Imagen: El País / Nadia Otmani |
Nadia Otmani, víctima de violencia de género, critica los ataques sufridos por simpatizantes de extrema derecha tras su enfrentamiento con Ortega Smith.
Pablo León | El País, 2019-11-30
https://elpais.com/sociedad/2019/11/28/actualidad/1574944160_383477.html
Nadia Otmani no pudo resistirlo. El pasado 25 de noviembre, mientras el Ayuntamiento de Madrid celebraba un acto institucional el día internacional contra la violencia machista, Nadia Otmani (Fez, en Marruecos; 59 años), alzó la voz. No pudo evitar interrumpir al portavoz municipal de Vox, Javier Ortega Smith, que en su discurso frivolizó y minimizó el maltrato que sufren las mujeres por parte de los hombres. También describió como “chiringuitos” a las asociaciones feministas. En lo que va de año, en España han sido asesinadas 52 mujeres; seis de ellas en la capital. Desde 2003, cuando se recogen datos oficiales, han muerto 1.028 mujeres por violencia machista (107 en la Comunidad de Madrid). Ante los ataques de Ortega Smith, Otmani le reclamó a viva voz y ante un centenar de personas “respeto por las muertas”: "Respeto para todas las mujeres víctimas”. Ella es una de ellas.
Hace poco más de dos décadas, el 5 de octubre de 1998, un hombre disparó a Nadia en una tranquila calle del barrio de Barajas. Era el marido de su hermana Rachida. El ataque ocurrió a las 18.00. Dos horas antes, el hombre, nacido en Teherán (Irán) en 1955, había salido del hogar en el que que vivía con su familia. Al poco, Rachida llamó a Nadia. "No dejaba salir a mi hermana; la tenía todo el tiempo controlada", explicó Nadia el lunes tras el encontronazo con el político. La pareja “venía teniendo frecuentes discusiones” que el hombre atribuía “a la influencia de su cuñada [Nadia]”, según recoge la sentencia del juicio por el tiroteo que se celebró en el año 2000 y que condenó al agresor a nueve años de cárcel.
Cuando las dos mujeres, con el bebé de dos años de Rachida en brazos, se disponían a salir de la casa de Barajas, a las afueras de Madrid, apareció el cuñado de Nadia. Llevaba una pistola: una Browning de calibre 6,35. Al verlas en la calle, saliendo del portal de la urbanización, las apuntó. Rachida intentó entrar en la finca. Nadia “levantó los brazos y se giró para intentar cubrir a su hermana y a su sobrino”, resume el fallo judicial. El hombre disparó dos veces. Una de las balas impactó en la espalda de Nadia que cayó al suelo. Cuando estaba tirada, y apuntando a su cabeza, el hombre apretó el gatillo dos veces más.
“Fue muy sonado”, relata Javier Álvarez, 49 años, vecino de la zona donde ocurrió el tiroteo hace dos décadas. Álvarez conoce a "casi todo el mundo" en Barajas pueblo. Nació en el barrio y desde 1989 regenta un quiosco a escasos metros del portal en el que vivía la pareja. “Les conocía; alguna vez me tomé algo con ellos. Creo recordar que él vendía alfombras persas. Después del tiroteo, no les he vuelto a ver”, agrega el quiosquero. "Todo el mundo se acuerda [del suceso]", incide. Para confirmarlo, pregunta a una mujer se acerca a comprar: "Mónica, ¿te acuerdas del tiroteo que pasó aquí?". "Sin duda", responde la mujer. Ninguno de los dos vecinos sabía que la víctima de aquel suceso que sacudió esta tranquila calle, era la misma mujer que se enfrentó al discurso machista de Ortega Smith.
A pesar de su cuñado le metió tres balazos en el cuerpo, Nadia tuvo suerte: “Cualquiera de las balas podría haber sido mortal”, concluye la sentencia del ataque. Por unos milímetros, Nadia sobrevivió. No volvería a caminar, pero estaba viva. “Fue entonces cuando se dio cuenta de que las mujeres migrantes eran más frágiles y tenían menos recursos para enfrentarse al machismo” que otras víctimas, explican desde la asociación Al Amal, que Nadia fundó en 2003, tras recuperarse del ataque, y con la intención de proteger a las mujeres más vulnerables.
“Mi hermana fue víctima; llevo 20 años sufriendo la violencia machista”, le dijo Nadia al líder de Vox en el acto de Cibeles. Poco después, los simpatizantes del partido de extrema derecha iniciaron una campaña en redes para cuestionar su figura y el trabajo de su asociación. La acusaron de vivir de lo público y, a pesar de la sentencia, cuestionaron que el ataque que sufrió tuviera una motivación machista. También dijeron que había sido "una acción orquestada" y "un escrache político". Nadia había sido invitada al acto como activista, presidenta de una asociación feminista. Estaba en primera fila, junto a los líderes políticos, porque había más espacio para su silla de ruedas. Dos días después del choque, Ortega Smith fue reprobado por el Ayuntamiento de Madrid, con la oposición del PP.
Dentro de la campaña de desprestigio a Nadia, los simpatizantes de Vox intentaron asociar el tiroteo que dejó a la mujer en silla de ruedas con un ajuste de cuentas por narcotráfico y no con un caso de violencia machista. Basaban sus afirmaciones, en que el nombre de la mujer aparecía en varios artículos de prensa publicados a finales de septiembre de 1998, días antes de que Nadia recibiera los balazos. En esos textos se hablaba de una operación contra el narcotráfico de heroína en Madrid. Los hechos fueron juzgados, pero en la sentencia, de enero de 2001, no se hace referencia alguna a la detención de ninguna mujer.
"No tiene nada que ver con nuestra familia; yo no figuro en ningún sitio ", explica Nadia. Desde el choque con el político de extrema derecha, la mujer ha preferido no hacer declaraciones, pero el viernes aceptó hablar con El País: "Siempre he hablado con todo el mundo, pero no quiero dar ni un minuto de gloria a esta gente. Quieren manipular. A mí no me está afectando, pero tengo familia". "Cuando queráis, hablamos de la asociación, de los problemas de las mujeres y de la lucha contra la violencia machista. Ahora mismo, acabamos de ayudar a dos mujeres que habían sido secuestradas por sus maridos y llevadas a Marruecos. De eso sí quiero hablar", añade antes de despedirse.
Las oficinas de la asociación Al Amal aparecen en una callecita en el centro de Torrejón de Ardoz, un municipio al este de Madrid. Abren sus puertas frente a una barbería, entre el bazar Alí Baba y la cafetería Biladi. “Atendemos a mujeres, principalmente marroquíes o migrantes, que no saben cómo salir de una situación complicada o de violencia machista. No tienen recursos y nos llaman; llaman a Nadia y las ayudamos”, relata una mujer de unos 50 años, que lleva más de una década colaborando —“de voluntaria, todas somos voluntarias”— con la organización. La mujer prefiere no dar su nombre.
"Todo el mundo reconoce su trabajo. Tiene la medalla de plata de la Comunidad de Madrid. Se la dio Esperanza [Aguirre]", agrega la voluntaria de Al Amal. Otmani obtuvo ese reconocimiento en 2010, el 2 de mayo, Día de la Comunidad de Madrid, cuando los poderes públicos homenajean a ciudadanos destacados por su actividad y su esfuerzo. Los premiados "son una magnífica representación de los mejores hombres y mujeres de la Comunidad", dijo Aguirre, entonces presidenta regional. Aguirre y Nadia se habían conocido años antes. De hecho —y aunque desde las filas de la extrema derecha describieron a Nadia como un "títere de la izquierda" —, la activista ha repetido en varias ocasiones que el apoyo de Aguirre fue clave para que Al Amal se hiciese realidad.
“No es la primera vez que la atacan”, apunta la voluntaria de Al Amal, “Nadia es una mujer muy fuerte”. Recalca que la organización lleva décadas trabajando por los derechos de las mujeres y que seguirán haciéndolo. Una idea que Otmani reafirmó ayer: “Voy a seguir con mi lucha por los derechos de las mujeres”.
Hace poco más de dos décadas, el 5 de octubre de 1998, un hombre disparó a Nadia en una tranquila calle del barrio de Barajas. Era el marido de su hermana Rachida. El ataque ocurrió a las 18.00. Dos horas antes, el hombre, nacido en Teherán (Irán) en 1955, había salido del hogar en el que que vivía con su familia. Al poco, Rachida llamó a Nadia. "No dejaba salir a mi hermana; la tenía todo el tiempo controlada", explicó Nadia el lunes tras el encontronazo con el político. La pareja “venía teniendo frecuentes discusiones” que el hombre atribuía “a la influencia de su cuñada [Nadia]”, según recoge la sentencia del juicio por el tiroteo que se celebró en el año 2000 y que condenó al agresor a nueve años de cárcel.
Cuando las dos mujeres, con el bebé de dos años de Rachida en brazos, se disponían a salir de la casa de Barajas, a las afueras de Madrid, apareció el cuñado de Nadia. Llevaba una pistola: una Browning de calibre 6,35. Al verlas en la calle, saliendo del portal de la urbanización, las apuntó. Rachida intentó entrar en la finca. Nadia “levantó los brazos y se giró para intentar cubrir a su hermana y a su sobrino”, resume el fallo judicial. El hombre disparó dos veces. Una de las balas impactó en la espalda de Nadia que cayó al suelo. Cuando estaba tirada, y apuntando a su cabeza, el hombre apretó el gatillo dos veces más.
“Fue muy sonado”, relata Javier Álvarez, 49 años, vecino de la zona donde ocurrió el tiroteo hace dos décadas. Álvarez conoce a "casi todo el mundo" en Barajas pueblo. Nació en el barrio y desde 1989 regenta un quiosco a escasos metros del portal en el que vivía la pareja. “Les conocía; alguna vez me tomé algo con ellos. Creo recordar que él vendía alfombras persas. Después del tiroteo, no les he vuelto a ver”, agrega el quiosquero. "Todo el mundo se acuerda [del suceso]", incide. Para confirmarlo, pregunta a una mujer se acerca a comprar: "Mónica, ¿te acuerdas del tiroteo que pasó aquí?". "Sin duda", responde la mujer. Ninguno de los dos vecinos sabía que la víctima de aquel suceso que sacudió esta tranquila calle, era la misma mujer que se enfrentó al discurso machista de Ortega Smith.
A pesar de su cuñado le metió tres balazos en el cuerpo, Nadia tuvo suerte: “Cualquiera de las balas podría haber sido mortal”, concluye la sentencia del ataque. Por unos milímetros, Nadia sobrevivió. No volvería a caminar, pero estaba viva. “Fue entonces cuando se dio cuenta de que las mujeres migrantes eran más frágiles y tenían menos recursos para enfrentarse al machismo” que otras víctimas, explican desde la asociación Al Amal, que Nadia fundó en 2003, tras recuperarse del ataque, y con la intención de proteger a las mujeres más vulnerables.
“Mi hermana fue víctima; llevo 20 años sufriendo la violencia machista”, le dijo Nadia al líder de Vox en el acto de Cibeles. Poco después, los simpatizantes del partido de extrema derecha iniciaron una campaña en redes para cuestionar su figura y el trabajo de su asociación. La acusaron de vivir de lo público y, a pesar de la sentencia, cuestionaron que el ataque que sufrió tuviera una motivación machista. También dijeron que había sido "una acción orquestada" y "un escrache político". Nadia había sido invitada al acto como activista, presidenta de una asociación feminista. Estaba en primera fila, junto a los líderes políticos, porque había más espacio para su silla de ruedas. Dos días después del choque, Ortega Smith fue reprobado por el Ayuntamiento de Madrid, con la oposición del PP.
Dentro de la campaña de desprestigio a Nadia, los simpatizantes de Vox intentaron asociar el tiroteo que dejó a la mujer en silla de ruedas con un ajuste de cuentas por narcotráfico y no con un caso de violencia machista. Basaban sus afirmaciones, en que el nombre de la mujer aparecía en varios artículos de prensa publicados a finales de septiembre de 1998, días antes de que Nadia recibiera los balazos. En esos textos se hablaba de una operación contra el narcotráfico de heroína en Madrid. Los hechos fueron juzgados, pero en la sentencia, de enero de 2001, no se hace referencia alguna a la detención de ninguna mujer.
"No tiene nada que ver con nuestra familia; yo no figuro en ningún sitio ", explica Nadia. Desde el choque con el político de extrema derecha, la mujer ha preferido no hacer declaraciones, pero el viernes aceptó hablar con El País: "Siempre he hablado con todo el mundo, pero no quiero dar ni un minuto de gloria a esta gente. Quieren manipular. A mí no me está afectando, pero tengo familia". "Cuando queráis, hablamos de la asociación, de los problemas de las mujeres y de la lucha contra la violencia machista. Ahora mismo, acabamos de ayudar a dos mujeres que habían sido secuestradas por sus maridos y llevadas a Marruecos. De eso sí quiero hablar", añade antes de despedirse.
Las oficinas de la asociación Al Amal aparecen en una callecita en el centro de Torrejón de Ardoz, un municipio al este de Madrid. Abren sus puertas frente a una barbería, entre el bazar Alí Baba y la cafetería Biladi. “Atendemos a mujeres, principalmente marroquíes o migrantes, que no saben cómo salir de una situación complicada o de violencia machista. No tienen recursos y nos llaman; llaman a Nadia y las ayudamos”, relata una mujer de unos 50 años, que lleva más de una década colaborando —“de voluntaria, todas somos voluntarias”— con la organización. La mujer prefiere no dar su nombre.
"Todo el mundo reconoce su trabajo. Tiene la medalla de plata de la Comunidad de Madrid. Se la dio Esperanza [Aguirre]", agrega la voluntaria de Al Amal. Otmani obtuvo ese reconocimiento en 2010, el 2 de mayo, Día de la Comunidad de Madrid, cuando los poderes públicos homenajean a ciudadanos destacados por su actividad y su esfuerzo. Los premiados "son una magnífica representación de los mejores hombres y mujeres de la Comunidad", dijo Aguirre, entonces presidenta regional. Aguirre y Nadia se habían conocido años antes. De hecho —y aunque desde las filas de la extrema derecha describieron a Nadia como un "títere de la izquierda" —, la activista ha repetido en varias ocasiones que el apoyo de Aguirre fue clave para que Al Amal se hiciese realidad.
“No es la primera vez que la atacan”, apunta la voluntaria de Al Amal, “Nadia es una mujer muy fuerte”. Recalca que la organización lleva décadas trabajando por los derechos de las mujeres y que seguirán haciéndolo. Una idea que Otmani reafirmó ayer: “Voy a seguir con mi lucha por los derechos de las mujeres”.
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