Imagen: Campusa |
Tres arquitectos abordan el papel de nuestras casas en este período de confinamiento domiciliario causado por la pandemia de la COVID-19.
UPV/EHU, Campusa, 2020-05-21
https://www.ehu.eus/es/web/guest/-/hogar-dulce-hogar
Desde el 14 de marzo nuestras viviendas se han convertido en un refugio ante la pandemia mundial que nos asola. Vivimos desterrados en nuestro hogar. Pero, el cada vez mayor aumento de la exposición de los hogares a través de videollamadas e imágenes en las redes sociales, deja expuesto la clara situación de desigualdad que vive la ciudadanía.
En esta situación de confinamiento y pandemia, en vías de una desescalada en distintas fases, las viviendas se han convertido en las protagonistas de muchos debates y polémicas. “El foco de la discusión- en opinión de Juana Otxoa-Errarte, presidenta del Colegio Oficial de Arquitectos Vasco-Navarro (Gipuzkoa), se ha centrado en los cotizados balcones que han permitido a unos pocos disfrutar de un pedacito del exterior sin salir de su casa, pero ¿y si el virus nos hubiera sorprendido durante los meses de invierno? Probablemente, nadie se hubiera acordado de los balcones, y la pobreza energética de las personas que no encienden la calefacción porque el dinero no les llega para pagar la factura, hubiera estado en boca de todos y todas”.
Esta percepción de desigualdad entre la ciudadanía es compartida por Alex Mitxelena, arquitecto y profesor de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad del País Vasco. “El estándar de las casas que conocemos hoy en día se cristalizó hace tan solo cien años. Fue entonces, también a causa de una crisis sanitaria, cuando se acordó que todas las casas, para poder ser consideradas habitables, debían tener una cocina, un baño, un espacio de estar o salón y un número de dormitorios acorde con la cantidad de individuos alojados. Esto quiere decir que, antes de esto, algunas personas vivían en construcciones que ahora no consideraríamos ‘viviendas’. Muchas personas vivían hacinadas en espacios que no tenían un programa funcional que hoy consideramos esencial”.
Sin embargo, en estos cien años la situación ha variado en dos direcciones en opinión del profesor de la UPV/EHU. “Por un lado, se ha considerado este estándar insuficiente y ha ido incrementando las necesidades. Así, se han incrementado los metros cuadrados por cada habitante, se han añadido segundos y terceros baños, etc. Por otro lado, determinados dinámicas continúan hacinando a las personas y haciendo que la mejora de las viviendas sea excesivamente difícil. En los casos más extremos encontramos las viviendas “patera” que son poco mejores a las que existían hace cien años”.
Para Ibai Gandiaga, arquitecto y profesor en la Escuela de Ingeniería de Bilbao (Náutica y Máquinas Navales), en los centros urbanos, los espacios privados de las viviendas tienden a complementarse con los espacios públicos de la ciudad. “La sala de estar se complementa con la plazoleta, la terraza o balcón -o la falta de éste- se complementa con la playa, con el parque o el bulevar, la sala de juegos se complementa con el patio de la urbanización, etc. En las viviendas unifamiliares, sobre todo en zonas con poca presión inmobiliaria, los metros cuadrados de las viviendas son más generosos, y se tiende a generar un microcosmos propio: jardín, terraza, zona de juegos, piscina, huerto, parking de coches, trastero”.
Aspectos a tener en cuenta
“Llevamos años trabajando y viendo los avances de las Smart Solutions: todo lo tenemos que hacer ‘inteligente’ y la ciudad no es una excepción- continúa la presidenta del COAVN-Gipuzkoa. En esa línea, uno de los puntos fundamentales para hacer que nuestras ciudades sean cada vez más sostenibles es apostar por la rehabilitación frente a la nueva construcción. Tenemos unas ciudades y pueblos con edificios envejecidos, que no cumplen las condiciones mínimas de temperatura interior, de ventilación, de iluminación o de accesibilidad. En definitiva: tenemos un gran parque de edificios poco saludables y confortables”.
Para esta arquitecta, ante esta situación, tanto en viviendas de nueva construcción como en las que se rehabilitan, hay aspectos que estaban descuidados. “La estanqueidad es uno de ellos: hay que garantizar que no se produzcan filtraciones ‑principalmente por las ventanas‑ que provoquen corrientes de aire y creen un espacio que no sea confortable. Una vez obtenida la estanqueidad, el siguiente paso será llegar a la correcta ventilación de las viviendas. Es vital controlar la necesaria renovación y la calidad del aire que respiramos para evitar la generación de humedades y garantizar la salud tanto del edificio como de las personas. Para ello, la tecnología puede ser nuestra gran aliada, ya que nos ofrece óptimas soluciones”.
Otro de los aspectos clave en este periodo de encierro ha sido la reorganización de espacios. “Una estancia debería poder convertirse fácilmente en despacho, en sala de juegos infantiles, cine o centro de deporte. Con un simple gesto, tendría que ser capaz de incorporar un espacio exterior al interior. Esta necesidad de flexibilidad la hemos sentido a consecuencia de la pandemia, pero también existe en las diferentes fases de vida de las personas, por lo que las viviendas han estar preparadas para adaptarse y responder a las mismas. Está claro que estas mejoras en los edificios no pueden quedarse ahí. Junto con la rehabilitación debería venir la regeneración de los espacios urbanos, de nuestras calles y de nuestros barrios, y de esta forma se conseguirá una ciudad más cercana, accesible y sostenible”.
Arquitectura post-pandemia
“Cuando superemos este shock-añade el profesor Alex Mitxelena- tendremos que volver a acatar cuestiones como el cambio climático, el problema de la especulación con la vivienda, los desahucios, la soledad no deseada, etc. Pero también tendremos nuevos retos a los que dar respuesta. Podremos pensar, más que nunca, en soluciones colectivas para crear espacios compartidos propios. Como los que se llevan explorando en las viviendas colaborativas. A modo de ejemplo, las personas mayores que están solicitando ayuda para construir viviendas colaborativas lo hacen también para evitar las situaciones dramáticas que están sucediendo estos días en las residencias para mayores. También podremos pensar en soluciones individuales y preparar nuestras casas para pasar más tiempo en ellas, realizar más tareas (como trabajar, hacer deporte y “pasarlo bien”). Tendremos que organizar el espacio que tenemos de forma más flexible y adaptable a las diferentes necesidades. No poder salir de casa también nos está haciendo anhelar estar en el exterior y tener contacto con la naturaleza, con el sol. Es también una forma de mantenernos ‘sanos’ como era necesario hace cien años. Así, tal vez, pondremos en valor de nuevo las terrazas y los balcones que, en algunos contextos, habían quedado infravalorados”. El profesor Ibai Gandiaga a su vez pone en valor el papel de los caseríos. “Tradicionalmente, el caserío es un centro de producción agrícola y ganadera autosuficiente. Y, en la actualidad, ante esta nueva situación, se han convertido en paradigma de esta pretendida autosuficiencia espacial”.
En esta situación de confinamiento y pandemia, en vías de una desescalada en distintas fases, las viviendas se han convertido en las protagonistas de muchos debates y polémicas. “El foco de la discusión- en opinión de Juana Otxoa-Errarte, presidenta del Colegio Oficial de Arquitectos Vasco-Navarro (Gipuzkoa), se ha centrado en los cotizados balcones que han permitido a unos pocos disfrutar de un pedacito del exterior sin salir de su casa, pero ¿y si el virus nos hubiera sorprendido durante los meses de invierno? Probablemente, nadie se hubiera acordado de los balcones, y la pobreza energética de las personas que no encienden la calefacción porque el dinero no les llega para pagar la factura, hubiera estado en boca de todos y todas”.
Esta percepción de desigualdad entre la ciudadanía es compartida por Alex Mitxelena, arquitecto y profesor de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad del País Vasco. “El estándar de las casas que conocemos hoy en día se cristalizó hace tan solo cien años. Fue entonces, también a causa de una crisis sanitaria, cuando se acordó que todas las casas, para poder ser consideradas habitables, debían tener una cocina, un baño, un espacio de estar o salón y un número de dormitorios acorde con la cantidad de individuos alojados. Esto quiere decir que, antes de esto, algunas personas vivían en construcciones que ahora no consideraríamos ‘viviendas’. Muchas personas vivían hacinadas en espacios que no tenían un programa funcional que hoy consideramos esencial”.
Sin embargo, en estos cien años la situación ha variado en dos direcciones en opinión del profesor de la UPV/EHU. “Por un lado, se ha considerado este estándar insuficiente y ha ido incrementando las necesidades. Así, se han incrementado los metros cuadrados por cada habitante, se han añadido segundos y terceros baños, etc. Por otro lado, determinados dinámicas continúan hacinando a las personas y haciendo que la mejora de las viviendas sea excesivamente difícil. En los casos más extremos encontramos las viviendas “patera” que son poco mejores a las que existían hace cien años”.
Para Ibai Gandiaga, arquitecto y profesor en la Escuela de Ingeniería de Bilbao (Náutica y Máquinas Navales), en los centros urbanos, los espacios privados de las viviendas tienden a complementarse con los espacios públicos de la ciudad. “La sala de estar se complementa con la plazoleta, la terraza o balcón -o la falta de éste- se complementa con la playa, con el parque o el bulevar, la sala de juegos se complementa con el patio de la urbanización, etc. En las viviendas unifamiliares, sobre todo en zonas con poca presión inmobiliaria, los metros cuadrados de las viviendas son más generosos, y se tiende a generar un microcosmos propio: jardín, terraza, zona de juegos, piscina, huerto, parking de coches, trastero”.
Aspectos a tener en cuenta
“Llevamos años trabajando y viendo los avances de las Smart Solutions: todo lo tenemos que hacer ‘inteligente’ y la ciudad no es una excepción- continúa la presidenta del COAVN-Gipuzkoa. En esa línea, uno de los puntos fundamentales para hacer que nuestras ciudades sean cada vez más sostenibles es apostar por la rehabilitación frente a la nueva construcción. Tenemos unas ciudades y pueblos con edificios envejecidos, que no cumplen las condiciones mínimas de temperatura interior, de ventilación, de iluminación o de accesibilidad. En definitiva: tenemos un gran parque de edificios poco saludables y confortables”.
Para esta arquitecta, ante esta situación, tanto en viviendas de nueva construcción como en las que se rehabilitan, hay aspectos que estaban descuidados. “La estanqueidad es uno de ellos: hay que garantizar que no se produzcan filtraciones ‑principalmente por las ventanas‑ que provoquen corrientes de aire y creen un espacio que no sea confortable. Una vez obtenida la estanqueidad, el siguiente paso será llegar a la correcta ventilación de las viviendas. Es vital controlar la necesaria renovación y la calidad del aire que respiramos para evitar la generación de humedades y garantizar la salud tanto del edificio como de las personas. Para ello, la tecnología puede ser nuestra gran aliada, ya que nos ofrece óptimas soluciones”.
Otro de los aspectos clave en este periodo de encierro ha sido la reorganización de espacios. “Una estancia debería poder convertirse fácilmente en despacho, en sala de juegos infantiles, cine o centro de deporte. Con un simple gesto, tendría que ser capaz de incorporar un espacio exterior al interior. Esta necesidad de flexibilidad la hemos sentido a consecuencia de la pandemia, pero también existe en las diferentes fases de vida de las personas, por lo que las viviendas han estar preparadas para adaptarse y responder a las mismas. Está claro que estas mejoras en los edificios no pueden quedarse ahí. Junto con la rehabilitación debería venir la regeneración de los espacios urbanos, de nuestras calles y de nuestros barrios, y de esta forma se conseguirá una ciudad más cercana, accesible y sostenible”.
Arquitectura post-pandemia
“Cuando superemos este shock-añade el profesor Alex Mitxelena- tendremos que volver a acatar cuestiones como el cambio climático, el problema de la especulación con la vivienda, los desahucios, la soledad no deseada, etc. Pero también tendremos nuevos retos a los que dar respuesta. Podremos pensar, más que nunca, en soluciones colectivas para crear espacios compartidos propios. Como los que se llevan explorando en las viviendas colaborativas. A modo de ejemplo, las personas mayores que están solicitando ayuda para construir viviendas colaborativas lo hacen también para evitar las situaciones dramáticas que están sucediendo estos días en las residencias para mayores. También podremos pensar en soluciones individuales y preparar nuestras casas para pasar más tiempo en ellas, realizar más tareas (como trabajar, hacer deporte y “pasarlo bien”). Tendremos que organizar el espacio que tenemos de forma más flexible y adaptable a las diferentes necesidades. No poder salir de casa también nos está haciendo anhelar estar en el exterior y tener contacto con la naturaleza, con el sol. Es también una forma de mantenernos ‘sanos’ como era necesario hace cien años. Así, tal vez, pondremos en valor de nuevo las terrazas y los balcones que, en algunos contextos, habían quedado infravalorados”. El profesor Ibai Gandiaga a su vez pone en valor el papel de los caseríos. “Tradicionalmente, el caserío es un centro de producción agrícola y ganadera autosuficiente. Y, en la actualidad, ante esta nueva situación, se han convertido en paradigma de esta pretendida autosuficiencia espacial”.
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