Hay que desconfiar de la novedad. En el arcón de los feminismos, hay cientos de escritos sobre esta tramposa tensión.
Laura Fernández Cordero | Revista Ñ, Clarín, 2018-01-26
https://www.clarin.com/revista-enie/ideas/goce-versus-puritanismo-todavia_0_BkzGAWYHM.html
Ahora Oprah –ceñida hasta el figurín y con el rizo bien domado– hace tronar el escarmiento en Hollywood, sin decir la palabra “feminismo”. Ahora elegantes francesas agitan un manifiesto –mezcla de pica a las norteamericanas y cerrada defensa de la liberté– contra las actrices vestidas de controvertido negro. Ahora vemos una marea de denuncias de abusos, violaciones y manoseos, cebada por las redes sociales. Ahora el último grito parece un mal juego de espejos: goce/puritanismo o libertad sexual/punitivismo.
Habría que desconfiar de la novedad. En el arcón de los feminismos y los movimientos de mujeres, hay cientos de escritos teórico-políticos sobre esta tramposa tensión. Desde lejos, suenan la acusación de libertinas para las emancipadas, el clamor anarquista por la porción de placeres en el banquete de la vida, las señoras sufragistas remilgadas, las lectoras de una sexología paternalista y matrimonial que animaba al goce, las presurosas por convocar el fantasma del libertinaje y la degeneración, las lesbianas en alianza contra el mandato heterosexual, las vaginas redescubiertas de los años 70, las travestis que inventaron modulaciones de lo femenino poderosas y disidentes, las féminas que aferradas a la “Mujer” celebraban la esencia y la anatomía... En suma, un aquelarre que no se deja organizar en dos tranquilizadores polos.
Otra estadounidense, Carol Vance, afirmaba hace casi cuarenta años: “Como contraataque, la crítica feminista ha destacado la ubicuidad del peligro y la humillación sexual en un entorno patriarcal. Aunque esto fue útil en sus comienzos como ruptura ideológica, esta crítica comparte ahora el mismo enfoque, poco dialéctico y simplista, de aquella postura a la que se opone”. Su compilación –“Placer y peligro. Explorando la sexualidad femenina”– ofrece una reflexión aún viva sobre la equívoca mujer-víctima como clave de construcción política.
Desde una Francia menos glamorosa, Virginie Despentes aportó con 'Teoría King Kong', una figura que no por víctima dejaba de ser potente, ni por sobreviviente abandonaba el placer y la experimentación. Tampoco hay que mirar tan al norte, más allá del agite haute couture, voces locales feministas y activistas LGTBI saben cultivar lúcidos matices y disputas ardientes. Escrituras periodísticas, literarias, académicas o de posteo fugaz desmontan las trampas del punitivismo, señalan el falso universal femenino, combaten la dicotomía sexual dominante, advierten sobre el escrache irresponsable, denuncian argumentos clasistas y racistas, y discuten con aquellos varones que simpatizan, pero aprietan fuerte el puño del privilegio y abren grande la boca dictadora. Porque difícil es oír una opinión ligera sobre nanotecnología, pero cualquier gil tiene micrófono para apostrofar y acotar al feminismo a su versión moderada, segundona, calladita.
Sí es novedoso que los medios hegemónicos nos incluyan en el prime time. O que grandes marcas animen eventos con temática igualitaria y outfit libertario, mientras el gobierno profundiza la precarización laboral, el endeudamiento externo y todo eso que, para sintetizar, se llama feminización de la pobreza. No desdeñemos, sin embargo, esa usina de sentidos polifónicos; apreciemos las recepciones incontrolables y los aprendizajes inesperados. Aquello que puede provocar una celebridad al relatar un acoso, o el mensaje de resistencia y valorización que, colado en las revistas, llega a la peluquería del barrio. Provoquemos. Posemos de víctimas y azotemos con la lengua del deseo. Pequemos por exageración y empollemos la libertad sexual en sus agendas morbosas. La única tentación a evitar es la de reglamentar el deseo en el mundo soñado, la de mujeres amurallaradas en el purismo, como esos utopistas que diseñan ciudades asfixiantes e inhabitables.
Y, ahora, si nos disculpan, estamos organizando el gran paro del 8 de marzo. Quien sepa hacer un poco de silencio percibirá los temblores rabiosos y escuchará, al mismo tiempo, nuestras carcajadas.
Laura Fernández Cordero es doctora en Ciencias Sociales (UBA), investigadora del Conicet, responsable del área académica del CeDInCI/Unsam y autora de Amor y anarquismo, publicado por Siglo XXI Editores.
Habría que desconfiar de la novedad. En el arcón de los feminismos y los movimientos de mujeres, hay cientos de escritos teórico-políticos sobre esta tramposa tensión. Desde lejos, suenan la acusación de libertinas para las emancipadas, el clamor anarquista por la porción de placeres en el banquete de la vida, las señoras sufragistas remilgadas, las lectoras de una sexología paternalista y matrimonial que animaba al goce, las presurosas por convocar el fantasma del libertinaje y la degeneración, las lesbianas en alianza contra el mandato heterosexual, las vaginas redescubiertas de los años 70, las travestis que inventaron modulaciones de lo femenino poderosas y disidentes, las féminas que aferradas a la “Mujer” celebraban la esencia y la anatomía... En suma, un aquelarre que no se deja organizar en dos tranquilizadores polos.
Otra estadounidense, Carol Vance, afirmaba hace casi cuarenta años: “Como contraataque, la crítica feminista ha destacado la ubicuidad del peligro y la humillación sexual en un entorno patriarcal. Aunque esto fue útil en sus comienzos como ruptura ideológica, esta crítica comparte ahora el mismo enfoque, poco dialéctico y simplista, de aquella postura a la que se opone”. Su compilación –“Placer y peligro. Explorando la sexualidad femenina”– ofrece una reflexión aún viva sobre la equívoca mujer-víctima como clave de construcción política.
Desde una Francia menos glamorosa, Virginie Despentes aportó con 'Teoría King Kong', una figura que no por víctima dejaba de ser potente, ni por sobreviviente abandonaba el placer y la experimentación. Tampoco hay que mirar tan al norte, más allá del agite haute couture, voces locales feministas y activistas LGTBI saben cultivar lúcidos matices y disputas ardientes. Escrituras periodísticas, literarias, académicas o de posteo fugaz desmontan las trampas del punitivismo, señalan el falso universal femenino, combaten la dicotomía sexual dominante, advierten sobre el escrache irresponsable, denuncian argumentos clasistas y racistas, y discuten con aquellos varones que simpatizan, pero aprietan fuerte el puño del privilegio y abren grande la boca dictadora. Porque difícil es oír una opinión ligera sobre nanotecnología, pero cualquier gil tiene micrófono para apostrofar y acotar al feminismo a su versión moderada, segundona, calladita.
Sí es novedoso que los medios hegemónicos nos incluyan en el prime time. O que grandes marcas animen eventos con temática igualitaria y outfit libertario, mientras el gobierno profundiza la precarización laboral, el endeudamiento externo y todo eso que, para sintetizar, se llama feminización de la pobreza. No desdeñemos, sin embargo, esa usina de sentidos polifónicos; apreciemos las recepciones incontrolables y los aprendizajes inesperados. Aquello que puede provocar una celebridad al relatar un acoso, o el mensaje de resistencia y valorización que, colado en las revistas, llega a la peluquería del barrio. Provoquemos. Posemos de víctimas y azotemos con la lengua del deseo. Pequemos por exageración y empollemos la libertad sexual en sus agendas morbosas. La única tentación a evitar es la de reglamentar el deseo en el mundo soñado, la de mujeres amurallaradas en el purismo, como esos utopistas que diseñan ciudades asfixiantes e inhabitables.
Y, ahora, si nos disculpan, estamos organizando el gran paro del 8 de marzo. Quien sepa hacer un poco de silencio percibirá los temblores rabiosos y escuchará, al mismo tiempo, nuestras carcajadas.
Laura Fernández Cordero es doctora en Ciencias Sociales (UBA), investigadora del Conicet, responsable del área académica del CeDInCI/Unsam y autora de Amor y anarquismo, publicado por Siglo XXI Editores.
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