Imagen: ctxt / Jorge Javier Vázquez |
Muchos nos sentimos identificados con el desahogo de Jorge Javier Vázquez en ‘Sálvame’. Pero siento ser aguafiestas. A gritos histéricos, a formas autoritarias y fáciles, ganan siempre los ultras.
Gerardo Tecé | ctxt, 2020-04-28
https://ctxt.es/es/20200401/Firmas/32044/salvame-jorge-javier-alfonso-merlos-ultraderecha-rojos-y-maricones-gerardo-tece.htm
Llevaba años sin ver nada que emitiese Telecinco. Años en los que, zapeando de un canal a otro, pasaba por el número cinco de la tele como se pasa por delante de la casa de los padres de una ex: andando rápido y sin mirar. No por manía personal, sino por salud mental. Una cadena, Telecinco, echada desde hace décadas al monte de lo peor del oficio de la comunicación. Sus gritos, sus morbos, sus mentiras y sus cintas de vídeo repetidas machaconamente en emisiones eternas, pobres, vacías, sobre vidas prostituidas a cambio de talonario. Como la mayoría de tertulias políticas, pero con concursantes de Gran Hermano, vaya.
Esta semana he vuelto a ver algo del universo Telecinco y lo he hecho, como muchos, a lo grande. Desde el mismísimo epicentro de la basura televisiva, con permiso de Ana Rosa, Inda y compañía: el ‘Sálvame’. El programa de Jorge Javier Vázquez ha hecho suyo un escándalo que afecta a la extrema derecha mediática del país, con el morbo que, para algunos, entre los que me incluyo, eso supone. Ya conocerán la historia. Para qué entrar. Las redes sociales, inundadas con imágenes del plató de ‘Sálvame’. En él, Jorge Javier Vázquez, mandando a callar, mandando de paso a tomar por culo, a un colaborador de derechas. Con las clásicas formas y argumentos de derechas, al grito de “no te dejo hablar para decir gilipolleces, esto es un programa de rojos y maricones y quien no quiera, que no lo vea”. La izquierda, o gran parte de ella, haciéndole la ola a Jorge Javier. No es para menos. Jorge Javier Vázquez ha dicho y hecho, en horario de máxima audiencia, lo que todos llevamos tiempo queriendo hacer, pero no nos atrevemos. En nuestros grupos de whatsapp, en el trabajo, en el supermercado. Todos querríamos ser Jorge Javier cuando escuchamos gilipolleces del tamaño de que la culpa de la pandemia mundial la tiene la manifestación feminista del 8-M. Cuando, ante un argumento o un dato, el tertuliano que tenemos enfrente nos responde, sin que venga a cuento con el tema tratado: “Pues el casoplón de Pablo Iglesias”, “pues ETA”, “pues el primo segundo de Maduro el de Venezuela”. Es agotador.
La izquierda, a la que le gusta más teorizar que convencer, ya está desarrollando, entusiasmada, un marco teórico en torno al caso Jorge Javier. Un caramelo demasiado dulce para dejarlo escapar. Es un torpedo en la línea de flotación de la ultraderecha, porque lo que Jorge Javier plantea se produce en un entorno transversal, populista, he llegado a leer como explicación a las imágenes del presentador cagándose en Dios, hombre ya. Dos gritos más y se publicará una colección de libros rojísimos analizando “el fenómeno Sálvame”. Por supuesto, muchos nos sentimos identificados con el desahogo. Por supuesto que un espacio con, por desgracia, millones de espectadores, es mejor que un aburrido coloquio de filósofos para cagarse en la ultraderecha y sus tácticas tramposas e infantiles. Por supuesto. Pero siento ser aguafiestas en medio del entusiasmo. A gritos histéricos, a formas autoritarias y fáciles como las del Jorge Javier, gana siempre la ultraderecha por mucho que les haya molestado probar su propia medicina en este caso.
Años sin ver Telecinco porque lo peor del oficio de la comunicación me provocaba la misma urticaria que hoy me provocan los ultras echados al monte de lo peor del oficio de la política. Los mismos gritos, morbo, montajes y mentiras salieron del peor Telecinco para llegar al Congreso. En el caso de Telecinco, podía intentar olvidarme de su existencia. En el caso de los ultras en el Congreso, encima me toca pagarles un sueldazo.
Hay una diferencia que sería injusto dejar de lado. Jorge Javier va con su basura de frente, lo cual le honra. El tipo no intenta vender que lo que hace sea distinto a lo que vemos. Los ultras, igual que otros programas de televisión, niegan que su basura lo sea. Aún tengo que decidir si, como la izquierda más plasta, me pongo a teorizar sobre Jorge Javier, si simplemente disfruto del espectáculo lo que dure, o si, directamente borro Telecinco de la tele para evitar tentaciones. El coronavirus nos ha enseñado que lo mejor es prevenir. Ya veré.
Esta semana he vuelto a ver algo del universo Telecinco y lo he hecho, como muchos, a lo grande. Desde el mismísimo epicentro de la basura televisiva, con permiso de Ana Rosa, Inda y compañía: el ‘Sálvame’. El programa de Jorge Javier Vázquez ha hecho suyo un escándalo que afecta a la extrema derecha mediática del país, con el morbo que, para algunos, entre los que me incluyo, eso supone. Ya conocerán la historia. Para qué entrar. Las redes sociales, inundadas con imágenes del plató de ‘Sálvame’. En él, Jorge Javier Vázquez, mandando a callar, mandando de paso a tomar por culo, a un colaborador de derechas. Con las clásicas formas y argumentos de derechas, al grito de “no te dejo hablar para decir gilipolleces, esto es un programa de rojos y maricones y quien no quiera, que no lo vea”. La izquierda, o gran parte de ella, haciéndole la ola a Jorge Javier. No es para menos. Jorge Javier Vázquez ha dicho y hecho, en horario de máxima audiencia, lo que todos llevamos tiempo queriendo hacer, pero no nos atrevemos. En nuestros grupos de whatsapp, en el trabajo, en el supermercado. Todos querríamos ser Jorge Javier cuando escuchamos gilipolleces del tamaño de que la culpa de la pandemia mundial la tiene la manifestación feminista del 8-M. Cuando, ante un argumento o un dato, el tertuliano que tenemos enfrente nos responde, sin que venga a cuento con el tema tratado: “Pues el casoplón de Pablo Iglesias”, “pues ETA”, “pues el primo segundo de Maduro el de Venezuela”. Es agotador.
La izquierda, a la que le gusta más teorizar que convencer, ya está desarrollando, entusiasmada, un marco teórico en torno al caso Jorge Javier. Un caramelo demasiado dulce para dejarlo escapar. Es un torpedo en la línea de flotación de la ultraderecha, porque lo que Jorge Javier plantea se produce en un entorno transversal, populista, he llegado a leer como explicación a las imágenes del presentador cagándose en Dios, hombre ya. Dos gritos más y se publicará una colección de libros rojísimos analizando “el fenómeno Sálvame”. Por supuesto, muchos nos sentimos identificados con el desahogo. Por supuesto que un espacio con, por desgracia, millones de espectadores, es mejor que un aburrido coloquio de filósofos para cagarse en la ultraderecha y sus tácticas tramposas e infantiles. Por supuesto. Pero siento ser aguafiestas en medio del entusiasmo. A gritos histéricos, a formas autoritarias y fáciles como las del Jorge Javier, gana siempre la ultraderecha por mucho que les haya molestado probar su propia medicina en este caso.
Años sin ver Telecinco porque lo peor del oficio de la comunicación me provocaba la misma urticaria que hoy me provocan los ultras echados al monte de lo peor del oficio de la política. Los mismos gritos, morbo, montajes y mentiras salieron del peor Telecinco para llegar al Congreso. En el caso de Telecinco, podía intentar olvidarme de su existencia. En el caso de los ultras en el Congreso, encima me toca pagarles un sueldazo.
Hay una diferencia que sería injusto dejar de lado. Jorge Javier va con su basura de frente, lo cual le honra. El tipo no intenta vender que lo que hace sea distinto a lo que vemos. Los ultras, igual que otros programas de televisión, niegan que su basura lo sea. Aún tengo que decidir si, como la izquierda más plasta, me pongo a teorizar sobre Jorge Javier, si simplemente disfruto del espectáculo lo que dure, o si, directamente borro Telecinco de la tele para evitar tentaciones. El coronavirus nos ha enseñado que lo mejor es prevenir. Ya veré.
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