trabajadora. Especialmente, aunque no exclusivamente, las niñas de clase trabajadora están siendo socializadas para realizar ese tipo de trabajo que ofrece bienestar, porque muchas de las oportunidades laborales que estarán disponibles para ellas implicarán alguna forma de trabajo de servicio o cuidado. Por lo tanto, eso se ha vuelto más importante.

P. En tu base teórica recoges el legado del movimiento Wages for Housework ¿Qué discursos y qué prácticas articula este movimiento y qué razones lo hacen tan relevante en tu libro, en el reconocimiento de la reproducción emocional?
Sí, este fue un colectivo feminista internacional fundado en los años 70, en un momento en que muchos movimientos feministas empezaron a enfocarse más en lo que ocurría en el ámbito privado y en las tareas domésticas. Lo que encuentro especialmente relevante en los escritos sobre el salario para el trabajo doméstico es tanto su perspectiva teórica, ya que ofrecen un análisis profundo de las inversiones emocionales que muchas madres, pero también otros tipos de trabajadoras de cuidado tienen en relación con aquellos a quienes cuidan. De esta manera, logran destacar cómo estas dinámicas influyen en nuestra percepción de nosotras mismas y en nuestra comprensión del género. Por otro lado, el colectivo también mostraba un claro deseo de transformar el sistema en sí. Su interés no se limitaba a pequeñas reformas que pudieran hacer la vida un poco más fácil para las madres que cuidan de sus hijos u otras cuidadoras. Más bien, aspiraban a un cambio social más amplio que transformara por completo nuestra manera de relacionarnos entre nosotras como personas, así como nuestra concepción misma del cuidado. Considero que este intento de repensar profundamente cómo nos cuidamos mutuamente es sumamente relevante hoy en día. Aunque el discurso feminista y de derechos de las mujeres más liberal ha tenido un impacto significativo, parece haber alcanzado sus límites. Para superar los desafíos actuales, donde muchas personas luchan por conciliar el trabajo remunerado con las responsabilidades de cuidado, es crucial reflexionar sobre cómo podemos transformar la sociedad en un nivel más profundo.

P. Diría que se relaciona de manera muy directa con la propuesta de huelgas feministas que hemos visto en España desde 2018 y hace pocos meses en el País Vasco.
Sí, el movimiento feminista en varios países ha adoptado la idea de la huelga, lo cual es realmente interesante y emocionante. Es algo difícil de hacer, ya que obviamente no queremos dejar a la infancia abandonada ni a las personas enfermas sin cuidado.

Me interesa esto como una forma de cambiar nuestra forma de pensar sobre el cuidado, tratando de convertirlo en una responsabilidad compartida. A veces, esto implica que las mujeres se alejen del trabajo de cuidado y digan: “Necesitamos un descanso, no podemos seguir así”. Esto puede hacer que el cuidado se convierta en un tema político y que se busquen soluciones que involucren a toda la sociedad. Si las mujeres dicen que no pueden seguir bajo estas condiciones, entonces algo debe cambiar.

P. Ese algo está basado en una ética de apoyo mutuo e interdependencia, según explicas en el libro, para superar la dominación, ¿cómo se transforma ese mensaje en un proyecto colectivo?
Definitivamente no es fácil. Y creo que incluso para mí, a menudo es difícil ver cómo podemos avanzar hacia ese tipo de cambio social. Pero también creo que muchas personas realmente sienten la necesidad de ello. Hay bastante ira, hay bastantes personas que sienten que esto es una injusticia y que las cosas no pueden seguir como están. Se utiliza el término crisis reproductiva para describir el momento en el que estamos ahora mismo, lo que sugiere que algo tiene que ceder o que algo necesita cambiar. Creo que, si ponemos esto en la agenda política, y lo convertimos en una lucha colectiva, habría realmente mucha gente receptiva a esta idea. Porque la gente lo siente en su vida diaria, que simplemente no es sostenible.

P. Me parece particularmente complicado en una época en que la cultura popular exalta el individualismo. Es decir, tu libro ‘Ellos lo llaman amor’ convive con “Las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan” de Shakira. Es difícil competir con eso.
Sí, entiendo a lo que te refieres. Creo que, desde los años 80 o 90, se están utilizando ideas feministas para justificar el individualismo u objetivos profesionales de minorías. Y tienes este tipo de feminismo ‘girlboss’ que utiliza ideas feministas para justificar llegar a la cima en cualquier carrera en la que estés. Y eso definitivamente es un gran problema para el pensamiento feminista, y por eso creo que es importante cambiar el enfoque lejos del empoderamiento individual o tener, no sé, igualdad de género en el lugar de trabajo. Por importante que sea eso, no será suficiente para cambiar fundamentalmente la sociedad porque, como sabemos, se basa en la explotación de trabajadoras migrantes y otras personas que terminan asumiendo los trabajos de cuidado que las personas necesitan.

P. En tu libro hablas de grupos autónomos de mujeres negras, lesbianas y trabajadoras sexuales, estas últimas, aseguras a la vanguardia de la lucha contra el trabajo sexual(izado) ¿Qué mundo construiremos las malas madres, las trabajadoras sexuales, queers y otros sujetos reproductivos desviados?
Estoy considerando una amplia coalición que abarque a personas de diversas posiciones sociales. Algunos enfoques feministas han destacado la respetabilidad, perpetuando una dicotomía entre mujeres “buenas” y “respetables” y el resto. Mi objetivo, al igual que el del movimiento salario para el trabajo doméstico, es superar esas divisiones y destacar las similitudes en la lucha contra las condiciones laborales. No siempre es sencillo y es cierto que las circunstancias son diversas, por ejemplo, las condiciones laborales de una ama de casa de clase alta difieren de las de una trabajadora sexual migrante. Sin embargo, propongo explorar cómo mejorar las condiciones laborales de las trabajadoras más marginadas, especialmente en el ámbito del cuidado, lo cual también podría beneficiar a aquellas más privilegiadas.


P. ¿Puede ser útil para ello la idea de cuirizar la reproducción emocional?
Se trata de ir más allá de la familia nuclear como el epicentro del cuidado en la sociedad y considerar cómo las personas queer han creado arreglos de cuidado más colectivos y creativos, sí. Las estrategias de supervivencia bajo condiciones restrictivas ofrecen ideas para el futuro.

P. La desigualdad en el trabajo de la reproducción emocional se alimenta del sistema de género. Sobre la abolición del género sostienes dos cuestiones: la primera, que se puede hacer a través de la amplificación colectiva de los sentimientos disponibles para sujetos feminizados y la segunda, que el feminismo tránsfobo socava la abolición del género.
Cuando hablo de abolición de género, tengo en mente un proyecto político para superar la forma en que las personas son categorizadas por género y cómo esto afecta su experiencia y el tipo de trabajo que realizan. No estoy abogando por una sociedad más andrógina, sino que defiendo la libertad para expresar el género como se desee. Creo que la socialización de las mujeres, centrada en el cuidado de otros, es problemática en la sociedad capitalista. Sin embargo, creo que, si logramos superar las restricciones actuales del trabajo de cuidado y la división de género en el trabajo, esto podría llevarnos más allá del individualismo que caracteriza a nuestra sociedad en este momento.

P. ¿Cómo?
Imagina una sociedad donde se generalice la responsabilidad de cuidar a otros, al mismo tiempo que se minimiza la carga individual de hacerlo. Esto podría ser una forma radicalmente diferente de concebir la sociedad y también de relacionarnos con nosotras mismas y nuestra expresión de género. Los puntos que quería abordar sobre el feminismo transfóbico... Muchas de ellas se ven a sí mismas como queriendo ir más allá de una sociedad de género, pero la forma en que lo están haciendo termina reforzando normas de género y reinstalando ideas bastante naturalizadas sobre lo que es el género. Para mí, creo que el potencial de liberación radica en que las personas sean realmente libres de explorar su propia expresión de género y gran parte del pensamiento queer en el que me baso no ha establecido un límite claro entre la sexualidad o la orientación sexual por un lado y la expresión de género por el otro.

P. ¿Y el rol de los hombres en una socialización más justa del cuidado?
Supongo que, en este momento, es importante estar más involucrado en reorganizar el cuidado, sin dar por sentado que es responsabilidad exclusiva de otra persona ocuparse de ello. Considero que esto es fundamental y no quiero minimizar su importancia en absoluto. Pero a menudo, hay una tendencia, especialmente en el discurso feminista más liberal, a convertir esto en una responsabilidad individual. Por ejemplo, sugiriendo que, si los hombres aprendieran a cuidar a sus hijos, todo estaría bien, como una cuestión individual a trabajar en el ámbito familiar. Pero claro, hay un papel para los hombres en esto. Se trata de un proyecto que concierne a toda la sociedad y creo que verlo como una cuestión individual dentro de la propia familia no nos llevará muy lejos. Se necesita la participación de todos, incluidos los hombres, en un proyecto colectivo para repensar el cuidado.

P. Tú propones un horizonte en el que construir una unidad de clase en la lucha contra la explotación en la que los hombres se sumen en nuestros términos a una revolución feminista.
Esa es en realidad una línea inspirada en Selma James, quien fue una de las personas más conocidas del movimiento salario para el trabajo doméstico y una pensadora feminista muy importante. Ella tiene esta crítica hacia los movimientos sindicales que veían las luchas feministas como una especie de desviación de la verdadera causa, y decían, ¿por qué las mujeres no se unen a nuestra lucha, la lucha de clases, la verdadera lucha? Creo que ella es realmente buena al darle la vuelta a eso y decir, ¿por qué no podemos reconsiderar la lucha de clases desde el punto de vista de las necesidades de las mujeres y luego exigir que los hombres respalden esas demandas? Creo que es una manera útil de pensar en cualquier lucha política, decir: “Mira, todos necesitamos unidad, pero esa unidad no puede basarse en que algunas personas simplemente guarden silencio sobre lo que necesitan”. Debe ser una unidad que realmente esté considerando las necesidades de las personas que son aún más explotadas.

P. ¿Qué papel pueden jugar las izquierdas en Europa?
Gran pregunta. Creo que hay que entender que las demandas que se plantean en torno a la reproducción social, en torno al cuidado, son cosas que nos conciernen a todas las personas. Todas estamos afectadas por el cuidado y la reproducción, en un momento u otro, todas necesitamos cuidado y todas necesitamos que nuestras condiciones de vida sean mejores. Así que creo que hay bastante potencial de unidad en estos temas porque la mayoría de las luchas políticas de una manera u otra tendrán implicaciones sobre cómo nos estamos reproduciendo y cómo estamos viviendo y sobreviviendo en la sociedad capitalista. Y muchas veces se trata simplemente de poner eso en la agenda. Todas necesitamos acceso a una vivienda digna. Todas necesitamos cuidado de ancianos y atención médica decente. Incluso aquellas personas que no tienen hijos probablemente quieren que el cuidado infantil sea bueno y accesible. Creo que sería muy beneficioso que la izquierda buscara más autonomía del trabajo remunerado para replantear nuestras relaciones de cuidado. Sin embargo, las restricciones del actual sistema social limitan esta posibilidad, impidiéndonos simplemente abandonar el capitalismo para reconfigurar nuestras relaciones personales.

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