lunes, 2 de marzo de 2020

#hemeroteca #feminismo | Rosa Cobo: “El patriarcado necesita de la violencia para perpetuarse”

Imagen: Madrid Sindical / Rosa Cobo
Rosa Cobo: “El patriarcado necesita de la violencia para perpetuarse”.
Alejandra Acosta | Madrid Sindical, 2020-03-02
https://madridsindical.es/2020/03/02/rosa-cobo-patriarcadoviolencia/

Lleva toda su vida investigando en la teoría feminista y la sociología de género y es autora de numerosos trabajos de divulgación por los que ha recibido diversos premios. Profesora titular de la Universidad de La Coruña, Rosa Cobo preside además la Red Académica Internacional de Estudios sobre Prostitución y Pornografía. Entre 2006 y 2008 formó parte del equipo asesor de la Unidad de Mujeres y Ciencia del Ministerio de Educación. En 2017 publicó “La prostitución en el corazón del capitalismo”. Advierte que el patriarcado intenta someter al movimiento feminista a procesos de despolitización para quitarle su dimensión transformadora y subversiva.  

Pregunta- Rosa, ¿cómo se explica la fuerza arrolladora y global de lo que ya se conoce como cuarta ola feminista?
Respuesta- No existe un país en el mundo en el que hoy no haya un movimiento feminista. Nunca antes había ocurrido. Es algo insólito. Pienso que el corazón de esta cuarta ola es la violencia sexual. Hemos conquistado derechos y espacios de libertad, pero la violencia contra las mujeres aumenta de forma escandalosa. Es una realidad con la que todas convivimos de una u otra forma a lo largo de nuestra biografía. Pero no solo. La precarización laboral se ceba con nosotras. Somos mayoría en el trabajo a tiempo parcial, en la economía sumergida, en los salarios de miseria. Nuestra vida ha empeorado y se ha producido un grito colectivo de rabia que significa que hasta aquí hemos llegado.

P.- Siempre que el feminismo adquiere vigor el patriarcado se revuelve e intenta desprestigiarlo. ¿Por qué tanta prevención?
R.- El feminismo es un pensamiento y un movimiento social profundamente crítico que remueve los cimientos del capitalismo neoliberal y del patriarcado. Por eso intentan someterlo a procesos de despolitización, para quitarle su dimensión fuertemente transformadora y subversiva.

P.- Adviertes, en este sentido, que se ha extendido de forma indiscriminada el uso del término “género” como sinónimo de feminismo. ¿Qué consecuencias tiene?
R.- Que vacía de contenido al movimiento feminista y debilita a las mujeres como sujeto político colectivo, con la consiguiente pérdida de influencia política y capacidad transformadora. El género se convierte en un eufemismo. Así, algunas acciones políticas se denominan de género, lo que permite financiar proyectos destinados a varones con el argumento de que el género no es exclusivo de las mujeres, sin tener en cuenta que la pobreza, el desempleo, la violencia y la desigualdad la sufren sobre todo las mujeres. Por eso yo prefiero hablar de violencia patriarcal, porque todos los sistemas de poder necesitan del consentimiento y de la violencia para perpetuarse.

P.- De igual forma se está imponiendo el concepto de equidad frente al de igualdad.
R.- Tanto desde las instituciones del capitalismo internacional como desde El Vaticano y los países musulmanes se ejerce una presión muy seria para que desaparezca de todos los comunicados el término igualdad y se sustituya por el de equidad. Recordemos que las religiones y la tradición asumen como una ley natural la inferioridad de la mujeres y por eso resulta tan difícil de desmontar, como todos los prejuicios. Hay todo un entramado material y simbólico que sostiene la hegemonía masculina.

P.- Una cuestión que genera debate es si el feminismo debe acoger a otros colectivos que reivindican derechos e igualdad.
R.- El feminismo tiene un sujeto político clarísimo y difícilmente discutible. Somos las mujeres. Esta cuarta ola tiene mucha fuerza, mucha energía, un marco teórico, un conjunto de reivindicaciones políticas y tiene estrategia. No hay un movimiento social que tenga tanta historia ni una tradición intelectual tan poderosa ni un conjunto de luchas tan sostenido como el feminista. Ocurre que hay un sector minoritario del movimiento feminista que ha hecho una alianza con la teoría queer (que defiende identidades y orientaciones sexuales diferentes) creando un clima muy propicio para la legitimación de las sexualidades disidentes. Pero éstas se inscriben en el movimiento LGTBI, cuyo imaginario ideológico y reivindicaciones son diferentes.

P.- ¿Es crítica entonces con la presencia destacada del movimiento LGTBI en el movimiento feminista?
R.- Para las feministas la libertad sexual es un objetivo más pero no el fundamental. A nosotras nos preocupa el trabajo gratuito en el hogar, la feminización de la pobreza, nos preocupa muchísimo que el capitalismo neoliberal haya convertido a las mujeres en elementos fundamentales de todas las economías ilícitas y de todas las industrias ilegales, como la de la explotación sexual. Las feministas tenemos que estar en nuestro lugar, que es dar voz a las necesidades de las mujeres, sobre todo de aquellas que están en una situación de grave desigualdad, de falta de recursos, que son sacadas de países pobres para ser explotadas en el servicio doméstico o usadas como esclavas en la prostitución.

P.- En 2017 publicaste “La prostitución en el corazón del capitalismo”. Es otro de los grandes frentes del feminismo. ¿En qué ha cambiado respecto al siglo XX?
R.- Hasta los años 80 del pasado siglo la prostitución no tenía ningún impacto económico. No había comenzado el proceso de exportación de mujeres de países del sur al norte. Pero a partir de los 90 se transforma en una industria interconectada, con muchos brazos en la economía legal e ilegal, que oscila entre la segunda y tercera fuente de beneficios a escala global en el marco de las economías ilícitas. Su impacto económico es tan potente que se ha convertido en una estrategia de desarrollo para los países cuyo sistema productivo no puede competir con las reglas del capitalismo neoliberal. Un ministro de Tailandia al que preguntaron por la situación económica respondió que tenían que sacrificar a una generación de mujeres para sacar al país adelante. La prostitución del siglo XXI habita en el corazón del capitalismo neoliberal junto al narcotráfico, la venta de órganos, de armas o los vientres de alquiler.

P.- ¿Cómo hacer frente a esas mafias tan poderosas? ¿Es posible abolir la prostitución?
R.- Se puede. Lo ha hecho Irlanda, Noruega, Islandia, Suecia, Francia… Se pueden tomar medidas. Otra cosa es que haya voluntad política para sacarlas adelante. Este gobierno tiene la obligación de hacer políticas abolicionistas y cerrar los burdeles, que como dice Amelia Tiganus (activista que fue víctima de trata) son auténticos campos de concentración.

P.- Otro negocio millonario que se ha globalizado es el de la pornografía, en el que investigas ahora. Preocupa mucho la facilidad de acceso de los menores...

R.- La edad media en la que una persona comienza a ver pornografía es de 11 años. Se accede desde cualquier dispositivo con un solo clic y de forma gratuita. En la pornografía hay un discurso de odio extraordinariamente fuerte contra las mujeres. Hasta tal punto que en muchos vídeos ni siquiera hay relación sexual, solo actos de tortura. Se pega a las mujeres, las atan, les ponen bolsas en la cabeza, les dan electricidad... Es sadismo en estado puro. Es importante que entendamos que el núcleo sobre el que se articula la pornografía es la exaltación de la violencia contra la mujer. La pornografía no puede ser accesible para nuestros niños y adolescentes y es urgente introducir la coeducación en el sistema educativo.

P.- El próximo 8-M volveremos a salir a la calle, pero no a quejarnos sino a vindicar. Hay que aclararlo.
R.- Es fundamental que entendamos que el feminismo no consiste en que las mujeres digamos que no queremos ser maltratadas por los varones, o en lamentar el triste destino de muchas mujeres en el mundo. Como señala Celia Amorós, hay que distinguir entre el memorial de agravios y la vindicación política. Por supuesto que somos agraviadas, pero tenemos que transformar el agravio en vindicación política y ésta en deslegitimación de la desigualdad, de la explotación económica, de la falta de respeto social y de la discriminación en cualquier espacio y realidad.

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