domingo, 3 de mayo de 2020

#hemeroteca #saludpublica #controlsocial | Gipuzkoa se echa a la calle

Imagen: Noticias de Gipuzkoa / Surfistas en la playa de La Zurriola
Gipuzkoa se echa a la calle.
Miles de personas aprovecharon ayer la primera jornada de flexibilización del confinamiento para dar paseos o hacer deporte.
Iraitz Astarloa / Iker Azurmendi | Noticias de Gipuzkoa, 2020-05-03
https://www.noticiasdegipuzkoa.eus/actualidad/sociedad/2020/05/03/gipuzkoa-echa-calle/1028195.html

"No son ni las ocho y ya está la calle como si la gente se estuviera preparando para las Olimpiadas". Muchos se acordaron ayer de la cita deportiva por excelencia cuando al abandonar el portal se encontraron con centenares de personas ejercitándose o simplemente dando un paseo. Y es que tras casi 50 días de encierro, ayer el cuerpo pedía calle y fueron muchos los que, sin pensárselo dos veces, se pusieron el despertador para cumplir con el horario de salidas que les había sido asignado.

Así, la imagen de las calles a primera hora de la mañana distaba mucho de la de cualquier sábado previo a la pandemia. Los más deportistas se echaron a la calle de madrugada, tratando de estirar lo máximo posible un horario que no siempre da tanto de sí como uno quiere. También madrugaron quienes prefirieron pasear en solitario a hacerlo compartiendo acera con el grueso de la población. Lo que quedó claro fue que para la inmensa mayoría quedarse en casa no fue una opción.

El tiempo corría a contrarreloj para los paseantes, que a las ocho y media de la mañana ya abarrotaban las aceras del paseo del Urumea. La distancia social es una de las principales enseñanzas que ha dejado esta pandemia y, tras las polémicas imágenes que se vivieron el fin de semana pasado cuando se autorizó la salida de los más pequeños, ayer hubo un intento de no apelotonarse. Pero conforme se acercaban las 10.00 horas, límite establecido para que deportistas y adultos de entre 14 y 69 años volvieran a casa, el volumen de gente se incrementaba.

Esta situación era todavía más acuciante en los grandes paseos: en torno al río, en la Zurriola o en La Concha, el volumen de gente contrastaba con otras calles del centro de la ciudad, en las que apenas se veía movimiento. Quizás fuese en este último en el que más problemas hubo, sobre todo si se tiene en cuenta que medidas de protección como mascarillas brillaron por su ausencia.

Minutos antes de las nueve y media de la mañana, dos patrullas de la Guardia Municipal advertían a la gente de que mantuvieran la distancia de seguridad. "Lo estoy intentando, pero es imposible", replicaba una ciclista.

"Sí que hay muchísima gente, pero también se agradece ver y que te dé el aire", afirmaban Leire Carrero y Alba Cristóbal. Estas compañeras de piso salieron a trotar tras 48 días de confinamiento y disfrutaron del placer de hacer deporte. "Teníamos muchas ganas de por lo menos ver la luz, porque se estaba haciendo un poco duro", contó a este periódico Carrero. Eligieron el centro de Donostia para ejercitarse, en una carrera que incluyó un eslalon por el Paseo Nuevo, a fin de evitar en la medida de lo posible al resto de viandantes. "Ahí sí que había muchísima gente, pero por lo general la distancia se respetaba. Nosotras nos hemos ido apartando y corriendo por zonas donde había menos gente, buscando nuestro sitio", comentó Cristóbal. Y es que ante lo incierto de la situación, convenía extremar precauciones el primer día. "Lo que estamos viviendo es nuevo para todos y hay inquietud; es todo una incógnita, pero el poder salir te da otra perspectiva", aseguraron.

A escasos metros, Iñigo Garate estiraba "satisfecho" tras una carrera de 15 kilómetros por la ciudad. "Suelo salir bastante entre semana y se ha cogido con ganas. He podido hacer algo en casa y ni tan mal, pero ha sido duro", afirmó este deportista que, sin embargo, sí se quejaba de la aglomeración. "Me he ido hasta Igara, me he metido un poco por el monte y vuelta, pero en la Concha hay demasiada gente y las distancias no se han respetado del todo", reconoció. Sin embargo, Garate defiende que "hay que salir". "No solo por correr, sino por la economía, porque aunque hay miedo, si no salimos, no hay dinero, no hay impuestos, no hay sanidad pública y no hay nada", añadió.

Patricia Martínez eligió una "toma de contacto de 20 minutos" para quitarse el gusanillo de "salir y desfogar el cuerpo". "He hecho una ruta muy pequeñita, viniendo por la parte alta de Miramar para que fuera más tranquilo, y en el carril bici sí que se veía lleno de gente", señaló, aunque matizaba: "Yo creo que la mayoría se está portando bien".

Jose Mari Galardi llegaba al paseo tras disfrutar de un rato de natación junto a su hija. "Teníamos mono, ha sido muy agradable", reconoció, al tiempo que aseguraba que en el mar la cosa estaba "muy tranquila". "La verdad es que da gusto volver a salir y más en la ciudad en la que vivimos", celebró.

Merche Munduate e Iñaki Arrieta tomaban el camino de vuelta a casa para dejar la calle libre antes de las diez para los mayores de 70 años. "La gente está fantástica. Yo las dudas que tengo es si los que están dirigiendo este tinglado saben lo que están haciendo. Y como creo que no y no están haciendo los test para saber hacia donde partimos, creo que estamos en el peor momento con gente que está dirigiendo un proceso que no tiene ni idea. En ese sentido tengo preocupación. Y luego las empresas que lo vamos a pasar muy mal, pero la gente está dando lo mejor de sí misma", opinó Arrieta.

El cambio de turno

El reloj marcaba las diez y la playa, hasta hace pocos minutos llena de gente, se vaciaba para dejar paso a las personas mayores. Casi todos lo hicieron con formalidad, aunque hubo quien intentó arañar algunos minutos al reloj. En la Concha, la Guardia Municipal afeaba a varias parejas que siguieran en la playa pasada su hora, mientras que en la Zurriola se hacía uso de la megafonía para sacar a los surfistas del agua. "Hay quien le está echando mucho morro. Se quedan hasta las diez en la playa y van a llegar a las once a su casa", denunciaba un agente mientras abroncaba a un joven paseante.

Mientras tanto, los mayores se adueñaban de las aceras con la ilusión de quien lleva muchos días sin salir. "Tenemos suerte con el tiempo que hace porque teníamos muchas ganas, aunque si hay que aguantar en casa se aguanta", contenta de volver a ver el mar.

Virginia García y Manuel García paseaban por la Concha con la intención de "esquivar" a la gente y evitar así ponerse en riesgo. Ataviados con sendas mascarillas, paseaban con la pena, ella, de no poder darse un chapuzón. "Eso es lo que más me duele porque ahí es donde más ejercicio hago. En casa andas como puedes, de habitación en habitación, pero ¿qué se le va a hacer?", se resignaba ella mientras apelaba a la responsabilidad individual para salir de esta crisis sanitaria: "Hay gente que es muy inconsciente y muy poco sensata y esos son los malos de la película y los que te pueden perjudicar. Si todos nos portamos, entre todos iremos saliendo. Confiemos".

También con ganas cogió la calle Santiago Zubiarrain: "He salido de casa a las diez menos un minuto para a las diez estar en la calle ya", bromeó. Tras 48 días "sin salir nada", en lo que entretenerse ha sido "muy complicado", necesitaba descargar estrés paseando. "Aunque hubiese llovido había que salir sí o sí porque el cuerpo no aguantaba más. Estar todo el día sentado viendo películas era un desastre", indicó.

Ane Guisasola no cabía en sí de gozo tras un recorrido en bici por el Paseo Nuevo. "Estaba esperando a que dieran las diez para cogerla e irme. No me lo podía creer", afirmó esta mujer que, aunque vive sola, en ningún momento se ha sentido como tal. "He tenido cosas que hacer. Tengo la casa como la patena. He echado de menos no poder ir donde la ama a darle un beso, que tiene 101 años, y no estar con mis nietos. Eso sí, no vuelvo a ordenar la casa hasta que no me lleven con los pies por delante", bromeó.

La tónica vivida en Donostia se repetía en muchos municipios: en Jaizkibel, los ciclistas de Oarsoaldea aprovechaban para hacer kilómetros; en la costa, las playas de Zarautz o la zona de Algorri, en Zumaia, se llenaban de paseantes necesitados de oxígeno, mientras en Tolosa el punto de encuentro en la distancia era el paseo San Francisco. En Beasain muchos optaban por Usurbe y Murumendi para estirar las piernas, mientras que en Eibar otros tantos lo hacían con Arrate.

Cualquier opción era válida para volver a sentir el placer de salir.

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