domingo, 31 de diciembre de 2000

#libros #periodismo | El sexo de la noticia : reflexiones sobre el género en la información y recomendaciones de estilo

El sexo de la noticia : reflexiones sobre el género en la información y recomendaciones de estilo / Elvira Altés Rufias, Joana Gallego Ayala, Marta Bach Arús, Marta Plujà Calderón, Montserrat Puig Mollet
Barcelona : Icaria, 2000 [12]
138 p.
Colección: Akademeia. Sociedad y Opinión ; 4

ISBN 9788474265064
/ ES / ENS
/ Género / Lenguaje / Libros de estilo / Mujeres / Medios de comunicación social / Periodismo / Sexismo
Biblioteca UPV/EHU
http://millennium.ehu.es/record=b1384055~S1*spi

Este libro nos descubre la enorme desigualdad que existe en el tratamiento del género y la carencia de reflexiones sobre usos correctos, que ayuden, a quien redacte una información, a tener en cuenta que el proceso de incorporación de las mujeres al mundo profesional y laboral ha comportado toda una serie de cambios en el lenguaje y en la sociedad. Para evitar estilos y normas que pueden considerarse obsoletas, se han unificado esfuerzos desde la Associació de Dones Periodistes de Catalunya, y mediante un grupo de trabajo se ha estudiado la presencia y ausencia de las mujeres en los medios de comunicación, y lo que es muy significativo, el desconcierto que existe en la profesión en cuestiones de género. Esta obra supone una herramienta de trabajo indispensable que ayuda a incorporar la perspectiva de género en la información, con el fin de romper la secular inercia de tratar con desigualdad a las mujeres, cuando son objetos o sujetos de la propia información periodística.

martes, 31 de octubre de 2000

#libros #masculinidad | Nuevas masculinidades

Nuevas masculinidades / Marta Segarra y Àngels Carabí (eds.)
Barcelona : Icaria, 2000 [10]
189 p.
Colección: Akademeia. Mujeres y culturas ; 2
ISBN 9788474264852 / 16 €

/ ES / ENS / REC
/ Cine / Filosofía / Género / Homosexualidad / Masculinidad / Psicología / Travestismo
Biblioteca UPV/EHU
https://millennium.ehu.es/record=b1391806~S1*spi

Aunque el «hombre» ha sido siempre el termino neutro de la humanidad, los estudios de género demuestran que «no se nace hombre, uno se convierte en hombre», es decir, que el patrón masculino se conforma según una construcción cultural. Tanto en España como en otros países, han surgido grupos de investigación sobre la condición masculina que ponen en cuestión dicho modelo. Este libro, segundo de la serie Mujeres y culturas, pretende no sólo efectuar una crítica de la masculinidad tradicional, considerada hoy en día por muchos como represiva y nociva tanto para los hombres como para las mujeres, sino también aportar sugerencias para establecer las estrategias que necesita la construcción de nuevas masculinidades más libres, ricas y plurales. Reúne ensayos que parten de la psicología, la filosofía, los estudios culturales y el análisis fílmico para dar una visión global y constructiva de este debate.

SUMARIO
7 / Prólogo
15 / I. Construyendo nuevas masculinidades: una introducción / Àngels Carabí
29 / II. De la facultad de ver al derecho de mirar /Victoria Sau
41 / III. Varones, género y salud mental: deconstruyendo la «normalidad» masculina / Luis Bonino
65 / IV. De «eterna ironía de la comunidad» a sujeto del discurso: mujeres y creación cultural / Alicia H. Puleo
83 / V. Masculinidad y violencia / Cristina Alsina y Laura Borràs Castanyer
103 / VI. Masculinidad y etnicidad: las representaciones racistas y el mito del violador negro / Sabrina Brancato
121 / VII. La homosexualidad masculina, el espacio cultural entre masculinidad y feminidad, y preguntas ante una «crisis» / Rodrigo Andrés
133 / VIII. Del carnaval al drag: la extraña relación entre masculinidad y travestismo / Annalisa Mirizio
151 / IX. Modelos de masculinidad y medios de comunicación / Marta Segarra
177 / X. La masculinidad en el cine clásico: la figura de la redención / Mercè Coll

domingo, 1 de octubre de 2000

#libros #educacion | Sexualidades e institución escolar

Sexualidades e institución escolar / Debbie Epstein, Richard Johnson ; traducción de Roc Filella Escolà
Madrid : Morata, 2000 [10-01]
232 p. / Bibliogr.: p. 213-222
Colección: Educación crítica
ISBN 9788471124449 / 18 €

/ ES / EN* / ENS
/ Educación / Diversidad sexual / Feminismo / Género / Identidades / LGTB / Liberación sexual / Psicología / Sexismo en educación / Sexualidad / Sociología
Biblioteca UPV/EHU
https://millennium.ehu.es/record=b1369098~S1*spi

Esta obra saca a la luz esos principios sobre la sexualidad que son de sentido común y que nos han enseñado a dar por supuestos. Las distinciones entre heterosexual y homosexual están entre nuestras diferencias sexuales más sorprendentes, y son fundamentales para los mecanismos de disciplina y exclusión en los discursos y prácticas sociales dominantes. En las instituciones escolares y en otros contextos, estas cuestiones están sujetas a inhibiciones y miedos; y a ello se añade una gran pobreza en la información con la que se trabaja, cuando no importantes e interesadas distorsiones y manipulaciones en los datos. Debbie Epstein y Richard Johnson colaboran en la construcción de estrategias y discursos contrahegemónicos poniendo de manifiesto las implicaciones de los actuales debates sobre la sexualidad en las instituciones escolares. Plantean y responden a cuestiones controvertidas como: ¿Hasta qué punto la escolarización está influida por los debates públicos y los escándalos en torno a la sexualidad? ¿Cuál es el impacto del feminismo y de los movimientos de gays y lesbianas? ¿Qué papel desempeñan los centros de enseñanza en la construcción de las distintas identidades, incluidas las sexuales? ¿Por qué la educación sexual es tan “imposible” en los colegios? ¿Qué estrategias podrían mejorar el actual estado de dicha educación?. Nos hallamos ante un libro escrito con un lenguaje accesible, pero riguroso y con una sólida argumentación, que resultará de indudable interés para el profesorado y todas aquellas personas dedicadas a cuestiones de política educativa, género, sexualidad y estudios culturales.

Debbie Epstein es Catedrática de Women's Studies and Education en el Instituto de Educación de la Universidad de Londres.

Richard Johnson es Catedrático de Cultural Studies en la Nottingham Trent University, en el Reino Unido. Fue Director del Centre for Contemporary Cultural Studies en la Universidad de Birmingham en el período 1980-1988.

DOCUMENTACIÓN
¿Quién es gay, lesbiana o bisexual?, ¿qué utilidad tienen esas etiquetas?
Bloc de Ediciones Morata, 2013-07-02

http://www.edmorata.es/nuestro-bloc/quien-es-gay-lesbiana-o-bisexual-que-utilidad-tienen-esas-etiquetas
¿Es necesario un Orgullo gay (LGTB)?
Bloc de Ediciones Morata, 2012-06-28

http://www.edmorata.es/nuestro-bloc/es-necesario-un-orgullo-gay-lgtb

miércoles, 13 de septiembre de 2000

hemeroteka | ¿Pero hay una literatura homosexual?

Imagen: Google Imágenes | Javi Cuho y Van Durán, autores de "El Esclavo de la Rosa", firmando ejemplares en Librería Berkana
¿Pero hay una literatura homosexual?
Luis Antonio de Villena | El Cultural | El Mundo, 2000-09-13


Acontecimientos y nombres de los mass media han producido la vitalidad y el morbo de la salida del armario que ha cambiado -y cambiará más- modos y modas en la vida misma, desde el periodismo a la literatura y la cultura más alta. Es cierto que la lentejuela se mezcla con el antiguo mármol. Y así, mientras hay quien esperará el libro de Boris Izaguirre sobre el glamour (y Boris podría ser bastante más que un showman) otros se quedan con ese libro, más serio de lo que parece, Escuela de Glamour (Plaza & Janés) de Miss Shangay Lily, encantador caballero...

El libro Homografías (Espasa) de Ricardo Llamas y Francisco Javier Vidarte (quizás también Salir del armario del no menos comprometido Alfonso Llopart) abren un apartado nuevo en el ensayismo español, no falto de afán provocativo. No es que abran el ensayismo gay y lésbico que, naturalmente, ya existía, sino que se meten, con tacones, en su sendero más cotidiano. Homografías es un libro desigual en todos los sentidos (yo me quedaría con capítulos como “Urinarios” o “Nefandarios”) pero resulta el reflejo ensayístico más próximo a una realidad, muy antigua, y cada vez más emergente: El mundo en el que viven y piensan hombres y mujeres gays y lesbianas -se supone que homosexual es un término de connotaciones decimonónicas- y que puesto que, a diario, se vuelve más visible y pensable, no puede dejar de ser, entre otras cosas, objeto de cine, ficción, arte y literatura.

En Estados Unidos existen desde hace casi dos décadas -en el mundo universitario- cátedras de Estudios gays y lésbicos. En España hay ya una revista (entre otras más frívolas), “Reverso” dirigida por Jaime del Val, que sigue esa línea más académica.

Lo nefando y la transgresión

Por supuesto que, en el siglo XX, ha habido -antes de las salidas del armario- una literatura gay o lésbica de gran calado escritural. En Francia, André Gide (premio Nobel de 1947) y el aún vivo Roger Peyrefitte (por cierto, se acaba de reeditar y retraducir, en España, su más que clásica Las amistades particulares) fueron homosexuales visibles, notorios y -en el caso de Gide- aureolado de enorme prestigio. Libros suyos como Corydon -un ensayo sobre la homosexualidad, cuya traducción española prologó Gregorio Marañón- eran símbolos de una literatura que hablaba con naturalidad de lo nefando, sin borrar del todo la transgresión. Porque casi toda la literatura homosexual de este siglo que acaba, desde El cuarto de Giovanni de James Baldwin o La ciudad y el pilar de sal de Gore Vidal (por hablar de títulos muy clásicos) o, desde el lado femenino, textos -menos evidentes- de Gertrude Stein, de Willa Cather o incluso de Colette, han partido de la idea -esos textos, esa literatura- de que lo homosexual debía ser literariamente hondo y preferentemente perturbador: Forster, Virginia Woolf, Proust...

Nuevo costumbrismo gay

¿Existía entonces, desde antiguo, una literatura homosexual? ¿O lo homosexual -masculino o femenino- era solo un tema que, eso si, implicaba transgresión, ataque a la normalidad, marginación asumida? Creo que no hay una literatura homosexual, por la muy sencilla razón de que un tema jamás ha cimentado la existencia (formal, estructural, estilística, idiomática) de una literatura. Pero es obvio que el tema gay ha aumentado poderosísimamente, perdiendo a la par parte de su condición transgresora. Qué enorme diferencia -literaria- existe entre Pompas fúnebres de Jean Genet o Los muchachos salvajes de William Burroughs (libros bellísimos y terribles) comparados con las novelas que están inaugurando el mayor costumbrismo gay, tal las últimas y recientes de David Leavitt, Junto al pianista, o del británico Alan Hollinghurst, El hechizo (Anagrama). Estas últimas -bien hechas- no tienen otra novedad que el tratamiento de su tema: líos amorosos gays narrados con entera naturalidad, pero en un estilo plano que nos retrotrae a un concepto bastante anticuado y algo pobre de la literatura. Y así lo que es bueno a nivel de vida cotidiana (la normalización de la vida homosexual) no lo es tanto al nivel de la escritura.

Lectores insatisfechos

La editorial española Egales, que publica muchas novelas -españolas o extranjeras- sólo por su clara temática gay, explica razonadamente que existe un público lector que anhela ver reflejado (en letra o en cine) lo que antes no podía verse ni decirse. El problema vendrá cuando, una vez visto todo eso, el amante de lo realmente literario se vuelva insatisfecho. En esa línea testimonial han sido un éxito aquí, novelas como Algún día te escribiré esto de Luis Algorri (Egales) o Una playa muy lejana de Pedro Menchén (Libros de la Frontera). Por supuesto que, entre nosotros, ha habido una muy importante tradición gay antes de llegar a hoy. Novelas como Las locas de postín -1919- de Alvaro Retana o El Angel de Sodoma -1928- del cubano, afincado en España, Alfonso Hernández-Catá, abrirían un camino (lleno de sobresaltos, desde luego) que pasa por Los placeres prohibidos de Luis Cernuda, El público de García Lorca o la obra entera (Valentín o Heraclés son libros más que espléndidos) del injustamente casi olvidado Juan Gil-Albert. Luego llegarían Juan Goytisolo (su blasfematoria y atractiva Carajicomedia está en la otra cara de la moneda del costumbrismo gay) Terenci Moix o Eduardo Mendicutti, entre los cinco más reconocibles. Por ahora brota lo femenino más tímidamente -Esther Tusquets es más mencionada, en este tema, en las universidades norteamericanas que en España- y la gran eclosión latinoamericana desde el nombre hoy emblemático de Reinaldo Arenas, hasta el peruano Jaime Bayly, que hizo estupendas novelas orales con No se lo digas a nadie o La noche es virgen (Anagrama) para perderse después en novelas menos gays y excesivamentes esnobs...

El riesgo de lo light

Pero también hay allí gente nueva y también el costumbrismo podría ser una amenaza: Paisaje masculino (Sudamericana) del chileno Carlos Iturra, contrasta con el libro del también chileno Jorge Pujado, Los regios de Santa Lucía, publicado aquí por Laertes. Este ensayo sobre los chicos de un barrio marginal de Santiago y su vivencia de lo gay resulta más trangresor que algunos de los relatos de Iturra...

El tema es generoso y sólo puedo apuntarlo. Faltan aún mujeres (pese al ardor de Lucía Etxebarría). Lo gay es un tema muy creciente. La literatura homosexual -que es ese tema- corre el riesgo (en algunos de los autores más nuevos, no en los de antes, en los que conocieron la represión) de volverse más light. Aunque el ensayo vigila. Ahí está el buen diccionario de Alberto Mira, Para entendernos (Ediciones de la Tempestad), que aunque con mínimos errores debidos a la prisa y a la gran ambición del conjunto, es una de las obras más notables producidas en España para el conocimiento cabal de una cultura gay y lésbica, que existe como pluralísima vida, más allá de la noble moda de salir del armario o del ligerísimo vaho morboso de la pluma televisada. Dos libros nuevos, lejanos al peligroso costumbrismo: La muerte de Tadzio (Alfaguara) de Luis G. Martín, y No llores ni tengas miedo (Egales), primera novela del cubano Luis Deulofeu... Un mundo nada nuevo pero, sí, en extraordinaria emergencia.
 

El mito de Reinaldo Arenas

Fue un escritor siempre disidente, siempre inquieto, vitalista y atormentado. Lo dijo él con el puntito de exageración que amaba: Niñez con Batista, juventud bajo Castro, libertad con el Sida. ¿Cabría mayor calamidad? Su autobiografía póstuma, Antes que anochezca (1992), traducida ya a los principales idiomas -en un culto que la película de Jullian Schnabel aumentará- no es la mejor de sus obras, pero ha cimentado el mito de un libertario contemporáneo absoluto, que huyó de Cuba en el éxodo de Mariel en 1980, con la llamada escoria, y que aspiró y logró -sin dejar de luchar- aunar su vida homosexual plural y promíscua, con la propia palabra libertad. Para Reinaldo Arenas poder ser homosexual (poder vivir sin trabas la homosexualidad) era sinónimo de una vida nueva y realmente libre.

Todavía en Cuba resultó un autor-promesa con su primera novela, Celestino antes del alba (1963). Pero ya la segunda y más conocida -El mundo alucinante- debió salir clandestinamente de la isla para publicarse, por primera vez, en su traducción francesa... La literatura toda de Arenas (novela, cuento, poesía) es excesiva y está tocada por un aura desbordante, donde lo sublime y lo sórdido, lo exquisito y lo vulgar, se amalgaman potentes. A veces brilla su estilo y a veces chirría.

Cuando abandonó para siempre La Habana (se suicidó en Nueva York, a finales de 1990, tenía 47 años y el sida no le dejaba vivir) Reinaldo escribió más libremente, pero no dejó de amar todas las posibilidades del cuerpo masculino y las fronteras todas de la libertad. Su obra puede ser desigual (El mundo alucinante es mejor que El palacio de las blanquísimas mofetas) pero lo que no varía en Reinaldo Arenas -cubano, cubanísimo- es la pasión continua: por la vida, por la escritura, por la homosexualidad. Por eso es hoy una figura emblemática de la liberación. De cualquier liberación. Su testamento termina diciendo: “Cuba será libre. Yo ya lo soy”.

Diccionario

Alberto Mira publicó el otoño pasado Para entendernos, diccionario de cultura homosexual, gay y lésbica. Se trata de un libro serio y bien documentado en el que el autor ha seleccionado las entradas, casi un millar, partiendo de dos reglas fundamentales: relevancia y representatividad. Hay nombres propios, conceptos y lugares geográficos, aunque "los armarios se han respetado". He aquí, extractadas, algunas voces:
 

> Albertine, estrategia: Uno de los modos más extendidos de representación de la homosexualidad antes de la aparición de la literatura gay. El término proviene de un personaje de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust.
> Orgullo gay: Manifestación que se celebra todos los años. En realidad hay motivos para sentirse orgulloso y estar fuera del armario, que es lo que la manifestación celebra.

> Sonetos del amor oscuro: Durante años se negó la existencia de este libro de poemas amorosos [de García Lorca] o se consideró irremisiblemente perdido. En marzo de 1984 aparecieron en el diario de derechas ABC.
> Tolerancia: Tolerancia como comprensión, es un término que encarna la actitud del liberalismo institucional ghacia la homosexualidad.
> Travestismo: Ha tenido con la homosexualidad una relación inestable desde la noche de los tiempos...

Como es lógico, el diccionario está poblado de nombres propios que han tejido la historia de nuestra cultura, entre los que vale la pena destacar alguno de ellos: Edward Albee, Vicente Aleixandre, Alejandro Magno, Pedro Almodóvar, Hans Christian Andersen, Aquiles, Francis Bacon, Balzac, Roland Barthes, Djuna Barnes, Cecil Beaton, William Beckford, Benavente, José Bianco, Paul Bowles, Bertol Brecht, Miguel Angel, Truman Capote, Jaime Chávarri, Cocteau , Colette, George Cukor, Dalí, Eliot, Gil-Albert, Gala, Gil de Biecima, Billy Holiday, Kafka,Lezama Lima, Lorca, David Leavitt, Thomas Mann, Mendicutti, Nieva,Miguel de Molina,Terenci Moix,Anáis Nin, Leopoldo María Panero, Nureyev, Pasolini, Lluis Pasqual, Alvaro Pombo, Emilio Prados, Manuel Puig, Shakespeare, Sarduy, Sócrates, Gore Vida¡, Walt Whitman, Wilde, Warhol, Wittgenstein y Yourcenar.
 

Fuente 
¿Pero hay una literatura homosexual?
Luis Antonio de Villena | El Cultural | El Mundo, 2000-09-13

lunes, 31 de julio de 2000

#libros #sociologia | La dominación masculina

La dominación masculina / Pierre Bourdieu ; traducción de Joaquín Jordá
Barcelona : Anagrama, 2000 [07]
168 p.
Colección: Argumentos ; 238
ISBN 9788433905895 / 15 €

/ ES / FR* / ENS
/ Control social / Filosofía / Género / Poder / Rol según el sexo / Sexismo / Sociología
Biblioteca UPV/EHU
http://millennium.ehu.es/record=b1345758~S1*spi

El orden de las cosas no es un orden natural contra el que nada puede hacerse, sino que es una construcción mental, una visión del mundo con la que el hombre satisface su sed de dominio. Una visión que las propias mujeres, sus víctimas, han asumido, aceptando inconscientemente su inferioridad. Pierre Bourdieu, con su descripción etnográfica de la sociedad cabileña, auténtica reserva del inconsciente mediterráneo, ofrece un instrumento extremadamente poderoso para disolver las evidencias y explorar las estructuras simbólicas de ese inconsciente antrocéntrico, que sobrevive en los hombres y en las mujeres de hoy. El resultado es una denuncia, tanto más eficaz políticamente en cuanto que científicamente fundamentada, de las muchas paradojas que las relaciones entre los géneros alimentan, así como una invitación a reconsiderar, junto a la unidad doméstica, la acción de aquellas instancias superiores (la Iglesia, la Escuela, el Estado) responsables en último término de la dominación masculina.

jueves, 1 de junio de 2000

#hemeroteca #sociologia | La transgresión gay : entrevista con el sociólogo francés Pierre Bourdieu


Imagen: Google Imágenes
La transgresión gay : entrevista con el sociólogo francés Pierre Bourdieu
En ocasión de la salida de su libro más reciente, “La dominación masculina”, el sociólogo Pierre Bourdieu concedió a un semanario francés una larga entrevista en cinco partes, una de las cuales aborda el tema de la homosexualidad. En ella revisa de manera perspicaz los mitos que sustentan y buscan legitimar la discriminación sexual, la cuestión polémica del reconocimiento de las parejas de hecho, y propone una estrategia para integrar la lucha de las “minorías” a un combate social más amplio.
Catherine Portevin y Jean Philippe Pisanias / Traducción de Carlos Bonfil | Letra S, Jornada, 2000-06-01
[Tomado de la revista francesa “Telerama”, 1998-08-12]

http://www.jornada.unam.mx/2000/06/01/ls-bourdieu.html
Recogido también por:
Entrevista a Pierre Bourdieu: La transgresión gay y dominación masculina
Catherine Portevin y Jean Philippe Pisanias / Traducción de Carlos Bonfil | Ssociólogos, 2013-05-12
http://ssociologos.com/2013/05/12/entrevista-a-pierre-bourdieu-la-transgresion-gay-y-dominacion-masculina/

Para descalificar a la homosexualidad se le denuncia como una práctica contraria a la naturaleza. Usted señala que la naturaleza no tiene nada que ver con eso.

Por supuesto que no. Se trata en primer término de una construcción social e histórica: la división estricta entre heterosexuales y homosexuales se cristalizó muy recientemente, después de 1945. Antes de eso, los heterosexuales podían, eventualmente, tener prácticas homosexuales. Pero en nuestro sistema simbólico, el contacto sexual activo sigue siendo el único en conformidad con la “naturaleza” del hombre, ya que la sexualidad pasiva aparece como típicamente femenina. La oposición activo/pasivo, penetrador, penetrado/a, identifica el contacto sexual con una lógica de dominación (el penetrador es el que domina). De este modo, al homosexual se le feminiza por participar en una relación sexual que sólo corresponde a una mujer. En este sentido, va en contra de la naturaleza. Transgrede esta frontera que los Romanos conocían muy bien: si bien la homosexualidad activa con un esclavo era tolerable, cualquier relación pasiva era evidentemente monstruosa. En realidad, “contra la naturaleza” sólo quiere decir: contra la jerarquía social. Por ello, mientras el dominador se conduzca como tal, todo está bien. Pero si adopta las prácticas por las que es susceptible de volverse dominado, entonces ya nada está bien.

En las parejas gay encontramos la misma lógica: se puede ser homosexual activo, pero no pasivo. Algunos homosexuales, hombres y mujeres, reproducen en la pareja la jerarquía masculino/femenino.

¿Bajo qué condiciones podría reconocerse entonces a la pareja homosexual como una alternativa al modelo dominante?

Es muy complicado porque esta reivindicación es ambigua: a un mismo tiempo la más subversiva y la más conformista que quepa imaginar. Es muy conformista porque alienta a los homosexuales a ingresar en el orden y a actuar como todo mundo, aunque un sector de ellos se muestra hostil a esta normalización social. No existe sin embargo otra normalización que la del reconocimiento por parte del estado. Un hombre muy culto, sin un reconocimiento escolar, siempre se verá cuestionado en su cultura. De igual modo, a una pareja homosexual en unión libre no se le reconocen socialmente, con plenitud, los derechos elementales (protección social, derecho de sucesión, etcétera) que le corresponden.

Como el matrimonio es esa cosa sagrada que conocemos, investida de valores simbólicos extremadamente vigorosos, el hecho de reclamar, en tanto homosexual, el derecho a la unión pública oficialmente reconocida, jurídicamente sancionada, dinamita todas las representaciones.

¿Por qué se ha comprometido usted con el movimiento lésbico-gay?

El punto de partida fue una carta que recibí de un homosexual que trabajaba en Air France: “¿Si a mis colegas heterosexuales les hacen descuentos cuando salen de vacaciones con sus compañeras -protestaba-, por qué debo pagar una tarifa completa cuando viajo con mi compañero?” Los homosexuales son, de hecho, ciudadanos de segundo nivel. Entonces, cuando alguien enarbola la amenaza del “comunitarismo” (1) para rechazar sus demandas, me cuesta trabajo ver en ello algo más que una auténtica mala fe, producto de un resabio católico, a menudo inconsciente y mal asumido, que autoriza una forma de discriminación. No hay para mí equívoco alguno. Es como si a los homosexuales se les negara asistir a la escuela. Es algo del mismo orden.

La última frase de su libro "La dominación masculina" convoca abiertamente a los homosexuales a integrarse a “la vanguardia de los movimientos políticos y científicos subversivos”. ¿Qué significa esto?

Lo esencial era decir: no se mantengan aislados. Dado que por razones sociológicas, los homosexuales (al menos sus líderes) poseen un capital cultural considerable, podrían jugar un papel en el trabajo de subversión simbólica indispensable para el progreso social. Act up es prodigiosamente inventivo (2). Los movimientos sociales podrían beneficiarse con esta capacidad inventiva, pues aunque saben organizar manifestaciones, y hacer pancartas y slogans y canciones, de modo ritual, en realidad son poco creativos… Para serlo, es necesario poseer un capital cultural. La idea de petición fue inventada por los intelectuales; cuando los médicos manifiestan suelen ser imaginativos; y finalmente, porque había imaginación entre los líderes del movimiento de desempleados en Francia, gente con un fuerte capital cultural, éstos se atrevieron a ocupar lugares simbólicos como la Escuela Normal Superior.

¿Y aún más que la marcha del orgullo gay, lo subversivo para los homosexuales sería participar en los movimientos sociales?

Exacto. La marcha del orgullo gay es subversiva en un orden simbólico puro. Pero eso no basta. Los gays y los desempleados, por ejemplo, no se comunican con facilidad entre sí. El movimiento gay se organiza en torno de demandas que se consideran privadas, y esto le parece sospechoso a una tradición sindical que se construye en contra de lo particular, de la esfera personal, de ese territorio privado del cual justamente intentan desprender al militante.

(1) Sistema de organización social y política que reconoce la existencia de comunidades étnicas, religiosas o sexuales con derechos específicos, lo cual contradice en principio la definición de un ciudadano abstracto sobre la cual se funda la república francesa.

(2) Act up (Action to Unleash Power, acción para desatar el poder). Movimiento radical de origen neoyorkino, cuya variante francesa se ocupa también de los derechos y demandas de las minorías sexuales y en particular de las personas seropositivas.

DOCUMENTACIÓN
La transgression gay / Pierre Bourdieu
Entretien avec Catherine Portevin et Jean-Philippe Pisanias, Télérama, n. 2535 (1998-08-12)

http://www.homme-moderne.org/societe/socio/bourdieu/Btele984.html

miércoles, 31 de mayo de 2000

#libros #testimonios | Loco afán : crónicas de sidario

Loco afán : crónicas de sidario / Pedro Lemebel.
Barcelona : Anagrama, 2000 [05].
202 p.
Colección: Contraseñas.
ISBN 9788433923820

/ ES / Crónicas
/ Activismo / Ambiente / Chile / Homosexualidad / Testimonios / VIH-Sida
TEXTO COMPLETO | Pedro Lemebel [Blog sobre el autor chileno]
http://lemebel.blogspot.com.es/
TEXTO COMPLETO | elortiba.org
http://www.elortiba.org/lemebel2.html
TEXTO COMPLETO | ISSUU
https://issuu.com/huije/docs/pedro_lemebel_-_loco_af_n

De esta fiesta sólo existe una foto, un cartón deslavado donde reaparecen los rostros colizas, lejanamente expuestos a la mirada presente. La foto no es buena, pero salta a la vista la militancia sexual del grupo que la compone. Enmarcados en la distancia, sus bocas son risas extinguidas, ecos de gestos congelados por el flash del último brindis. Frases, dichos, muecas y conchazos cuelgan del labio a punto de caer, a punto de soltar la ironía en el veneno de sus besos. La foto no es buena, está movida, pero la bruma del desenfoque aleja para siempre la estabilidad del recuerdo.

WIKIPEDIA
Loco afán: crónicas de sidario

https://es.wikipedia.org/wiki/Loco_af%C3%A1n:_cr%C3%B3nicas_de_sidario
>
RESEÑAS
Postcolonialidad y descolonialidad en ‘Loco afán. Crónicas de sidario’ de Pedro Lemebel / Jorge Lagos Caamaño · Universidad de Tarapacá.
En: Alpha (Osorno, Chile) (ISSN 0718-2201), n. 33 (2011 Diciembre)
TEXTO COMPLETO | SciELO

http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0718-22012011000200008&script=sci_arttext

#libros #mujeres #nazismo | De la resistencia y la deportación : 50 testimonios de mujeres españolas

De la resistencia y la deportación : 50 testimonios de mujeres españolas / Neus Català.
Barcelona : Península, 2000 [05].
414 p.
ISBN 9788483072837 / 19 €

/ ES / ENS / Crónicas
/ Historia – Siglo XX / Mujeres / Mujeres – Historia / Nazismo / Persecuciones políticas / Testimonios
Biblioteca UPV/EHU
http://millennium.ehu.es/record=b1334158~S1*spi

Neus Català nació en Els Guiamets ( Tarragona ) en 1915, en el seno de una faminia de campesinos. Al estallar la Guerra Civil fijó su residencia en Barcelona, donde cursó estudios de enfermería. En 1939 se exilió en Francia, donde colaboró con la Resistencia. El 11 de noviembre de 1943 fue detenida por las SS y deportada al campo de exterminio de Ravensbrück. Tras su liberación, se instaló definitivamente en Francia, donde dirigió el periódico Mujeres Antifascistas Españolas durante los años cincuenta. En la primavera de 1962 organizó el "Comité para España" de Sarcelles , a iniciativa de la liga de los derechos humanos. Su vida es un extenso tejido de las más diversas actividades y proyectos, siempre relacionados con objetivos de la lucha por la paz y los derechos de la mujer.
Neus Català fue una de las pocas supervivientes de Ravensbrück y su testimonio y el de otras tantas mujeres españolas nos ayudan a entender su sufrimiento y su heroismo ante la brutalidad nazi. Como señala Manuel Vázquez Montalbán en el texto que sirve de pórtico a "De la Resistencia y la deportación", este libro es un documento imprescindible "para ofrecer un cuadro coral de la cultura de la emancipación".

jueves, 25 de mayo de 2000

#recursoselectronicos #tesis #feminismo | Louisa May Alcott, la feminista tras los convencionalismos

Louisa May Alcott, la feminista tras los convencionalismos / Miriam Esther López Rodríguez ; Bárbara Ozieblo (dir.)
Tesis Univ. Málaga, Dpto. Filología Inglesa, Francesa y Alemana. Fecha defensa: 2000-05-25

/ ES / Tesis / RE / Open Acess
/ Estados Unidos / Feminismo / Historia – Siglo XIX / Literatura / Mujeres
TEXTO COMPLETO | RIUMA · UMA
http://riuma.uma.es/xmlui/handle/10630/2592

Louisa May Alcott ha sido considera siempre como una escritora conservadora que sólo se atrevió a expresar su feminismo de manera clara en sus escritos anónimos o seudónimos. La hipótesis defendida en esta tesis doctoral es que Alcott si defendió la igualdad de derechos de la mujer en sus novelas para adolescentes Moods, Little Women, An Old-Fashioned Girl, Little Men, Work, Eight Cousins, Rose in Bloom, y Joś Boys. Esta parte de su producción ha sido generalmente ignorada por la crítica literaria feminista al no considerarla suficientemente radical ya que su defensa de la llamada "cuestión femenina" estuvo mitigada por ciertos convencionalismos en los que creía firmemente (por ejemplo, la domesticidad, la maternidad, como instinto femenino, etc.) y ciertas concesiones en las que no creía pero que le aseguraban el beneplácito de crítica y público (casar a todas las protagonistas, que renunciasen a una profesión en aras del matrimonio, etc.). Sin embargo, a pesar de convencionalismo y concesiones, Alcott defiende en sus novelas para adolescentes ideas tan innovadoras para su época como:
(1) el derecho de la mujer a recibir educación universitaria en las mimsas condiciones que el hombre;
(2) el derecho a disponer de su persona y su fortuna, cualquiera que fuese su estado civil;
(3) el derecho de la mujer acceder a cualquier puesto de trabajo para el que estuviese adecuadamente preparada, recibiendo el mismo sueldo que los hombres en puestos similares;
(4) considerar el matrimonio una opción y no una obligación ya que, una vez que la mujer hubiese obtenido la independencia económica no tendría que recurrir al matrimonio como moco de asegurar su provenir;
(5) el derecho de la esposa a solicitar el divorcio en igualdad de condiciones que el marido y
(6) Alcott aboga por la modificación de aquellas tradiciones patriarcales relativas a la indumentaria, la dieta y la sanidad que mantenían a la mujer como un elemento decorativo e inútil.

lunes, 1 de mayo de 2000

#libros #homosexualidad #literatura | Historia de un deseo : el erotismo homosexual en 28 relatos argentinos contemporáneos

Historia de un deseo : el erotismo homosexual en 28 relatos argentinos contemporáneos / selección y prólogo de Leopoldo Brizuela.
Buenos Aires : Planeta Argentina, 2000 [05-01].
326 p.
ISBN 9789504904137

/ ES / REC / REL
/ Argentina / Homoerotismo / Homosexualidad / Homosexualidad y literatura / Literatura

¿Cómo entendían nuestros antepasados el deseo homosexual? ¿Qué emociones les provocaba, a qué acciones los inclinaba, a qué tipo de reacción social quedaban expuestos quienes se atrevían a consumarlo? ¿Fueron, con el correr del tiempo, la "sodomía" y el "amor de Lesbos" prácticas excepcionales o tan corrientes como para que debiera dictarse una ley en su contra? Y hoy, ¿qué frontera separa lo habitual de lo normal? ¿Cómo representó la literatura todo este repertorio de interrogantes? Sobre la historia de ese "amor que no puede decir su nombre", como reivindicara Oscar Wilde, tratan estas páginas de ensayar algunas respuestas. Leopoldo Brizuela armó esta antología como una "épica de combate", como la historia de un secreto, como el rumor de una gesta, hecho de susurros a espaldas del poder, de gritos momentáneos y de prolongados silencios. ‘Historia de un deseo’ recoge relatos breves producidos por autores argentinos del siglo XX donde el deseo homosexual es, ya motor principal de la historia, ya dato secundario, simple telón de fondo, o incluso raíz oculta de una conducta que el propio texto no termina de revelar. Bien se sabe: así como los grandes libros cambian la forma de leer, los textos que plantean la necesidad de sospechar y de escuchar las voces condenadas en las entrelineas, descubren un secreto vital. Y es muy posible que esta nueva manera de leer haya inspirado la creación de estas ficciones a lo largo del tiempo. Esta selección es una muestra acabada de esa búsqueda.

Entre susurros y censura.
La Nación, 2000-08-02

https://www.lanacion.com.ar/cultura/entre-susurros-y-censura-nid216052

Leopoldo Brizuela aclara en el prólogo de este libro: "A diferencia de otras antologías que se proponen incluir sólo autores "gais" o "lesbianas", o más aún, textos que ‘en sí mismos’ (¿?) sean " gay or lesbian" , hemos adoptado el criterio espontáneo de aquellos antólogos anónimos: incluir cuentos en los que el deseo homosexual aparezca de algún modo, como motor principal de la historia, como dato secundario, como simple telón de fondo, o incluso como raíz oculta de una conducta que el propio texto no califica en términos sexuales". Hay aquí implicaciones muy claras. Una es que nadie debe confundir la vida personal del autor con los temas que toca, y menos aún identificarlo con sus personajes, aunque en muchos casos aquellos temas tengan que ver con tendencias o preferencias de quien los trata. Otra es la evolución que han tenido en la sociedad las consideraciones sobre el deseo homosexual y su tratamiento en la literatura, desde el ocultamiento y los consiguientes aunque reveladores eufemismos estéticos, hasta la aceptación y la consiguiente exposición sin ambigüedades e, incluso, con crudeza, de situaciones que no hace mucho tiempo habrían sido calificadas de escabrosas.

Como bien lo señala Brizuela, "si alguien intenta averiguar en estas páginas qué es la homosexualidad, encontrará una serie muy diversa de objetos de observación" en cuanto a estilos, ideologías y formación de los autores. Pero al mismo tiempo Brizuela reconoce que ‘Historia de un deseo’ tiene sus limitaciones: "es más bien el rumor de una gesta, un rumor hecho de secretos y presunciones, de susurros a espaldas del poder y de quejidos, de gritos momentáneos y de prolongados silencios".

Muchos de los escritores elegidos debieron sortear la censura y aun la autocensura, en tiempos no favorables a la libertad de expresión. Y es sumamente interesante conocer -siempre a través del prólogo-, una actitud salomónica de José Bianco cuando dirigía la revista ‘Sur’ o la valentía de Oscar Hermes Villordo al publicar en plena dictadura.

El compilador ha logrado sus propósitos sin estridencias. Agrupó los relatos según la época en que transcurren sus historias, aunque, como lo señala desde el título, todos los autores son contemporáneos. Algunos de ellos muy poco conocidos -es mérito de Brizuela incluirlos, pues son excelentes-, y unos pocos con obras inéditas. Así, en un abanico que se despliega en nombres célebres y otros no tanto, pasan todos los "ismos" imaginables dentro de una buena calidad literaria. Era de esperar, pues el mismo Brizuela ha recibido premios importantes de novela (Fortabat y Clarín entre otros), que además de consagrarlo como escritor le exigen un extremo rigor cuando se trata de seleccionar cuentos ajenos. Y más dentro de un tema delicado aun para de la sensibilidad del siglo XXI.

Por mi parte, entre todas las narraciones destaco un cuento inédito de Blas Matamoro, "Jonatán", y, muy en especial, esa mínima y titilante joya que es "Amiga...", de Sara Gallardo, en la que en un fragmento de sólo cuatro renglones la autora revela personajes, sentimientos, situación, lugar y hasta la época de la acción sin decirlo. No faltan la maestría elegante de Mujica Lainez, ni la sutileza de Silvina Ocampo, ni el arte de atrapar al lector (con recursos de absoluta honestidad literaria) de Abelardo Castillo, entre otros maestros. Nada en esta antología puede escandalizar a nadie, salvo a enfermos de una incurable pacatería. Y para hipocondríacos mentales, aclaremos que los libros no muerden ni son contagiosos.

domingo, 30 de abril de 2000

#libros #lesbianismo | Identidades lésbicas : discursos y prácticas

Identidades lésbicas : discursos y prácticas / Olga Viñuales ; prólogo de Oscar Guasch Andreu
Barcelona : Bellaterra, 2000 [04] / 2ª ed. 2006 [06]
198 p.
Colección: SGU – Serie General Universitaria ; 4
ISBN 9788472901384 / 15 €

/ ES / ENS / Tesis
/ CGL / Feminismo / Identidad colectiva / Identidad sexual / Lesbianas / Lesbianismo / Lesbofobia
Biblioteca UPV/EHU
http://millennium.ehu.es/record=b1323233~S1*spi

Identidades lésbicas es la primera tesis doctoral de temática exclusivamente lésbica que se ha defendido en una universidad española. Este trabajo de investigación obtuvo en 1999 un excelente “cum laudem” por unanimidad del tribunal compuesto por Dolors Comas, Joan Frigolè, Oscar Guasch, José Antonio Nieto y Xavier Roigè. Amparándose en un riguroso trabajo de campo, la autora muestra cómo se produce el proceso de adscripción a una categoría todavía hoy denostada socialmente, y analiza la relación que se puede establecer entre identidad y amistad, e identidad y parentesco, así como la formación de nuevos modelos de familia. Realizada desde una perspectiva antropológica, esta investigación supuso un trabajo de siete años, de los cuales dos estuvieron dedicados a la observación participante en la Coordinadora Gay/Lesbiana de Barcelona.

La invisibilidad y la negación son, sin duda, las dos formas de discriminación más sibilinas que la sociedad es capaz de producir. Este trabajo tiene una clara aspiración de carácter reivindicativo a favor de la identidad lésbica. Más de dos años de trabajo de campo, de convivencia, de lucha común y de reflexión acerca de la diversidad, la problemática y las preocupaciones comunes del mundo lésbico, han servido a la autora para crear un trabajo vivo, nacido de la experiencia participativa, de la involucración afectiva. De esta manera las participantes -como gusta llamar la autora a las mujeres que han colaborado en esta experiencia- realmente hablan, no informan; conversan y participan. Estos son los principales valores que el lector apreciará en este libro: la honestidad de un testimonio activo en la descripción y la interpretación de las inquietudes de un colectivo del cual, de alguna manera y durante un tiempo, la autora ha formado parte.

TESIS
Identidades lésbicas : modelos e ideas que las fundamentan / Olga Viñuales Sarasa ; director Joan Bestard Camps
Tesis Universidad de Barcelona, Departamento de Antropología Cultural e Historia de América y África. Fecha de defensa: 1999-05-10

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DOCUMENTACIÓN
Identidades lésbicas
Marian Moreno Llaneza | Femiteca, 2006-06-20

http://www.femiteca.com/spip.php?article39
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WIKIPEDIA | Olga Viñuales

http://es.wikipedia.org/wiki/Olga_Vi%C3%B1uales

#documentos #filosofia | Armario : La vida privada del homosexual o el homosexual privado de vida

Armario
La vida privada del homosexual o el homosexual privado de vida
Paco Vidarte | Hartza
http://www.hartza.com/armario3.htm
Texto originalmente publicado en el libro “Homografías” (Ricardo Llamas, Paco Vidarte, Espasa Calpe, Madrid, 2000)
“Dejar de ser un armario no es difícil, basta con dejar en el aire estas palabras: Papá, soy un armario.”
“Ser un armario es, en el mejor de los casos, una triste ironía, una paradoja divertida, la contradicción de estar siempre a cuatro patas y ser impenetrable”
(Urri Oriols. “Mobiliario”. De un Plumazo. nº 4)
Un término para designar lo inexistente

“Estar dentro del armario” o “salir del armario” han venido a constituirse, y no de manera casual, casi en las expresiones emblemáticas y más características del vocabulario que los gays y las lesbianas han tenido que inventarse para dar cuenta de su propia realidad. En efecto, que existen modismos, giros, expresiones que en un momento dado sólo la población homosexual “entendía”, pero que, poco a poco, por muy diversos motivos, van pasando al lenguaje corriente, es un hecho. La necesidad de crear dicho lenguaje responde, cómo no, a la marginalidad, cuando no a la marginación, de la que la homosexualidad ha sido objeto en una sociedad mayoritariamente heterosexual. Ésta sólo ha sido capaz a lo largo de su dilatada historia de producir términos peyorativos, irónicos, ofensivos, ridiculizantes, condescendientes o divertidos, en el mejor de los casos, para referirse a nosotros y a nuestro modo de vivir. De ahí, y ello es un buen síntoma, el surgimiento de un lenguaje privado capaz de vehicular realidades, sentimientos, situaciones, vivencias en primera persona y libre de la mofa, el escarnio y la risa que nuestra vida parece provocar a cierta gente y que se cristaliza en multitud de palabras y expresiones hirientes, pero que todo el mundo utiliza sin darles mayor importancia. O lo que es peor, perfectamente conscientes de la carga de profundo desprecio que palabras como “maricón”, “bujarrón”, “machorra”, etc., a menudo portan en su seno.

Decíamos que, no por azar, esta frase es de las primeras cosas que se aprenden nada más entrar a formar parte de la comunidad gay o al más mínimo contacto que se tenga con ella, que se trabe amistad con alguno de sus miembros. Enseguida saldrá, casi sin motivo, la palabra “armario”. Y lo dicho, ello no responde al azar. Como tampoco es casual tropezarse con la enigmática pregunta de: “¿entiendes?” y el uso tan característico que gays y lesbianas hacen de este verbo. Antes de proseguir, y pidiendo retóricas excusas para quienes saben demasiado bien qué es eso de “estar en el armario”, no podemos pasar sin aclarar un poquito para el resto a qué se hace referencia con este vocablo que, a primera vista, nada o muy poco tiene que ver con los gays y lesbianas. “Armario” ha venido a traducir en nuestro país la expresión de habla inglesa “to be in the closet”, tan enigmática como puede resultar la nuestra, y que designa a la lesbiana o al gay que mantiene en secreto su opción sexual, que no hace pública su homosexualidad y guarda silencio o la desmiente cuando es preguntado por sus amigos, su familia, en el trabajo, en el colegio o donde sea. Entonces accede a esta categoría tan popular y extendida de los homosexuales que “están en el armario”, o bien, más corto y adjetivando el término, de las “lesbianas armarias” o de los “gays armarios” o, más simplemente todavía, de los “armarios” y “armarias” sin más. Gente que guarda su homosexualidad bajo llave y la tiene bien oculta en el fondo de su armario a prueba de cualquier registro indiscreto, cuando no se meten ellos mismos dentro del armario y cierran por dentro.

Y volvemos a lo del azar. Porque es triste que se haya tenido que inventar una expresión que cada día oímos, utilizamos, vivimos o sufrimos para dar cuenta justamente de una situación tan desagradable. Situación que nos obliga, nadie o casi nadie se ha salvado de pasar en su vida por esta etapa, a llevar una doble vida, a hacer encajes de bolillos para hacer de heterosexuales la mayor parte del tiempo y según con quién, y concedernos ratos de esparcimiento y reencuentro con nosotros mismos en ámbitos donde damos rienda suelta o, más bien, un respiro, para que no perezca de asfixia, a nuestra personalidad. Es triste y significativo que hayamos tenido que inventarnos lo del armario porque había una cierta urgencia por ponerle un nombre a una experiencia vital que los lingüistas y literatos, haciendo de portavoces de toda la sociedad, no habían considerado relevante, desconocían o preferían ignorar. Se le pone nombre a las cosas importantes y, además, ya había un nombre, “marica o bollera reprimida”: un nombre que parecía portar, o bien un reproche nacido de la propia comunidad contra quienes no exteriorizaban su homosexualidad; o bien una tajante conminación de la sociedad bienpensante a mantener oculto lo que jamás debería salir a la luz, lo que para siempre debería permanecer bajo el imperio de una inquietante tautología: marica = reprimida.

Por una parte, y viendo la alternativa, algo se ha ganado y podemos confesar sin echar por tierra nuestra dignidad que estamos en el armario y hasta es moneda corriente preguntar: “¿Tú estás todavía en el armario?” y no sorprenderse por obtener una respuesta afirmativa, sino intentar ayudar. Porque comprender y entender a quien se declara armario es algo que ocurre siempre. Además, no es lo mismo ser una “armaria” que una “reprimida”. Para empezar, porque la “represión” se presta a demasiados malentendidos, ya que es un término clínico del psicoanálisis, disciplina cuyos practicantes se han portado regular con nosotros, sólo que muy vulgarizado. Y cuando se dice de alguien que está reprimido se mezclan excesivo número de cosas: se lo está llamando enfermo, neurótico, angustiado, infeliz, muerto de miedo y casi se le está recomendando que acuda a algún especialista. Estar reprimido parece querer volcar toda la responsabilidad y algo tan grave como la culpa sobre el individuo en cuestión, al que se lo aplasta más todavía si cabe. Estar en el armario nos abre hacia una realidad mucho más compleja y donde se dan cita múltiples factores que conducen a esa situación. Y, sobre todo, estar en el armario no tiene nada que ver con ninguna realidad clínica ni con ninguna psicopatía o enfermedad mental y mucho menos con la culpa. El armario apunta hacia una realidad muy distinta: la reclusión, el encerramiento, la disimulación ante unas circunstancias externas tan hostiles que se prefiere no hacerles frente directamente y capear el temporal como mejor se pueda. Hasta cierto punto, depende de si fuera caen o no chuzos de punta, la culpa no está en quien se mete en el armario, sino en quienes lo obligan a ello, en una sociedad represiva que manifiesta sin tapujos su animadversión por los homosexuales.

Fondo de armario

Ya va siendo hora de que pasemos a analizar las consecuencias y el significado del armario menos anecdóticamente, aunque lo anecdótico para nada es secundario y a veces dice más verdad que las grandes generalizaciones. Sólo que estar en el armario en absoluto puede reducirse exclusivamente a casos o vivencias particulares, personales e intransferibles. El hecho de que toda lesbiana o todo gay casi sin excepción haya pasado una temporadita viviendo en su interior obliga a considerar el armario como una verdadera institución opresora promovida, controlada e instigada por la propia sociedad: éste es el fondo del armario, lo que el armario es en el fondo. No es, por tanto, una casualidad en la vida del homosexual. Más bien parece un trago amargo ineludible el tener que entrar en el armario -a menudo siendo empujados dentro sin saber bien cómo ni por qué- para luego tener que salir de él. Es el peaje que la sociedad nos obliga a pagar a todos nosotros. Un rito de iniciación del que se sale con mayor o menor éxito, pero que, en principio, está diseñado para que sea lo más difícil posible superarlo. Lo que hemos llamado “el armario” responde a una estrategia de exclusión y reclusión impuesta desde fuera, que no nos la hemos inventado nosotros porque en absoluto nos divierte, como es de suponer.

Hacer el amor en el armario es una experiencia muy poco satisfactoria. Uno se da muchos golpes, no hay luz, el aire se enrarece pronto. Hay escaso espacio para el deseo. El armario es una verdadera estrategia, una verdadera institución de represión, persecución, control, invisibilidad y conminación al silencio: el armario está pensado para borrarnos de la sociedad robándonos la palabra y el acceso a la vida pública. Estamos ahí, es algo contra lo que no se puede hacer nada, pero, si consiguen meternos al mayor número posible dentro del armario, no haremos ruido, no se nos notará, parecerá que la homosexualidad no existe o es algo marginal, despreciable, no digno de consideración. Si cada vez que se organiza un acto público, una manifestación, una reivindicación la mayoría se queda en casa, en el armario, la lucha por nuestros derechos no pasará de lo meramente anecdótico y lo que podría haber sido una reivindicación masiva se quedará en unos cuantos exaltados reclamando a gritos no se sabe qué por una calle medio vacía.

La eficacia del armario es múltiple: condena al gay y a la lesbiana a llevar una vida esquizofrénica, causándole un desdoblamiento de personalidad a lo Dr. Jeckill y Mr. o Mrs. Hide; provoca la extraña sensación de que el recluido se considere un ser único en el mundo, convencido de que quizás sea el único gay o la única lesbiana sobre la tierra; a veces, si la situación es particularmente desastrosa y hostil, da lugar a un sentimiento de culpa por parte de la víctima que acaba sintiéndose la única responsable de su encierro; las estadísticas sobre los índices de suicidio en adolescentes homosexuales muestran que la tendencias suicidas de éstos es mucho mayor que la de los adolescentes heterosexuales; la autoestima, el amor propio quedan heridos de muerte y por lo mismo han de ser depositados en otros aspectos de la personalidad que sustenten un mínimo de orgullo por ser uno mismo; por otra parte, más allá del nivel de destrucción personal, el armario elimina e impide cualquier posibilidad de que se forme un colectivo fuerte y bien organizado que pueda pedirle cuentas al gobierno y a las instituciones; erradica la posibilidad de que surjan y se promocionen, al mismo nivel que la heterosexualidad, modelos de vida positivos llevados a cabo por gays y lesbianas que permitan una estructuración básica de la personalidad necesitada de referentes válidos, cuando no de la simple posibilidad de identificarse con o admirar personajes de la escena pública que no se correspondan en absoluto con la propaganda prejuicial de la marica enferma e infeliz; dificulta asimismo el establecimiento de una identidad personal y comunitaria capaz de emitir un discurso autorreferencial en primera persona que contrarreste o venga a matizar los desmanes de tantos estudios, tantas opiniones y pronunciamientos en tercera persona acerca de la homosexualidad tomada como curioso y extraño objeto de experimentación científica; conduce a la consolidación de un discurso pacato, victimista y lastimero dentro de amplios sectores conservadores del propio movimiento homosexual, el cual, incapaz de reivindicar, no sabe más que implorar a través del llanto, la conmiseración y la súplica, negociando derechos a cambio de no escandalizar y seguir metidos en el armario, consiguiendo únicamente con ello perpetuar la reclusión, llamándose ahora el armario tolerancia y permisividad; lleva también a la paradoja de que los homosexuales, como colectivo, hemos salido del armario hace muchos años, sólo que individualmente hay mucha gente que todavía permanece dentro. Una especie de Internacional Proletaria fantasma donde sus miembros, tomados en conjunto, sí fueran proletarios, pero individualmente no. Con el problema añadido de que cada vez que se convoca una asamblea general, al ser sus miembros fantasmas, no va nadie. Y, sin embargo, están ahí, deben de estar por ahí, en alguna parte, por todos lados. Reducidos por el armario a una mera presencia invisible e inquietante que en ocasiones se hace efectiva. Como sucedió en el concurso de Eurovisión del año 98. Sorprendentemente, los medios de comunicación, al ser la primera vez que el público podía emitir su voto directo para decidir quién ganaba, achacaron la victoria de Dana Internacional al voto rosa, también internacional. Los niveles de paranoia resultan indescriptibles. Están ahí. Los hemos metido en el armario, pero nos han boicoteado el concurso. Que los homosexuales existan colectivamente, pero no individualmente, es algo que provoca estupor y un cierto miedo al resultar ilocalizables. Parece que es preferible pensar cualquier aberración de este tipo antes que contemplar la posibilidad de que Dana hubiera ganado gracias al voto heterosexual. Todo menos pensar que los heterosexuales hayan podido concederle una pizca de gloria a una transexual. Todo menos pensar que la voz y la música de Dana triunfaron porque aquello, a fin de cuentas, tenía un cierto ritmillo, era pegadizo como todas las canciones ganadoras de ese concurso. Lo más sintomático de todo fue poder comprobar que, ni aun estando en el armario, la “amenaza homosexual” les parecía estar suficientemente conjurada y neutralizada. No sé qué nos ven, pero el discurso del miedo y de la amenaza social resurge tristemente de cuando en cuando. Haya contribuido o no el voto rosa a cambiar el resultado de un acontecimiento tan puntual, nosotros no caeremos en la paranoia equivalente de pensar las atrocidades -mucho mayores que la de ganar Eurovisión- a las que haya podido conducir el voto heterosexual internacional en el presente y a lo largo de la historia.

Y es que, Dana Internacional y contadas excepciones aparte, la sociedad, a través de un sinnúmero de procedimientos que van desde el rechazo puro y duro, la condena más explícita, la ironía, el chiste ofensivo, el escarnio, la promoción de discursos científicos, religiosos, éticos, sociológicos descalificadores de la homosexualidad hasta la educación en la cuna, en el pupitre, en la universidad, en el cine, en la iglesia, en la salita de estar, consigue aislar y excluir al gay y a la lesbiana del espacio público y del ámbito político. La única esfera aceptable para la homosexualidad es la privacidad y la intimidad. El ocultamiento como forma de ser y como forma de vida. O, en su defecto, acceder a lo público sólo para el goce, el disfrute y la hilaridad de un público heterosexual que se divierte contemplando un reguero de plumas, una marica estereotipada, obscena y grotesca que les hace reír. Un beso, una caricia, cogerse de la mano no son comportamientos ni socialmente aceptados ni siquiera sociales en el caso de los gays y las lesbianas. No pertenecen a la sociedad como tampoco los sujetos que llevan a cabo tales prácticas. La homosexualidad es sólo un asunto sexual, es sólo sexo y, por tanto, no tiene por qué ocupar un espacio en la vida pública. La vida del homosexual es exclusivamente vida privada. Ser homosexual no ha de tener ninguna implicación de puertas para afuera. En cambio, la heterosexualidad sí que tiene implicaciones públicas y políticas: un beso heterosexual alegra un parque en un atardecer de primavera; una pareja heterosexual cogida de la mano camino de alguna parte consolida la familia y un montón de buenos valores y sentimientos; una boda heterosexual es una promesa de futuro y estabilidad social, un regocijo para muchísimos televidentes y una magnífica cuota de pantalla caso de ser retrasmitida en “prime time”. La heterosexualidad sí sale fuera de casa e incluso va a sitios inverosímiles como un supermercado en domingo y se pasa horas buscando aparcamiento.

No se trata de renunciar a la intimidad del hogar y de la vida privada o desvalorizarlas, sino de caer en la cuenta de que, en el régimen del armario, la privacidad, la discreción y la intimidad no son un derecho o una opción, sino una imposición, una obligación. No responden a lo que se entiende normalmente por tener derecho a una vida privada o a no mezclar la vida privada con otros asuntos o al hecho de convertir aquélla en comidilla de la prensa del corazón. Responde a una distinción radical entre lo que se considera público o publicable, lo decible, lo admisible socialmente y lo nefando, lo que no debe salir a la luz, lo indecible, aquello cuyo solo nombre produce espanto, indignación, escándalo o es capaz de corromper la estructura social y las buenas costumbres. Responde a una estrategia de silencio impuesto de los modos más diversos, con los mayores grados de sutileza y menos sutilmente otras veces.

Hasta tal punto se considera denigrante el hecho de ser homosexual que decir públicamente que alguien es gay o lesbiana, o sea, sacarlo del armario, se considera un insulto, una calumnia, desde luego, un grave ataque contra la dignidad de la persona de la cual lo único que se ha dicho es que es homosexual. Y si encima es un personaje público, no digamos. Hasta ahora nadie se ha irritado ni ha llevado a nadie a juicio porque su heterosexualidad se publique a los cuatro vientos. La heterosexualidad no tiene nada de nefando, ni siquiera es posible, es casi absurdo e impensable considerar noticia la confesión pública de heterosexualidad de nadie. Es algo que se presupone, que es normal, que cae claramente dentro del ámbito de lo decible y que se encuentra a años luz del régimen del armario y de la conminación al silencio. Si hay algo realmente público, quizás sea la heterosexualidad. Indecible por evidente. Verdad de Perogrullo tan invisible como la luz que nos alumbra. Pero no nos extenderemos más sobre esta cuestión porque al “outing” y a las salidas forzadas del armario ya le hemos dedicado otro artículo.

Del otro lado del confesionario

Recluirse en el armario, si bien puede ser una solución y una estrategia para protegerse y defenderse, debe ser también, y mientras las cosas sigan como están y no alcancemos el ¿paraíso? en el que heterosexuales y homosexuales tengamos los mismos derechos, una medida temporal y transitoria. Porque tampoco es que las cosas estén tan mal como para justificar un encierro de por vida. Ni tan bien como nos las pintan. Es frecuente que suceda que, al salir del armario, el heterosexual que ha sido objeto de la confesión, se asombre y diga: “¿Acaso creías que te iba a comer, a insultar o que me iba a levantar, a dejarte de hablar para siempre y negarte el saludo?”. Y acto seguido añada: “Enhorabuena, te felicito por tu valentía. Seguro que ha sido muy difícil para ti”. Es como si por el mero hecho de haber presenciado una salida del armario -o coming out- el testigo se sintiera de repente miembro de la comunidad opresora, hiciera un breve repaso en segundos de las veces que hubiera bromeado malintencionadamente sobre los homosexuales, le invadiera un peculiar sentimiento de culpa y necesitara darse un baño de buena conciencia: “Si yo no tengo nada en contra de los homosexuales no comprendo por qué me lo ha ocultado todo este tiempo. Alguna bromilla que todo el mundo hace no justifica esta falta de confianza. Será cosa suya”. Entonces, la sorpresa viene del otro lado al recibir las felicitaciones: “Si tan absurdo le parecía mi silencio, ¿a qué viene darme la enhorabuena y llamarme valiente? Si sabe lo difícil que ha sido para mí, ¿por qué no me lo ha puesto más fácil cuando pudo y no obligarme a este derroche de valor?”.

Es curioso, se va estando un poco harto y siempre deja perplejo, que siempre nos llamen “valientes” o algo por el estilo cuando salimos del armario. Si ello no es un reconocimiento explícito de culpa o de que algo pasa, no sabemos a qué responde. Desde luego, no puede ser un comentario predeterminado genéticamente en los heterosexuales. Más bien puede ser la resultante de que a nadie en su sano juicio le guste saberse partícipe de una mayoría intolerante y llena de prejuicios para con los homosexuales y que, en ese repaso de breves segundos por la propia vida, siempre asome algún trapillo sucio que les deje en mal lugar ante el gay o la lesbiana que, desde hace breves instantes, saben que tienen en frente. En adelante constituirá una diversión o un cansadísimo ejercicio de tolerancia, esta vez por nuestra parte, ver cómo se muerden la lengua ante determinadas situaciones quienes antes no se la mordían. O ver cómo piden perdón ante meteduras de pata que nunca habían sido advertidas previamente. Y ver el esfuerzo de hipervigilancia al que les obliga sentirse observados por un amigo, un colega o un familiar homosexual. Pero esto es otra historia.

Lo más curioso de una salida del armario es lo no dicho, las implicaciones y connotaciones que circulan en esas absurdas conversaciones entre heterosexual y lesbiana o gay cuando uno de estos últimos se declara abiertamente tal. “Nunca hubiera creído que eras marica. Jamás lo hubiera dicho. Es que no se te nota nada”. Una buena respuesta tal vez podría ser: “Eso es porque tus prejuicios sobre los maricas te hacen buscar una realidad que no existe y, por supuesto, que, si no te lo digo, nunca te habrías dado cuenta porque tu búsqueda se centra exclusivamente en muñecas dislocadas, voces agudas, rostros maquillados y demacrados, y toda otra serie de prejuicios adquiridos culturalmente que denostan a los homosexuales y que, coincidiendo aquí y allá con la realidad, no se pueden generalizar en un estereotipo. Y tú los compartes uno por uno. El marica soy yo, no lo que tú piensas, ni siquiera lo que tú piensas que soy, ni siquiera, dada tu sorpresa, creo que te vayas a enterar de nada hasta dentro de mucho tiempo. Ahora seguirás buscando una esencia oculta, me someterás a vigilancia y comenzarás a hacer un catálogo de señas de identidad maricas nuevas o las viejas que ya tenías, para poder catalogarme y no llevarte más sorpresas con nadie. Y te estrellarás de nuevo. Ser marica es no cumplir, romper con las expectativas de todo el mundo: no ajustarse a ningún patrón predeterminado, a ninguna esencia ni rasgos definitorios, y mucho menos atribuidos desde el exterior. Ser marica es algo que está lejos del alcance de cualquier heterosexual, no sólo el hecho de serlo, sino la posibilidad misma de llegar siquiera a arañar el concepto”. Esta desmentida inicial que suelen verbalizar los heterosexuales cuando se sale del armario en su cara: “Nunca hubiera dicho que eres homosexual” no responde sino al cariño que en el fondo nos tienen. Traducida sería así: “Nunca hubiera dicho que eras uno de esos depravados grotescos, degenerados, afeminados y pintados de voz chillona en los que estoy pensando [Que nada tienen de malo ni de criticable, por otra parte. Pero aprender esta enseñanza le cuesta al heterosexual algo más de tiempo]. Jamás hubiera pensado que estabas tan cerca de la prostitución, la droga y la delincuencia. Para nada te correspondes con mis prejuicios. Te quiero tanto que cómo iba yo a pensar tan mal de ti”.

Es el momento del bloqueo mental en el que una chispa de racionalidad salta como por azar en el cerebro heterosexual asediado por una confesión inesperada: “¿Es que las maricas pueden ser como mi mejor amigo, como mi hermano, como mi hijo, como mi sobrino, como mi marido? ¿Tan normales, tan agradables, tan cariñosos, tan educados, tan listos, tan admirables? ¿Es que es posible que yo sienta afecto por una marica y que sea una parte tan importante de mi vida?” Y comienzan a cuestionarse el prejuicio. A veces no es todo tan horrible, hay heteros estupendos. Con frecuencia el prejuicio no se discute porque es firme, tan firme, que la persona querida, por ser marica y caer en el prejuicio, es odiada y denostada y despreciada “ipso facto”. Otras veces el prejuicio se pone entre paréntesis y ya no se habla más del tema. No se lo echa de casa, pero se corre un tupido velo que ni el telón de acero. O sea, que el prejuicio también permanece, pero se suprime su vertiente represiva, condenatoria y de castigo. Otras veces se hace una excepción en el prejuicio sólo con la persona querida, con el amigo, con el hermano, con el hijo. Pero todos los demás maricas siguen siendo unos depravados. El novio no puede ir a casa, ni los amigos. La colectividad sigue estando marcada, pero mi hijo es diferente, aunque se pinte y se ponga minifalda, es muy digno. Se ha educado en casa. Luego, hay esfuerzos mayores que rozan lo políticamente correcto. Y siempre hay mucha buena gente que ni reacciona porque no tenía prejuicios.

Cómo salir del armario sin patetismos: entre la ironía y la revolución

Salir del armario implica el hecho del “saber” sobre el sexo, sobre la vida privada. Salir del armario supone proponer un insólito tema de conversación: hablemos de sexo. En lo que toca a la opción sexual contraria, no se trata de hacer una confesión puntual, sino que hay que mantener todo el tiempo informada a la sociedad acerca de nuestra heterosexualidad, o sea, paradójicamente, no hay que decir nada. Cuando se dice algo es para desmentirla. Acceder al discurso acerca del sexo, la única vez que se habla de sexo con los padres de nuestra generación, es cuando se es marica y se cuenta. Por lo demás, la heterosexualidad es silenciosa. No necesita confesarse un buen día: Papá, soy heterosexual. Lo más probable es que al padre en cuestión le diera un sofoco por no localizar el significado preciso de la palabra a tiempo. Para romper con la dinámica de la confesión (que siempre es penosa por lo que tiene de antiguo y culpabilizador y lo mal que se pasa), lo mejor es un buen ataque. Al salir del armario hay que procurar siempre abrir la puerta violentamente, con fuerza, y darle con la misma puerta en las narices a quien estaba fuera esperando una confesión victimaria. Una salida del armario no ha de ser pusilánime y autoinculpatoria. Hasta puede ser todo un acto reivindicativo y político. Los heteros (y perdón por generalizar como algunos de ellos lo hacen cuando hablan de las maricas o de los homosexuales o de las lesbianas) se ponen nerviosísimos ante una marica agresiva saliendo del armario atacada y como una loca, dando portazos en la cara a diestro y siniestro. Hay que quitarle la iniciativa al que escucha, cortarle todas las salidas, devolverle invertidas todas las preguntas, hacerle ver que hasta la fecha no se está seguro de su heterosexualidad porque nunca ha alcanzado el nivel discursivo, y mucho menos el de una confesión. No es lo mismo situarse frente a un armario y que de él salga la cenicienta, tímidamente, primero asomando su sucia naricilla, luego un dedo, luego toda la manecita, luego un pie, pedir permiso con un hilillo de voz, y decir tan bajito que casi no se oye: “soy lesbiana”, “soy gay”, “soy homosexual”, etc., a que salga una especie de Chewbacca enfurecido con todos sus rubios pelos de punta mascullando no se sabe muy bien qué, pero dejando bien a las claras que lo suyo no es hacer concesiones. Si no haces esto último, estás muerta y entregada y presta a ser degollada, o lo que es peor, a que te traten con condescendencia, comprensión, consuelo, babitas y que te hablen flojito ellos también.

Cuando se sale del armario no sé por qué los heteros siempre empiezan a hablar flojito, muy flojito. Como quien acaricia a un perrillo asustado para tranquilizarlo y darle confianza. Nada, nada. ¿Para qué darles ventaja? Hay que salir del armario a lo Van Damm, a lo Rambo o a lo Demi Moore, a lo Juana de Arco, a lo “marine” (no se me ocurre nada más obsceno, ineducado y violento). Formando una escandalera de la hostia. No hay que abrir la puerta, sino derribarla a patadas y que tengan cuidadito fuera con las astillas, y salir hecho una alimaña, metralleta en mano, pantalones de camuflaje, y pintura negra bajo los ojos, que siempre impone mucho (al fin y al cabo nos gusta travestirnos y pintarnos ¿no?); o tipo el monstruo de “Alien”. ¿Qué pasa? Soy bollo y a ver si te voy a partir la cara. Al fin y al cabo, son ellos los que nos han metido en el armario y el cabreo es comprensible. Es una liberación, es salir de la cárcel y para ello no hay que pedir permiso. Es un acto revolucionario. Nada de contemplaciones con el carcelero ni con quienes silenciaban nuestra prisión, la incentivaban o promovían como fuera. El factor sorpresa es fundamental. Para romper el hielo es suficiente. Luego, poco a poco, sin bajar nunca la guardia, se puede ir llegando a un tono de conversación más habitual, sin perder la naturalidad ni la espontaneidad nunca (a estas alturas convendría haberse quitado ya el disfraz de Rambo). Y sin mostrar flaquezas, debilidades, ni miramientos. Hay que demostrar -o fingir- que la reclusión en el armario no nos ha afectado para nada. Nos metieron allí para ver si nos curaban o si cambiábamos de idea y al salir hay que dejar bien clarito que las prácticas de reclusión son contraproducentes y que salimos más maricas que entramos, más cabreados, para no volver a entrar nunca y para luchar por la destrucción de una práctica tan salvaje, el “armario perpetuo”: algo que atenta contra los derechos del niño, del adolescente, del joven, del adulto y del anciano, porque puede durar toda la vida. Dan mucha pena los niños en las cárceles, pero a nadie se le cae una lagrimita por los niños y adolescentes metidos en el armario. En fin, la hipocresía de siempre.

Otra estrategia posible si no se quiere poner en práctica esta salida del armario que puede resultar un tanto ridícula y sobreactuada, o si nos sienta fatal el disfraz de “marine” de los EE.UU., es eso que ahora se da en llamar la política de hechos consumados. A saber, pasar de la confesión, pasar de tener que decirlo, que verbalizarlo. Si ellos no lo hacen, nosotros tampoco. De pronto el hermanito viene con la novia a casa o con la revista porno que le descubre mamá debajo del colchón. Pues nosotros le plantamos al novio un beso en los morros en medio del salón y nuestros chulos impresos a todo color debajo de la cama, como todo hijo de vecino. Tratamiento de “shock”. La contraofensiva puede ser brutal. Pero, si se está alerta y con todo lo necesario en la trinchera para arrasar al enemigo, no hay nada que temer. Siempre te pueden echar de casa. Pues tú vas y te quedas. Que llamen a la policía. Si no te dan de comer, saqueas la nevera. Si no te dan dinero, lo robas o vendes el televisor. Si no te compran ropa, te pones la de mamá. Y no dejes de llevar a tus amigos a casa. Convierte la salita de estar en una manifestación diaria. Un heterosexual no puede vivir en un estado de cabreo permanente, pero una marica es marica las veinticuatro horas del día. Y ser marica, de por sí, ya es una lucha. Sin que haya que hacer nada del otro jueves. La gente se cansa de estar cabreada, pero una no se cansa nunca de ser maribollo. Ésa es nuestra ventaja. Que papá sólo de vernos se pone hecho una fiera y le sube la tensión y nosotras tan relajadas con las piernas cruzadas viendo cómo se va poniendo rojo y se le hinchan las venas del cuello, mientras le damos un educado: “Buenos días, ¿quieres café?”. Lo importante es no perder nunca la compostura ni enzarzarse en absurdas discusiones. Y sobre todo no dialogar. No dialogar nunca. ¿De qué hay que dialogar o discutir? ¿De qué hay que dar explicaciones si lo más probable es que una misma no las tenga ni le importe? Pregúntale a tu padre por qué él es heterosexual. Te asombrarás de las tonterías que dice. No tiene explicación. No sabe explicarlo. Lo más racional que dirá es: “Pues porque sí, porque es lo normal, como todo el mundo, como mi padre, vaya pregunta. Este niño, además de maricón, es idiota”. Tranquilo, aunque te insulte, tú ya lo has dejado en ridículo y en adelante no tendrás que respetarlo como solías y habrás comenzado a destruir la imagen idílica que de él tenías. Si quiere recuperarla, tendrá que demostrar que se merece tu cariño y tu respeto. Aunque hay padres que pierden a sus hijos como pierden paraguas, uno cada invierno. Les fastidia, pero no parece pasar de ahí. Hasta que se quedan sin más hijos que perder, transidos de dolor por su intransigencia. Hasta que se quedan sin más inviernos. El problema es que hay más inviernos que hijos. Pero es su problema.