sábado, 3 de julio de 2021

#hemeroteca #lesbianismo #lgtbi | Mili Hernández: “Ser librera ‘butch’ es lo mejorcito que he hecho en mi vida”

Imagen: El Salto / Mili Hernández //

Mili Hernández: “Ser librera ‘butch’ es lo mejorcito que he hecho en mi vida”.

Mili Hernández cogió un avión a Gatwick, Londres, en 1980, y allí descubrió la librería con la que empezaría a quitarse de encima una educación heterosexista, heteropatriarcal y heterotodo. En 1993 abrió Berkana, la primera librería LGBT de España. Ambas siguen en pie.
Patricia Reguero Ríos | El Salto, 2021-07-03
https://www.elsaltodiario.com/lgtbiq/mili-hernandez-ser-librera-butch-es-mejorcito-que-he-hecho-vida 

Mili Hernández (Madrid, 1959) cogió un avión a Gatwick, Londres, en 1980, y allí descubrió la librería con la que empezaría a deconstruirse para iniciar un proceso de construcción hacia lo que es hoy: “librera butch”. Tiene 61 años y hace muchos que se alejó del activismo de colectivos, de los que dice que atraviesan un momento de debilidad y falta de discursos fuertes, lastrados por su incursión en los partidos políticos deseosos de dar cobijo a “mariquitas y bolleras” después de que estos y estas demostraran en la calle su fuerza. Aun así, milita en el colectivo La Lacah, va al Orgullo oficial y al Orgullo Crítico, y hace activismo desde su trinchera, Berkana, la primera librería LGTB de España y que resiste pese a los envites que casi le obligan a echar el cierre.

Dice Wikipedia que eres “una de las lesbianas más influyentes de España”. ¿Lo eres?
No, soy visible. Soy una de las lesbianas más visibles de España y es lógico que una librera LGTBQ+ sea visible. Influyente creo que no.

Después de 28 años aquí, alguna influencia tendrás...
¿Se puede llamar influencia a hacerle la vida un poco más feliz a gays, lesbianas y personas trans? ¿Se puede puede llamar influencia a haber sido durante 28 años esta librería una especie de ONG? Si a eso se le llama influencia, sí. Pero influyente influyente… Pues yo no tengo ningún cargo político, ni me han ofrecido una dirección general, no me han ofrecido absolutamente nada en estos 28 años de existencia de la librería.

¿Ni siquiera una asesoría de Podemos?
Nada, ni una asesoría de Podemos, ni del PSOE, ni de Más Madrid. Bueno, hubo un cargo del PP que sí que me contactó para ir en sus listas. Yo estaba tomando el sol en una playa, debajo de un pino, y casi me desmayo, menos mal que estaba sentada. Y, claro, a mí me entró la risa.

¿Eso fue antes de que echaras a Ana Botella de la sede de Cogam o después?
Fue después. ¡Pero yo no la eché de la sede de Cogam! A ver. A mí me pasan cosas. Yo ya no estaba en Cogam. No era socia tampoco, porque tenía cierto enfado con Cogam. Estaba en la cama durmiendo con mi pareja y con mi gato Nicolás y tenía la costumbre de despertarme con la radio. Y salta la cadena Ser y dice: “Ana Botella visitará la sede en el día de hoy”. Salté de la cama, tiré a mi gato, agarré el teléfono y empecé a llamar.

Vine a la librería y pintamos tres pancartas. Entonces mi madre, Mar y yo nos pusimos con las pancartas a esperar a Ana Botella en la sede de Cogam. Y de pronto sale un miembro de la junta directiva por el balcón, en aquel momento la presidenta era Boti García Rodrigo, y le oigo decir: “¡Miguel, llama a la Policía, que está Mili aquí con pancartas!”. Llamaron a la Policía y vino, y allí seguíamos mi madre, Mar y yo con pancartas. Y dice la Policía: “¿Esto va a ser una manifestación”. Y le dije: “No, mire esto soy yo que estoy cabreada porque viene Ana Botella y estoy haciendo una protesta”. O sea, yo no eché a Ana Botella, nosotras hicimos una protesta legítima por algo que nos parecía bochornoso, porque Ana Botella había dado una entrevista a dos páginas en ‘El Mundo’ donde decía de todo: que no le gustaba el matrimonio, el Orgullo gay, ¡nada! ¿En qué cabeza se le ocurre a un colectivo como Cogam invitar a la señora Ana Botella a dos días de las votaciones para la alcaldía donde iba de concejala? Es una pregunta que me gustaría hacerle a Boti [García Rodrigo] algún día.

Pues otros de nuestros logros, o de esta librería, o de quien sea, fue evitar esa foto feliz. Al principio entraron toda la comitiva y muy bien, pero a la salida se montó un poco de lío. Me pasó factura, unos periodistas me insultaron, Trinidad Jiménez me dijo que era una vergüenza que una militante histórica hubiera insultado a Ana Botella… Pero yo no la insulté, en ningún momento la insulté. Tendría que ser algo que examinar el por qué los colectivos LGTB se pliegan a todas estas cosas que son fotos y a lo mejor valen para que un día que me den un carguito político. Es verdad que entonces en la junta directiva había un chico que era del PP; muy bien, pero había una presidenta y otros miembros de la junta directiva que tendrían que tener dos neuronas: no se puede visitar a una señora que te ha insultado en la prensa a visitar a un colectivo a dos días de las elecciones.

¿Qué escribiste en aquellas pancartas?
Me parece que en una: “¿Primero nos insultas y luego nos visitas?”. De esa me acuerdo perfectamente.

Más reciente es otro cartel. Lo pusiste en la puerta de esta librería y decía: “No al blanqueamiento del PP”. Este era para Isabel Díaz Ayuso, que también vino a hacerse la foto a Chueca, esta vez con motivo de las elecciones del 4M.
El cartel que pusimos fue fruto de una visita que nos quiso hacer a la librería. Yo estaba aquí una tarde con el becario, un chico del máster de estudios LGTB de la Complutense. Estábamos los dos solos y de repente entra un periodista de ‘El Mundo’ al que conozco y otro señor que por la estampa se veía que era alguien del PP. Y el periodista me dice que Ayuso está pensando visitar Chueca en plena campaña y quería venir a la librería. Y yo le digo, pero vamos a ver, no, yo no me voy a hacer la foto con Díaz Ayuso. Si quiere venir a comprar algún libro, yo se lo voy a vender, pero yo no voy a hacer ninguna declaración ni me voy a hacer ninguna foto con ella y además me parece una forma barata de provocar, como ha hecho Vox yendo a Vallecas.

Entre el cartel de 2003 y el de 2021 ha ocurrido algo que es la irrupción de Vox en la política. ¿Ha hecho Vox bueno al PP?
Vox estaba en el PP. Cuando Pedro Zerolo y yo estuvimos negociando la Ley de Parejas de Hecho en el 93, 94 y 95, antes de que se planteara la del matrimonio, nosotros nos reuníamos con todos los partidos. Y Vox estaba en el PP y muchos que pertenecen a Vox estaban en el PP. Lo que pasa es que la ultraderecha en el PP estaba medianamente controlada por una estrategia que tenía el PP, pero esa ultraderecha ya existía. Me preocupa que el PP les deje gobernar y que fije sus políticas según los preceptos de Vox, lo estamos viendo con Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid, pero esos discursos ya existían.

Es verdad que el colectivo LGTBQ+ en esos años hizo muy bien sus deberes, hizo una pedagogía importante de cara a la sociedad. En el 94 solo había un 24% de la sociedad española que pensaba que los gays, lesbianas y personas trans debían tener derechos, hoy en día es de un ochenta y tantos por ciento, algo hemos conseguido. A veces pienso hasta que ese discurso que tiene Vox nos beneficia, es como el discurso que tenía la Iglesia entonces, que salieron de manifestación por primera vez en su vida y no se manifestaron por el hambre en el mundo sino contra los derechos de las personas LGTBQ+. Creo que ese discurso sirve para abrir los ojos a la sociedad, pero lo que no me gusta es que el PP esté echado al monte y convoque con Vox tan relajadamente, porque sus postulados pueden dar miedo.

En tu perfil de Twitter te defines como “librera y editora, activista lesbiana”. ¿Lo primero librera?
Había que poner un orden. Creo que soy las tres cosas juntas. Ser librera en esta librería es activismo puro. El activismo no solo se hace en los colectivos. El activismo lo hacemos a nivel individual todas las personas LGTBQ+ que han sido valientes y han salido del armario, ese es el activismo que nos ha llevado a conseguir lo que hemos conseguido. No hubiéramos conseguido nada si la gente no hubiera salido a la calle, si no hubiéramos llenado las manifestaciones. Recuerdo cuando íbamos a presentar la Ley de Parejas de Hecho que un político del PP, Jorge Trías Sagnier, nos dijo: “Es que sois cuatro y os lleváis muy bien con la prensa”. Yo le dije: “¿Somos cuatro? No, somos un 10% de la sociedad, pero la gente tiene miedo y está en el armario, espere que ya verá como no somos cuatro”. Y, efectivamente, es lo que teníamos que hacer. Cuando regresé de Estados Unidos, después de 12 años en el extranjero, lo vi claro. Dije, lo que necesitamos en España es visibilidad. Yo había vivido en Londres, en Nueva York y sabía perfectamente que allí no tenían una santa ley aprobada pero tenían una aceptación social importante. La clave estaba en la visibilidad.

Cuando íbamos a ver a los políticos en el 93 y 94 nos miraban con una caras a Pedro y a mí... No conocían la terminología, no sabían quiénes éramos, confundían un gay con un travesti, a un travesti con un transexual, no sabían lo que éramos. Todo cambió cuando esta sociedad, y sobre todo esa parte de la sociedad que éramos la comunidad LGTBQ+, salimos ala calle, perdimos el miedo. Durante unos años nuestra manifestación fue la más numerosa, es que ni el 1 de Mayo ni el 8 de Marzo sacaban tanta gente a la calle. Y los políticos dijeron: “Ah”. Yo iba con el discurso aprendido de que no somos cuatro, de que Clinton ganó las elecciones por la comunidad LGTB, que era verdad, y les contaba esa película de América y entonces vinieron todos los partidos a querernos, todos a aprobarnos algo, todos a meter maricas y bolleras en sus listas.

Soy activista, soy librera. Dejé el activismo de colectivos porque no me gustaba cómo se están desarrollando, había muchos intereses políticos por parte de muchas personas y creía que eso iba a perjudicar mucho al colectivo. Y dije: mi librería está creciendo, yo voy a hacer activismo de otra manera que, además, creo que es la más sana y la más bonita. Entonces soy librera editora activista o activista editora librera, como quieras, soy las tres cosas juntas.

¿Se puede ser activista y empresaria? ¿No supone esto a veces un choque de trenes?
No. Se puede ser activista y empresaria. No me provoca un choque porque pienso que se puede ser empresaria, tener un respeto social, ser de izquierdas. Se puede ser empresaria y ser decente. A mí se me ha criticado mucho, a todos los negocios de Chueca, que lo único que queríamos era el dinero de las personas LGTBQ+. Algún día contaré lo que hemos sufrido en esta librería para sacarla adelante. Hay cosas que no quiero contar ahora, pero bueno. Uno de los socios que montó la librería conmigo decidió irse y me pidió 36 millones de pesetas por irse cuando llevaba cuatro años en la librería. Después de una dura negociación fueron 10 millones. Durante 20 años he estado pagando 10 millones de mi socio que apenas había estado cuatro años aquí y había puesto un millón para entrar. Luego vino la crisis económica, teníamos cuatro empleados, estábamos en otro local, tuvimos que deshacernos de esos empleados y a todos les pagamos su despido. Tuvimos que embarcarnos en un millón de créditos. Lo dice mi contable: teníamos que haber cerrado la librería hace mucho. Pero, ¿se puede cerrar esta librería? Esta librería le da visibilidad al colectivo LGTBQ+ aunque los colectivos no quieran. Porque también hemos tenido muchas zancadillas por parte de los colectivos. Esta librería, de momento, no se puede cerrar. Los colectivos ahora están de baja intensidad y tenemos que ser el contrapeso de estos discursos homófobos.

Ahora es cuando más se necesitaban unos colectivos fuertes y con unos discursos inteligentes: eso no existe. Desde que se aprobó el acceso al matrimonio para gays y lesbianas los colectivos tienen un perfil bajo, como que nos desinflamos, ya lo hemos conseguido. Y no, necesitamos unos colectivos fuertes y también necesitamos un empresariado que no sea solamente el de la noche. Necesitamos un empresariado que se dirija al público LGTBQ+ que tenga algo más que decir. Y yo no tengo la culpa de haber montado esta librería hace cerca de 28 años. Yo tenía muy claro por qué quería montar esta librería.

Dices que hace falta otro empresariado. ¿Te refieres a uno diferente del que representa Aegal?
Claro. Existe otro empresario diferente al que representa Aegal y la noche. O existía, porque es verdad que con la crisis económica y la del covid han ido desapareciendo muchos negocios y creo que casi nos hemos quedado solos ahora mismo como negocio de día. También hay cafés, quizá su activismo no es tan grande pero hacen activismo al estar presentes y que los gays y las lesbianas tengan un espacio para socializar. Los negocios dirigidos al público LGTBQ+ no solamente generan un negocio de ‘toma cocacola 2,50’ o ‘toma libro 20 euros’ sino que tienen una función de visibilizar y ser espacios de libertad donde la gente pueda sentirse segura y socializar. Eso es importantísimo.

Tenemos que mirar a la comunidad LGTBQ+, no desde la actualidad, sino desde hace años, de dónde venimos. Venimos de nuestras casas, de estar en el armario con un montón de miedos, con un montón de homofobia interiorizada, una autoestima completamente jodida. Y hemos hecho todos y todas un largo camino y hemos llegado aquí. Mirándolo desde aquí puede que digas “por qué es necesario un café para público LGTB cuando hay muchos cafés”. Pues sí, pero a lo mejor no te puedes dar con toda la tranquilidad del mundo un beso con tu pareja en otro tipo de café.

Cuando me preguntan por qué una librería LGTB digo, primero, porque me da la gana, a una librería especializada en medicina nunca le preguntan el por qué. Y, segundo, porque esta librería es una herramienta para la comunidad LGTBQ+. Durante muchos años, la única herramienta que hemos tenido han sido los libros —hasta que surgieron las series, las películas, ‘podcast’, internet y todo lo que ha venido con las redes sociales—. Yo, cuando era una tierna adolescente y quise saber lo que me pasaba, ponerle nombre, lo primero que hice fue buscar algo en algún libro. Eran los años 70, finales de los 70. Yo no encontraba nada.

¿Dónde buscabas?
En la Casa del Libro, sección de sociología y psicología, y en una enciclopedia que tenían mis padres de sexualidad que escondían en su armario. Ahí buscaba yo lo que me pasaba para ponerle nombre, eran las únicas herramientas que podía tener. Había dos canales de televisión, no existía internet, y yo no sabía ni lo que era una lesbiana. Luego ya cuando empecé a saber lo que era dije: "¡Madre mía! ¡Mari Trini, Martina Navratilova y yo, las únicas lesbianas!”.

Venimos de ahí. Yo me logré deconstruir y construir mi autoestima ya en los años 80 cuando emigré. Me largué a Londres de ‘au pair’ porque España no estaba en el mercado común y era la única manera de salir de España. Y llegué a una familia de ‘hasidis’ [judíos jasídicos] en Golders Green que fue el primer ‘shock’.

Este negocio, la librería que abrió en Nueva York, Oscar Wilde, la que abrió en Londres, Gay’s The Word, esas librerías ayudaron a construir un colectivo y una comunidad y un activismo. Las librerías estuvieron presentes, tanto Oscar Wilde en Christopher Street en el village y Gay’s The Word. Pues yo quería hacer lo mismo y esta librería es eso, le guste o no a la gente, porque hay muchos activistas a quienes no les ha gustado la presencia de Berkana nunca.

Cuando abrimos en los 90, en los 2000, venían a comprar la literatura que hemos hecho y publicado en la editorial Egales. Venían señoras de 50 o 60 años y nos decían “gracias porque esto es lo más cercano que hemos tenido a una relación sentimental, vivo en un pueblo de Soria cuidando a mis padres, soy lesbiana y nunca he tenido una relación y esto me trae cierta felicidad”. Ese día supe que lo estábamos haciendo bien.

¿Cuando alquilaste el primer local en el 93, primero unos meses en la calle Palma y luego en la plaza de Chueca, y pusiste sus estanterías… ¿Tenías libros para llenar esas estanterías?
Pues mira, no. Yo regreso por amor, tenía 33 años, regreso empoderada de EE UU, donde ya participaba del activismo, aquello era la bomba, y digo venga, local, venga, libros. Y te pones a buscar libros en catálogos. Porque las librerías que han vuelto ahora lo tienen muy fácil, entran en la página web de Berkana y lo tienen todo, pero entonces no existía internet. Yo sabía que Anagrama y Tusquets eran editoriales que publicaban autores LGTB, y dije vamos a empezar por ahí. Cuando abrimos y venían los comerciales y yo les decía que iba a ser especializada en literatura homosexual, lésbica... lo de ‘queer’ no existía todavía. Y me miraban con una cara... Años más tarde, varios de ellos me comentaron que hicieron apuestas conmigo a que iba a durar dos meses. No tenían ni idea, no sabían lo que era eso. Poquito a poquito estudiando los catálogos fuimos sacando los autores. Yo había leído autores en Inglaterra y EE UU y me hice una lista de autores gays y autoras lesbianas y luego buscábamos en los catálogos si estaban traducidos.

Entonces había libros pero tampoco teníamos lectores y lectoras. Pero bueno, lo de los libros decidimos que tenía cierta solución, porque mis amigas y luego socias regresaron a España y abrieron una librería en Barcelona, la librería Cómplices, y juntas montamos la editorial Egales. Y yo, que lo único que quería ser era una lesbiana ‘butch’ librera y un poco ‘butch’ ya era, pues quería una librería pero no una editorial. Mis socias tampoco se habían planteado lo de la editorial. Y nos tocó montar una editorial porque fuimos editoras por necesidad, no por vocación.

Los primeros lectores y lectoras que entraron por la puerta de la librería Bekana nos pedían un tipo de literatura muy concreto. Y, ¿de dónde sacábamos una historia de amor de dos chicos jóvenes que se lleven bien, que sufran un poco pero no mucho y además haya un poco de acción? ¡Terenci Moix tiene algo, o Eduardo Mendicutti, pero de dónde lo sacamos! O las lesbianas, que no teníamos nada... Teníamos a Virgina Wolf o a Esther Tusquets leyendo entre líneas y además los libros eran todos tormentosos, y ellas querían historias de amor llenas de referentes, con una voz narrativa lésbica. Nos pusimos manos a la obra, y como no teníamos ni idea pensamos en los libros que habíamos leído en Inglaterra y en EE UU, y estos libros son de Naiat Press, de Millivres Press.

Nos pusimos en contacto con esta gente ¡por fax! A lo mejor cometimos errores. El movimiento feminista más puro, por decirlo así, no me ha perdonado nunca esta colección de narrativa femenina porque me han acusado de reproducir los estereotipos heteromachistas y patriarcales y todo lo demás. Durante muchos años hubo momentos en que me avergoncé de publicar este tipo de literatura, y un día dije, ¿por qué me tengo que avergonzar?

Y hay pequeñas cosas que me dicen que lo hemos hecho bien. Cuando venían las mujeres lesbianas en los 90, en los 2000, a comprar la literatura que hemos hecho y publicado en la editorial Egales. Venían señoras de 50 o 60 años y nos decían “gracias porque esto es lo más cercano que hemos tenido a una relación sentimental, vivo en un pueblo de Soria cuidando a mis padres, soy lesbiana, nunca he tenido una relación y esto me trae cierta felicidad”. Ese día supe que lo estábamos haciendo bien. Seguimos, hemos cumplido 35 años y tenemos más de 400 títulos.

No teníamos clientes no teníamos libros, pero lo hicimos, lo construimos todo desde cero, lo construimos cuatro mujeres, cuatro mujeres lesbianas, que eso tampoco se dice. Somos cuatro lesbianas que en el 93 volvimos aquí y lo pusimos todo patas arriba.

¿Quién eras cuando cogiste ese avión a Gatwick?
Cuando cogí ese avión a Gatwick era una mujer que había recibido una educación heterosexual, heteropatriarcal, heterosexista y heterotodo. A mí en el colegio nadie me había enseñado a amar a las mujeres. No tenía herramientas, no existían los colectivos, no existían los bares de lesbianas. Yo me voy a Gatwick y era una mujer heterosexual. Llegué a Londres y empecé a indagar un poquito, y voy a conocer la librería Gay’s The Word. Me fui a esa librería y allí encontré esas novelas que me enseñaron a amar a las mujeres, y me hicieron sentir que yo podía amar a las mujeres, y que algún día amaría a alguna, porque te haces un montón de preguntas, te preguntas si algún día conocerás a una mujer, o qué harás cuando la conozcas.

Te vas deconstruyendo, y ya cuando llegué a Nueva York me decía: “Mili, tú eres lesbiana. ¿Sabes lo que significa eso? ¿Que estás sola en el mundo?”. La persona que volvió en el 93 era otra. Una mujer que estaba afuera del armario, que no se cuestionaba volver al armario en ningún momento y que además sabía perfectamente lo que quería, que era hacer lo que yo había visto, y era consciente de lo que podía significar para la comunidad LGTBQ+ abrir una librería así.

¿Qué relación tenías entonces con la palabra lesbiana?
En aquel entonces, ninguna. Cuando era adolescente y tenía 13 o 14 años, ya sabía que no me gustaban los chicos y cuando tenía 15 o 16 me enamoraba de mi profesora de gimnasia en el instituto. Ella tenía que pasar por mi calle en su dos caballos para ir al instituto y yo me hacía la tonta y me paraba como si estuviera esperando el autobús y siempre me llevaba. No sabía. Pero en cuanto fui consciente de que lo que me pasaba era que yo era lesbiana… lesbiana, bollera, tortillera, camionera, lo que les de la gana, ninguna palabra me ofende. Para no sonar prepotente tengo que decir que es porque esto ocurrió en los años en los que viví en Londres y Nueva York y me pude deshacer de esa educación recibida y me pude construir como mujer lesbiana, creo que aquí no hubiera sido tan fácil.

¿En ese avión de vuelta no tenías miedo de que volver significara armarizarte otra vez?
No, el único miedo que tenía era el de buscar trabajo en empresas, si no funcionaba la librería y tener que ir vestida con traje de falda y chaqueta y con tacón y pelo largo. Además nada más llegar monté la librería y me fui a Cogam. Miguel Ángel Sánchez, que era el presidente de Cogam entonces, nos dio la bienvenida, nos explicó qué era Cogam. Y eran dos oficinas en la calle Montera, en un portal oscuro. Y ahí me quedé porque no tenían mujeres. Miguel Ángel Sánchez estaba a punto de firmar el primer convenio con la Comunidad de Madrid, un convenio fijo, necesitaba mujeres en Cogam porque la consejera de Asuntos Sociales, que era del PSOE, con Leguina en el Gobierno, le había exigido a Cogam que se hiciera mixto. De eso me enteré después. Y ahí empezó mi carrera de fondo como activista desde Cogam. Luego fui presidenta de la FELGTB justo antes que Pedro Zerolo, portavoz de Cogam.

De Cogam has dicho que te parece una organización domesticada...
Porque están domesticados. Ahora no lo sé, quizá menos, pero durante muchos años estuvieron domesticados, tanto la FELGTB como Cogam tenían una dirección general del Gobierno socialista durante muchos años. Ojo que estás hablando con una persona que ha votado socialismo, izquierda más radical, izquierda siempre. Pero durante muchos años estaban controlados, duele decirlo, por Pedro Zerolo, que estaba en el PSOE y era quien dirigía la política de la FELGTB.

Hablas en pasado, ¿ya no es así?
Es que ahora ni existen. El perfil de la FELGTB es muy bajo porque hay una crisis de activismo terrible. Primero porque el activismo nunca ha sido capaz de pasar el testigo, nunca ha sido capaz de preparar a gente joven que pueda hacerse cargo. Lo que no puede ser es que haya colectivos donde los presidentes sigan siendo los mismos de mi época. Hay que renovarse y dar el testigo a la gente joven para que puedan iniciar ese otro proceso. Porque, además, es difícil enfrentarse a los jóvenes y ahora hay todo este debate donde los jóvenes dicen que no tenemos ni idea. El activismo ha cambiado, se hace en las redes sociales, nos hemos quedado anticuados. Ahora están de perfil bajo, tienen problemas porque hay sectores del activismo más cercanos a Podemos, otros más cercanos al PSOE y con la ley trans se ha montado el pollo.

Antes los partidos políticos no tenían área LGTBQ+, no sabían ni lo que era eso. Les hemos hecho el trabajo. Han visto que esto de las mariquitas y bolleras está muy de moda, y fíjate las manifestaciones, mira Chueca que sale en los periódicos, y esto lo ven y empezaron a montar área en cada partido y ahí empezamos ya con la política. Y el área LGTBQ+ de Podemos no es como el área LGTBQ+ del PSOE y ahí empezamos con las peleas. Y para que esa áreas no tengan tanto peso necesitamos un activismo fuerte, no unido a ningún partido, con una sola visión que es la de mejorar la vida de gays, lesbianas y transexuales y olvidarte de su política.

En tu etapa en COGAM impulsaste un cambio en la manifestación del Orgullo para hacerla más visible: “Desde COGAM cambiamos un poco el modelo de manifestación, que luego se ha pasado tres pueblos”, dices en una entrevista. ¿En qué se ha pasado?
En aquella época entramos mucha gente nueva a los colectivos que habíamos estado años fuera y vimos que hacía falta visibilidad y tomar las calles. La mani que teníamos en aquel momento —que se celebraba un 28 de junio fuera martes o miércoles— éramos cuatro locas gritando “¡en los armarios también hay maricones!”. A mí me encantaba, yo soy un poco radical aunque opinen lo contrario, pero eso no nos iba atraer a la gente que estaba en sus casas diciendo salgo o no salgo.

Y pasó una cosa. Se celebró en el 94 el 25 aniversario de Stonewall. Y cada país podía llevar una representación y, sin saber eso, se me ocurrió hacer un viaje a Nueva York. Conseguimos un viaje baratísimo para un grupo de 17 personas clientes de la librería. El día que llegamos yo fui al centro gay y fui a que me dieran la programación para toda la gente, planos, bares. Y entonces me dijeron que cada país podía llevar una delegación y tenían una bandera y un cartel. Dos fueron a por la bandera y de pronto le veo venir y veo una bandera muy oscura, y digo “¡ay dios la bandera del aguilucho!”. Se nos ocurrió enrollarla sobre el mástil y ponerle unos alfileres. Lo malo es que no teníamos pancarta, y se me ocurrió la noche anterior romper la funda de una almohada y con un rotulador pusimos “gays, lesbianas y transexuales por nuestros derechos”. Y allí nos colocamos y empezó a entrar gente, Jordi Petit, Isabel Castro, que habían ido también, nos convertimos en el país más aplaudido de toda la mani, cantando Manolo Escobar, Rocío Jurado.

A raíz de esa manifestación, dije “esto hay que hacerlo en España” y propuse a Cogam cambiar la manifestación a sábado y hacerla un poco más lúdico festiva, no tan lúdico festiva como se ha hecho y no dejando entrar a todo el mundo por el afán de cobrar 4.000 euros por una carroza, sino un poco más lúdica para atraer a ese público que tenía miedo, que no es activista y no podemos obligar a ir a una manifestaciones a gritar cuatro cosas. Porque la visibilidad ha sido fundamental. Me costó convencer a la junta directiva de Cogam, no lo veían. La manifestación era consensuada con los colectivos de Madrid, aquello fue difícil. Sobre todo las feministas lesbianas, eran muy tradicionales. Una me decía en la primera mani Alcalá- Sol: “¿Dónde están los autobuses que nos prometiste de Guadalajara y de Toledo?” Porque uno de mis argumentos era que si lo hacíamos el sábado por la tarde la gente de fuera de Madrid podría venir.

La primera vez fue terrible. Habíamos hecho 200 pancartas de mano, porque convencimos a los hombres y mujeres que tenían miedo de que les sacara la prensa, iban con gafas y gorras y la pancarta por si acaso se acercaba una cámara. Y, por primera vez, vino una furgoneta con música: pillamos una megafonía e hicimos unos casetes y así poníamos a los Pet Shop Boys, Alaska, y de vez en cuando gritábamos “por nuestros derechos” y luego poníamos a los Pet Shop Boys y todo el mundo se venía arriba. Y en el 95 esa fue la manifestación, 7.000 personas, ojo. A la segunda, en el 96, ya empezaron a venir las primeras carrozas. Yo estaba muy nerviosa, era muy arriesgado, podía ser un fracaso, pero no lo fue y ese día supe que iba a ser imparable.

En las primeras fiestas en Chueca los empresarios no hacían nada, no ofrecían nada, íbamos a pedirles para pegar carteles y pegar pancartas, éramos un montón de voluntarios poniendo nuestro esfuerzos. Los empresarios de aquí, los que luego fundaron Aegal, no participaron en las primeras manifestaciones. Luego cuando la cosa cambió, cuando Alfonso Llopart y Pedro Zerolo montaron Aegal. A mí me pidieron que fuera miembro de Aegal, fui a una reunión y se pasaron cuatro horas hablando de las botellas de ginebra que se habían perdido en la Casa de Campo, y yo dije qué coño hago aquí, y por eso no participo.

Creo que fue un éxito cambiar la manifestación de fecha. De hecho, yo les decía a aquellas feministas lesbianas reticentes a cambiarla que iban a venir autobuses de Toledo y Guadalajara. Y han venido aviones de Alemania y EE UU, o sea que la visión que yo tenía de lo que iba a pasar se ha cumplido, y estoy orgullosa aunque mucha gente me dice que me gusta presumir de esto. No, no me gusta presumir de esto, me gusta contar la historia como fue, y la historia fue así. El movimiento LGTB tenía que ser valiente y ser visible, y teníamos que cambiar cosas y se cambiaron. ¿Que yo fuera una de las artífices de cambiar cosas? Pues mira.

¿En qué momento se pasa tres pueblos?
Se pasa tres pueblos cuando en la manifestación del orgullo gay se prima más a los negocios y sus carrozas que a la manifestación activista. Además hay dinero de por medio, a estas carrozas no las dejan ir a la manifestación gratis. Y además los empresarios de la noche tienen un interés económico que solo es económico. Aquí en Chueca hubo un momento en que las calles se plagaban de barras por las cuales los negocios tenían que pagar. Eso se convirtió en un negocio, y no en una fiesta espontánea como era al principio.

¿Por qué una asociación de empresarios —de la noche principalmente— son los interlocutores con las administraciones públicas para organizar el orgullo? Porque los colectivos lo han querido. Pero, ¿por qué lo han querido?, porque dentro de Aegal estaba Pedro Zerolo, Alfonso Llopart y un montón más de gente. No solamente yo digo que nos hemos pasado tres pueblos, mucha gente ha escrito artículos críticos con el modelo del orgullo. ¿Que nos ha servido? También. Voy a ser más positiva, nos ha ayudado mucho, ha atraído a mucha gente y hemos convencido a esos políticos que no se enteran de nada de que somos un montón y tenemos derecho a voto. Pero me hubiera gustado que se hubiera hecho de otra forma, y se podía haber hecho de otra forma.

Pese a esta crítica, tu sí participas en el orgullo...
Yo he participado en la manifestación, y últimamente vamos con La Lacah, nuestro colectivo, un grupo de gente del mundo de la cultura, que nos llamamos la Liga Artístico Cultural Antihomofobia, es la tercera manifestación a la que vamos como colectivo sin estatutos y sin un duro. Reivindicamos la cultura y sacamos a nuestros amigos Oscar Wilde, Terenci Moix, Glorias Fuertes. Queremos reivindicar la cultura LGTB que nos ha traído aquí. Participamos, y también participamos en el orgullo crítico, pero a nivel individual. Hacemos una feria LGTBQ+, porque creo que las fiestas del orgullo tienen que ser todo y no solo chunda chunda que está muy bien.

Es difícil pero te voy a pedir una respuesta breve: ¿Cómo calificas la relación entre feminismo y movimiento LGTBIQ+?
Todo el mundo ha dicho que del feminismo ha nacido el movimiento LGTBQ+. Mentira. El feminismo no nos quería mucho a las feministas lesbianas, no nos quería nada. A las mujeres feministas las molestábamos en sus reuniones. El movimiento LGTBQ+ ha surgido de los propios gays y lesbianas que estábamos hartos y hartas, que durante muchos años nuestra lucha ha sido muy similar y hemos tenido unas relaciones amigables…. ¿Que ahora hay un follón terrible? También. Pero lo de ahora creo que es más bien un ataque de cuernos de un montón de feministas que han perdido el poder político, que antes lo tenían desde el Ministerio de Igualdad, el Instituto de la Mujer, otros organismos, y ahora lo tiene Podemos.

¿Qué querías ser de pequeña?
De pequeña no quería ser librera ‘butch’ porque no sabía lo que era todavía. Quería ser médico. En sueños, no me veía casada, mataba a mis maridos, tenía hijos y les ponía los nombres de mis gatos.

Pero luego quisiste ser librera ‘butch’ y lo has conseguido, ¿cómo te va?
He de reconocer que la vida no ha sido fácil, pero el ser librera ‘butch’ es lo mejorcito que he hecho en mi vida, de hecho me va a costar retirarme. Primero porque no puedo, pero además esto es algo más que una profesión, esto pesa mucho y no sé cómo me voy a sentir el día que pase el testigo.

Tienes 61 años y hablas de pasar el testigo, ¿Berkana no cierra cuando te jubiles?
Estoy haciendo todo lo posible para que Berkana continúe abierta sin mí.

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