Imagen: El Mundo / Carlos Bousoño |
Luis Antonio de Villena | El Mundo, 2016-01-20
http://www.elmundo.es/cultura/2016/01/20/569f3c00268e3ef9748b462e.html
Carlos Bousoño (1923-2015) falleció en octubre del año pasado con 92 años. Tristemente, su desaparición poética o crítica de la vida cultural española contaba al menos ocho años largos. Postrado al final o antes como perdido, aunque aire suave, inocentemente feliz, la última publicación de Bousoño fue su poesía completa en 1998. Demasiado tiempo sin editar o reeditar, demasiada ausencia. Debo decirlo porque muchos me lo comentaban: ¿qué es de Bousoño? ¿Murió? A veces en arte la preterición en vida es peor y más injusta que la muerte.
Carlos -hombre de veras divertido, ingenioso y razonador- tuvo en vida algunos célebres desdenes, como el de Gil de Biedma, pero muchos amigos como Brines, José Olivio Jiménez, Paco Nieva y desde luego Vicente Aleixandre. Yo no había leído nada o casi nada de Bousoño en 1971, cuando Aleixandre, a quien Carlos visitaba a diario, me animó a hacerlo. No sólo es un gran poeta, sino un gran teórico de la poesía -dijo Vicente-. Empezó con Dámaso Alonso, en la estilística, pero él ha ido mucho más lejos. Hay quien piensa que el Bousoño activo del final (sus libros teóricos sobre las épocas o el final poemario ‘El martillo en el yunque’, 1996) dan la imagen de un importante creador cansado.
Pero -como fuere- todo el mundo tiene derecho a ser juzgado por lo mejor, y ahí queda el poeta estupendo de ‘Oda en la ceniza’ (1967) o ‘Las monedas contra la losa’ (1973), para mí uno de sus libros líricos mejores. Y ahí sigue un libro tan señero como ‘Teoría de la expresión poética’ o sus dos libros posteriores sobre el irracionalismo en poesía. Se podrá estar o no de acuerdo, pero se trata de obras de muy notable calado y que dejaron seña en los estudios literarios, porque Bousoño nunca fue crítico de poesía (quizás era en exceso generoso para serlo) sino un teórico de verdad, un pensador del entramado poético.
Para mí Carlos -aunque lo traté más- será el hombre agudo de las noches de Oliver con Brines y Claudio Rodríguez, donde el deleite de una conversación lúcida se daba la mano con lo que la vida de noche pedía. Entonces me dedicó un ejemplar de ‘Monedas contra la losa’ y como yo le dejara mi estilográfica, escribió: «Al señor de Villena, único que usa todavía estilo y estilográfica». Yo tenía unos 23 años. Recuerdo también de Carlos su capacidad para darte la razón e incluso corregirse si los argumentos que usabas le convencían, algo que muy pocos logran hacer.
Por la extraña injusticia de silencio que ha caído sobre Carlos, me alegra la aparición de ‘Carlos Bousoño: estudio y antología poética’ de Santiago Fortuño Llorens -con un texto también de Ruth, la viuda de Bousoño- en el Real Instituto de Estudios Asturianos de Oviedo. La antología desde el juvenil ‘Subida al amor’ (1945) -su primer poemario- hasta ‘El martillo en el yunque’, el último, nos devuelve en nueve libros de poemas a un creador potente que supo cambiar, manteniendo fidelidad a su voz y a esa primavera de la muerte que subyace en tantos poemas suyos. Bousoño merece una recuperación en toda regla y este buen tomo es sólo un premonitor inicio. ‘Regálate. Contempla /la piedra, el cielo, el aire’.
Carlos -hombre de veras divertido, ingenioso y razonador- tuvo en vida algunos célebres desdenes, como el de Gil de Biedma, pero muchos amigos como Brines, José Olivio Jiménez, Paco Nieva y desde luego Vicente Aleixandre. Yo no había leído nada o casi nada de Bousoño en 1971, cuando Aleixandre, a quien Carlos visitaba a diario, me animó a hacerlo. No sólo es un gran poeta, sino un gran teórico de la poesía -dijo Vicente-. Empezó con Dámaso Alonso, en la estilística, pero él ha ido mucho más lejos. Hay quien piensa que el Bousoño activo del final (sus libros teóricos sobre las épocas o el final poemario ‘El martillo en el yunque’, 1996) dan la imagen de un importante creador cansado.
Pero -como fuere- todo el mundo tiene derecho a ser juzgado por lo mejor, y ahí queda el poeta estupendo de ‘Oda en la ceniza’ (1967) o ‘Las monedas contra la losa’ (1973), para mí uno de sus libros líricos mejores. Y ahí sigue un libro tan señero como ‘Teoría de la expresión poética’ o sus dos libros posteriores sobre el irracionalismo en poesía. Se podrá estar o no de acuerdo, pero se trata de obras de muy notable calado y que dejaron seña en los estudios literarios, porque Bousoño nunca fue crítico de poesía (quizás era en exceso generoso para serlo) sino un teórico de verdad, un pensador del entramado poético.
Para mí Carlos -aunque lo traté más- será el hombre agudo de las noches de Oliver con Brines y Claudio Rodríguez, donde el deleite de una conversación lúcida se daba la mano con lo que la vida de noche pedía. Entonces me dedicó un ejemplar de ‘Monedas contra la losa’ y como yo le dejara mi estilográfica, escribió: «Al señor de Villena, único que usa todavía estilo y estilográfica». Yo tenía unos 23 años. Recuerdo también de Carlos su capacidad para darte la razón e incluso corregirse si los argumentos que usabas le convencían, algo que muy pocos logran hacer.
Por la extraña injusticia de silencio que ha caído sobre Carlos, me alegra la aparición de ‘Carlos Bousoño: estudio y antología poética’ de Santiago Fortuño Llorens -con un texto también de Ruth, la viuda de Bousoño- en el Real Instituto de Estudios Asturianos de Oviedo. La antología desde el juvenil ‘Subida al amor’ (1945) -su primer poemario- hasta ‘El martillo en el yunque’, el último, nos devuelve en nueve libros de poemas a un creador potente que supo cambiar, manteniendo fidelidad a su voz y a esa primavera de la muerte que subyace en tantos poemas suyos. Bousoño merece una recuperación en toda regla y este buen tomo es sólo un premonitor inicio. ‘Regálate. Contempla /la piedra, el cielo, el aire’.
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