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En ocasión de la salida de su libro más reciente, “La dominación masculina”, el sociólogo Pierre Bourdieu concedió a un semanario francés una larga entrevista en cinco partes, una de las cuales aborda el tema de la homosexualidad. En ella revisa de manera perspicaz los mitos que sustentan y buscan legitimar la discriminación sexual, la cuestión polémica del reconocimiento de las parejas de hecho, y propone una estrategia para integrar la lucha de las “minorías” a un combate social más amplio.
Catherine Portevin y Jean Philippe Pisanias / Traducción de Carlos Bonfil | Letra S, Jornada, 2000-06-01
[Tomado de la revista francesa “Telerama”, 1998-08-12]
http://www.jornada.unam.mx/2000/06/01/ls-bourdieu.html
Recogido también por:
Entrevista a Pierre Bourdieu: La transgresión gay y dominación masculina
Catherine Portevin y Jean Philippe Pisanias / Traducción de Carlos Bonfil | Ssociólogos, 2013-05-12
http://ssociologos.com/2013/05/12/entrevista-a-pierre-bourdieu-la-transgresion-gay-y-dominacion-masculina/
Para descalificar a la homosexualidad se le denuncia como una práctica contraria a la naturaleza. Usted señala que la naturaleza no tiene nada que ver con eso.
Por supuesto que no. Se trata en primer término de una construcción social e histórica: la división estricta entre heterosexuales y homosexuales se cristalizó muy recientemente, después de 1945. Antes de eso, los heterosexuales podían, eventualmente, tener prácticas homosexuales. Pero en nuestro sistema simbólico, el contacto sexual activo sigue siendo el único en conformidad con la “naturaleza” del hombre, ya que la sexualidad pasiva aparece como típicamente femenina. La oposición activo/pasivo, penetrador, penetrado/a, identifica el contacto sexual con una lógica de dominación (el penetrador es el que domina). De este modo, al homosexual se le feminiza por participar en una relación sexual que sólo corresponde a una mujer. En este sentido, va en contra de la naturaleza. Transgrede esta frontera que los Romanos conocían muy bien: si bien la homosexualidad activa con un esclavo era tolerable, cualquier relación pasiva era evidentemente monstruosa. En realidad, “contra la naturaleza” sólo quiere decir: contra la jerarquía social. Por ello, mientras el dominador se conduzca como tal, todo está bien. Pero si adopta las prácticas por las que es susceptible de volverse dominado, entonces ya nada está bien.
En las parejas gay encontramos la misma lógica: se puede ser homosexual activo, pero no pasivo. Algunos homosexuales, hombres y mujeres, reproducen en la pareja la jerarquía masculino/femenino.
¿Bajo qué condiciones podría reconocerse entonces a la pareja homosexual como una alternativa al modelo dominante?
Es muy complicado porque esta reivindicación es ambigua: a un mismo tiempo la más subversiva y la más conformista que quepa imaginar. Es muy conformista porque alienta a los homosexuales a ingresar en el orden y a actuar como todo mundo, aunque un sector de ellos se muestra hostil a esta normalización social. No existe sin embargo otra normalización que la del reconocimiento por parte del estado. Un hombre muy culto, sin un reconocimiento escolar, siempre se verá cuestionado en su cultura. De igual modo, a una pareja homosexual en unión libre no se le reconocen socialmente, con plenitud, los derechos elementales (protección social, derecho de sucesión, etcétera) que le corresponden.
Como el matrimonio es esa cosa sagrada que conocemos, investida de valores simbólicos extremadamente vigorosos, el hecho de reclamar, en tanto homosexual, el derecho a la unión pública oficialmente reconocida, jurídicamente sancionada, dinamita todas las representaciones.
¿Por qué se ha comprometido usted con el movimiento lésbico-gay?
El punto de partida fue una carta que recibí de un homosexual que trabajaba en Air France: “¿Si a mis colegas heterosexuales les hacen descuentos cuando salen de vacaciones con sus compañeras -protestaba-, por qué debo pagar una tarifa completa cuando viajo con mi compañero?” Los homosexuales son, de hecho, ciudadanos de segundo nivel. Entonces, cuando alguien enarbola la amenaza del “comunitarismo” (1) para rechazar sus demandas, me cuesta trabajo ver en ello algo más que una auténtica mala fe, producto de un resabio católico, a menudo inconsciente y mal asumido, que autoriza una forma de discriminación. No hay para mí equívoco alguno. Es como si a los homosexuales se les negara asistir a la escuela. Es algo del mismo orden.
La última frase de su libro "La dominación masculina" convoca abiertamente a los homosexuales a integrarse a “la vanguardia de los movimientos políticos y científicos subversivos”. ¿Qué significa esto?
Lo esencial era decir: no se mantengan aislados. Dado que por razones sociológicas, los homosexuales (al menos sus líderes) poseen un capital cultural considerable, podrían jugar un papel en el trabajo de subversión simbólica indispensable para el progreso social. Act up es prodigiosamente inventivo (2). Los movimientos sociales podrían beneficiarse con esta capacidad inventiva, pues aunque saben organizar manifestaciones, y hacer pancartas y slogans y canciones, de modo ritual, en realidad son poco creativos… Para serlo, es necesario poseer un capital cultural. La idea de petición fue inventada por los intelectuales; cuando los médicos manifiestan suelen ser imaginativos; y finalmente, porque había imaginación entre los líderes del movimiento de desempleados en Francia, gente con un fuerte capital cultural, éstos se atrevieron a ocupar lugares simbólicos como la Escuela Normal Superior.
¿Y aún más que la marcha del orgullo gay, lo subversivo para los homosexuales sería participar en los movimientos sociales?
Exacto. La marcha del orgullo gay es subversiva en un orden simbólico puro. Pero eso no basta. Los gays y los desempleados, por ejemplo, no se comunican con facilidad entre sí. El movimiento gay se organiza en torno de demandas que se consideran privadas, y esto le parece sospechoso a una tradición sindical que se construye en contra de lo particular, de la esfera personal, de ese territorio privado del cual justamente intentan desprender al militante.
(1) Sistema de organización social y política que reconoce la existencia de comunidades étnicas, religiosas o sexuales con derechos específicos, lo cual contradice en principio la definición de un ciudadano abstracto sobre la cual se funda la república francesa.
(2) Act up (Action to Unleash Power, acción para desatar el poder). Movimiento radical de origen neoyorkino, cuya variante francesa se ocupa también de los derechos y demandas de las minorías sexuales y en particular de las personas seropositivas.
Por supuesto que no. Se trata en primer término de una construcción social e histórica: la división estricta entre heterosexuales y homosexuales se cristalizó muy recientemente, después de 1945. Antes de eso, los heterosexuales podían, eventualmente, tener prácticas homosexuales. Pero en nuestro sistema simbólico, el contacto sexual activo sigue siendo el único en conformidad con la “naturaleza” del hombre, ya que la sexualidad pasiva aparece como típicamente femenina. La oposición activo/pasivo, penetrador, penetrado/a, identifica el contacto sexual con una lógica de dominación (el penetrador es el que domina). De este modo, al homosexual se le feminiza por participar en una relación sexual que sólo corresponde a una mujer. En este sentido, va en contra de la naturaleza. Transgrede esta frontera que los Romanos conocían muy bien: si bien la homosexualidad activa con un esclavo era tolerable, cualquier relación pasiva era evidentemente monstruosa. En realidad, “contra la naturaleza” sólo quiere decir: contra la jerarquía social. Por ello, mientras el dominador se conduzca como tal, todo está bien. Pero si adopta las prácticas por las que es susceptible de volverse dominado, entonces ya nada está bien.
En las parejas gay encontramos la misma lógica: se puede ser homosexual activo, pero no pasivo. Algunos homosexuales, hombres y mujeres, reproducen en la pareja la jerarquía masculino/femenino.
¿Bajo qué condiciones podría reconocerse entonces a la pareja homosexual como una alternativa al modelo dominante?
Es muy complicado porque esta reivindicación es ambigua: a un mismo tiempo la más subversiva y la más conformista que quepa imaginar. Es muy conformista porque alienta a los homosexuales a ingresar en el orden y a actuar como todo mundo, aunque un sector de ellos se muestra hostil a esta normalización social. No existe sin embargo otra normalización que la del reconocimiento por parte del estado. Un hombre muy culto, sin un reconocimiento escolar, siempre se verá cuestionado en su cultura. De igual modo, a una pareja homosexual en unión libre no se le reconocen socialmente, con plenitud, los derechos elementales (protección social, derecho de sucesión, etcétera) que le corresponden.
Como el matrimonio es esa cosa sagrada que conocemos, investida de valores simbólicos extremadamente vigorosos, el hecho de reclamar, en tanto homosexual, el derecho a la unión pública oficialmente reconocida, jurídicamente sancionada, dinamita todas las representaciones.
¿Por qué se ha comprometido usted con el movimiento lésbico-gay?
El punto de partida fue una carta que recibí de un homosexual que trabajaba en Air France: “¿Si a mis colegas heterosexuales les hacen descuentos cuando salen de vacaciones con sus compañeras -protestaba-, por qué debo pagar una tarifa completa cuando viajo con mi compañero?” Los homosexuales son, de hecho, ciudadanos de segundo nivel. Entonces, cuando alguien enarbola la amenaza del “comunitarismo” (1) para rechazar sus demandas, me cuesta trabajo ver en ello algo más que una auténtica mala fe, producto de un resabio católico, a menudo inconsciente y mal asumido, que autoriza una forma de discriminación. No hay para mí equívoco alguno. Es como si a los homosexuales se les negara asistir a la escuela. Es algo del mismo orden.
La última frase de su libro "La dominación masculina" convoca abiertamente a los homosexuales a integrarse a “la vanguardia de los movimientos políticos y científicos subversivos”. ¿Qué significa esto?
Lo esencial era decir: no se mantengan aislados. Dado que por razones sociológicas, los homosexuales (al menos sus líderes) poseen un capital cultural considerable, podrían jugar un papel en el trabajo de subversión simbólica indispensable para el progreso social. Act up es prodigiosamente inventivo (2). Los movimientos sociales podrían beneficiarse con esta capacidad inventiva, pues aunque saben organizar manifestaciones, y hacer pancartas y slogans y canciones, de modo ritual, en realidad son poco creativos… Para serlo, es necesario poseer un capital cultural. La idea de petición fue inventada por los intelectuales; cuando los médicos manifiestan suelen ser imaginativos; y finalmente, porque había imaginación entre los líderes del movimiento de desempleados en Francia, gente con un fuerte capital cultural, éstos se atrevieron a ocupar lugares simbólicos como la Escuela Normal Superior.
¿Y aún más que la marcha del orgullo gay, lo subversivo para los homosexuales sería participar en los movimientos sociales?
Exacto. La marcha del orgullo gay es subversiva en un orden simbólico puro. Pero eso no basta. Los gays y los desempleados, por ejemplo, no se comunican con facilidad entre sí. El movimiento gay se organiza en torno de demandas que se consideran privadas, y esto le parece sospechoso a una tradición sindical que se construye en contra de lo particular, de la esfera personal, de ese territorio privado del cual justamente intentan desprender al militante.
(1) Sistema de organización social y política que reconoce la existencia de comunidades étnicas, religiosas o sexuales con derechos específicos, lo cual contradice en principio la definición de un ciudadano abstracto sobre la cual se funda la república francesa.
(2) Act up (Action to Unleash Power, acción para desatar el poder). Movimiento radical de origen neoyorkino, cuya variante francesa se ocupa también de los derechos y demandas de las minorías sexuales y en particular de las personas seropositivas.
DOCUMENTACIÓN
La transgression gay / Pierre Bourdieu Entretien avec Catherine Portevin et Jean-Philippe Pisanias, Télérama, n. 2535 (1998-08-12)
http://www.homme-moderne.org/societe/socio/bourdieu/Btele984.html
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