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La Europa homonacionalista y el genocidio del pueblo palestino
Jon Rodríguez · Responsable de Relaciones Internacionales de IU | Público, 2023-10-25
https://blogs.publico.es/otrasmiradas/77331/la-europa-homonacionalista-y-el-genocidio-del-pueblo-palestino/
El homonacionalismo es un término que acuñó la filósofa estadounidense Jasbir Puar en 2007 en su libro ‘Ensamblajes terroristas: el homonacionalismo en tiempos queer’. Con él se describe un proyecto ideológico que pasa por identificar la liberación de determinadas partes del colectivo LGTBI a través de su asimilación a los proyectos conservadores y racistas dominantes. Es la cooptación de una serie de demandas vinculadas a las personas LGTBI por parte de los discursos de la derecha y la extrema derecha para generar nuevos relatos neoliberales y xenófobos. En síntesis, lo que pretende es expandir el pensamiento neoliberal entre nosotros y nosotras para así romper nuestros lazos comunitarios. Porque si eres un hombre blanco homosexual de clase alta, ¿para qué vas a querer pagar los impuestos que permiten a una persona refugiada LGTBI que vive con VIH acceder al tratamiento antirretroviral, por ejemplo? Mejor que les deporten.
Estos discursos ya han sido asimilados por una parte importante de la extrema derecha europea. Alternativa por Alemania está liderado por una ejecutiva de banca abiertamente lesbiana y ya hace años que Marine Le Pen repite ante quien quiera escucharle que uno de sus objetivos es "proteger a los homosexuales de los árabes". Afortunadamente esta narrativa no ha calado de forma mayoritaria entre las personas LGTBI. De hecho, en los últimos años tenemos numerosos ejemplos de lo contrario, y han surgido redes de activistas LGTBI contra las políticas migratorias racistas de la Unión Europea, o colectivos contra el pinkwashing que ahora se están volcando en las convocatorias en solidaridad con el pueblo palestino.
La participación de las personas LGTBI en el movimiento por la descolonización palestina no debería sorprender a nadie. Sin embargo, parece que ha despertado un enfado en la derecha y la ultraderecha españolas. Hace dos semanas, mi organización [Izquierda Unida] publicó un vídeo en X en el que lanzaba un mensaje desde una concentración de apoyo a Palestina. Recibí más de 2.500 comentarios de respuesta, la inmensa mayoría de ellos insultos homófobos. Desde cosas del tipo "no durarías ni cinco minutos en Gaza", a otras más fuertes. Aunque mi favorita fue el tuit del eurodiputado de Vox Hermann Tertsch llamándome mamarracho. Cuando esta misma semana escuché a Isabel Díaz Ayuso, en una réplica a la portavoz de Más Madrid, decirle que se fuera a la Franja de Gaza "con su compañera Antonelli", me quedó claro que hay una estrategia para utilizar esta ofensiva israelí para hacer avanzar el discurso homonacionalista en España.
Que Ayuso mencionara a la principal referente trans en la política española no es una casualidad. Y no es solamente que la derecha y la ultraderecha quieran dictarnos cómo ser personas LGTBI respetables dentro de sus normas. Es también un ejercicio ideológico que pretende aislarnos a unos de otros e infundir el miedo a los palestinos y palestinas en particular, y a los árabes o musulmanes en general, deshumanizados y convertidos en el principal chivo expiatorio del racismo de nuestro tiempo. En definitiva, que sus posicionamientos neoliberales avancen rompiendo los lazos de unión que tenemos con nuestros compañeros y compañeras LGTBI palestinos. ¿O acaso nuestra derecha comparte con los líderes religiosos más conservadores de Oriente Medio que ahí no hay personas LGTBI? ¿Que bajo las bombas israelíes en Gaza no ha muerto ni una sola lesbiana?
Las personas LGTBI siempre hemos estado en las luchas anticoloniales
Y tenemos lazos estrechos con el activo tejido LGTBI que existe en Palestina, donde no se puede separar la lucha por las libertades personales de la lucha contra el régimen de apartheid israelí.
Podría parecer una frivolidad hablar sobre esto cuando ya llevamos más de 4.000 muertos gazatíes y se ha publicado un comunicado de siete relatores especiales de la ONU hablando del riesgo de que se produzca un genocidio en la Franja de Gaza. Pero es que, junto a este nuevo intento de erradicar la presencia palestina en su propia tierra, se está produciendo también una ofensiva comunicativa en Europa que pretende cambiar los marcos del análisis que hacemos sobre la ocupación de Palestina y el colonialismo israelí.
Estos días hemos visto una derecha española más alineada con Israel que nunca, que presentan al país construido sobre la destrucción del pueblo palestino como un baluarte de la democracia y los valores occidentales en la región. Un discurso que no deja de estar alineado con la naturaleza del proyecto colonial que es Israel, con la idea de construir un país europeo fuera de nuestras fronteras ignorando o exterminando a la población local. Pretenden que dejemos de empatizar con personas porque tengan raíces, culturas o realidades diferentes a las nuestras, y nos empujan a deshumanizarlas para sentir miedo, en línea con las declaraciones del ministro de Defensa israelí llamando animales a todos los palestinos y palestinas. Hay un objetivo externo en esta estrategia, que es acabar con la solidaridad con Palestina que sigue siendo mayoritaria en nuestra sociedad y facilitar un genocidio impune. Pero también hay un objetivo interno de acabar con proyectos colectivos y sociedades abiertas, y avanzar en el modelo de Europa Fortaleza que despoja de derechos a todos y todas quienes tengan otro origen.
Israel no es la primera ni la única experiencia colonial que ha habido. La Sudáfrica blanca del apartheid, que duró de 1948 a 1994 fue un proyecto con el que comparte muchas similitudes. Una de las principales causas por las que cayó el régimen racista fue el aislamiento y presión internacional al que estuvo sometido durante años. En esa lucha también participaron los colectivos LGTBI en todo el mundo, que se movilizaron para boicotearlo en torno a la causa de activistas homosexuales detenidos en su lucha contra el racismo del estado, como Simon Nkoli.
Israel trata de presentarse internacionalmente como un ejemplo de libertad para las personas LGTBI, obviando la represión sistemática de las millones de personas - también maricas, lesbianas y trans -, que mantiene bajo un sistema de ocupación militar. Frente a quienes intentan vendernos la idea de que la liberación de las personas LGTBI llegará bombardeando a nuestras hermanas y hermanos de la Franja de Gaza o negándoles agua y alimentos, es imprescindible seguir organizándonos para luchar contra los responsables de esos crímenes. No es posible la liberación dentro de un régimen construido desde el racismo al igual que no lo es dentro del patriarcado. Como personas LGTBI occidentales, es nuestras responsabilidad denunciar el ‘pinkwashing’ del apartheid israelí e insistir en que no vamos a permitir que nos instrumentalicen para defender un estado colonial que está practicando un genocidio. Ni un marica más asesinado por las bombas israelíes en nuestro nombre.
Estos discursos ya han sido asimilados por una parte importante de la extrema derecha europea. Alternativa por Alemania está liderado por una ejecutiva de banca abiertamente lesbiana y ya hace años que Marine Le Pen repite ante quien quiera escucharle que uno de sus objetivos es "proteger a los homosexuales de los árabes". Afortunadamente esta narrativa no ha calado de forma mayoritaria entre las personas LGTBI. De hecho, en los últimos años tenemos numerosos ejemplos de lo contrario, y han surgido redes de activistas LGTBI contra las políticas migratorias racistas de la Unión Europea, o colectivos contra el pinkwashing que ahora se están volcando en las convocatorias en solidaridad con el pueblo palestino.
La participación de las personas LGTBI en el movimiento por la descolonización palestina no debería sorprender a nadie. Sin embargo, parece que ha despertado un enfado en la derecha y la ultraderecha españolas. Hace dos semanas, mi organización [Izquierda Unida] publicó un vídeo en X en el que lanzaba un mensaje desde una concentración de apoyo a Palestina. Recibí más de 2.500 comentarios de respuesta, la inmensa mayoría de ellos insultos homófobos. Desde cosas del tipo "no durarías ni cinco minutos en Gaza", a otras más fuertes. Aunque mi favorita fue el tuit del eurodiputado de Vox Hermann Tertsch llamándome mamarracho. Cuando esta misma semana escuché a Isabel Díaz Ayuso, en una réplica a la portavoz de Más Madrid, decirle que se fuera a la Franja de Gaza "con su compañera Antonelli", me quedó claro que hay una estrategia para utilizar esta ofensiva israelí para hacer avanzar el discurso homonacionalista en España.
Que Ayuso mencionara a la principal referente trans en la política española no es una casualidad. Y no es solamente que la derecha y la ultraderecha quieran dictarnos cómo ser personas LGTBI respetables dentro de sus normas. Es también un ejercicio ideológico que pretende aislarnos a unos de otros e infundir el miedo a los palestinos y palestinas en particular, y a los árabes o musulmanes en general, deshumanizados y convertidos en el principal chivo expiatorio del racismo de nuestro tiempo. En definitiva, que sus posicionamientos neoliberales avancen rompiendo los lazos de unión que tenemos con nuestros compañeros y compañeras LGTBI palestinos. ¿O acaso nuestra derecha comparte con los líderes religiosos más conservadores de Oriente Medio que ahí no hay personas LGTBI? ¿Que bajo las bombas israelíes en Gaza no ha muerto ni una sola lesbiana?
Las personas LGTBI siempre hemos estado en las luchas anticoloniales
Y tenemos lazos estrechos con el activo tejido LGTBI que existe en Palestina, donde no se puede separar la lucha por las libertades personales de la lucha contra el régimen de apartheid israelí.
Podría parecer una frivolidad hablar sobre esto cuando ya llevamos más de 4.000 muertos gazatíes y se ha publicado un comunicado de siete relatores especiales de la ONU hablando del riesgo de que se produzca un genocidio en la Franja de Gaza. Pero es que, junto a este nuevo intento de erradicar la presencia palestina en su propia tierra, se está produciendo también una ofensiva comunicativa en Europa que pretende cambiar los marcos del análisis que hacemos sobre la ocupación de Palestina y el colonialismo israelí.
Estos días hemos visto una derecha española más alineada con Israel que nunca, que presentan al país construido sobre la destrucción del pueblo palestino como un baluarte de la democracia y los valores occidentales en la región. Un discurso que no deja de estar alineado con la naturaleza del proyecto colonial que es Israel, con la idea de construir un país europeo fuera de nuestras fronteras ignorando o exterminando a la población local. Pretenden que dejemos de empatizar con personas porque tengan raíces, culturas o realidades diferentes a las nuestras, y nos empujan a deshumanizarlas para sentir miedo, en línea con las declaraciones del ministro de Defensa israelí llamando animales a todos los palestinos y palestinas. Hay un objetivo externo en esta estrategia, que es acabar con la solidaridad con Palestina que sigue siendo mayoritaria en nuestra sociedad y facilitar un genocidio impune. Pero también hay un objetivo interno de acabar con proyectos colectivos y sociedades abiertas, y avanzar en el modelo de Europa Fortaleza que despoja de derechos a todos y todas quienes tengan otro origen.
Israel no es la primera ni la única experiencia colonial que ha habido. La Sudáfrica blanca del apartheid, que duró de 1948 a 1994 fue un proyecto con el que comparte muchas similitudes. Una de las principales causas por las que cayó el régimen racista fue el aislamiento y presión internacional al que estuvo sometido durante años. En esa lucha también participaron los colectivos LGTBI en todo el mundo, que se movilizaron para boicotearlo en torno a la causa de activistas homosexuales detenidos en su lucha contra el racismo del estado, como Simon Nkoli.
Israel trata de presentarse internacionalmente como un ejemplo de libertad para las personas LGTBI, obviando la represión sistemática de las millones de personas - también maricas, lesbianas y trans -, que mantiene bajo un sistema de ocupación militar. Frente a quienes intentan vendernos la idea de que la liberación de las personas LGTBI llegará bombardeando a nuestras hermanas y hermanos de la Franja de Gaza o negándoles agua y alimentos, es imprescindible seguir organizándonos para luchar contra los responsables de esos crímenes. No es posible la liberación dentro de un régimen construido desde el racismo al igual que no lo es dentro del patriarcado. Como personas LGTBI occidentales, es nuestras responsabilidad denunciar el ‘pinkwashing’ del apartheid israelí e insistir en que no vamos a permitir que nos instrumentalicen para defender un estado colonial que está practicando un genocidio. Ni un marica más asesinado por las bombas israelíes en nuestro nombre.
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