Imagen: El País / Mujeres supervivientes de la violencia machista en Colombia |
Me gustaría explicarle que, por fin, en 2017, el mundo es feminista. Y que espero que ya no tenga que volver a sentir esa profunda soledad.
Ana Marcos | El País, 2017-12-29
https://elpais.com/elpais/2017/12/27/gente/1514410583_905503.html
Cuando llegué a Colombia empecé a escuchar una palabra que hasta ese momento leía y usaba poco: resiliencia. Pregunté por qué se repetía tanto. Qué sucedía en Colombia para que no sonara a manual de autoayuda. Aquí va la historia de una valiente mujer colombiana: la mejor respuesta que he encontrado a tantos interrogantes.
Conocí a Olga Lucía Iglesias en un hotel en Tumaco, una de las ciudades más pobres de Colombia. Me dijo que para contarme su historia nos teníamos que sentar en un lugar tranquilo, sin mirar el reloj. Al lado de una piscina, en mitad de la noche, comenzamos a charlar.
Olga Lucía no conoce otra forma de vida que la guerra. Su marido fue asesinado por la guerrilla. Cuando huyó en busca de sustento, fue raptada y violada por 10 paramilitares a la salida del trabajo. Volvió a escapar, se enamoró, tuvo un tercer hijo y su segunda pareja la maltrató. Otra vez a desaparecer.
El día que conversamos, Olga Lucía se había convertido en una lideresa en su nueva ciudad de acogida. Ayudaba a otras mujeres a buscar ayuda psicológica y legal, la que durante tiempo ella se negó a pedir. Le aconsejaron que en estos casos siempre es mejor el silencio.
Al terminar, le di las gracias por contarme su historia. “Gracias a ti, que me escuches me da dignidad”, me respondió.
Ahora que se acaba el año me he acordado de Olga Lucía. Me gustaría explicarle que, por fin, en 2017, el mundo es feminista. Y que espero que ya no tenga que volver a sentir esa profunda soledad.
Conocí a Olga Lucía Iglesias en un hotel en Tumaco, una de las ciudades más pobres de Colombia. Me dijo que para contarme su historia nos teníamos que sentar en un lugar tranquilo, sin mirar el reloj. Al lado de una piscina, en mitad de la noche, comenzamos a charlar.
Olga Lucía no conoce otra forma de vida que la guerra. Su marido fue asesinado por la guerrilla. Cuando huyó en busca de sustento, fue raptada y violada por 10 paramilitares a la salida del trabajo. Volvió a escapar, se enamoró, tuvo un tercer hijo y su segunda pareja la maltrató. Otra vez a desaparecer.
El día que conversamos, Olga Lucía se había convertido en una lideresa en su nueva ciudad de acogida. Ayudaba a otras mujeres a buscar ayuda psicológica y legal, la que durante tiempo ella se negó a pedir. Le aconsejaron que en estos casos siempre es mejor el silencio.
Al terminar, le di las gracias por contarme su historia. “Gracias a ti, que me escuches me da dignidad”, me respondió.
Ahora que se acaba el año me he acordado de Olga Lucía. Me gustaría explicarle que, por fin, en 2017, el mundo es feminista. Y que espero que ya no tenga que volver a sentir esa profunda soledad.
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