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| Alberto Núñez Feijóo en el Congreso del PP el 5 de julio de 2025 // |
La transición democrática es ahora
Paco Tomás | Público, 2025-07-13
https://www.publico.es/opinion/transicion-democratica-ahora.html
Cuando Mónica Oltra dijo "nos están fulminando uno a uno con denuncias falsas. Y el día que ustedes quieran reaccionar, les habrán fulminado también a ustedes" nos estaba colocando ante un trampantojo y una realidad.
El trampantojo es eso que hemos dado en llamar "ejemplar transición democrática". No puede ser ejemplar si los asesinos y los golpistas no pagaron por sus crímenes. Al revés. Fueron recompensados con una amnistía que les perpetuó en el poder. En todos los estamentos. Los policías de la represión siguieron ahí, los dirigentes políticos siguieron ahí, los empresarios afines al régimen siguieron en los despachos de sus grandes empresas, los jueces siguieron ahí. Solo quitaron la foto del dictador de las paredes de sus despachos y colgaron la de los reyes. Esa fue toda la transición democrática que hicieron. Y esos señores tuvieron hijos. Y esos hijos tuvieron nietos. Y ahí siguen. Cumpliendo con la tradición familiar. Y la izquierda, cediendo para sobrevivir.
La realidad es que la verdadera transición democrática es ahora. Con la derecha envalentonada y rabiosa, como en 1977. Y tenemos que aprovechar esta segunda oportunidad. Quitarnos esa bota del cuello para hacer de España el país que podía haber sido si los golpistas no se hubieran levantado en armas contra un gobierno democrático.
Por eso a la derecha no le gusta la memoria histórica. Feijóo dijo, hace dos años, que cuando llegase al Gobierno derogaría la ley de Memoria Democrática. Porque sabe que no pasa la prueba del algodón. La derecha española miente sobre su presente porque, en el pasado, sucumbe a su naturaleza ilegítima, a su violencia, a su discurso y a sus miserias. Por eso siempre habla desde un presente indeterminado, como si nada de su currículum hubiese existido en realidad. Omiten su desvergüenza como el dibujo animado del avestruz que solo esconde su cabeza, pero se deja todo el cuerpo fuera.
Al PP no le gusta que le recordemos que su pasado es su presente. Que su evolución democrática no existe y que basta escuchar opinar a Isabel Díaz Ayuso o ver a Feijóo hablar de saunas gais para comprender que la transición democrática no ha pasado por ellos. Que cada día son más Alianza Popular, ese partido fundado por un ministro del dictador que le guiñaba el ojo a la Falange porque fascistas unidos, jamás serán vencidos.
La manera en la que la derecha española agrede nuestra memoria es especialmente ofensiva porque se aprovecha de un sistema que se vanagloria de reconquistar el instante. La inmediatez como factor de rentabilidad. Que todo suceda tan rápido como para que no nos sobre tiempo para pensar. Eso nutre a una ciudadanía sin hemeroteca, a la que solo le interesa el ahora y su circunstancia, sin capacidad para pensar en otra cosa que no sea su bien personal, rechazando el bien colectivo. Para ese individuo, el capitalismo ha diseñado una memoria inocua y amable, donde llegar a creer que cualquier tiempo pasado fue mejor. Es la memoria pop de "Yo fui a EGB", un espacio simpático sin policías torturadores, sin machitos acosadores de niños gais en los colegios, sin curas pederastas, sin empresarios corruptores. Esa es toda la memoria que tolera la derecha. La única en la que su indecencia no prevalece.
Al PP le molesta que recordemos que hace veinte años inició la campaña más infame, cruel e inhumana que un partido político diseñó para humillar a otros seres humanos. Y no le hizo falta Vox para comportarse como un grupo de gañanes. El PP invitó a Aquilino Polaino a una comisión de expertos para decir que los homosexuales estábamos enfermos, que eso se podía corregir con una terapia de reconversión y que nuestro comportamiento era la consecuencia de haber tenido unos padres borrachos que habían abusado de nosotros. Dijo que no podíamos adoptar niños porque abusaríamos de ellos como nuestros padres hicieron con nosotros. Y la respuesta del PP a semejante atrocidad fue la que ofreció su portavoz en esa comisión, Agustín Conde: "Nos ha descrito perfectamente cual es la psicopatología de los homosexuales y cuales son los elementos de comorbilidad que padecen".
Ese mismo 2005, el Consejo General del Poder Judicial aprobó un informe contrario al matrimonio igualitario. Un vocal conservador del CGPJ, Jose Luis Requero, comparó el matrimonio igualitario con la unión entre un hombre y un animal.
Contra la derecha española hay que llevar siempre la memoria por delante. Porque ellos intentarán ignorarla creando un nuevo relato. Eso hizo el Ernst Röhm español, Jaime de los Santos, cuando se atrevió a decir que en España había matrimonio igualitario gracias al PP, porque podría haber derogado la ley al llegar al poder pero no lo hizo. Así pretenden reescribir la historia.
Están acostumbrados a eso -la Historia siempre la escriben los vencedores- y ahora les molesta mucho que vengamos los nietos de los vencidos, la gente con memoria, a corregirles las mentiras y las interesadas inexactitudes. La memoria es nuestra mejor arma contra aquellos que la ignoran. Eso desmonta al PP. Porque les recordamos lo que hicieron y dónde estaban cuando la gente sufría, cuando la gente se ahogaba o los ancianos morían en las residencias sin cuidados paliativos.
El Partido Popular, la nave nodriza de la extrema derecha, en su reciente último Congreso, ha colocado como nueva portavoz a Ester Muñoz, una mujer que menospreció los fondos para la memoria histórica. "Quince millones destinados a que ustedes desentierren unos huesos" en lugar de mejorar los salarios de jueces y fiscales. El desprecio que siento hacia esa mujer, con mi abuelo aún desaparecido, abandonado en alguna cuneta, es inmenso. El PP ha sacado a los chacales para hacer política de navajazo y gargajo. O hacemos ahora la transición democrática que no nos dejaron hacer o seguirán provocándonos sufrimiento.
Lo escribió la gran Lolo Rico en sus memorias: “Fue difícil la transición de la dictadura a la democracia. Por deficiente que sea lo que ahora tenemos. Y se consiguió en muy poco tiempo. Con escasa preparación, con grandes amenazas y presiones, pero también con paz. Pero ¿a costa de qué? Cuando la izquierda y la derecha llegan a un acuerdo, siempre es la izquierda la que hace concesiones. Cede, se somete, deja que la derecha marque las pautas, los tiempos y los caminos por seguir”.
Hagamos por fin la transición democrática que este país se merece. Se acabó el falso posibilismo. Defendamos nuestra identidad ante la derecha rabiosa. Porque es ahora o, lamentablemente, nunca.
El trampantojo es eso que hemos dado en llamar "ejemplar transición democrática". No puede ser ejemplar si los asesinos y los golpistas no pagaron por sus crímenes. Al revés. Fueron recompensados con una amnistía que les perpetuó en el poder. En todos los estamentos. Los policías de la represión siguieron ahí, los dirigentes políticos siguieron ahí, los empresarios afines al régimen siguieron en los despachos de sus grandes empresas, los jueces siguieron ahí. Solo quitaron la foto del dictador de las paredes de sus despachos y colgaron la de los reyes. Esa fue toda la transición democrática que hicieron. Y esos señores tuvieron hijos. Y esos hijos tuvieron nietos. Y ahí siguen. Cumpliendo con la tradición familiar. Y la izquierda, cediendo para sobrevivir.
La realidad es que la verdadera transición democrática es ahora. Con la derecha envalentonada y rabiosa, como en 1977. Y tenemos que aprovechar esta segunda oportunidad. Quitarnos esa bota del cuello para hacer de España el país que podía haber sido si los golpistas no se hubieran levantado en armas contra un gobierno democrático.
Por eso a la derecha no le gusta la memoria histórica. Feijóo dijo, hace dos años, que cuando llegase al Gobierno derogaría la ley de Memoria Democrática. Porque sabe que no pasa la prueba del algodón. La derecha española miente sobre su presente porque, en el pasado, sucumbe a su naturaleza ilegítima, a su violencia, a su discurso y a sus miserias. Por eso siempre habla desde un presente indeterminado, como si nada de su currículum hubiese existido en realidad. Omiten su desvergüenza como el dibujo animado del avestruz que solo esconde su cabeza, pero se deja todo el cuerpo fuera.
Al PP no le gusta que le recordemos que su pasado es su presente. Que su evolución democrática no existe y que basta escuchar opinar a Isabel Díaz Ayuso o ver a Feijóo hablar de saunas gais para comprender que la transición democrática no ha pasado por ellos. Que cada día son más Alianza Popular, ese partido fundado por un ministro del dictador que le guiñaba el ojo a la Falange porque fascistas unidos, jamás serán vencidos.
La manera en la que la derecha española agrede nuestra memoria es especialmente ofensiva porque se aprovecha de un sistema que se vanagloria de reconquistar el instante. La inmediatez como factor de rentabilidad. Que todo suceda tan rápido como para que no nos sobre tiempo para pensar. Eso nutre a una ciudadanía sin hemeroteca, a la que solo le interesa el ahora y su circunstancia, sin capacidad para pensar en otra cosa que no sea su bien personal, rechazando el bien colectivo. Para ese individuo, el capitalismo ha diseñado una memoria inocua y amable, donde llegar a creer que cualquier tiempo pasado fue mejor. Es la memoria pop de "Yo fui a EGB", un espacio simpático sin policías torturadores, sin machitos acosadores de niños gais en los colegios, sin curas pederastas, sin empresarios corruptores. Esa es toda la memoria que tolera la derecha. La única en la que su indecencia no prevalece.
Al PP le molesta que recordemos que hace veinte años inició la campaña más infame, cruel e inhumana que un partido político diseñó para humillar a otros seres humanos. Y no le hizo falta Vox para comportarse como un grupo de gañanes. El PP invitó a Aquilino Polaino a una comisión de expertos para decir que los homosexuales estábamos enfermos, que eso se podía corregir con una terapia de reconversión y que nuestro comportamiento era la consecuencia de haber tenido unos padres borrachos que habían abusado de nosotros. Dijo que no podíamos adoptar niños porque abusaríamos de ellos como nuestros padres hicieron con nosotros. Y la respuesta del PP a semejante atrocidad fue la que ofreció su portavoz en esa comisión, Agustín Conde: "Nos ha descrito perfectamente cual es la psicopatología de los homosexuales y cuales son los elementos de comorbilidad que padecen".
Ese mismo 2005, el Consejo General del Poder Judicial aprobó un informe contrario al matrimonio igualitario. Un vocal conservador del CGPJ, Jose Luis Requero, comparó el matrimonio igualitario con la unión entre un hombre y un animal.
Contra la derecha española hay que llevar siempre la memoria por delante. Porque ellos intentarán ignorarla creando un nuevo relato. Eso hizo el Ernst Röhm español, Jaime de los Santos, cuando se atrevió a decir que en España había matrimonio igualitario gracias al PP, porque podría haber derogado la ley al llegar al poder pero no lo hizo. Así pretenden reescribir la historia.
Están acostumbrados a eso -la Historia siempre la escriben los vencedores- y ahora les molesta mucho que vengamos los nietos de los vencidos, la gente con memoria, a corregirles las mentiras y las interesadas inexactitudes. La memoria es nuestra mejor arma contra aquellos que la ignoran. Eso desmonta al PP. Porque les recordamos lo que hicieron y dónde estaban cuando la gente sufría, cuando la gente se ahogaba o los ancianos morían en las residencias sin cuidados paliativos.
El Partido Popular, la nave nodriza de la extrema derecha, en su reciente último Congreso, ha colocado como nueva portavoz a Ester Muñoz, una mujer que menospreció los fondos para la memoria histórica. "Quince millones destinados a que ustedes desentierren unos huesos" en lugar de mejorar los salarios de jueces y fiscales. El desprecio que siento hacia esa mujer, con mi abuelo aún desaparecido, abandonado en alguna cuneta, es inmenso. El PP ha sacado a los chacales para hacer política de navajazo y gargajo. O hacemos ahora la transición democrática que no nos dejaron hacer o seguirán provocándonos sufrimiento.
Lo escribió la gran Lolo Rico en sus memorias: “Fue difícil la transición de la dictadura a la democracia. Por deficiente que sea lo que ahora tenemos. Y se consiguió en muy poco tiempo. Con escasa preparación, con grandes amenazas y presiones, pero también con paz. Pero ¿a costa de qué? Cuando la izquierda y la derecha llegan a un acuerdo, siempre es la izquierda la que hace concesiones. Cede, se somete, deja que la derecha marque las pautas, los tiempos y los caminos por seguir”.
Hagamos por fin la transición democrática que este país se merece. Se acabó el falso posibilismo. Defendamos nuestra identidad ante la derecha rabiosa. Porque es ahora o, lamentablemente, nunca.

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