lunes, 13 de abril de 2020

#hemeroteca #saludpublica #trabajosexual #trans | Los apuros de las prostitutas

Imagen: El Comercio / ilustración de Higinia Garay
Los apuros de las prostitutas.
Sobreviven gracias a la solidaridad entre compañeras, la ayuda de vecinos e iniciativas surgidas para paliar su parón por la pandemia.
Solange Vázquez | El Comercio, 2020-04-13
https://www.elcomercio.es/vivir/apuros-prostitutas-20200408151448-ntrc.html

Myriam Amaya, una veterana de la prostitución ya sexagenaria, cuenta cómo las pasó canutas con Franco, conoció «comisarías, cárceles y palos» y fue de las primeras transexuales en «dar la cara, llevar una bandera y participar en la manifestación del 76». Y añade que nunca se le pasó por la cabeza que, «cuarenta y pico años» después de todo aquello, las trabajadoras sexuales se iban a ver como se están viendo en las últimas semanas: viviendo de la buena voluntad de la gente –«de la caridad, vaya»– y calculando cuánto tiempo pueden sostenerse económicamente sin vender su cuerpo debido a la cuarentena. Vivir para ver.

Myriam, una gitana que tuvo la suerte de que su familia la aceptó, porque «su mentalidad era del siglo XXV», lleva a diario bolsas de comida y productos básicos a pisos de Zaragoza donde hay prostitutas que, al dejar de trabajar, no tienen ni para llenar el plato. Pocas son las que disponen de ahorros: algunas envían todo lo que ganan a sus familias y otras, simplemente, no ganan más que para sobrevivir. «A la gente le hablas de prostitución y piensan en algo de lujo, en que vivimos como reinas. Eso simplemente es mentira, pasa solo en las películas», dice con la sabiduría de quien ha pasado décadas en el gremio. Otro mito que echa al traste: «Se piensa que la prostitución es dinero fácil y abundante. Y ni una cosa ni otra. Irte con borrachos o con algunos... no es nada sencillo y encima ganas para ir tirando nada más. ¿Es dinero rápido? Eso sí, no lo discuto, pero fácil no».

Por eso esta cuarentena ha dejado a las personas que ejercen la prostitución sin ningún recurso económico y Myriam, que ya casi no ejerce –«solo mantengo algún 'amigo' de los de antes, que ya no estoy para competir con niñas de 20 años»–, se ha volcado en ayudar a las trabajadoras sexuales que las están pasado canutas. Lo hace como agente social y mediadora de la asociación SOMOS, de la Federación de Lesbianas, Gais, Bisexuales y Transexuales (FELGBT), que la ha formado y aprovecha su conocimiento de esos ambientes. Y va recogiendo comida y fondos por su barrio, San Pablo, conocido popularmente como El Gancho. «Nos ayudan SOMOS y los vecinos de aquí de toda la vida, que me conocen. En el mercado te regalan un pollo, otro te da 20 euros, otro 70... todo va al bote para comprar cosas. Aunque no va a durar mucho, me temo. Aun así, tengo claro que la gente humilde está preocupándose más de nosotras que las administraciones».

En Zaragoza se da la circunstancia de que, además de las personas que ejercen la prostitución allí de manera habitual, hay un amplio grupo de 'itinerantes' que se han quedado 'colgadas' con la cuarentena en esta «ciudad de paso». Son las que 'hacen plazas', como se dice en el argot del gremio. «Se han quedado 'atrapadas' y sin ingresos. Algunas no tienen ni saldo en el móvil. Y las que peor lo pasan son las que están en situación irregular y las trans, que sufren transfobia en su propio gremio. También lo tienen muy crudo los chicos que trabajan en la prostitución: sobre muchos de ellos está el estigma del VIH y necesitan tratamiento. Y no pueden regresar a su ciudad de origen por el confinamiento. Pasó aquí el otro día: un chico quiso coger un tren para ir a tratarse y la Policía no le dejó», explica Juan Diego Ramos, presidente de SOMOS LGTB, que atiende ahora mismo a cerca de una treintena de profesionales del sexo, un tercio de ellos varones. Asisten tanto a los de Zaragoza como a los 'nómadas' atrapados allí, pero el dinero se les va acabando, por eso han puesto en marcha una campaña para recaudar más y poder atender las necesidades básicas de estas personas mientras dure la cuarentena. «Es ahora cuando tenemos que darlo todo. Normalmente trabajamos con este colectivo en temas de salud sexual, pero ahora mismo se trata de darles de comer». Ramos espera que esta iniciativa solidaria de SOMOS se extienda a otros puntos de la geografía española donde existe el mismo problema. «Ya nos han llamado de Burgos, Canarias, Barcelona...», enumera.

«No te la vas a jugar»
Se podría pensar que, ante la necesidad acuciante, habrá trabajadoras del sexo que opten por seguir con su actividad, ¿no? Según las propias profesionales, esto no está ocurriendo. Sigue existiendo cierta demanda de servicios, porque no hay pandemia que pare a todos los puteros, pero quienes viven de su cuerpo lo tienen muy claro: «Hay que cuidarlo y por 20, 30 o 40 euros de un servicio no te la vas a jugar».

Lo dice Fabiana Hernández, una mexicana de «treinta y tantos» que vino a España hace cuatro años porque creía que aquí, en Europa, su existencia sería menos complicada. Pero pronto vio que sin papeles no tenía derecho a tratamientos ni le convalidaban los estudios de Periodismo y Estética... un desastre. Aunque cuida ancianos y trabaja en limpieza, ha tenido que completar sus ingresos mediante la prostitución. «Quiero dejarlo, porque sé que no siempre voy a ser solicitada. Ahora mismo estoy tirando de ahorros y de recados que hago a personas mayores. De interna y para cuidar niños no me quieren porque soy trans», afirma.

Pero ahora mismo su guerra es otra: ayudar a sus compañeras que no tienen ni para hacer una mínima compra. Han creado una red solidaria que ya da cobertura a más de treinta personas e intentan buscar dinero hasta debajo de las piedras para ayudar. Y a cara descubierta. «Yo ya no me ando escondiendo. No tengo nada que perder».

«Salvo por el estigma que recae sobre las trabajadoras sexuales, su situación es muy parecida a la de las mujeres del servicio doméstico, las cuidadoras de personas mayores... –contextualiza la activista Cristina Garaizábal, confundadora del histórico Colectivo Hetaira–. Es decir, aquellos trabajos mal regulados o no regulados, ocupados mayoritariamente por mujeres que son las que más van a sufrir las consecuencias sociales y económicas de esta crisis»

Demanda e iniciativas
SOMOS. Desde esta asociación LGTB de Zaragoza recogen fondos para las personas trans y chicos que ejercen la prostitución. Ellos mismos se encargan de gestionar los fondos, hacer las compras y repartirlas en los domicilios mediante su red de colaboradoras, formadas para ello y muchas veces veteranas del colectivo. Contacto: somos@felgtb.org
Sexy Box. Es una iniciativa de que recoge donaciones para ayudar a «personas trans, disidentes sexuales, género no conforme, queer, trabajador@s sexuales, racializadas, migrantes y refugiadas en Madrid». Contacto: diosadeuropa@gmail.com
APRAMP. A las trabajadoras sexuales víctimas de trata las ayuda esta asociación, que también recibe donaciones. Contacto: apramp.org

Víctimas de redes: «Si enferman serán material desechable»
Las redes de ayuda y la hermandad que ha surgido en el colectivo no llegan al estrato más castigado de la prostitución: el de las mujeres que no trabajan por su cuenta y que están bajo el dominio de un proxeneta, bien en clubes o en pisos. En plena pandemia sigue habiendo demanda y los chulos quieren que ellas sigan pagando su 'deuda' (habitación, comida, billetes desde sus países de origen...), que suele llevarse el 50% de lo que facturan. «Están ahora en situación de invisibilidad y extrema vulnerabilidad», asevera Rocío Nieto, presidenta de la Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención a la Mujer Prostituida. «Van a contagiarse y ni siquiera sabrán lo que tienen. Y entonces se convertirán en material desechable», lamenta. Muchas veces ni siquiera disponen de acceso al sistema sanitario o lo evitan por desconocimiento y miedo a que les pidan papeles.

Antes de decretarse el estado de alarma, lo habitual era que los lugares donde son explotadas fuesen itinerantes para impedir que estableciesen contacto con personas que pudiesen ayudarlas. Muchas no saben ni en qué ciudad están. Ahora, «a las entidades que trabajamos con ellas nos cuesta encontrarlas». Según estimaciones del Ministerio del Interior, en España hay unas 12.000 víctimas de trata, aunque creen que la cifra real es muy superior. Estos números le suenan muy abultados a Myriam Amaya. «La mayoría ejercemos libremente, aunque quizá puede haber un 10% que no. Pero les digo yo a las autoridades: hijos de la Gran Bretaña, si sabéis que hay 12.000 explotadas, ¿por qué no detenéis a los culpables?», manifiesta esta veterana del colectivo.

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