martes, 14 de abril de 2020

#hemeroteca #queer #flamenco | Palmas para el flamenco marica

Imagen: Clarín / La compañía de Manuel Liñán
Palmas para el flamenco marica.
La centenaria danza surgida en Andalucía es una nueva vía que encontró la comunidad ‘queer’ para afirmar su identidad. Mujeres y hombres hoy intercambian los roles de baile, antes férreos, sin distinción de género.
Marina Harss | Clarín, 2020-04-14
https://www.clarin.com/revista-enie/escenarios/flamenco-queer-marica-viva-rol-genero-_0_FRQL_9s7D.html

Una bailarina con vestido rojo y largo, sola en la oscuridad, desvía su mirada del público. Se escucha una voz de lamento y los brazos de la bailarina aletean ligeramente, como si despertaran ante ese triste sonido. “Eres una rosa”, dice la canción. El cuerpo de la bailarina se balancea ligeramente, como reuniendo energía antes de girar hacia los espectadores con un movimiento rápido.

Lo que el público ve es a la vez esperado e inesperado: una bailarina de flamenco peinada y vestida a la usanza tradicional, de mirada fiera, concentrada. Pero hay un viraje: la bailarina es un hombre, Manuel Liñán, creador y estrella del espectáculo ‘¡Viva!’.

Siendo el flamenco lo que es –una música y danza centenaria desarrollada a partir de un choque de culturas en el sur de España–, lo que continúa es tan sorprendente como refrescante. Una actuación enteramente travestida a cargo de Liñán y seis extraordinarios bailarines masculinos, con vestidos de colores y mantones con flecos, el pelo arreglado con peinetas y flores. Mientras uno de ellos baila, los otros lo acompañan con cantos, exhortaciones y baten palmas en rítmico aplauso.

El espectáculo, que iba a presentarse a principios de abril en el Festival de Flamenco de Nueva York en el histórico teatro City Center –el encuentro ha sido pospuesto debido al coronavirus– representa algo nuevo para el público flamenco mayoritario: una exposición franca y alegre de la identidad queer en el marco del baile flamenco. Para Manuel Liñán, que es gay, el baile se ha convertido en una forma de expresar quién es. Como él mismo dice, “mis bailarines y yo bailamos lo que somos”.

‘¡Viva!’ ha sido muy bien recibida por el público y la crítica desde su estreno en Madrid en 2019. El crítico del diario español El País, Roger Salas, describió el show como “una de las mejores cosas que tienen lugar en este momento crucial del flamenco y la danza española”. Semejante recepción parece inimaginable incluso 20 años atrás.

Algunos han comparado el espectáculo con Les Ballets Trockadero de Monte Carlo, una compañía de ballet estadounidense totalmente formada por varones y especializada en parodiar clásicos como 'El lago de los cisnes'. Pero '¡Viva!' no es tanto una sátira como una declaración de amor por el flamenco, pura y simple. Los bailarines del señor Liñán interpretan alegrías, tarantos y bulerías tradicionales, bailes colmados de pasos rítmicos, excitantes, brazos que se curvan, palmadas en los muslos, chasquidos de dedos y giros bruscos, al igual que bailes de la más académica escuela bolera, con sus temperamentales pasos de ballet.

El Nuevo Flamenco, que domina la escena desde los años 80, se ha alejado de los vestidos con volados, los mantones y los peinados apretados que llevan las bailarinas de Liñán en ‘¡Viva!’. Y también del formato tradicional de las canciones y bailes que la obra pone en juego. Pero para Liñán, esta mirada hacia atrás representa algo intensamente personal, una forma de ver su propio despertar al flamenco. “Es lo que crecí viendo desde que tenía 11 o 12 años”, comenta en una entrevista telefónica desde Madrid, donde vive, a sus 39 años.

En su aprendizaje de danza le enseñaron a bailar “como un hombre”. Al igual que en la mayoría de las formas tradicionales, el ballet y el tango entre ellas, la técnica del flamenco se ha enseñado históricamente con matices diferentes para hombres y mujeres. A los hombres se les enseña a mover menos las manos y las caderas y a sostener la parte superior del cuerpo más rígidamente; a las mujeres, a hacer movimientos más curvilíneos y ornamentales con los brazos y el torso.

Desde edad temprana, recuerda Liñán, se sintió restringido por esas normas: “Mi cuerpo no podía reprimir determinados impulsos, y pronto empecé a mover las manos como quería, y las caderas. Empecé a moverme entre los géneros”.

La pelvis hacia adelante y hacia atrás
Rocío Molina, otra artista que traspasa los límites de lo que se puede mostrar en el flamenco, también recuerda que le enseñaron del mismo modo. “Yo solía cambiar la manera de bailar, incluso cuando era estudiante joven”, contó en una entrevista telefónica. Rocío ha bromeado en el escenario sobre lo antinatural que le parece mover las caderas de un lado a otro, como se les enseña a las mujeres, y sobre cómo prefiere mover la pelvis hacia adelante y hacia atrás, como un hombre.

Dentro de una actividad en la que la homosexualidad femenina sigue estando mayoritariamente bajo inspección, Rocío es lesbiana. También ella es una intérprete famosa, y vehemente. “Mi baile siempre ha sido muy físico, muy extremo”, dice. “He recurrido al dolor para alcanzar estados de trance”. Molina se toma su tiempo, atrae al espectador a su mundo y luego explota en pasajes sostenidos de pasos ardientes, impulsando el cuerpo al frente con singular vigor.

El baile de Molina es como una profunda inmersión en su inconsciente. En 2018, durante su embarazo, bailó una obra, ‘Grito Pelao’, sobre su deseo de ser madre y su decisión de someterse a una inseminación artificial. En su pieza solista ‘Caída del Cielo’, que iba a ser presentada en la primavera neoyorquina durante el Festival de Flamenco, se mete dentro de una tinaja llena de una sustancia viscosa y luego procede a dejar una mancha de color rojo sangre detrás de ella mientras se arrastra por el escenario. Para la época en que estaba creando la obra, dice, temía no poder concebir un hijo (ahora tiene una nena). “Cada vez que la interpretaba, ese momento era como perder la criatura que tanto deseaba”.

Hacia un giro cultural
De ambos, Molina es la intérprete más transgresora, pero tanto a ella como a Liñán los une el interés de exponer su ser más íntimo a través de la danza. Hasta no hace mucho, los temas de la identidad de género y la orientación sexual por lo general se dejaban en los márgenes. El artista y teórico del flamenco contemporáneo Fernando López Rodríguez ha rastreado la existencia de artistas drag en un libro próximo a aparecer, Historia queer del flamenco.

A través de un correo electrónico desde Madrid, López Rodríguez explica que el flamenco siempre ha tenido un componente queer. A principios del siglo XX había cafés y salas de música donde los artistas travestis se mezclaban con intérpretes de flamenco más tradicionales. Pero bajo la dictadura de Francisco Franco, el travestismo pasó a la clandestinidad hasta los años 60, cuando comenzó a hacer su reaparición, “en el ámbito de fiestas y espectáculos gay, exclusivamente para artistas travestidos”.

Al travestismo masculino se lo consideraba algo peligroso. La crítica de flamenco Estela Zatania escribió en un mail que en los últimos años del gobierno de Franco y durante un tiempo después, España tenía una ley –la Ley de la Peligrosidad Social– que daba lugar a persecución y encarcelamiento por comportamiento inmoral, y que principalmente se utilizaba para perseguir a los homosexuales. Bailar travestido no solo era inusual sino también peligroso.

Para las mujeres la situación era algo diferente. Las artistas, como la gran estrella de los años 30 y 40 Carmen Amaya, podían salirse con la suya usando pantalones y bailando los llamados bailes masculinos, repletos de zapateo, porque no infringían las normas heterosexuales. La sexualidad de estas creadoras simplemente no se cuestionaba. Los pantalones, que permitían que los espectadores les vieran más las piernas, pueden incluso haber aumentado su sex appeal, en especial para los hombres del público.

España ha cambiado. Han pasado 15 años desde que el país se convirtió en uno de los primeros del mundo en legalizar el matrimonio gay, pese a la fuerte oposición de la Iglesia Católica Romana. El espectáculo de Liñán es producto y expresión de este giro cultural. Lo cual no significa que sus actuaciones no hayan contrariado a algunas personas. Liñán puede ser un artista flamenco famoso y premiado, pero afirma que sus bailarines y él han sido por igual objeto de burlas homofóbicas tanto en la profesión como en Internet.

Y, sin embargo, no hay duda de que '¡Viva!' es una celebración del arte del flamenco, una afirmación de su belleza y su capacidad de conectarse con un vasto público. Cuando el show se llevó a cabo en el Festival de Jerez el mes pasado, un crítico dijo que “es una de las mejores cosas que se han visto en el festival en sus 24 años de historia”. El mundo del flamenco, al parecer, está preparado para Manuel Liñán.

Traducción: Román García Azcárate

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