Imagen: El Salto |
La Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales recoge 629 incidentes contra el colectivo en 2017. La mayoría de los reportes de incidentes se refieren a situaciones sufridas por hombres gais, mientras que personas bisexuales, trans o mayores de 51 apenas reportan la LGTBfobia. La activista Maribel Torregrosa, mujer trans y lesbiana, fue agredida en la calle en 2016: “A pesar de mi empoderamiento y de invisibilidad soy vulnerable”.
Patricia Reguero | El Salto, 2018-11-29
https://www.elsaltodiario.com/lgtbiq/las-victimas-invisibles-de-la-violencia-lgtbfobica-personas-bixesuales-mujeres-trans-y-mayores
Un total de 629 casos de delitos de odio e incidentes discriminatorios en 2017, de los que 332 han sido analizados por un observatorio por contar con información suficiente para analizarlos. Es la cifra que recoge el informe ‘La cara oculta de la violencia hacia el colectivo LGTBI - Informe delitos de odio e incidentes discriminatorios al colectivo LGTBI 2018’, y que especifica que el 73% de las víctimas de estos incidentes fueron hombres gais. El resto son mujeres lesbianas, en un porcentaje del 21%, seguidas por un 8% de personas transexuales y un 2% de personas bisexuales. El informe recopila los incidentes y delitos que a lo largo de 2017 recogieron ALAS, COGAM, Gamá, Lambda, Ojalá y Somos, además del Observatori contra l’homofobia de Catalunya.
El hecho de que sean hombres gais quienes están detrás de la mayoría de los incidentes reflejados indica “que hay un empoderamiento, están reconocidos y se sienten legitimados para denunciar”, ha explicado Violeta Assiego Cruz, una de las autoras del informe. Según Assiego, lo importante del informe que se ha presentado este jueves no son tanto las cifras como la ausencia de ellas.
Entre los aspectos que destaca esta investigadora está la edad de las víctimas: quienes se siente empoderados para denunciar estas violencias tienen edades comprendidas entre los 18 y los 35 años en un porcentaje de un 53%: “Es decir, se trata de personas nacidas en democracia”, ha explicado. Las personas mayores de 51, en cambio, suponen solo un 4%: “Las personas mayores tienen un alto grado de hermetismo y autoimposición y nos encontramos con datos escalofriantes, como los de algunas personas ni siquiera se revelan como LGTB ante su médico de cabecera”.
Entre los datos más preocupantes, Assiego ha señalado el alto porcentaje de incidentes que se registran en lo que debe ser el entorno de seguridad de cualquier persona: el hogar, el portal, el barrio. “Una característica del colectivo LGTB es que muchas veces no compartimos esta característica con nuestra familia, como ocurre a otros colectivos vulnerables como las personas racializadas”, ha explicado. Por eso, “en muchas ocasiones la familia es el primer entorno hostil y nos causa mucho sufrimiento”.
Entre las zonas de sombra se encuentra también el mundo rural: el 71% de los casos registrados tuvo lugar en una gran ciudad, algo que lleva a preguntarse, han explicado las responsables del informe, si este hecho tiene que ver con la posibilidad de conservar el anonimato, y la accesibilidad de recursos.
En la presentación del informe la acompañaban Jennifer Rebollo, gerente de la FELGT, Jesús Generelo, responsable del Observatorio Redes Contra el Odio, y Maribel Torregrosa, activista y promotora de igualdad, que han insistido en la necesidad de acelerar la tramitación de la Ley de Igualdad LGTBI. Generelo ha llamado a tomar con prudencia las cifras y ha puesto el valor en “el esfuerzo en colaborar con otras asociaciones para poner de manifiesto violencias invisibles”. Porque la violencia LGTBfófica es una violencia infradenunciada. Algunos organismos como la Agencia Europea de Derechos Fundamentales estiman que solo se denuncian en torno a un 10% de las agresiones.
Carne de cañón
“Yo he sido un dato”, ha explicado Maribel Torregrosa, coach, activista, promotora de Igualdad y mujer trans. “Fui un dato, pero es un dato de alguna manera necesario”. A Torregrosa la dejaron inconsciente de un puñetazo en 2016. Tenía 59 años y sintió culpa. “Tenía culpa por haberme desprotegido y no haber podido impedir que me sucediera la agresión”, ha contado.
“Hace diez años que salí del armario, y esa visibilidad que es necesaria, pero también es necesario ser visible como víctima”, asegura. Torregrosa denunció en comisaría, donde encontró cierta reticencia a registrar su caso como delito de odio. “Había conseguido llegar a los 59 sin que me zurraran, pero me di cuenta de que a pesar de mi empoderamiento y de mi visibilidad soy vulnerable, como mujer y como persona trans soy carne de cañón”.
Su caso ocurrió en 2016 y no es uno de los que cuenta el informe, en el que sí está la agresión a una pareja de mujeres delante de su hija de corta edad por parte de un grupo de chicos jóvenes tras verlas darse un beso. O la paliza a un hombre iniciada por parte de un hombre y su hijo, que agarraron a la víctima por el cuello, la inmovilizaron y empezaron a pegarle puñetazos y patadas a las que luego se sumaron otras personas. Una agresión sexual. Hay también tres casos de revelación a terceros de la orientación sexual, entre ellos el de una socorrista que increpó públicamente a un cliente de un club de natación para que “revelara” su orientación sexual. Y pintadas homófobas. Y denegación de servicios comerciales, como el que tuvo lugar en una tienda de ropa cuando un empleado le soltó a una mujer trans al querer probarse un vestido que “por ley está prohibido que un hombre se vista de mujer”.
“La LGTBfobia sigue campando a sus anchas y por eso necesitamos con urgencia un marco legal que nos proteja”, ha recordado la presidenta de la FELGTB, Uge Sangil, sobre la Ley de Igualdad LGTB. Ignacio Sola, director general para la Igualdad de Trato y no discriminación ha recogido el guante: “Los delitos de odio no solo atentan contra las víctimas sino que lo hacen contra la convivencia y empobrecen a la sociedad”.
El hecho de que sean hombres gais quienes están detrás de la mayoría de los incidentes reflejados indica “que hay un empoderamiento, están reconocidos y se sienten legitimados para denunciar”, ha explicado Violeta Assiego Cruz, una de las autoras del informe. Según Assiego, lo importante del informe que se ha presentado este jueves no son tanto las cifras como la ausencia de ellas.
Entre los aspectos que destaca esta investigadora está la edad de las víctimas: quienes se siente empoderados para denunciar estas violencias tienen edades comprendidas entre los 18 y los 35 años en un porcentaje de un 53%: “Es decir, se trata de personas nacidas en democracia”, ha explicado. Las personas mayores de 51, en cambio, suponen solo un 4%: “Las personas mayores tienen un alto grado de hermetismo y autoimposición y nos encontramos con datos escalofriantes, como los de algunas personas ni siquiera se revelan como LGTB ante su médico de cabecera”.
Entre los datos más preocupantes, Assiego ha señalado el alto porcentaje de incidentes que se registran en lo que debe ser el entorno de seguridad de cualquier persona: el hogar, el portal, el barrio. “Una característica del colectivo LGTB es que muchas veces no compartimos esta característica con nuestra familia, como ocurre a otros colectivos vulnerables como las personas racializadas”, ha explicado. Por eso, “en muchas ocasiones la familia es el primer entorno hostil y nos causa mucho sufrimiento”.
Entre las zonas de sombra se encuentra también el mundo rural: el 71% de los casos registrados tuvo lugar en una gran ciudad, algo que lleva a preguntarse, han explicado las responsables del informe, si este hecho tiene que ver con la posibilidad de conservar el anonimato, y la accesibilidad de recursos.
En la presentación del informe la acompañaban Jennifer Rebollo, gerente de la FELGT, Jesús Generelo, responsable del Observatorio Redes Contra el Odio, y Maribel Torregrosa, activista y promotora de igualdad, que han insistido en la necesidad de acelerar la tramitación de la Ley de Igualdad LGTBI. Generelo ha llamado a tomar con prudencia las cifras y ha puesto el valor en “el esfuerzo en colaborar con otras asociaciones para poner de manifiesto violencias invisibles”. Porque la violencia LGTBfófica es una violencia infradenunciada. Algunos organismos como la Agencia Europea de Derechos Fundamentales estiman que solo se denuncian en torno a un 10% de las agresiones.
Carne de cañón
“Yo he sido un dato”, ha explicado Maribel Torregrosa, coach, activista, promotora de Igualdad y mujer trans. “Fui un dato, pero es un dato de alguna manera necesario”. A Torregrosa la dejaron inconsciente de un puñetazo en 2016. Tenía 59 años y sintió culpa. “Tenía culpa por haberme desprotegido y no haber podido impedir que me sucediera la agresión”, ha contado.
“Hace diez años que salí del armario, y esa visibilidad que es necesaria, pero también es necesario ser visible como víctima”, asegura. Torregrosa denunció en comisaría, donde encontró cierta reticencia a registrar su caso como delito de odio. “Había conseguido llegar a los 59 sin que me zurraran, pero me di cuenta de que a pesar de mi empoderamiento y de mi visibilidad soy vulnerable, como mujer y como persona trans soy carne de cañón”.
Su caso ocurrió en 2016 y no es uno de los que cuenta el informe, en el que sí está la agresión a una pareja de mujeres delante de su hija de corta edad por parte de un grupo de chicos jóvenes tras verlas darse un beso. O la paliza a un hombre iniciada por parte de un hombre y su hijo, que agarraron a la víctima por el cuello, la inmovilizaron y empezaron a pegarle puñetazos y patadas a las que luego se sumaron otras personas. Una agresión sexual. Hay también tres casos de revelación a terceros de la orientación sexual, entre ellos el de una socorrista que increpó públicamente a un cliente de un club de natación para que “revelara” su orientación sexual. Y pintadas homófobas. Y denegación de servicios comerciales, como el que tuvo lugar en una tienda de ropa cuando un empleado le soltó a una mujer trans al querer probarse un vestido que “por ley está prohibido que un hombre se vista de mujer”.
“La LGTBfobia sigue campando a sus anchas y por eso necesitamos con urgencia un marco legal que nos proteja”, ha recordado la presidenta de la FELGTB, Uge Sangil, sobre la Ley de Igualdad LGTB. Ignacio Sola, director general para la Igualdad de Trato y no discriminación ha recogido el guante: “Los delitos de odio no solo atentan contra las víctimas sino que lo hacen contra la convivencia y empobrecen a la sociedad”.
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