Imagen: El País / 'Los amantes pasajeros', de Pedro Almodóvar |
Es un insulto que fue primero apropiado por el colectivo LGTBQI y ahora, mediante figuras ultrapopulares que lo repiten en espacios de máxima audiencia, por España entera.
Guillermo Alonso | El País, 2017-12-20
https://elpais.com/elpais/2017/12/12/icon/1513087264_551314.html
“Marica”, se podía leer el lunes pasado en una pantalla gigante tras el escenario de Operación Triunfo mientras todos los concursantes cantaban el clásico del pop español A quién le importa. No era la primera vez que la palabra se escuchaba en la Academia. Los 'Javis' (los guionistas y directores Javier Calvo y Javier Ambrossi, profesores de interpretación en el programa) usan la palabra “maricón” a menudo en sus clases. Pero el espectador casual podría pensar que es normal dentro de su discurso porque ellos dos son gays. Más llamativo fue la bienvenida que Noemí Galera (directora de la Academia, mujer heterosexual casada y madre de dos hijos) dio a todos los concursantes (mujeres y hombres heterosexuales, homosexuales y bisexuales) tras la primera gala: “Estáis dentro, maricones”. Se lo decía a todos. Y nadie levantó una ceja. La palabra “maricón”, definitivamente, saltaba a la fama.
El camino de este término hasta llegar aquí fue, antes que nada, la historia de una reapropiación por parte de un colectivo del término que históricamente se utilizó para humillarlos, acosarlos y agredirlos. El mecanismo se asemeja al de "nigger" ("negrata") en Estados Unidos, cuyo uso adopta connotación fraternal si se utiliza entre afroamericanos, pero es un insulto inaceptable si lo pronuncia un blanco: la presentadora estadounidense Paula Deen perdió contratos televisivos, editoriales y publicitarios por ello. O al de "feminista" en Europa: el término era inicialmente utilizado de forma despectiva para las mujeres, pues describía una ‘enfermedad’ que afectaba a los varones, pero el movimiento se apropió de la palabra en la década de 1880.
El caso de la española “maricón” caminó paralelo al del término “queer” inglés. “Los nombres con los que se han designado a la homosexualidad masculina por ser vejatorios están cargados de connotaciones históricas”, cuenta el escritor y especialista en género Nacho Moreno, autor del ensayo Ladronas victorianas (Ed. Antipersona) y del recorrido LGTB del Thyssen. “Por ejemplo, hay teóricos que afirman que ‘finocchio’ en italiano o ‘faggot’ en inglés vienen de elementos de tortura y de quema de homosexuales. La reivindicación de esos términos insultantes se produce a finales del siglo XX, en la década de 1990, con el término queer, que podríamos traducir por ‘rarito’ pero, como todo lo homosexual, seguía muy vinculado a lo delictivo”.
El caso del español ‘maricón’ es único en el mundo, tal vez, por haber sido un término que primero pasó del terreno del insulto al de la confraternalización entre los propios homosexuales y, después, en los últimos años, a la fama absoluta. La palabra no es nueva para nadie, pero sí el uso extendido y coloquial que se le está dando hoy. En los años ochenta el término estaba presente en el cine de Almodóvar, en los noventa se extendió de forma natural por la obra de sus herederos artísticos (las comedias urbanas de Alfonso Albacete y David Menkes o de Felix Sabroso y la fallecida Dunia Ayaso, por ejemplo) y ya en la década de los 2000 la multiplicación de programas de sociedad en los que presentadores, directores y redactores eran (hombres) homosexuales hizo que la palabra surgiese de vez en cuando en los platos con tono de camaradería.
¿Pero cómo hemos pasado de ese rincón minoritario a que en la televisión pública aparezca la palabra escrita en una pantalla en horario de máxima audiencia y a que la directora de la academia de 'Operación Triunfo' llame "maricones" a todos sus concursantes? Dos factores han sido capitales. Primero están Alaska y Mario Vaquerizo. En el 'docureality' 'Alaska y Mario', producido por el Terrat, emitido por MTV y convertido en un fenómeno mediático en 2011, la palabra campaba a sus anchas para definir a un hombre, a una mujer o a una cosa.
"Para mí no es noticia que alguien diga 'maricón' en ‘Operación Triunfo’, porque yo uso esa palabra en mi día a día", nos cuenta Vaquerizo a través del teléfono. "No es una democratización, es una normalización. Los que la usamos todos los días somos los que hemos conseguido quitarle ese tono peyorativo, hacer que algo que era un insulto se convierta en una palabra habitual y normal". Vaquerizo quiere establecer también la diferencia que él ve entre el término ‘maricón’, considerado despectivo, y el más aceptado ‘gay’. "El gay se toma más en serio, es combativo. El ‘maricón’ es más de andar por casa. Tiene asumida su forma de ser. Por eso a mí me gusta más palabra ‘maricón’".
Algo que hace particular el caso de Vaquerizo es que él –al contrario que Noemí Galera, por ejemplo– sí la ha sufrido como un insulto. "Y me lo siguen llamando, pero no tengo ningún problema porque para mí no es ningún insulto", señala. Él ha pasado de utilizar la expresión en su ‘reality’ (cuya audiencia en MTV rondaba el 2 %) a hacerlo en el espacio de entrevistas de Bertín Osborne ‘En tu casa o en la mía’, en RTVE, en el espacio familiar ‘El hormiguero’, en Antena 3, y en la tertulia de ideología conservadora de Federico Jiménez Losantos en EsRadio, todos ellos mucho más masivos.
"Y nunca he tenido ningún problema. Bertín Osborne, Pablo Motos y Federico Jiménez Losantos no son nada dogmáticos, comparten el mundo maricón y están cerca de muchos amigos maricones. Lo viven con mucha normalidad. Donde he podido tener problemas es en círculos que en principio parecen más cercanos a ti ideológicamente, pero acaban siendo los más políticamente correctos", analiza Vaquerizo.
Además de Alaska y Mario, han llegado una nueva generación de figuras influyentes entre los ‘millennials’ que han normalizado el discurso ‘queer’ tanto en vídeos de YouTube enormemente populares (por ejemplo Soyunapringada o Los Tripletz, cuyos canales en YouTubre suman casi 50 millones de visualizaciones) como en ficciones emitidas en plataformas web. 'Paquita Salas', serie de la plataforma Flooxer de Atresmedia que ha saltado a Netflix y en la que el actor Brays Efe interpreta a una mujer de mediana edad, tiene como 'gag' constante la pluma de algunos de sus actores representados.
Cuando un intérprete de su agencia es rechazado en ‘El secreto de Puente Viejo’ porque “se les sube de pluma”, ella chilla: “¡Ha habido maricones toda la historia de la humanidad! ¡Toda la historia! ¿No puede haber un maricón en puente viejo? ¡’El secreto de Puente Viejo’, el secreto! ¡Pues ese es su secreto!”. El gag es, tal vez, el más celebrado de toda la serie.
“Paquita dice mucho 'maricón", nos cuenta Brays Efe. "Las palabras tienen un viaje, la gente se apropia de ellas y las dota de otro significado. A mí me parece fenomenal. Creo que Paquita Salas lo usa como una secuela de los noventa, del mismo modo en que uno dice 'amore'. Como ella ha estado allí, quiere sentirse parte del grupo. Joan Rivers, mi humorista favorita de toda la vida, utilizaba la palabra “cocksucker” ("chupapollas" en inglés), que se usa como un insulto, porque ella decía: 'Siempre pensé que ‘cocksucker’ era una palabra de unión'. Para mí, 'maricón' es eso: una palabra de unión, no de separación”.
Esa unión parte también de elementos que pertenecen puramente a la estética del sonido. "Maricón" es una palabra sonora, poderosa, parecida fonéticamente a un "chimpón" que puede cerrar una frase, una gracia o un aforismo dejándolo en todo lo alto. "¡Es una palabra muy bonita!", apunta Vaquerizo. "A mí me recuerda a todo el folclore de los sesenta, los setenta y los ochenta, a aquellas travestis que ya usaban la palabra con libertad".
Durante una entrevista a ‘Vanity Fair’, Alaska confesó: "Mis amigos y yo usamos la palabra 'maricón', 'bollera', 'enana', 'ciego'… ¡entre nosotros! Si a ti no te gusta que te lo aplique, no te lo voy a aplicar. Pero creo que es un ejercicio de quitar hierro a las palabras". Mario, en un ejercicio de pontificar con el ejemplo, se lo llama a ella: "Yo estoy casado con 'un maricón', que es Alaska. Pon eso, pon que te lo he dicho".
Agustín Gómez Cascales, DJ y redactor jefe de la revista Shangay, está de acuerdo. "¿Cómo no iba a estar a favor de que se democratize y se destigmatice el término 'maricón'?", nos cuenta desde la redacción en Madrid de la histórica publicación dirigida a un público LGTBQI. "Siempre se agradece escucharlo sin ánimo de acritud ni de señalar a alguien de manera despectiva y prejuiciosa. Para aquellos a los que nos lo han llamado –y en ocasiones siguen haciéndolo– como si de un insulto se tratara es muy positivo comprobar que cada vez son más los que no lo ven así. A aquellos que no sean –o no se consideren– maricones, está bien que se lo llamen alguna vez; si no le dan importancia, genial, si se la dan, que se lo hagan mirar. Aunque tampoco lancemos las campanas al vuelo y pensemos que con que se utilice dicha palabra con cariño en ‘Operación Triunfo’ está todo conseguido. Porque también estamos celebrando un tímido morreo entre dos tíos como algo rompedor en la televisión pública, a estas alturas... Es evidente que queda mucho por lograr, pero esos pasitos son muy positivos, aunque seamos ya muchos –¿o no tantos?– los que utilizamos la palabra 'maricón' con naturalidad, o no nos sobresaltamos al ver a dos personas del mismo sexo besarse en público. La democratización en cuestiones como esas, que siguen descolocando a algunos, es tan justa como necesaria", explica Gómez Cascales.
No todos ven con buenos ojos la popularización de este término. Nacho Moreno es uno de ellos. “Personalmente tengo reacciones negativas con la popularizacion de términos como 'maricón', ya que por un lado arrebatan elementos de una subcultura en beneficio propio (los gestos y las palabras eran herramientas de reconocimiento y pertenencia al ámbito gay), pero al mismo tiempo no eliminan su poder como insulto, como herramienta de ataque homófobo en las calles, tal y como demuestran la escalada de tales actos en ciudades como Madrid".
"Nos comenzaron a insultar diciéndonos ‘maricones de mierda", declaró el periodista que tuvo que abandonar su vivienda de Alcalá de Henares con su novio por los continuos ataques. "¡Maricón! Suerte que tengo al niño en brazos”, gritó un hombre en el metro a un pasajero tras propinarle una patada por ser homosexual. "Deja de mirar mal a mis amigos, maricón", dijo otro hombre antes de agredir a un homosexual también en el metro de Madrid.
Todos estos casos han tenido lugar en el último año. La palabra se extiende y se hace popular en lo más alto de la parrilla televisiva mientras sobrevive en lo más bajo de la condición humana. "La popularización de ese término tendría gracia si viviésemos en una sociedad post-homófoba, en la que hemos superado la homofobia", remata Moreno. "Pero, desgraciadamente, no es así".
El camino de este término hasta llegar aquí fue, antes que nada, la historia de una reapropiación por parte de un colectivo del término que históricamente se utilizó para humillarlos, acosarlos y agredirlos. El mecanismo se asemeja al de "nigger" ("negrata") en Estados Unidos, cuyo uso adopta connotación fraternal si se utiliza entre afroamericanos, pero es un insulto inaceptable si lo pronuncia un blanco: la presentadora estadounidense Paula Deen perdió contratos televisivos, editoriales y publicitarios por ello. O al de "feminista" en Europa: el término era inicialmente utilizado de forma despectiva para las mujeres, pues describía una ‘enfermedad’ que afectaba a los varones, pero el movimiento se apropió de la palabra en la década de 1880.
El caso de la española “maricón” caminó paralelo al del término “queer” inglés. “Los nombres con los que se han designado a la homosexualidad masculina por ser vejatorios están cargados de connotaciones históricas”, cuenta el escritor y especialista en género Nacho Moreno, autor del ensayo Ladronas victorianas (Ed. Antipersona) y del recorrido LGTB del Thyssen. “Por ejemplo, hay teóricos que afirman que ‘finocchio’ en italiano o ‘faggot’ en inglés vienen de elementos de tortura y de quema de homosexuales. La reivindicación de esos términos insultantes se produce a finales del siglo XX, en la década de 1990, con el término queer, que podríamos traducir por ‘rarito’ pero, como todo lo homosexual, seguía muy vinculado a lo delictivo”.
El caso del español ‘maricón’ es único en el mundo, tal vez, por haber sido un término que primero pasó del terreno del insulto al de la confraternalización entre los propios homosexuales y, después, en los últimos años, a la fama absoluta. La palabra no es nueva para nadie, pero sí el uso extendido y coloquial que se le está dando hoy. En los años ochenta el término estaba presente en el cine de Almodóvar, en los noventa se extendió de forma natural por la obra de sus herederos artísticos (las comedias urbanas de Alfonso Albacete y David Menkes o de Felix Sabroso y la fallecida Dunia Ayaso, por ejemplo) y ya en la década de los 2000 la multiplicación de programas de sociedad en los que presentadores, directores y redactores eran (hombres) homosexuales hizo que la palabra surgiese de vez en cuando en los platos con tono de camaradería.
¿Pero cómo hemos pasado de ese rincón minoritario a que en la televisión pública aparezca la palabra escrita en una pantalla en horario de máxima audiencia y a que la directora de la academia de 'Operación Triunfo' llame "maricones" a todos sus concursantes? Dos factores han sido capitales. Primero están Alaska y Mario Vaquerizo. En el 'docureality' 'Alaska y Mario', producido por el Terrat, emitido por MTV y convertido en un fenómeno mediático en 2011, la palabra campaba a sus anchas para definir a un hombre, a una mujer o a una cosa.
"Para mí no es noticia que alguien diga 'maricón' en ‘Operación Triunfo’, porque yo uso esa palabra en mi día a día", nos cuenta Vaquerizo a través del teléfono. "No es una democratización, es una normalización. Los que la usamos todos los días somos los que hemos conseguido quitarle ese tono peyorativo, hacer que algo que era un insulto se convierta en una palabra habitual y normal". Vaquerizo quiere establecer también la diferencia que él ve entre el término ‘maricón’, considerado despectivo, y el más aceptado ‘gay’. "El gay se toma más en serio, es combativo. El ‘maricón’ es más de andar por casa. Tiene asumida su forma de ser. Por eso a mí me gusta más palabra ‘maricón’".
Algo que hace particular el caso de Vaquerizo es que él –al contrario que Noemí Galera, por ejemplo– sí la ha sufrido como un insulto. "Y me lo siguen llamando, pero no tengo ningún problema porque para mí no es ningún insulto", señala. Él ha pasado de utilizar la expresión en su ‘reality’ (cuya audiencia en MTV rondaba el 2 %) a hacerlo en el espacio de entrevistas de Bertín Osborne ‘En tu casa o en la mía’, en RTVE, en el espacio familiar ‘El hormiguero’, en Antena 3, y en la tertulia de ideología conservadora de Federico Jiménez Losantos en EsRadio, todos ellos mucho más masivos.
"Y nunca he tenido ningún problema. Bertín Osborne, Pablo Motos y Federico Jiménez Losantos no son nada dogmáticos, comparten el mundo maricón y están cerca de muchos amigos maricones. Lo viven con mucha normalidad. Donde he podido tener problemas es en círculos que en principio parecen más cercanos a ti ideológicamente, pero acaban siendo los más políticamente correctos", analiza Vaquerizo.
Además de Alaska y Mario, han llegado una nueva generación de figuras influyentes entre los ‘millennials’ que han normalizado el discurso ‘queer’ tanto en vídeos de YouTube enormemente populares (por ejemplo Soyunapringada o Los Tripletz, cuyos canales en YouTubre suman casi 50 millones de visualizaciones) como en ficciones emitidas en plataformas web. 'Paquita Salas', serie de la plataforma Flooxer de Atresmedia que ha saltado a Netflix y en la que el actor Brays Efe interpreta a una mujer de mediana edad, tiene como 'gag' constante la pluma de algunos de sus actores representados.
Cuando un intérprete de su agencia es rechazado en ‘El secreto de Puente Viejo’ porque “se les sube de pluma”, ella chilla: “¡Ha habido maricones toda la historia de la humanidad! ¡Toda la historia! ¿No puede haber un maricón en puente viejo? ¡’El secreto de Puente Viejo’, el secreto! ¡Pues ese es su secreto!”. El gag es, tal vez, el más celebrado de toda la serie.
“Paquita dice mucho 'maricón", nos cuenta Brays Efe. "Las palabras tienen un viaje, la gente se apropia de ellas y las dota de otro significado. A mí me parece fenomenal. Creo que Paquita Salas lo usa como una secuela de los noventa, del mismo modo en que uno dice 'amore'. Como ella ha estado allí, quiere sentirse parte del grupo. Joan Rivers, mi humorista favorita de toda la vida, utilizaba la palabra “cocksucker” ("chupapollas" en inglés), que se usa como un insulto, porque ella decía: 'Siempre pensé que ‘cocksucker’ era una palabra de unión'. Para mí, 'maricón' es eso: una palabra de unión, no de separación”.
Esa unión parte también de elementos que pertenecen puramente a la estética del sonido. "Maricón" es una palabra sonora, poderosa, parecida fonéticamente a un "chimpón" que puede cerrar una frase, una gracia o un aforismo dejándolo en todo lo alto. "¡Es una palabra muy bonita!", apunta Vaquerizo. "A mí me recuerda a todo el folclore de los sesenta, los setenta y los ochenta, a aquellas travestis que ya usaban la palabra con libertad".
Durante una entrevista a ‘Vanity Fair’, Alaska confesó: "Mis amigos y yo usamos la palabra 'maricón', 'bollera', 'enana', 'ciego'… ¡entre nosotros! Si a ti no te gusta que te lo aplique, no te lo voy a aplicar. Pero creo que es un ejercicio de quitar hierro a las palabras". Mario, en un ejercicio de pontificar con el ejemplo, se lo llama a ella: "Yo estoy casado con 'un maricón', que es Alaska. Pon eso, pon que te lo he dicho".
Agustín Gómez Cascales, DJ y redactor jefe de la revista Shangay, está de acuerdo. "¿Cómo no iba a estar a favor de que se democratize y se destigmatice el término 'maricón'?", nos cuenta desde la redacción en Madrid de la histórica publicación dirigida a un público LGTBQI. "Siempre se agradece escucharlo sin ánimo de acritud ni de señalar a alguien de manera despectiva y prejuiciosa. Para aquellos a los que nos lo han llamado –y en ocasiones siguen haciéndolo– como si de un insulto se tratara es muy positivo comprobar que cada vez son más los que no lo ven así. A aquellos que no sean –o no se consideren– maricones, está bien que se lo llamen alguna vez; si no le dan importancia, genial, si se la dan, que se lo hagan mirar. Aunque tampoco lancemos las campanas al vuelo y pensemos que con que se utilice dicha palabra con cariño en ‘Operación Triunfo’ está todo conseguido. Porque también estamos celebrando un tímido morreo entre dos tíos como algo rompedor en la televisión pública, a estas alturas... Es evidente que queda mucho por lograr, pero esos pasitos son muy positivos, aunque seamos ya muchos –¿o no tantos?– los que utilizamos la palabra 'maricón' con naturalidad, o no nos sobresaltamos al ver a dos personas del mismo sexo besarse en público. La democratización en cuestiones como esas, que siguen descolocando a algunos, es tan justa como necesaria", explica Gómez Cascales.
No todos ven con buenos ojos la popularización de este término. Nacho Moreno es uno de ellos. “Personalmente tengo reacciones negativas con la popularizacion de términos como 'maricón', ya que por un lado arrebatan elementos de una subcultura en beneficio propio (los gestos y las palabras eran herramientas de reconocimiento y pertenencia al ámbito gay), pero al mismo tiempo no eliminan su poder como insulto, como herramienta de ataque homófobo en las calles, tal y como demuestran la escalada de tales actos en ciudades como Madrid".
"Nos comenzaron a insultar diciéndonos ‘maricones de mierda", declaró el periodista que tuvo que abandonar su vivienda de Alcalá de Henares con su novio por los continuos ataques. "¡Maricón! Suerte que tengo al niño en brazos”, gritó un hombre en el metro a un pasajero tras propinarle una patada por ser homosexual. "Deja de mirar mal a mis amigos, maricón", dijo otro hombre antes de agredir a un homosexual también en el metro de Madrid.
Todos estos casos han tenido lugar en el último año. La palabra se extiende y se hace popular en lo más alto de la parrilla televisiva mientras sobrevive en lo más bajo de la condición humana. "La popularización de ese término tendría gracia si viviésemos en una sociedad post-homófoba, en la que hemos superado la homofobia", remata Moreno. "Pero, desgraciadamente, no es así".
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