Emrique Anarte | 1 de cada 10, 20 Minutos, 2015-07-22
http://blogs.20minutos.es/1-de-cada-10/2015/07/22/alan-turing-y-la-memoria-historica-de-la-diversidad/
Las grandes producciones cinematográficas a las que nos hemos acostumbrado en los últimos años tienen la virtud de acercar algunas de las historias más significativas de nuestro pasado a las grandes masas. Hace unos años llegó “Los Miserables” y ahora todos los jóvenes conocen las odiseas de Jean Valjean, Fantine, Marius o Cosette. La historia de Alan Mathison Turing (1912-1954), genio matemático considerado uno de los padres de la ciencia de la computación, llegó a la gran pantalla a finales de 2014.
‘The imitation game’ pese a haber sido criticada por su descarada inventiva, ha llegado en el momento propicio para poner sobre la mesa la responsabilidad del Estado británico en la muerte de Turing. El científico era homosexual, algo que no solo era inaceptable para el sentido común de la época, sino que además estaba castigado por las leyes del país. En 1952, unos años después de su trascendental servicio criptográfico a Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial, Turing fue condenado por “ultraje a la moral pública” (gross indecency). Cuentan que ni siquiera se defendió, pues consideraba que no tenía por qué disculparse. Por aquel entonces se pagaba caro desafiar la norma heterosexual en la nación a la que sirvió por convicción patriota. Entre la prisión o la castración química, un brutal tratamiento hormonal cuyo objetivo era reducir la libido, eligió lo segundo. Falleció dos años después por envenenamiento con cianuro, aunque nunca se llegó a probar que fuese un suicidio.
Hace ya dos años, en diciembre de 2013, Turing recibió el indulto real póstumo. Un “tributo a un hombre excepcional”, en palabras del entonces Secretario de Estado de Justicia británico, Chris Grayling, que “merece ser recordado”. Los temores del criptógrafo, a quien le preocupaba que la homofobia social e institucional emborronase sus aportaciones a la ciencia (“Turing cree que las máquinas piensan / Turing yace con hombres / Luego las máquinas no piensan”, escribió en una carta recogida en la biografía de David Leavitt), dejaban de estar fundados. Eso sí, 54 años después de su muerte.
¿Victoria, no? El genio puede por fin descansar en paz. Su legado pervive. Los Premios Turing son considerados los Nobel de la informática. No puede decirse que sus logros quedasen sepultados bajo la intolerancia y el odio de aquella época, todavía vivos en tantas personas, todavía escritos en tantas leyes.
¿Pero qué hay del resto? ¿Qué ha pasado con los que no fueron “hombres excepcionales”? Aunque la igualdad efectiva siga estando lejos, hoy el matrimonio igualitario ha llegado también a las costas británicas. Sin embargo, hasta que Inglaterra y Gales suprimieron sus leyes de sodomía en 1967 (en Irlanda del Norte se mantuvo hasta 1982) se calcula que alrededor de 50.000 hombres homosexuales fueron condenados por este “ultraje a la moral pública”. La mayoría no hicieron grandes contribuciones a su país ni fueron genios de ninguna disciplina.
Desde que los máximos representantes del Estado británico decidieran otorgar el indulto o perdón real (irónico, se vea como se vea) a Turing, tras años de trabajo y activismo para superar las reticencias gubernamentales, muchos se han unido a la petición de indulto de todos los condenados bajo aquellas crueles leyes. Demanda de justicia a la que también se unió Benedict Cumberbatch, protagonista del biopic: “Las leyes homófobas del Reino Unido hicieron las vidas de generaciones de hombres homosexuales y bisexuales intolerables”, denunciaba la carta firmaba por más de 40.000 personas.
Algo que, según los proceedings, implica que sean personas con vida quienes lo soliciten, siempre individualmente. No obstante, hace apenas unos días, el líder laborista Andy Burnham propuso el perdón automático de todos estos hombres. Aproximadamente 15.000 personas todavía vivas podrían verse limpios de los antecedentes de amar y ser amados libremente.
La Historia es androcéntrica, pero también heteronormativa. Reino Unido podría ahora abrir camino a una memoria histórica comprometida con la diversidad. Personas de cualquier género u orientación afectiva que pagaron el precio de vivir su vida, habitantes de los suburbios de la Historia, podrán algún día narrar con su voz un pasado de todos. Costará e incomodará, como incomoda hoy nuestro orgullo de ser libres. Pero será por fin patrimonio de toda la Humanidad en su inalienable diferencia y su inalienable igualdad.
‘The imitation game’ pese a haber sido criticada por su descarada inventiva, ha llegado en el momento propicio para poner sobre la mesa la responsabilidad del Estado británico en la muerte de Turing. El científico era homosexual, algo que no solo era inaceptable para el sentido común de la época, sino que además estaba castigado por las leyes del país. En 1952, unos años después de su trascendental servicio criptográfico a Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial, Turing fue condenado por “ultraje a la moral pública” (gross indecency). Cuentan que ni siquiera se defendió, pues consideraba que no tenía por qué disculparse. Por aquel entonces se pagaba caro desafiar la norma heterosexual en la nación a la que sirvió por convicción patriota. Entre la prisión o la castración química, un brutal tratamiento hormonal cuyo objetivo era reducir la libido, eligió lo segundo. Falleció dos años después por envenenamiento con cianuro, aunque nunca se llegó a probar que fuese un suicidio.
Hace ya dos años, en diciembre de 2013, Turing recibió el indulto real póstumo. Un “tributo a un hombre excepcional”, en palabras del entonces Secretario de Estado de Justicia británico, Chris Grayling, que “merece ser recordado”. Los temores del criptógrafo, a quien le preocupaba que la homofobia social e institucional emborronase sus aportaciones a la ciencia (“Turing cree que las máquinas piensan / Turing yace con hombres / Luego las máquinas no piensan”, escribió en una carta recogida en la biografía de David Leavitt), dejaban de estar fundados. Eso sí, 54 años después de su muerte.
¿Victoria, no? El genio puede por fin descansar en paz. Su legado pervive. Los Premios Turing son considerados los Nobel de la informática. No puede decirse que sus logros quedasen sepultados bajo la intolerancia y el odio de aquella época, todavía vivos en tantas personas, todavía escritos en tantas leyes.
¿Pero qué hay del resto? ¿Qué ha pasado con los que no fueron “hombres excepcionales”? Aunque la igualdad efectiva siga estando lejos, hoy el matrimonio igualitario ha llegado también a las costas británicas. Sin embargo, hasta que Inglaterra y Gales suprimieron sus leyes de sodomía en 1967 (en Irlanda del Norte se mantuvo hasta 1982) se calcula que alrededor de 50.000 hombres homosexuales fueron condenados por este “ultraje a la moral pública”. La mayoría no hicieron grandes contribuciones a su país ni fueron genios de ninguna disciplina.
Desde que los máximos representantes del Estado británico decidieran otorgar el indulto o perdón real (irónico, se vea como se vea) a Turing, tras años de trabajo y activismo para superar las reticencias gubernamentales, muchos se han unido a la petición de indulto de todos los condenados bajo aquellas crueles leyes. Demanda de justicia a la que también se unió Benedict Cumberbatch, protagonista del biopic: “Las leyes homófobas del Reino Unido hicieron las vidas de generaciones de hombres homosexuales y bisexuales intolerables”, denunciaba la carta firmaba por más de 40.000 personas.
Algo que, según los proceedings, implica que sean personas con vida quienes lo soliciten, siempre individualmente. No obstante, hace apenas unos días, el líder laborista Andy Burnham propuso el perdón automático de todos estos hombres. Aproximadamente 15.000 personas todavía vivas podrían verse limpios de los antecedentes de amar y ser amados libremente.
La Historia es androcéntrica, pero también heteronormativa. Reino Unido podría ahora abrir camino a una memoria histórica comprometida con la diversidad. Personas de cualquier género u orientación afectiva que pagaron el precio de vivir su vida, habitantes de los suburbios de la Historia, podrán algún día narrar con su voz un pasado de todos. Costará e incomodará, como incomoda hoy nuestro orgullo de ser libres. Pero será por fin patrimonio de toda la Humanidad en su inalienable diferencia y su inalienable igualdad.
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