Los techos de cristal para la mujer en la Iglesia católica podrían estar hechos perfectamente de un material más resistente, por ejemplo, de mármol, como el que se ha utilizado históricamente para algunas de las emblemáticas estatuas que adornan la Basílica de San Pedro, en el Vaticano. La situación de la mujer dentro de la institución
es hoy completamente "subalterna", expone a Público Margarita Pintos de Cea-Naharro, teóloga feminista.
"Las mujeres ocupan un lugar subalterno, invisible. No toman decisiones a ningún nivel. Ni eligen al párroco ni [son escuchadas] sobre cuestiones teológicas ni sobre leyes morales que afectan a su cuerpo. Por tanto, no son sujetos teológicos ni legales: no toman ningún tipo de decisión", expone Pintos.
La teóloga pone un ejemplo muy gráfico al respecto. En el cónclave, 100% masculino, que eligió al nuevo papa, León XIV, la teóloga cree que quienes "hacían la comida y lavaban la ropa" a los cardenales, eran "mayoritariamente" mujeres que estaban "trabajando para esos hombres". "Ese es un elemento muy claro de cómo la Iglesia utiliza a las mujeres. Trabajan para ellos y además las invisibilizan", reflexiona.
El catolicismo tiene en España una base social compuesta mayoritariamente de mujeres. El 64,3% de las mujeres se declaran religiosas —un 33,9% afirma no ser una persona religiosa— por un 53,4% de los hombres —el 44,4% dice no ser religioso—.
"El porcentaje de mujeres que se consideran religiosas es notablemente más alto que de hombres para todos los grupos de edad. Las mayores diferencias entre los sexos se dan en el ateísmo, con mayor representación de los hombres, y, en el grupo de los que son considerados practicantes del catolicismo, con mayor presencia de mujeres", recoge la Fundació Ferrer i Guàrdia, en su último informe llamado ‘Laicidad en cifras 2025’.
Las mujeres no pintan hoy apenas nada en la jerarquía y la toma de decisiones es cosa de hombres. Para la filósofa y teóloga Montserrat Escribano, presidenta de la Asociación de Teólogas Españolas,
es necesaria "una Iglesia que no vaya ligada siempre a varones y a varones ordenados".
"Es necesario —añade Escribano, en conversación con Público— que toda la Iglesia cambie, no solo las jerarquías, que es lo evidente. Si queremos tener una Iglesia que sea mucho más representativa, no se pueden seguir estableciendo esas separaciones en cuanto a toma de decisiones y de entender la propia religiosidad".
"Debemos caminar hacia una total representatividad dentro de la Iglesia, los derechos eclesiales no están conseguidos. En el último de los sínodos, ha sido la primera vez que las mujeres han podido votar. Estamos en 2025 y debería ser una cuestión habitual que en cualquier lugar que la Iglesia tome una decisión importante, debe haber mujeres", agrega Escribano.
Durante el pontificado de Francisco, se produjeron algunos gestos, pero claramente "insuficientes", a juicio de Escribano. "Planteó cambios muy significativos por su propia manera de ser, pero también porque él era un hombre acostumbrado a trabajar con mujeres. Eso hizo que tuviera una relación distinta con las mujeres y puso mujeres en lugares más destacados de la jerarquía vaticana".
Escribano señala a Público que el nuevo papa, León XIV, va a seguir los pasos de Francisco en una cuestión que considera relevante: "La Iglesia ha heredado algo que Francisco puso sobre la mesa, la Iglesia sinodal, esto es, todas las personas tenemos que ser escuchadas, tenemos la capacidad de iniciar un diálogo y de abordar las cuestiones que sean necesarias. Es una gran revolución si nos lo tomamos de verdad en serio".
"No es únicamente —abunda— que tengamos que conseguir determinadas cuestiones, desde perspectivas feministas, sino cómo caminar de un modo sinodal sobre esas cuestiones, que nos mueven a muchas personas. Si en el feminismo social ya es complicado, también lo va a ser dentro de la Iglesia".
Derechos de la mujer "El papel de la mujer en la Iglesia debe ser el que ella quiera. No tenemos que esperar a que nos digan: ‘Ya puede ordenarse’", afirma Pintos. "Las mujeres —remacha Escribano— estamos en otros espacios ya. Si no tenemos espacios, veremos qué es lo que sucede. No estamos dispuestas a seguir callando. Hay una afirmación de San Pablo, que ha tenido mucho éxito: que las mujeres en la Iglesia callen. Pues ya no estamos dispuestas a seguir [así]. Está sacada de contexto, no lo justifico para nada, se ha utilizado esa afirmación paulina como [argumento de autoridad], pero las mujeres no estamos dispuestas a callar".
Hay debates hoy, como el del aborto, que en la Iglesia están prácticamente cerrados en una dirección que afecta directamente a los derechos de las mujeres. "Quiero que mi manera de hacer teología influya y si hablo sobre el aborto, no me silencie. Eso, la visión sobre el aborto, forma parte de la doctrina del derecho canónico. La única manera de cambiar eso o por lo menos quitarlo es en un concilio", argumenta Pintos.
"Es un tema muy complicado de abordar, porque [la jerarquía] mantiene una postura de que el aborto es algo no deseado", expone Escribano. "En el mundo en que vivimos —reflexiona— es necesario atender al propio hecho del aborto y abordar las razones que transitan hacia esas opciones, atender a las razones sociales, cómo vivimos en este sistema que mata la vida. Si mata la vida, significa también que muchas mujeres no tienen espacio, ni un trabajo decente, ni viviendas. Las mujeres son las que están también en espacios de trata, de prostitución, habitan entornos muy complicados. Tiene que haber un debate mucho más profundo".
"Aborto, sí, aborto, no, es una simpleza. [Ahí tenemos] el propio hecho de las maternidades. No es lo mismo la maternidad en algunos espacios de Europa que en Uganda, con la guerra o en la Franja de Gaza. La Iglesia es universal y también tiene que ver diferentes formas de comprensión acerca de todas", señala Escribano.
En los últimos tiempos han surgido movimientos, aún incipientes, y que tienen que coger vuelo, como la
Revuelta de Mujeres en la Iglesia. "Teniendo ese papel subalterno que quieren dar a las mujeres desde la cúpula de la Iglesia, hay toda una corriente subterránea que trabaja y hace sus cosas a nivel internacional y esto en algún momento va a emerger, primero porque no va a haber sacerdotes", expone Pintos. En efecto, en el seminario hay ahora menos de mil,
según los datos de la Conferencia Episcopal, y la Iglesia católica está en un proceso, sostenido en el tiempo de pérdida de efectivos.
"La revolución se hace desde abajo, No creo en una Iglesia piramidal, en una Iglesia de varones o mujeres debidamente ordenados. Creo en una comunidad de personas seguidoras de Jesús que organizan su manera de vivir en torno al evangelio. Es una visión personal, muy en consonancia de comunidades de base", afirma Pintos.
"La revuelta —analiza Escribano— se establece de una manera muy asamblearia y tiene conexiones con grupos europeos y se van haciendo en cada ciudad. Somos Iglesia y queremos aportar otro tipo de espacios y formas. Se reivindica también eso, la falta de acceso a todos los sacramentos a los que pueden acceder los varones. Por primera vez, las mujeres están movilizándose y eso hace que ellos también se tengan que movilizar. Y no es siempre de arriba para abajo: creemos en esos movimientos asamblearios, una manera sinodal de poder hacer las cosas".
El patriarcado en la Iglesia católica tiene hondas y profundas raíces, en parte relacionadas con la representación de la divinidad como un hombre. "No siempre dios ha sido varón", zanja Pintos. "Desde el Antiguo Testamento, hay distintos nombres de dios, que dependen mucho del momento histórico en el que se escribe el texto y por eso varía el nombre de dios". Luego, cita a Mary Daly, filósofa feminista y teóloga, que ya discutió estos planteamientos machistas y patriarcales y ya planteó la idea a combatir de que "si dios es varón, el varón es dios".
Otras maneras de pensar se van abriendo paso: "La teología feminista le ha dado la vuelta [a esa representación de dios como hombre] y se ha puesto en evidencia que sea la mayoritaria o la única. Se ha tratado de entender por qué ha sido así: respondía a patrones culturales y formas androcéntricas. Las mujeres teólogas producen teologías distintas. También tiene que ver cómo se han entendido los textos, se ha hecho una interpretación muy sesgada sin tener en cuenta ningún criterio de género", afirma Escribano.
"Esto pasa —agrega Escribano— en el mundo artístico y también pasa de igual manera en el mundo litúrgico. Lo hemos visto incluso en las celebraciones, en el entierro cómo se ha acompañado al cuerpo de Francisco, cómo ha sido la misa de inicio del pontificado de León XIV, las mujeres solo acompañan, no están al mismo nivel ni en el mismo espacio litúrgico".
Lucha contra la cultura patriarcal Hay una cuestión que emerge, a la vista de la evidente discriminación: ¿Tiene el Estado algo que decir, algo que legislar, habida cuenta de que la Iglesia católica es una institución que, en parte, se financia cada año con impuestos? Entre las juristas se ha planteado, en efecto, el debate.
Así lo plantea, por ejemplo, la profesora María José Guzmán Parejo, en un trabajo —
publicado en la revista de Derecho de la UNED—titulado ‘¿Mujer, pluralismo religioso e igualdad de género?: desafío jurídico en el siglo XXI en España’: "Los conflictos entre las religiones y los derechos de las mujeres no son recientes. Es más, la lucha por el reconocimiento de los derechos de las mujeres es, en sí misma, una lucha en contra de la cultura patriarcal que domina todas las sociedades y la mayor parte de las religiones del mundo y es por ello que las contradicciones entre lo que se observa en las prácticas religiosas y los reclamos por los derechos de las mujeres han sido, son y seguirán siendo una constante".
Sin embargo, hoy, "la mayoría considera que, como regla general, el Estado habida cuenta la autonomía institucional de la Iglesia católica, no puede inmiscuirse en la infraestructura y gestión de esta sobre el acceso de la mujer a cargos eclesiásticos en condiciones de igualdad al hombre, y por tanto no están obligadas a organizarse de modo democrático salvo, y de ahí viene la excepción, que por ‘una necesidad social imperiosa’, el Estado debiera revertir esa situación. En esa reversión excepcional se sitúan quienes pretenden una modificación legislativa que evite prácticas discriminatorias, y en ese deseado marco normativo debe reconocerse, respetar y proteger la dignidad de la mujer". Así lo recoge la misma Guzmán Parejo, citando a la profesora de Derecho Eclesiástico del Estado, Paz Fernández-Rivera González en otro estudio, posterior, este llamado ‘La mujer y su posible discriminación en el contexto de la diversidad religiosa del postsecularismo español desde el punto de vista jurídico’ y publicado en la
revista de Ciencias de las religiones de la Complutense.