Imagen: Noticias de Gipuzkoa / Mari Lourdes Fernández |
La biblioteca de Legazpi cumplirá 50 años en febrero. Mari Lourdes Fernández fue bibliotecaria durante 25 años: desde 1977 hasta 2002.
Asier Zaldua | Noticias de Gipuzkoa, 2018-01-23
http://www.noticiasdegipuzkoa.com/2018/01/23/vecinos/urola-garaia/la-primera-biblioteca-de-legazpi-se-ubico-donde-habia-estado-la-carcel-es-una-curiosidad-muy-significativa
- ¿Recuerda la puesta en marcha de la biblioteca de Legazpi?
- Hay que remontarse a 1963. Aquel año tuvieron lugar las primeras elecciones para acceder al Ayuntamiento. La asociación de padres de familia presentó su candidatura y a mi marido, José Mari Urcelay, se le asignó la concejalía de Educación. Como siempre tuvo una sensibilidad especial para la cultura, se informó acerca de los requisitos que había que cumplir para abrir una biblioteca. Hizo todas las gestiones necesarias, con el apoyo del Ayuntamiento, y Madrid otorgó la biblioteca municipal. Se acababa de reformar el ayuntamiento y la biblioteca se ubicó en los bajos, donde había estado la cárcel. Es una curiosidad muy significativa. El primer responsable fue Nicolás González de Langarika.
- ¿Cómo empezó a trabajar usted en la biblioteca?
- Convocaron unas pruebas y se eligió a otra persona. Cuando esta persona lo dejó, me llamaron a mí. La biblioteca tenía dos secciones, la infantil y juvenil y la de adultos, y yo entré en la de adultos. En la infantil y juvenil trabajaba Arantxa Aiastui. Fue una excelente compañera y tenía una sensibilidad especial con los niños.
- ¿Cómo era antes el trabajo de bibliotecario?
- Era todo manual. Las fichas se hacían a mano. Todos los ficheros estaban a disposición de todos los usuarios. Acudía mucha gente, sobre todo a la sección infantil y juvenil. Era una labor muy gratificante, pues la relación con los lectores era entrañable. Tratábamos de servirles lo mejor posible. No había Internet y recurríamos a las enciclopedias, los anuarios, las revistas...
- ¿Era una biblioteca activa?
- Varias entidades culturales se reunían mensualmente en la biblioteca. Fueron las que impulsaron la apertura de la casa de cultura. Fue la primera de Gipuzkoa. La biblioteca se llevó la mejor planta del edificio. En ese momento, el ministerio ofreció un lote de discos y abrimos una fonoteca. A cargo de la fonoteca estuvo otro gran compañero: Salus Aranburu. Grababa todas las actuaciones que se organizaban en el aula magna. El ambiente entre los compañeros era muy bueno. Se organizaron muchas actividades: teníamos una gran relación con los colegios, había un club de lectura, organizábamos la Semana del Libro, trajimos a escritores como Andu Lertxundi o Raúl Guerra Garrido... Además, con el tiempo se abrieron la bebeteca, la sala del cómic, la sala de lectura para adultos...
- ¿Tenían relación con otras bibliotecas?
- Nosotras lo hacíamos lo mejor que podíamos, pero no conocíamos lo que hacían en las bibliotecas de alrededor. Teníamos una relación personal con dos bibliotecarias de Donostia: la de la biblioteca central, Susana Soto (hoy directora del museo San Telmo) y Concha Chaos (una extraordinaria bibliotecaria infantil). Les propusimos invitar a otros profesionales a una reunión para conocernos y aprender los unos de los otros. La primera reunión se hizo en Legazpi. De estos encuentros nació la Asociación de Bibliotecarios. Esta asociación trabajó para formarnos. Se organizaron cursos, ponencias, charlas, jornadas... Vinieron especialistas de Catalunya, Madrid, Salamanca... Era gente que se encargaba de grandes bibliotecas y nos enseñaron mucho. Después, Koldo Mitxelena nos permitió gestionar las peticiones de los usuarios que necesitasen su material, llegaron los ordenadores e Internet, informatizamos los fondos, creamos la red de bibliotecas de Euskadi...
- ¿Sigue siendo usuaria de la biblioteca?
- Soy socia, por supuesto. Cada vez que vengo a la biblioteca agradezco al personal el trabajo que realiza. La biblioteca de Legazpi es una maravilla. Está equipada con las más modernas tecnologías. No quiero terminar sin pedir a los legazpiarras que vengan a conocer su biblioteca.
- Hay que remontarse a 1963. Aquel año tuvieron lugar las primeras elecciones para acceder al Ayuntamiento. La asociación de padres de familia presentó su candidatura y a mi marido, José Mari Urcelay, se le asignó la concejalía de Educación. Como siempre tuvo una sensibilidad especial para la cultura, se informó acerca de los requisitos que había que cumplir para abrir una biblioteca. Hizo todas las gestiones necesarias, con el apoyo del Ayuntamiento, y Madrid otorgó la biblioteca municipal. Se acababa de reformar el ayuntamiento y la biblioteca se ubicó en los bajos, donde había estado la cárcel. Es una curiosidad muy significativa. El primer responsable fue Nicolás González de Langarika.
- ¿Cómo empezó a trabajar usted en la biblioteca?
- Convocaron unas pruebas y se eligió a otra persona. Cuando esta persona lo dejó, me llamaron a mí. La biblioteca tenía dos secciones, la infantil y juvenil y la de adultos, y yo entré en la de adultos. En la infantil y juvenil trabajaba Arantxa Aiastui. Fue una excelente compañera y tenía una sensibilidad especial con los niños.
- ¿Cómo era antes el trabajo de bibliotecario?
- Era todo manual. Las fichas se hacían a mano. Todos los ficheros estaban a disposición de todos los usuarios. Acudía mucha gente, sobre todo a la sección infantil y juvenil. Era una labor muy gratificante, pues la relación con los lectores era entrañable. Tratábamos de servirles lo mejor posible. No había Internet y recurríamos a las enciclopedias, los anuarios, las revistas...
- ¿Era una biblioteca activa?
- Varias entidades culturales se reunían mensualmente en la biblioteca. Fueron las que impulsaron la apertura de la casa de cultura. Fue la primera de Gipuzkoa. La biblioteca se llevó la mejor planta del edificio. En ese momento, el ministerio ofreció un lote de discos y abrimos una fonoteca. A cargo de la fonoteca estuvo otro gran compañero: Salus Aranburu. Grababa todas las actuaciones que se organizaban en el aula magna. El ambiente entre los compañeros era muy bueno. Se organizaron muchas actividades: teníamos una gran relación con los colegios, había un club de lectura, organizábamos la Semana del Libro, trajimos a escritores como Andu Lertxundi o Raúl Guerra Garrido... Además, con el tiempo se abrieron la bebeteca, la sala del cómic, la sala de lectura para adultos...
- ¿Tenían relación con otras bibliotecas?
- Nosotras lo hacíamos lo mejor que podíamos, pero no conocíamos lo que hacían en las bibliotecas de alrededor. Teníamos una relación personal con dos bibliotecarias de Donostia: la de la biblioteca central, Susana Soto (hoy directora del museo San Telmo) y Concha Chaos (una extraordinaria bibliotecaria infantil). Les propusimos invitar a otros profesionales a una reunión para conocernos y aprender los unos de los otros. La primera reunión se hizo en Legazpi. De estos encuentros nació la Asociación de Bibliotecarios. Esta asociación trabajó para formarnos. Se organizaron cursos, ponencias, charlas, jornadas... Vinieron especialistas de Catalunya, Madrid, Salamanca... Era gente que se encargaba de grandes bibliotecas y nos enseñaron mucho. Después, Koldo Mitxelena nos permitió gestionar las peticiones de los usuarios que necesitasen su material, llegaron los ordenadores e Internet, informatizamos los fondos, creamos la red de bibliotecas de Euskadi...
- ¿Sigue siendo usuaria de la biblioteca?
- Soy socia, por supuesto. Cada vez que vengo a la biblioteca agradezco al personal el trabajo que realiza. La biblioteca de Legazpi es una maravilla. Está equipada con las más modernas tecnologías. No quiero terminar sin pedir a los legazpiarras que vengan a conocer su biblioteca.
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