Leonora Obara, coordinadora de programas de la ONG Mujeres luchando contra el VIH/SIDA en Kenia // |
El miedo a que la elección de Trump frustre la lucha contra el VIH asoma en África
Pablo Moraga | El País, 2024-11-19
https://elpais.com/planeta-futuro/2024-11-19/el-miedo-a-que-la-eleccion-de-trump-frustre-la-lucha-contra-el-vih-asoma-en-africa.html
Durante meses, el ugandés Francis Okello (nombre ficticio) solía ir al hospital cada día. Sin embargo, su perseverancia no sirvió de nada. Los médicos le explicaban que las pastillas contra el VIH, los antirretrovirales que evitan que ese virus continúe extendiéndose y permiten a las personas seropositivas tener una vida saludable, todavía no habían llegado. Estaban agotadas. Y el nerviosismo de Okello no paraba de crecer porque sabía que aquello era una carrera contrarreloj. “Estaba obsesionado”, dice este hombre, en una conversación telefónica con este diario. “Era como si pudiese ver a través de mi piel cómo el virus avanzaba sin parar”.
La pesadilla de la que habla Okello, de 33 años en este momento, ocurrió en 2018, en un barrio humilde del norte de Kampala, la capital de Uganda. Los antirretrovirales que recibían los hospitales públicos de esa zona estaban financiados por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). Donald Trump era presidente de Estados Unidos y amenazó y previó en varias ocasiones recortes para estos programas. No llegaron a concretarse debido a que el Congreso los bloqueó, pero la llegada de los medicamentos se tornó mucho más imprevisible e inestable. “En mi hospital no siempre tienen medicamentos disponibles, pero durante el mandato de Trump, esas carencias se hicieron más largas de lo normal”, asegura.
La reelección de Trump ha despertado en el este de África los temores de que ese escenario se repita. O de que empiece uno aún peor. Porque el dinero estadounidense ha sido clave para aminorar la expansión del VIH en esta región del mundo. Pese a una explosión demográfica, la prevalencia de este virus en Uganda ha bajado desde el 18–30 % en la década de los noventa hasta el 5,1 % en 2023, según la ONU. En 2015, durante la presidencia de Barack Obama, los fondos de Washington permitieron que 742.000 del alrededor de 1,2 millones ugandeses seropositivos en ese momento recibiesen pastillas contra el VIH. Según cifras oficiales estadounidenses de julio de este año, 990.000 ugandeses seropositivos reciben tratamiento antirretroviral gracias a la asistencia de Washington.
En Kenia, EE UU calcula haber usado más de 8.000 millones de dólares para luchar contra el VIH/SIDA desde 2003. En la actualidad, cerca de 1,3 millones de kenianos dependen del PEPFAR para obtener sus medicamentos antirretrovirales y los recortes presupuestarios los ponen en la cuerda floja.
Según sus propios datos, el PEPFAR ha salvado en 20 años 25 millones de vidas en 50 países y ha prevenido millones de infecciones en todo el mundo. En 2022, más de 20 millones de personas disfrutaban de un tratamiento retroviral gracias a este programa, a través del cual Estados Unidos ha invertido un total de 110.000 millones de dólares en la lucha contra esta dolencia. En estas cifras, destaca también otro gran logro: 5,5 millones de niños nacieron libres de la enfermedad en todo el mundo en estos años.
El PEPFAR contaba en 2017 con un presupuesto de 6.000 millones de dólares. Pero al llegar a la presidencia, Trump propuso recortes de 1.000 millones de dólares. Esto preocupó a muchos expertos, que llegaron a advertir de que únicamente en Sudáfrica y en Costa de Marfil sus recortes podrían traducirse en la muerte de 1,8 millones personas en una década. Si en el último mandato de Trump, el Congreso logró detener estos recortes, ahora, las reducciones de fondos del PEPFAR pueden volver de nuevo a la agenda y la mayoría conservadora tiene cómo allanar el camino para concretarlas. Ya el año pasado, los legisladores republicanos, entonces en la oposición, intentaron bloquear el PEPFAR argumentando que impulsaba los abortos. El programa fue extendido hasta marzo y a partir de entonces, el Gobierno de Trump tendrá que decidir sobre el futuro del programa.
La alarma ha llegado a los despachos de la agencia de salud pública de la Unión Africana (UA), los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de África (África CDC), que ha pedido a EE. UU. que mantenga sus promesas. Para su director general, Jean Kaseya, el incumplimiento de esos compromisos dañará la “confianza” de África en Washington. “Estoy dispuesto a volar en cualquier momento a EE. UU. para dialogar con la Administración de Donald Trump sobre las prioridades de África”, dijo en una rueda de prensa en Adís Abeba el pasado 7 de noviembre.
La peligrosa dependencia
En Kayole, un barrio humilde del este de Nairobi, Leonora Obara asegura no haber observado una reducción de la llegada de antirretrovirales durante el último mandato de Trump, pero admite que la dependencia de su país del dinero extranjero es peligrosa. “Cada vez existen menos fondos para parar el VIH. Y eso es un problema. Debemos orientar nuestros esfuerzos a programas que funcionen a largo plazo sin depender de otros. Pero esa no es la prioridad de todo el mundo”, dice Obara, coordinadora de programas de la ONG Mujeres luchando contra el VIH/SIDA en Kenia (WOFAK, por sus siglas en inglés). “En ocasiones, muchas personas no toman antirretrovirales porque temen el estigma. O recorren muchos kilómetros para pedir estos medicamentos en hospitales lejos de sus comunidades, donde nadie les puede reconocer”, asegura Obara.
“Otras veces –añade la activista–, el problema es el hambre. Los antirretrovirales son unos medicamentos fuertes. Si no los tomas con el estómago lleno, te dejan sin energía”. Por eso, para Obara el VIH no es solo un problema médico. “También es un problema social”, asegura.
La elección de Trump “es una oportunidad para que África cree soluciones locales que satisfagan las necesidades de África”, escribió en un artículo de opinión un responsable de los África CDC, Joe Wangendo. “Adoptando la innovación y fortaleciendo la coordinación regional, África puede reducir la dependencia de la financiación externa y construir sistemas sanitarios sostenibles. No se trata de abandonar a nuestros socios, sino de complementarlos con estrategias locales”, consideró. Para este experto, solo existe una alternativa: “unidad, innovación y autosuficiencia” para construir un continente “más saludable y fuerte”.
La pesadilla de la que habla Okello, de 33 años en este momento, ocurrió en 2018, en un barrio humilde del norte de Kampala, la capital de Uganda. Los antirretrovirales que recibían los hospitales públicos de esa zona estaban financiados por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). Donald Trump era presidente de Estados Unidos y amenazó y previó en varias ocasiones recortes para estos programas. No llegaron a concretarse debido a que el Congreso los bloqueó, pero la llegada de los medicamentos se tornó mucho más imprevisible e inestable. “En mi hospital no siempre tienen medicamentos disponibles, pero durante el mandato de Trump, esas carencias se hicieron más largas de lo normal”, asegura.
La reelección de Trump ha despertado en el este de África los temores de que ese escenario se repita. O de que empiece uno aún peor. Porque el dinero estadounidense ha sido clave para aminorar la expansión del VIH en esta región del mundo. Pese a una explosión demográfica, la prevalencia de este virus en Uganda ha bajado desde el 18–30 % en la década de los noventa hasta el 5,1 % en 2023, según la ONU. En 2015, durante la presidencia de Barack Obama, los fondos de Washington permitieron que 742.000 del alrededor de 1,2 millones ugandeses seropositivos en ese momento recibiesen pastillas contra el VIH. Según cifras oficiales estadounidenses de julio de este año, 990.000 ugandeses seropositivos reciben tratamiento antirretroviral gracias a la asistencia de Washington.
En Kenia, EE UU calcula haber usado más de 8.000 millones de dólares para luchar contra el VIH/SIDA desde 2003. En la actualidad, cerca de 1,3 millones de kenianos dependen del PEPFAR para obtener sus medicamentos antirretrovirales y los recortes presupuestarios los ponen en la cuerda floja.
Según sus propios datos, el PEPFAR ha salvado en 20 años 25 millones de vidas en 50 países y ha prevenido millones de infecciones en todo el mundo. En 2022, más de 20 millones de personas disfrutaban de un tratamiento retroviral gracias a este programa, a través del cual Estados Unidos ha invertido un total de 110.000 millones de dólares en la lucha contra esta dolencia. En estas cifras, destaca también otro gran logro: 5,5 millones de niños nacieron libres de la enfermedad en todo el mundo en estos años.
El PEPFAR contaba en 2017 con un presupuesto de 6.000 millones de dólares. Pero al llegar a la presidencia, Trump propuso recortes de 1.000 millones de dólares. Esto preocupó a muchos expertos, que llegaron a advertir de que únicamente en Sudáfrica y en Costa de Marfil sus recortes podrían traducirse en la muerte de 1,8 millones personas en una década. Si en el último mandato de Trump, el Congreso logró detener estos recortes, ahora, las reducciones de fondos del PEPFAR pueden volver de nuevo a la agenda y la mayoría conservadora tiene cómo allanar el camino para concretarlas. Ya el año pasado, los legisladores republicanos, entonces en la oposición, intentaron bloquear el PEPFAR argumentando que impulsaba los abortos. El programa fue extendido hasta marzo y a partir de entonces, el Gobierno de Trump tendrá que decidir sobre el futuro del programa.
La alarma ha llegado a los despachos de la agencia de salud pública de la Unión Africana (UA), los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de África (África CDC), que ha pedido a EE. UU. que mantenga sus promesas. Para su director general, Jean Kaseya, el incumplimiento de esos compromisos dañará la “confianza” de África en Washington. “Estoy dispuesto a volar en cualquier momento a EE. UU. para dialogar con la Administración de Donald Trump sobre las prioridades de África”, dijo en una rueda de prensa en Adís Abeba el pasado 7 de noviembre.
La peligrosa dependencia
En Kayole, un barrio humilde del este de Nairobi, Leonora Obara asegura no haber observado una reducción de la llegada de antirretrovirales durante el último mandato de Trump, pero admite que la dependencia de su país del dinero extranjero es peligrosa. “Cada vez existen menos fondos para parar el VIH. Y eso es un problema. Debemos orientar nuestros esfuerzos a programas que funcionen a largo plazo sin depender de otros. Pero esa no es la prioridad de todo el mundo”, dice Obara, coordinadora de programas de la ONG Mujeres luchando contra el VIH/SIDA en Kenia (WOFAK, por sus siglas en inglés). “En ocasiones, muchas personas no toman antirretrovirales porque temen el estigma. O recorren muchos kilómetros para pedir estos medicamentos en hospitales lejos de sus comunidades, donde nadie les puede reconocer”, asegura Obara.
“Otras veces –añade la activista–, el problema es el hambre. Los antirretrovirales son unos medicamentos fuertes. Si no los tomas con el estómago lleno, te dejan sin energía”. Por eso, para Obara el VIH no es solo un problema médico. “También es un problema social”, asegura.
La elección de Trump “es una oportunidad para que África cree soluciones locales que satisfagan las necesidades de África”, escribió en un artículo de opinión un responsable de los África CDC, Joe Wangendo. “Adoptando la innovación y fortaleciendo la coordinación regional, África puede reducir la dependencia de la financiación externa y construir sistemas sanitarios sostenibles. No se trata de abandonar a nuestros socios, sino de complementarlos con estrategias locales”, consideró. Para este experto, solo existe una alternativa: “unidad, innovación y autosuficiencia” para construir un continente “más saludable y fuerte”.
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