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miércoles, 22 de diciembre de 2021

#hemeroteca #lgtbi #memoria | Piro Subrat: “La historia está escrita por peña de las altas esferas del movimiento LGTB vinculadas al PSOE”

Pikara / Piro Subrat //

“La historia está escrita por peña de las altas esferas del movimiento LGTB vinculadas al PSOE”.

Estudiar la relación entre el movimiento de desobediencia sexual y de género ha sido una tarea tan ardua como estimulante para Piro Subrat, un activista que dejó la carrera de Historia a medias.
Andrea Momoitio | Pikara, 2021-12-22
https://www.pikaramagazine.com/2021/12/la-historia-esta-escrita-pena-las-altas-esferas-del-movimiento-lgtb-vinculadas-al-psoe/ 

Piro Subrat (Alcalá de Henares, 1990) resiste con un móvil de esos diminutos. Atiende una llamada y queda con alguien para venderle uno de sus libros: “¿Tendrás siete euros? Si no, tranquilo, que llevo cambios”. Dejó la carrera de Historia a medias porque muchas cosas estaban “estudiadas mal a propósito y la peña las iba repitiendo sin ningún sentido crítico”. Llegó a la conclusión de que podría sobrevivir sin tener aquel título el día que un colega le preguntó si creía realmente que podría morirse de hambre en Madrid. Dejar la universidad fue el impulso que necesitaba para ponerse a investigar y a escribir ‘Invertidos y rompepatrias. Marxismo, anarquismo y desobediencia sexual y de género en el Estado español (1868-1982)’. El libro es una enciclopedia, un trabajo en el que se evidencian los kilómetros y kilómetros que ha hecho rebuscando en los archivos y en las memorias de activistas bolleras, maricas, travestis. Al apagar la grabadora seguimos hablando de las dificultades de la investigación histórica y él, un tipo tierno y tranquilo, reconoce que trabaja siempre con mucho cuidado. Si alguien no quiere participar, él no insiste. El libro ha recibido muy buenas críticas, pero hay algo que es especialmente importante: las y los protagonistas se reconocen en el relato. “La peña que lo ha vivido me ha dicho que chapó”. A pesar de las 568 páginas, a él le sabe a poco aunque ya no le daba la vida. Gran parte del libro está centrado en la transición, una época de gran fragmentación política.

Solo hacer el mapa de todos los colectivos habrá sido una odisea.
La transición, o transacción como dicen algunos, es un tema que me gusta desde hace muchos años, pero, sí, es complicado. A veces me encontraba con partidos y pensaba: “¿Quién es esta peña?”. Buscabas y no salía nada, así que he tenido que ponerme a preguntar hasta que me decían: “Sí, eran las juventudes de no sé qué partido”. A veces encontraba una ‘pegata’ descontextualizada ahí entre mil anuncios.

Dices que se dan explicaciones históricas mal interpretadas a posta. ¿Es eso más evidente a la hora de contar la historia de los movimientos LGTB o del feminismo?
Sí, aunque la historiografía feminista no la conozco tan en profundidad. Me imagino que habrá habido un proceso parecido al de la historiografía LGTB porque hay un proceso parecido en muchas cosas. La historiografía LGTB empieza a originarse a finales de los 90, en un momento triunfalista del movimiento: la aprobación de las parejas de hecho hasta el matrimonio igualitario. Hay tendencia a generar el relato como si fuera una línea temporal totalmente recta, sin ninguna curva, una historia que va desde las luchas contra la ley de peligrosidad social hasta la aprobación del matrimonio igualitario, obviando que siempre había habido grupos que no estaban a favor de la integración. Hay excepciones, pero la historia está escrita por peña de las altas esferas del movimiento LGTB, muy vinculadas al PSOE, y han obviado tendencias políticas radicales, el papel de las lesbianas y, de manera extrema, el papel de las travestis poniéndolas, como mucho, como un adorno decorativo de las manifestaciones de la transición.

Es habitual asegurar que las lesbianas, debido a la invisibilidad a la que solemos estar relegadas, no sufrieron represión durante la dictadura franquista.
Ahora empiezan a aparecer obras que cambian esa idea porque, sí, sufrieron represión. Era otro tipo, no tan pública, distinta a la que pudieron sufrir los gais masculinos o las travestis. Falta mucha memoria. Amanda Klein, una militante del Movimiento Comunista de España y del movimiento de liberación homosexual, es la madre política del movimiento homosexual, la persona que introduce los análisis marxistas y es muy desconocida. Ella no ha querido pasar a la historia con su nombre legal solo se sabe que firmaba como Amanda Klein. Creo que era catalana, pero vivía en Francia, es todo lo que he podido saber. La historiografía feminista la ha obviado porque, y no me he leído todo lo que se ha publicado, está muy intervenida por el Partido Socialista. Lo que se sabe está muy centrado en el feminismo de la igualdad y se han dejado de lado investigaciones que serían muy interesantes. La historia de Mujeres Libres la ha hecho una peña muy concreta vinculada al anarquismo, gente que ha conocido personalmente a las últimas militantes. La histora está muy centrada en las feministas burguesas, algunas bastante conservadoras, por cierto.

¿Qué puede aportar la memoria a la resolución de los conflictos y a las tensiones que tenemos hoy?
Mi libro, y más investigaciones, claro, demuestran que había una alianza muy importante entre los grupos feministas y el movimiento gay, utilizando la terminación de la época. Un movimiento en el que había una gran cantidad de travestis y transexuales, utilizando también la terminología de la época. Travestis eran consideradas las que no estaban operadas.

Había grandes alianzas. En los 70, te encuentras también a feministas en contra de la ley de peligrosidad y rehabilitación social porque afectaba a las mujeres. Además del delito de adulterio, podían meterte la ley de peligrosidad social por abandono del hogar. Esa ley penalizaba también la prostitución. Había un debate sobre el trabajo sexual en ese momento, pero creo que más tendente a estar a favor. Había grupos feministas en las coordinadoras de marginados, espacios básicamente compuestos por la peña a la que aludía esta ley.

Ahora son algunas feministas lesbianas las que están haciendo políticas en contra de la peña trans. La lucha de reforma de la ley de peligrosidad social estuvo, en gran parte, protagonizada por travestis. Fueron las que se llevaron muchas hostias en las manis y fueron las que sufrieron mucha represión más tarde en las redadas. Estuvieron ahí dando el callo hasta que se despenalizó la ley. Bueno, una parte porque la ley continuó hasta 1995. Luego esta peña fue la que menos se benefició de la reforma porque siguieron siendo marginalizadas y represaliadas. Fueron las que menos beneficios obtuvieron de las luchas de los años 70 y, joder, que ahora se estén haciendo políticas en contra de lo trans, me parece que es una gran desmemoria.

En los 70 había ciertas tensiones también entre algunas compañeras maricas que preferían que las mujeres trans no tuvieran un rol de tanta visibilidad en las protestas.
Sí, sí. Eran muchas y estaban en una situación de marginalidad muy grande. Las manis y las protestas les interpelaban impresionantemente. Además, también tenían cierta organización informal, que de esto no se habla tanto. Al final las chavalas travestis de la época entrevistadas son muy pocas. Ahora un colega acaba de encontrar a una, pero la mayoría están muertas o ultrafuera. En Barcelona se ha hablado mucho con Silvia Reyes, pero es una persona que ha aparecido relativamente hace poco. Estaban organizadas entre ellas porque se conocían de verse en Las Ramblas practicando la prostitución o donde fuera en Madrid o Bilbao. Tenían redes informales de apoyo, iban en bloque a las manifestaciones porque eran las que más necesitaban que se derogase esa ley. Era una ley que tenía un sesgo de clase muy grande, de esto se ha hablado poco hasta ahora. A la peña que tenía pasta o era de clase media no se la aplicaban o salían sin cargos. Afectaba mucho a la peña pobre y evidentemente a las travestis. Ahora se empiezan a ver los archivos porque ponen trabas si no han pasado 50 años. En muchos aparecen como si fueran tíos. Si no hay, por ejemplo, un atestado policial en el que digan “se la conoce como sé qué…” o una foto, tampoco podemos saber quiénes eran.

Me da la sensación de que las personas trans desaparecen del activismo después de la transición...
El movimiento en general dio un bajón muy grande cuando se derogó la ley de peligrosidad y rehabilitación social, pero no lo dejó todo el mundo. En Valencia, por ejemplo, la peña siguió vinculada al activismo hasta el final de sus días.

Tanto los archivos como la memoria pueden llevarnos a confusiones. ¿Cómo ha sido tu experiencia con los materiales que ibas recopilando?
Cuando manejas un documento histórico, no lo puedes dar al cien por cien como verídico porque hay intereses políticos detrás. He encontrado tres documentos que decían cada uno una cosa diferente del mismo hecho y, al cotejar con una nueva fuente oral, te dice otra distinta. Son procesos muy complejos y algunos archivos son de acceso complicado por la ley de protección de datos, por el desorden o porque se han perdido algunos de ellos. He intentado no tener mucha relación con las instituciones porque mi experiencia no es buena ni en la hemerotecas municipales ni mucho menos en la Biblioteca Nacional. Me parece un horror. No pude acceder a material anterior al año 59 porque no tengo el carnet de investigador, así que en ese punto me tengo que joder. He utilizado muchos archivos autogestionados gracias a que vengo del activismo. No es una investigación académica porque quiero hacerme guay y obtener lo que sea sino que es una investigación por activismo. Eso me ha abierto algunas puertas.

¿Y cuáles te ha cerrado?
Se me han cerrado las puertas institucionales porque no tenía un profesor ni una licenciatura detrás ni nada de eso. Creo que la mayor parte del material que hubiera podido encontrar en archivos institucionales, lo he encontrado de otra manera.

Ha sido una relación compleja la de la izquierda con los movimientos LGTB.
Sí, ha sido compleja, porque se viene de una homofobia muy grande. Yo creo que empieza a cambiar a partir de Mayo en el 68 y de la revuelta de Stonewall. Hay que tener en cuenta que la izquierda, en el amplio significado de la palabra, es una fuerza de cambio muy importante en la transición. La mayor mayor parte de la izquierda apoya la reivindicación del movimiento, dan la cara en las manifestaciones, dan la cara en el Congreso de los Diputados, más o menos, y dan la cara en muchos actos poniendo DNIs para que se hicieran manifestaciones firmadas con el partido o con el sindicato de turno. Eso hay que tenerlo en cuenta: la izquierda respondió mayoritariamente bien a las reivindicaciones.

Piensa que en ese momento se pensaba que incluso se podía acabar con el capitalismo. Mucha peña de movimiento pertenecía también a partidos, sindicatos y organizaciones más de base. Creo que se respondió bien excepto algunos grupos muy concretos. Principalmente los vinculados a la CNT del exilio o al marxismo más estalinista, que ya sabemos que la libertad sexual no es algo que les haya gustado nada a nivel histórico. Incluso podríamos conectar aquello con cierto grupo de la actualidad, pero en general la respuesta fue buena. Eso no quita que no hubiera fricciones, que no estuviera un partido a la vez apoyando una manifestación y que luego estuvieran diciendo mierdas homofóbicas en un mitin. La cosa cambia un poco en los 80 porque hay una despolitización general. Gana la reforma pactada, luego [el golpe de estado de] Tejero..., y todos los movimientos, se van un poco abajo. Y ahí ya está el PSOE a tope infiltrándose en los movimientos hasta la actualidad, que sigue estando superinfiltrado, por ejemplo, en la FELGTB [Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales]

¿Y cuál es la situación ahora?
Los grupos más cercanos a la base, los no parlamentarios, los grupos anarquistas o autónomos creo que sí que tienen este tema bastante presente. Sigue habiendo tensiones, pero creo que en general la relación ahora mismo es de bastante cercanía. Sí que tenemos el problema de los grupos tránsfobos y de algún sector que viene del marxismo, que está teniendo estas políticas, pero creo que salvando esto… la peña en general de izquierdas es bastante cercana a las propuestas que hacemos. Creo que también, debido a la crisis económica y a que el mito de la transición se ha venido abajo, el activismo disidente sexual y de género cada vez está más radicalizado. Hay más peña pendiente de propuestas radicales, la hegemonía que ha tenido la FELGTB lleva años rompiéndose. Pertenezco también a esos grupos, no estoy aquí hablando desde el erudito que investiga. Hay más tendencia a acercarse a estas ideas radicales porque el movimiento LGTB de toda la vida está dando una respuesta bastante tibia a la situación.

¿Se tendía en la transición a aglutinar más?
En la transición hay un momento en el que se pensaba que se iba a hacer una revolución de verdad, que se iba a acabar con el capitalismo. Al final no ocurrió. Entonces había que contar con la mayor parte de peña posible. Además, en los 70 hubo todo una teoría, que recorrió Estados Unidos, Europa y seguramente más lugares, que hablaba de la revolución de la peña marginada, de que los márgenes de la sociedad iban a organizarse. Esa teoría tuvo cierto eco sobre todo en entornos anarquistas. El nivel de implicación que hubo en la Transición no se ha conseguido más allá porque también el contexto de los últimos 40 años ha sido distinto. No parece tanto un contexto de cambio social, parece más de derrota, de ir resistiendo o lo que se pueda.

¿Te ha costado dar con testimonios?
Algunas personas piensan que su relato es una tontería aunque igual es oro puro, pero las jerarquías informales de mierda... A veces piensan que su relato no es importante porque no estaban a tope tal con el megáfono en la mani. También hay otra peña, mucha peña, que ha vuelto al armario de mayor y no quiere que su nombre se relacione con ciertos movimientos; o gente que no quiere que lo sepan en el trabajo o que lo sepa su familia.

¿Hay alguna historia de las que has rescatado que te haya impactado especialmente?
El asesinato de Francis en Rentería en el 79. Tardé años en encontrar una foto suya y la encontré gracias a una persona de Valencia porque Francis era de Torrent y actuó en Valencia. Hace poco conocí a una persona de EHGAM (Euskal Herriko Gay-Les Askapen Mugimendua) Gipuzkoa en Alcoy y me contó movidas muy interesantes en las que me hubiera gustado profundizar, pero no me dio la vida.

¿Por ejemplo?
Que tuvieron alguna fricción con la izquierda ‘abertzale’ porque querían que se plantease el asesinato de Francis, a manos de un policía nacional, como parte de la represión al movimiento independentista. Algunas no lo veían y querían que se enfatizara que habían matado una travesti. La historia de María Isabel, por ejemplo, también me llamó la atención así que me alegro de que estés escribiendo el libro.

¡De tu libro pueden salir cientos!
De cada organización de la que he escrito se podrían sacar tropecientos libros, sí.

jueves, 12 de noviembre de 2020

#hemeroteca #lgtbi #memoria | 'Invertidos y Rompepatrias', el libro que destapa la complicada relación de la izquierda con la homosexualidad

Imagen: ValenciaPlaza / Piro Subrat

'Invertidos y Rompepatrias', el libro que destapa la complicada relación de la izquierda con la homosexualidad.

Marta Moreira | ValenciaPlaza, 2020-11-12

https://valenciaplaza.com/invertidos-y-rompepatrias-el-libro-que-destapa-la-complicada-relacion-de-la-izquierda-con-la-homosexualidad 

¿Qué posición adoptaron en el pasado marxistas y anarquistas con respecto a diversidad sexual? ¿Ha permanecido siempre el movimiento LGTB al margen del resto de luchas sociales? Estas son algunas de las preguntas que trata de responder el activista Piro Subrat en este exhaustivo ensayo publicado por la editorial Imperdible.

Probablemente, el único punto en común entre Fidel Castro y Margaret Thatcher era la creencia de que la homosexualidad tenía que ser borrada del mapa. La asunción de que las únicas relaciones naturales posibles son aquellas que se dan entre un hombre y una mujer estuvo incrustada durante mucho tiempo en la mentalidad de marxistas, anarquistas y sindicalistas de distinto signo. Tan cierto es eso, como el hecho de que la inmensa mayoría de las conquistas sociales y políticas obtenidas por el colectivo LGTB+ con el paso del tiempo se lograron gracias al empuje de las corrientes políticas y colectivos sociales de izquierdas. Los entresijos entre la lucha obrera, el anticapitalismo, el feminismo y la libertad sexual, nunca antes documentados con exhaustividad, han sido recogidos en el libro ‘Invertidos y Rompepatrias: Marxismo, anarquismo y desobediencia sexual y de género en el Estado español (1868-1982)’, resultado de una investigación de nueve años llevada a cabo un joven activista libertario de 30 años. El libro, un volumen de 600 páginas ilustrado profusamente con fotografías y material documental de distintas épocas, ha sido publicado por la Editorial Imperdible, aunque el autor también lo ha puesto a disposición del público en internet.

Piro Subrat (Alcalá de Henares, 1990) comenzó a trabajar en este ensayo a los 20 años, poco después de un flechazo sexual-sentimental con otro chico venezolano anarcopunk. “Sentados en las escaleras de la Plaza de Vázquez de Mella –hoy renombrada “Pedro Zerolo”–, el ambiente de Chueca nos miraba con sorpresa, fetichismo y a la vez cierto rechazo a nuestro aspecto: él, con su enorme cresta roja levantada, su chaqueta repleta de tachuelas y sus mallas desteñidas; yo, con mi ropa rota, mi pelo desaliñado y mis botas militares. Conscientes de la situación, nos reímos. No sabíamos a qué mundo pertenecíamos. Chueca nos incomodaba, pero el mundo libertario tampoco nos proporcionaba un hogar seguro -explica Piro en el epílogo del libro-. Narramos nuestro paso reciente por diversas agrupaciones políticas: ambos habíamos participado en varios grupos marxistas, y ninguno nos habíamos sentido bien con el trato de nuestros camaradas hacia nuestra sexualidad. Ya en espacios anarquistas, la situación mejoró un poco, pero tampoco demasiado. Concordábamos en que esa cara pública de la izquierda radical y del anarquismo como benévola y defensora de la población LGTB era en gran parte una fachada. Ambos cursábamos la carrera de Historia, y determinamos que aún estaba por escribirse una historia de cómo había sido la relación entre las izquierdas y la homosexualidad, una historia que nos hiciera conocer el pasado para comprender el presente”.

“En ese momento me estaba leyendo 'De Sodoma a Chueca', de Alberto Mira, que precisamente es valenciano. Había leído bastantes cosas de historiografía LGTB, pero ése era el primer libro que hablaba del compromiso que parecía haber habido en la Transición entre lucha obrera, anticapitalismo y movimiento gay. También, por otra parte, me llevé sorpresas mayúsculas al leer citas súper homófobas de personajes míticos de la II República o del anarquismo como Federica Montseny. Ahí es cuando empecé a investigar, y me di cuenta de que era un campo enorme por explorar”, nos explica Piro en una entrevista que mantenemos en la sede de El Punt, el Espai de Llibre Aprenentatge del barrio del Carmen.

-¿Han sido las izquierdas históricamente tan tolerantes con la homosexualidad como tendemos a pensar?
-La respuesta es complicada. Si hablamos del binomio izquierda-derecha, desde luego sí ha sido más tolerante. Porque la derecha ha estado detrás de detenciones en masa, asesinatos y persecuciones. Históricamente, el problema de la izquierda es que ha habido tolerancia, pero no respeto. Algo así como “no te voy a matar, pero no me gustas”. Y en ese contexto han llegado a protagonizar situaciones muy desagradables.

-¿Cuál fue el punto de inflexión en el que por fin se “cambia el chip”?
-El punto de inflexión fue sin duda la Transición, que se da poco después de hitos históricos como Mayo del 68 y la Revuelta de Stonewall. Durante la Transición, las generaciones más jóvenes de ciertos entornos marxistas trotskistas y anarquistas más vinculados a la contracultura empiezan a asumir la cuestión de la libertad sexual. Antes de la muerte de Franco ya surgieron grupos como el Movimiento Español de Liberación Homosexual. Ellos fueron los que interpelaron a la izquierda para que les incluyeran en su lucha, como habían hecho previamente con el ecologismo y el feminismo. En esos primeros grupos de liberación homosexual había muchas personas con doble militancia: marxistas de todas las familias, anarquistas, situacionistas, etc.

-¿Existen diferencias sustanciales en la reacción que tuvieron marxistas y anarquistas ante las reivindicaciones del colectivo gay?
-Depende de la época. En los años 20 y 30, el anarquismo es la fuerza que más se preocupa por temas de liberación sexual, aunque en general de forma muy patologizante. “Están enfermos y hay que curarlos”, venían a decir. Esa era la vertiente más progresista durante los años veinte. La alternativa a eso era: “Hay que meterlos en la cárcel y destruirlos”, como defendían médicos de prestigio de la época como Gregorio Marañón. Hay que decir que dentro de los entornos libertarios llegó a florecer un pensamiento pro-homosexual (con muchas comillas), cosa que no he encontrado en la documentación de los círculos marxistas. Esos grupos, que eran muy minoritarios, no veían ningún problema en las relaciones que dos personas de mismo sexo. Pero incluso ciertos sectores de sus propias filas se reían de ellos por defender esta postura. En cuanto a marxismo, en términos generales pasaron completamente del tema hasta que llegó el mayo francés, y sobre todo con la Transición. Aunque durante mi investigación comprobé que en el factor generacional fue decisivo: había muy poca gente de más de 45 años, por muy progresista que fuese su ideología, que estuviera a favor de la liberación homosexual. Las cosas más bestias contra y a favor del mundo homosexual las he encontrado en la prensa y en los discursos anarquistas. En el marxismo también había con toda seguridad opiniones súper homófobas (sobre todo en el sector más maoísta y estalinista), pero la diferencia es que allí existía la disciplina de partido y había que callarse ciertas cosas porque podías perder votos.

-¿Qué papel jugaron los medios de comunicación?

-En la prensa orgánica de estos partidos hay un silencio muy llamativo sobre la cuestión homosexual. En la prensa generalista sí se hablaba. Periódicos como El País o Diario 16 sí cubrían las manifestaciones. En el ABC se hablaba a veces de homosexuales, pero de forma tétrica, siempre asociado a crímenes y sucesos escabrosos. De lo que no se ha hablado suficientemente es del papel tan importante que jugaron las publicaciones contraculturales vinculadas a la izquierda como El Viejo Topo, Ozono o Ajoblanco (¡que llegó a tener 100.000 ejemplares de tirada en el verano del 77!). También fueron muy avanzadas revistas como Interviú y su competencia, Primera Plana, que estaban dirigidas por gente de entornos marxistas o al menos republicanos. De hecho, la portada de ‘Invertidos y Rompepatrias’ es una imagen de la cobertura que dio Interviú a la primera manifestación homosexual en Barcelona. Hay que pensar que en aquella España que tenía poco más de 22 millones de personas, Interviú tenía una tirada de medio millón de ejemplares. Por eso estas revistas avanzadas a su tiempo tuvieron un papel muy importante en la despenalización de la homosexualidad en España.

-¿Cómo eran las relaciones entre gais y lesbianas dentro de estos primeros colectivos de liberación homosexual?
-En los primeros momentos de la Transición, las lesbianas, muchas de las cuales se definían como feministas, se meten en el Frente de Liberación Homosexual. Y lo que ocurrió fue que en la mayor parte de los casos se acabaron escindiendo debido a la misoginia y el centrismo gay que se respiraba en esos grupos. También ocurrió en Barcelona por ejemplo con los travestis, que se escindieron por sufrir ataques de plumofobia por parte de sus compañeros, lo que no deja de ser otra forma de misoginia.

-¿Estuvo el movimiento feminista siempre abierto a integrar las luchas de las mujeres lesbianas?
-La relación entre lesbianas y feministas nunca ha sido lineal. Más bien es cíclica. Tras la escisión de sus compañeros gais, muchas lesbianas se montaron colectivos propios, sobre todo en Cataluña, País Vasco y Madrid. Después, a nivel local bastantes de estos grupos se integraron en la coordinadora feminista. Y aquí me he encontrado testimonios muy variados; hay mujeres que me cuentan que se sintieron fatal, y otras recuerdan haber sido bien recibidas. Todo esto cristalizó en el feminismo lesbiano de los ochenta y de parte de los noventa, que podríamos enlazar con el feminismo de Lesbianas Sin Duda y los grupos más queer y radicales, y que llega hasta el transfeminismo de los años 2008-2010, en el que se juntan maricas, lesbianas y trans. De forma paralela a ese feminismo fue desarrollándose otro más institucional, que es el que está ahora liándola tanto con el tema de la ley trans.

-¿Está levantando la Ley Trans más ampollas de lo que se esperaba?
-Es un tema muy complicado, porque ahí entran también cuestiones como el esencialismo de género, que incomoda a mucha gente. Personalmente, yo jamás llegaré a compartir las opiniones en contra que se están escuchando, pero puedo llegar a entender por qué está pasando. En mi opinión, dentro de los colectivos no ha habido un trabajo real ni político y de normalización social de los transexuales. Ahora mismo está bastante asumido por la sociedad el hecho de ser gay, y también un poco el hecho de ser lesbiana, pero la condición trans todavía le suena como algo marciano a la mayoría de la gente. Hasta hace cinco o seis años, la mayor parte de la sociedad pensaba que eso es algo que apenas existía. Como no se ha hecho suficiente trabajo antes, ahora la ley trans se percibe como un elefante entrando a una cacharrería. Mucha gente se siente atacada. Y no solo feministas que dicen tener miedo de que se borre a la mujer cis como sujeto político específico. La cuestión también genera miedos y problemas dentro de los colectivos LGTB+ con los maricas que son trans. Si todo eso lo mezclas con partidos e intereses políticos, lo que obtienes es este cóctel tan desagradable que tenemos ahora, con peleas en redes sociales, etcétera.

-Tu libro se centra en las relaciones históricas entre izquierda y derechos LGTB+. Pero, ¿qué pasaba con los homosexuales conservadores o católicos?
-Siempre ha habido homosexuales de derechas en el armario, incluso ministros de Franco. Pero se callaba porque no eso obviamente no te facilitaba la carrera política. Ahora sí que te la puede facilitar un poco. En la Transición surgieron colectivos homosexuales cristianos, aunque no se metían en política. En València había uno, Fraternidad Cristiana de la Amistad. Pero estos grupos se conformaron con que se despenalizara la homosexualidad en el 79, y después desaparecieron. Los colectivos homosexuales fueron captados por el PSOE, y un poco por Izquierda Unida, cuando Felipe González llegó al poder. Me fastidia decir esto, porque la derecha está aprovechando este discurso, pero lo cierto es que el activismo LGTB oficial ha seguido muchas veces los pasos que le dictaba el partido socialista. Negarlo no tiene sentido. Quizás una de las pocas excepciones es la del colectivo Lambda en València, a pesar de que recibe subvenciones y tiene contactos institucionales. Ahora mismo la situación es diferente. La diversidad sexual se ha comercializado y han surgido barrios como Chueca en Madrid, y quizás Ruzafa en València, con una presencia mayoritaria de homosexuales de clase media y buen nivel adquisitivo. Son personas que pueden hacer lo que quieren en la vida, y no han sufrido la homofobia de épocas anteriores. Ese ha sido el caldo de cultivo que ha animado a los partidos de derechas a meter en campaña la lucha homosexual y a dejar que políticos conservadores como Javier Maroto, que ya llevaba más de una década en el PP, puedan declarar abiertamente su homosexualidad. Hay que decir que, aunque fue Ciudadanos el partido que dio el salto, en realidad había una plataforma del PP no reconocida oficialmente, la Plataforma Popular Gay, que empezó a ir al Orgullo antes que ellos.

-Digamos que Ciudadanos les “comió la merienda”.
-Si el PP se hubiese puesto las pilas y hubiese escuchado a su sector más progre, en vez de al más rancio (que luego se acabó escindiendo en Vox en gran parte), sin duda el salto que hizo Ciudadanos en 2014-2015 lo hubieran hecho ellos.

-¿Qué protagonismo a nivel nacional ha tenido el movimiento LGTB+ en la Comunitat Valenciana?
-No hay duda de que el centro de las reivindicaciones siempre ha estado en Madrid, Barcelona y Bilbao. Dentro de su papel secundario, València tuvo un papel bastante importante. Durante la Transición existieron varios grupos activos, aunque cambiaban de nombre cada uno o dos años. Tenían contacto con la izquierda local valenciana, y se concentraban esencialmente en la ciudad de València, aunque hubo un grupo pequeño en Castellón. En Alicante lo que ocurrió más bien fue que grupos marxistas como el Partido Comunista se hicieron eco de las reivindicaciones homosexuales en general. Yo destacaría dos hechos históricos importantes. Un congreso convocado en Burjassot por la Fraternidad Cristiana de la Amistad, nada menos que en abril de 76, en un momento en el que todo estaba en pañales todavía. Otro momento clave, que tuvo repercusión en toda la prensa del estado español, fue la manifestación homosexual de junio de 1979. Es muy recordada porque, además de reunir a mucha gente, se produjeron ataques muy fuertes por parte de la ultraderecha, a pesar de ser una manifestación legalmente organizada. En la Avenida del Oeste se montó una mini batalla, con atacantes armados con pistolas y bates de béisbol.

-¿No te parece curioso que un país que ha sufrido una dictadura nacional-católica de más de cuarenta años se considere hoy en día un ejemplo de vanguardia en las conquistas de los derechos LGTB+?
-Me resulta muy curioso, pero creo que es una cuestión cultural. Hay algunas ciudades españolas que siempre han sido favorables a la libertad sexual, y más concretamente, a la homosexualidad. Antes del Franquismo, en Barcelona había un ambiente homosexual que no se encontraba en ningún otro lugar de Europa. La dictadura no logró aplacarlo. De hecho, durante los últimos diez años de franquismo la gente hacía lo que le daba la gana. Se montaban orgías; se mantenían relaciones abiertas; se experimentaba. Estaba criminalizado legal y socialmente, pero esto ocurría igualmente. Y València concretamente fue un despiporre de libertad sexual durante los años de la Transición. Era un paraíso para la gente de fuera.

lunes, 23 de marzo de 2020

#hemeroteca #lgtbi #activismo #memoria | Piro Subrat: “Aún existe homofobia y heteronormatividad en los grupos de izquierda”

Google Imágenes / Piro Subrat
Piro Subrat: “Aún existe homofobia y heteronormatividad en los grupos de izquierda”.
Piro Subrat ha documentado las relaciones del movimiento LGTB y la izquierda (no siempre buenas) en el profundo ensayo ‘Invertidos y rompepatrias. Marxismo, anarquismo y desobediencia sexual y de género en el Estado español (1868-1982)’.
Teresa Díaz Guzmán | El Salto, 2020-03-23
https://www.elsaltodiario.com/lgtbiq/piro-subrat-aun-existe-homofobia-heteronormatividad-grupos-izquierda

Piro Subrat llega en bicicleta a la sede de Lambda, col·lectiu LGTB+ de València, donde ha acordado la celebración de la entrevista. Sorprende su juventud (30 años) y una ligera timidez que pasa pronto, en cuanto este archivero, formado en Historia, comienza a soltar información con verbo rápido y sencillo. Delgado, con el pelo muy corto y un largo mechón con tonos rosas que recorre su cabeza desde la frente hasta la nuca y que puede imaginarse fácilmente alzado en una cresta, arrastra la estructura de un carro con copias de su libro para vender.

El volumen se titula ‘Invertidos y rompepatrias. Marxismo, anarquismo y desobediencia sexual y de género en el Estado español (1868-1982)’ y es un tratado erudito, de más de 500 páginas, sobre las relaciones —no siempre buenas— del movimiento LGTB y la izquierda. El ensayo está disponible de forma abierta en su blog, donde también pueden encontrarse varios capítulos extra y una fe de erratas.

P. ¿Cómo surgió la idea de investigar la participación del movimiento LGTB en la historia de la izquierda española?

R. Es un tema que siempre me ha interpelado, porque desde muy pequeño me habían vinculado a grupos de izquierda, y también desde muy pequeño sabía que era marica. A lo largo de mi adolescencia hubo momentos de conflicto, de interpelación, de contacto entre mis dos vidas. Al final del libro comento una anécdota: me lié con un chaval de Venezuela que tenía una trayectoria muy parecida a la mía a nivel político y nos dimos cuenta de que no estaba escrita para nada esta historia, ni en Venezuela ni aquí, y nos pusimos a recopilar lo que encontramos de este tema. Luego coincidió que unos colegas me dejaron ‘De Sodoma a Chueca’, de Alberto Mira, lo leí y me quedé como ‘guau’. Entonces me puse a investigar.

P. ¿Cómo dirías que evoluciona el movimiento LGTB en el Estado español y en los países de nuestro entorno?

R. Depende de en qué contexto geopolítico estemos hablando, porque ya hay peña teorizando en el siglo XVIII a nivel mundial. En Alemania y en Holanda hay un movimiento muy fuerte a principios del siglo XX. En el Estado español, creo que hay rasgos tímidos durante la II República y el franquismo acaba con ellos como acabó Hitler con el movimiento homosexual en Alemania. Lo que podría haber sido un movimiento homosexual como en Francia, que ya estaba configurado en los 50, aquí fue imposible porque estaba Franco. Aquí tenemos que esperar al momento oficial cuando Armand de Fluvià y otros se ponen a hacer escritos en contra de la Ley de Peligrosidad Social, en el año 70. Para mí ese es el inicio junto con el Movimiento Español de Liberación Homosexual.

P. ¿Crees que existe un prejuicio positivo hacia la gente de izquierda?

R. Así es, en general se piensa en positivo porque la historia demuestra que la izquierda ha sido una fuerza muy importante en la revolución social, también en la cuestión LGTB, pero, por otra parte, algo no demasiado contado es que aún en la actualidad existe una homofobia y una heteronormatividad muy fuerte dentro de la gente de izquierda, de los grupos de izquierda. Al final la gente sigue pensando que lo correcto es hacer una familia heterosexual con hijos. Que “mejor no salga un hijo gay porque lo va a pasar mal”. Esto dicho por padres de izquierdas, incluso militantes durante la Transición.

P. La relación entre la izquierda y el movimiento LGTB, ¿es mejor ahora que en los 80?

R. Si hubiera una respuesta sencilla diría que en efecto ha mejorado, pero habría que matizar. No es lo mismo hacerlo en los 80, con el tema del sida, que en los 90 con toda la visibilidad de los enormes Gay Pride de Nueva York y de París. En ese momento la izquierda en general, tanto la institucional como la más autónoma, consideró que este tema era prioritario y desde entonces vivimos progresos como las parejas de hecho, el matrimonio homosexual y las sucesivas leyes en identidad de género.

P. ¿Y en la calle?

R. En los colectivos de base el tema ha empezado a calar en los últimos cinco años: ha habido un resurgir del feminismo, ha empezado a hablarse de temas dentro de la disidencia sexual y de género de los que no se había hablado –como un mayor relanzamiento del tema trans–, y desde la política se le ha prestado mayor atención al movimiento. También porque ha empezado a visibilizarse mogollón de peña marica, bollera y trans dentro de los propios colectivos e incluso de los partidos. Van a la par: mayor visibilidad social, la izquierda entra más en el tema y la peña ve que la izquierda está ahí, piensa que igual la izquierda les apoya, y entonces se meten en esos grupos.

P. ¿Todavía hay retos para la izquierda?

R. Hay mucho moralismo con algunos temas que tienen que ver con cosas que aún están diagnosticadas como parafilias, etcétera. Ese tema sigue generando discordias. También a nivel institucional y de colectivos, a raíz sobre todo de la crisis de los refugiados, viene mucha gente que necesita asilo político derivado de su condición sexual o de género y ningún colectivo está terminando de llevarlo bien, además de que seguimos con los CIES, con redadas racistas... No es nuevo. De hecho, el asilo sólo se resuelve favorablemente en España en un 2% de los casos —en relación con el total de solicitudes en Europa— y alguna gente que ha pedido asilo por ser gay, lesbiana o travesti ha sido deportada a países como Irán, donde les ahorcan por ser homosexuales.

P. ¿Cuál es el recorrido de la interseccionalidad en el movimiento LGTB?
La Transición fue tan efervescente a nivel político y social que se pensó que realmente habría una ruptura con el régimen franquista, que se harían cosas nuevas: “Venga, vamos a hacer una revolución integral”. Y si se va a hacer la revolución para cambiar el sistema hay que contar con todo el mundo posible. Esto la peña lo tenía en el ‘chip’ en la Transición y se demuestra porque toda la documentación del movimiento homosexual de esos años está atravesadísima por el contexto y por la izquierda. Participaron en manis naturistas, ecologistas, hubo contactos con todos los partidos de la izquierda, incluso un intento por parte de la derecha —algo que fue bastante complicado, obviamente—, y muchos con el feminismo...

P. En el inicio del movimiento LGTB, el feminismo tuvo momentos de desencuentro con los gais, ¿es comparable al rechazo actual a las mujeres trans?
R. Hay cosas comparables y cosas que no. Algo que me sorprende es que gente que está ahora diciendo auténticas movidas tránsfobas —como la propia Lidia Falcón, pero también más gente—, era peña que en los 70 defendía unas políticas en relación a la disidencia sexual y de género muy radicales para la época. No sé qué ha ocurrido desde entonces, no sé si de repente han visto que no eran el sujeto político y se han sentido heridas en el orgullo, sin embargo, el movimiento en los 70 también tuvo mucha relación con el feminismo. Entonces estaba penalizado el divorcio, el aborto, el adulterio... y también la homosexualidad, el travestismo o la prostitución, de modo que ambos grupos decidieron juntarse.

P. ¿Se puede ser LGTB y de derechas?

R. No es que se pueda ser, es que hay gente que lo es desde hace bastantes años. Es un hecho. Nuevas Generaciones aparece firmando manifiestos en los años 90, y la Plataforma Popular Gay a principios del 2000 iba a las manis del Orgullo. Otra cosa es lo de Ciudadanos promoviendo el Orgullo, olvidando y obviando toda la historia del Orgullo en Madrid, que la hizo el Frente de Liberación Homosexual de Castilla formado por peña de la liga comunista, anarquista, muchas travestis, etc.

Creo que esto tiene que ver con que la cuestión de la homosexualidad –homosexualidad masculina, que es casi lo único que tiene lugar en este discurso de la derecha– ha tenido visibilización social y ha entrado dentro del capitalismo a nivel sociológico: antes estabas marginalizado, pero a día de hoy puedes ser gay y triunfar políticamente, socialmente, económicamente. Desde ese privilegio hay peña que dice: “Me cago en todo el movimiento homosexual que ha habido previamente y soy de derechas”.

P. ¿Y de ultraderecha?

R. Lo que me parece más pérfido de todo son los gais de Vox, que tiene un discurso de volver al armario: “Soy homosexual pero estoy en esta formación porque mi intimidad no tiene que ser algo político”. Ese discurso es una condena a muerte, es condenarnos otra vez al armario y tendrá su cuota política. En realidad, en Plataforma por Cataluña, que era un grupo fascista, también había homosexuales con este discurso, y en el PP hace 20 años también había gente que decía: “Bueno, hay homosexuales en el PP pero no tiene por qué airearse esto”.

P. ¿Dices que quieren invisibilidad?
R. Nos condenan al armario otra vez y encima dan una imagen de “mira, esta persona es gay y no está yendo al Orgullo a travestirse”. Es un discurso horrible que a estos grupos les va bien. Mucha gente vota a Vox o antes votaba al PP porque quieren invisibilidad, que no haya Orgullo. Es la gente que dice tolerar a los gais pero que no se besen en público.

P. ¿Que opinas de la cultura como vía de escape donde se tolera la homosexualidad como una excentricidad?
R. En los 70 había en Barcelona un colectivo llamado Coordinadora d’Iniciatives Gais con un grupo de travestis y transexuales dentro que ya se quejaban de esto, de por qué tenían que estar relegadas al espectáculo o al mundo del trabajo sexual cuando querían poder tener otra salida laboral. En los años 20-30 ya te encuentras espectáculos transformistas y de hecho en el franquismo, con la homofobia generalizada que existía, los espectáculos transformistas estaban medianamente tolerados. Alguna vez podían acabar en trifulca o con la persona travesti golpeada, pero en general había cierta tolerancia. Se ha entendido, por parte del mundo heteronormativo, que la mariquita o la travesti sirven para su entretenimiento.

P. La apropiación del movimiento LGTB por parte de estos partidos de derecha y el cambio que hacen del discurso, ¿no es una manera de desvirtuarlo?
R. En parte, el potencial de esto es reventar el movimiento porque les molesta que exista, porque quieren gente sometida. Lo del armario tiene mucho que ver. El movimiento LGTB ha reivindicado mucho estar fuera del armario y a mí me parece muy importante porque generas tu existencia y tu espacio, generas que otra peña te vea y diga “anda, mira, yo puedo ser como esa y no morirme como en las pelis”, donde las bolleras siempre se mueren, las maricas acaban teniendo unas vidas horribles y a las travestis siempre las matan. Sirve para ver que puedes ser como esas personas, viviendo una vida con sus movidas pero sin ultradramas y estando bien. Eso a cierta peña no le mola.

P. ¿Qué significa vivir fuera del armario?
R. Estar fuera del armario es algo básico y ya se decía en los 70, pero en esa época, y hasta hace ocho años, no se decían discursos políticos que están ahora en la tele. Muchísimas personas siguen en el armario. Hace unos meses se suicidó un chaval con el que estuve hace años y, que yo sepa, seguía en el armario. El armario mata, es así.

P. ¿Tiene sentido dejar de luchar contra el sistema?
R. No tiene ningún sentido y es contraproducente, es recaer en tu opresión, consigues unas migajas pero luego vas a seguir fatal. Si una parte de tu comunidad acaba marginalizada, la más vulnerable —no solo por cuestiones de género, también por cuestiones de raza, de clase, etcétera—, al final te perjudica porque seguirá existiendo una situación social desfavorable para ti aunque tu subgrupo haya conseguido ciertas migajas.

Esto es lo que ha pasado tradicionalmente con los hombres gais, blancos, de clase media —que es el prototipo de Chueca y de todo este mundillo—, que acaba dándoles problemas igual, ya sea porque vayas un día por el barrio equivocado y te den una paliza o porque te encuentres una situación de discriminación laboral.

martes, 19 de noviembre de 2019

#hemeroteca #lgtbi #politica #memoria | Piro Subrat, escritor: ''La Iglesia es el mayor enemigo de la libertad sexual en España''

Imagen: El Diario / Piro Subrat
Piro Subrat, escritor: ''La Iglesia es el mayor enemigo de la libertad sexual en España''.
''La izquierda no asumió el movimiento homosexual hasta los años 80, cuando cambió el paradigma político y social, y lo hizo con ciertas resistencias'', sostiene Piro Subrat. La presentación del libro 'Invertidos y rompepatrias' de este escritor tendrá lugar en la librería La Libre de Santander este miércoles 20 de noviembre a las 20.00 horas. ''El Partido Popular se unió por primera vez al desfile del Orgullo en el año 2000, pero no estuvieron cuando había que partirse la cara'', afirma el autor.
Celia Álvarez | El Diario, 2019-11-19
https://www.eldiario.es/cantabria/cultura/Piro-Subra-Iglesia-libertad-Espana_0_965203729.html

¿Cuántas veces has oído que la izquierda es más tolerante que la derecha con el movimiento LGTBI? ¿Qué tiene de cierta esa afirmación? ¿Ha sido así siempre? El colectivo homosexual, con mayor o menor visibilidad, ha existido siempre, pero los partidos políticos se han ido sumando a su apoyo en los últimos años.

A este reflexión llega Piro Subrat (Alcalá de Henares, 1990) quien presentará este miércoles 20 de noviembre su libro 'Invertidos y rompepatrias. Marxismo, anarquismo y desobediencia sexual y de género en el estado español (1868 —1982)', en la librería La Libre de Santander, a partir de las 20.00 horas. El autor ha llevado a cabo, durante 9 años, una particular investigación acerca del movimiento LGTBI y su vinculación con la corriente de izquierdas en España. Su objetivo es ''demostrar que la homosexualidad ha existido siempre'' y, así, conseguir ''cambiar el sistema''.

En su libro, Piro hace un recorrido histórico que comienza en el siglo XIX y pasa por los periodos más significativos de la historia de nuestro país, como la República, la dictadura franquista o la Transición, para explicar cómo se ha tipificado el concepto de la homosexualidad. ''A mí este tema me atravesaba. Cuando te das cuenta de que eres homosexual, parece que eres el único en el mundo. Y si encima estás vinculado a ideas políticas radicales, ya eres la oveja negra'', sentencia en conversación con eldiario_es, preguntado por el motivo que le llevó a realizar esta investigación.

''Cuando hablo de la izquierda me refiero sobre todo al marxismo y al anarquismo, aunque también hago alusión a la Confederación Nacional de Trabajo (CNT), grupos republicanos y partidos políticos como el Partido Comunista Español (PCE)'', aclara el autor del libro.

Piro sitúa el origen del movimiento homosexual en España en los años 70, a raíz del surgimiento del MELH (Movimiento Español de Liberación Homosexual). ''Durante el franquismo era muy complicado tratar este tema. Hasta que no murió Franco, no se pudo dar visibilidad a la homosexualidad'', sostiene. El autor desvela que durante la dictadura ''se enviaban boletines a gente vinculada a la izquierda y a la corriente progresista''.

El madrileño recuerda nombres como los de Fernando Lumbreras, Empar Pineda o Jordi Petit como algunos de los primeros defensores de los derechos del colectivo LGTBI en España. Sin embargo, considera que la izquierda no siempre ha apoyado a estos colectivos. ''En los años 30 existía una corriente imperante que era homófoba y consideraba la homosexualidad como una patología. No fue hasta los años 80 cuando, a raíz del nuevo paradigma político y social, la izquierda comienza a asumir, con ciertas resistencias, este movimiento'', sentencia tajante.

''Había que hacer una revolución, y dicha revolución tenía que ser integral, incluyendo también la sexualidad'', afirma Piro en referencia al contexto de represión vivido durante la dictadura. ''La izquierda demandaba libertad, así que fue el propio colectivo homosexual quien demandó su apoyo'', revela. Sin embargo, el madrileño apunta que ''a partir de los años 80 hubo una despolitización de los movimientos LGTBI'', por lo que ya no están tan vinculados con los grupos de izquierda como en la transición.

¿Evolución o estrategia política?
Por otra parte, el autor cree que ''la derecha no asume la homosexualidad por la moral católica imperante'' que tiene. Por ello, acusa a la Iglesia de ser ''el mayor enemigo de la libertad sexual que ha habido y que hay en el Estado español''. Además, acusa a ''la derecha moderna'' de aceptar los movimientos LGTBI en un contexto social ''en el que ya estaba todo hecho''.

Respecto a la presencia de los partidos políticos en el desfile del Orgullo, Piro afirma que ''los militantes del PCE o de la CNT han ido a la manifestación del Orgullo desde su primera edición, mientras que el Partido Popular se unió, por primera vez, en el año 2000''. ''Hasta entonces, el PP defendía políticas contrarias a la defensa de los derechos LGTB y solo había ido al Orgullo a molestar. No estuvieron cuando había que partirse la cara'', cuenta indignado. ''La presencia de partidos políticos como Ciudadanos en el Orgullo es un acto electoralista'', opina.

Al hablar de electoralismo, Piro cree que también hay una parte de la izquierda que se identifica con el movimiento LGTB para ganar votos. ''Una persona del Partido del Trabajo de España me lo reconoció'', concluye.

viernes, 1 de noviembre de 2019

#libros #lgtbi #politica #historia | Invertidos y Rompepatrias : marxismo, anarquismo y desobediencia sexual y de género en el estado español (1868-1982)

Invertidos y rompepatrias : marxismo, anarquismo y desobediencia sexual y de género en el estado español (1868-1982) / Piro Subrat.
Madrid : Imperdible, 2019 [11-01].
576 p.
ISBN 9788409143467

/ ES / ENS
/ Activismo / España / Historia / LGTBI / Movimiento gay / Movimientos sociales / Política / Transición
TEXTO COMPLETO | Invertidos y Rompepatrias
https://invertidosyrompepatrias.noblogs.org/

¿Ha sido la izquierda históricamente tan tolerante con la homosexualidad como se piensa? ¿Qué le aportó en épocas de absoluto rechazo a nivel social? ¿Qué le ha diferenciado de la derecha en ese punto? ¿Cuál fue su postura al respecto frente a la inusitada represión que llevó a cabo el franquismo? ¿Fue unánime su apoyo al nuevo ‘movimiento gay’ una vez muerto el dictador? ¿El movimiento LGTB siempre ha permanecido al margen del resto de luchas, como a veces parece traducirse de su deriva actual, o hubo sectores muy representativos del mismo que lucharon por algo más que por sus derechos, mejoras legales y beneficios institucionales en los convulsos años de la llamada ‘Transición’ e incluso más allá? ¿Qué papel tuvo la existencia de una lucha antifranquista organizada de cara a la creación de los primeros movimientos de liberación (homo)sexual? ¿Han sido gais masculinos de clase media-alta provenientes de partidos de izquierda quienes engrosaron sus filas principalmente, o hubo todo un mundo paralelo de travestis, maricas con pluma, elementos radicales y algunos de los primeros grupos de lesbianas autónomas a quienes la historiografía ha relegado a un plano secundario o directamente ha invisibilizado?

Estas preguntas y algunas más las responde esta completa e innovadora investigación que arroja luz sobre los precedentes históricos de un tema que lleva años en la palestra: ¿cómo ha sido la relación entre la izquierda y la homosexualidad? Contribuye a desmitificar una izquierda que se ha popularizado como principal vertiente ideológica que defiende los derechos LGTB, sin haber hecho una autocrítica profunda de un pasado repleto de rechazo a cualquier expresión sexual no normativa. A su vez, permite comprobar como ha sido su evolución frente a ellos entre la Revolución de 1868 y la victoria del PSOE en 1982, poniendo un énfasis mayor del habitual en grupos políticos que habitualmente no lo tienen en la historiografía oficial, como el anarquismo y otras prácticas de base similar.


Invertidos y rompepatrias.
Todo por hacer, 2019-11-00

https://www.todoporhacer.org/ensayo-invertidos-rompepatrias/

Publicado por primera vez en 2011 tras una investigación menos minuciosa, llega ahora la segunda edición de este libro. La nueva versión nos aporta una visión mucho más detallada de cómo a lo largo de algo más de un siglo se trató la liberación sexual, las orientaciones sexuales no hegemónicas y las identidades trans por parte del movimiento obrero organizado y demás corrientes anticapitalistas en el estado español. A su vez, se establece un paralelismo entre estas luchas y la primera década de historia del llamado “movimiento gay” en el territorio, que se vio indudablemente influenciado por la lucha antifranquista y las ideas revolucionarias que imperaban en su seno, algunas de las cuales generaron la existencia colectivos de lesbianas, maricas y travestis de tendencia muy radical que han quedado al margen tanto de la historiografía oficial de la supuesta ‘Transición a la democracia’ como de la gran mayoría de la historiografía LGTBI.

De igual forma, este libro contribuye a acabar con multitud de mitos que se han afianzado en la relación entre izquierda y homosexualidad: ni la izquierda toleró ni respetó la disidencia sexual y de género hasta bien avanzado el siglo XX, ni faltaron personas en su seno que, desafiando infinidad de tabúes del momento, se manifestaron a su favor. Este último dato situaría a algunas fuerzas marxistas y especialmente anarquistas entre los sectores de la población más benevolentes hacia la diferencia de sexo-género durante la Restauración Monárquica, la II República y el Franquismo, y tendría su eco en el mayoritario apoyo que ofrecieron a la ‘liberación gay” una vez muerto el dictador. Pero tampoco escatima en mostrar la infinidad de resistencias que hubo hasta llegar a ese momento, materializadas en infinidad de posturas que buscaban curar la homosexualidad, condenarla al ostracismo o incluso clamaban por intervenciones gubernativas en los vecindarios en los que se daba.

En resumen, una obra imprescindible para realizar una revisión histórica sobre el trato que las fuerzas de izquierda dispensaron a quienes rompían con las normas sexuales y de género en cada época. Y también para recordar que en un pasado bastante cercano la lucha ahora llamada ‘LGTBI’ se aproximaba más a la ruptura con lo establecido a nivel sexual y más allá, sentando las bases de una corriente radical dentro del movimiento que llega hasta la actualidad, pese a los discursos asimilacionistas y ‘gaypitalistas’ que han gozado de mayor difusión en los últimos años.