Asociación de Historia Contemporánea : Marcial Pons, Madrid : 2012.
249 p. : il.
En: Ayer : revista de historia contemporánea (ISSN 1134-2277), n. 87 (Septiembre 2012).
ISBN 9788492820764 / 22 €
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/ Historia – Siglo XIX / Historia – Siglo XX / Historiografía / Homosexualidad
Biblioteca UPV/EHU
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Biblioteca UPV/EHU. Revista
https://millennium.ehu.es/record=b1652713~S1*spi
La historiografía de las homosexualidades y de las subculturas homoeróticas constituye hoy un género en expansión. No obstante, lejos de entenderse como un gueto periférico de la disciplina, su asunto concierne a la médula misma de la historia social: las identidades de clase, de raza y de género, la construcción de la nación y el gobierno biopolítico de las poblaciones.
TEXTO COMPLETO | AHC - Asociación de Historia Contemporánea
https://www.ahistcon.org/PDF/numeros/ayer87.pdf
SUMARIO
Dosier: Homosexualidades
13-21 / Presentación / Francisco J. Vázquez García
23-44 / La matriz del deseo: del género a lo genital / Francisco Javier Ugarte Pérez
45-66 / Homoerótica entre líneas. La "degradación moral" del soldado francés (1879-1914) / Jordi Luengo López
67-88 / Entre los "vicios genésicos" y la normalización de la homosexualidad: “A Vida Sexual” de Egas Moniz / Richard Cleminson, Francisco Molina Artaloytia
89-109 / El ojo del poder en los meaderos. Las prácticas homosexuales en los urinarios públicos de París, 1945-1975 / Geoffroy Huard
111-130 / Vidas atormentadas. El futuro de una herencia / Didier Eribon
De la historia de la homosexualidad a la historia de los homoerotismos / Francisco J. Vázquez García
Desde el siglo XIX, las tentativas para justificar y afirmar el homoerotismo como condición de una identidad legítima han implicado una batalla por el pasado, una lucha para construir una memoria colectiva. Desde el alegato del sombrerero suizo Heinrich Hössli en 1821 sobre el amor entre hombres difundido por los griegos de la Antigüedad, pasando por los volúmenes del jurista Karl Heinrich Ulrichs y de los helenistas oxonienses (Symonds y Pater), hasta las reflexiones del francés André Gide o del latinoamericano Nin Frías, la defensa del homoerotismo ha involucrado la edificación de unas dinastías de excelencia (desde Sócrates hasta Whitman) que servían para contrarrestar las estructuras del estigma y del insulto que ciernen este tipo de relación. Los artistas, políticos e intelectuales más excelsos, desde los héroes homéricos hasta nuestros días, eran invocados en esta reivindicación. Frente a este discurso, la psiquiatría, la criminología, la pedagogía, el ensayo y la novela contraatacaban mostrando los vínculos que emparentaban a delincuentes oligofrénicos con genios como Leonardo o Shakespeare, recurriendo para ello a la teoría de la degeneración.
Con la revolución sexual de los años sesenta y la eclosión del movimiento de gais y lesbianas, simbolizado por el acontecimiento de Stonewall en 1969, la historia y las ciencias sociales forjaron, con sus propios instrumentos analíticos, un nuevo modo de abordar las identidades homoeróticas. A través principalmente de las contribuciones del interaccionismo simbólico norteamericano y de los estudios genealógicos de Foucault acabó cuajando un paradigma construccionista que, más allá de sus matizaciones e impugnaciones —a veces presentadas en estudios brillantes como los de John Boswell—, ha acabado imponiéndose en la comunidad de los investigadores.
Actualmente, la historiografía de la homosexualidad constituye uno de los territorios más fructíferos dentro de los estudios históricos sobre la vida sexual, contando hoy con sus propias revistas, equipos de investigación y colecciones editoriales especializadas. Sin duda, en esta vasta bibliografía, que podría llenar varias bibliotecas, el homoerotismo masculino ha sido el blanco de interrogación preferente, aunque los trabajos sobre las variantes femeninas crecen exponencialmente en los últimos años, sobre todo en el mundo cultural anglosajón. Un desequilibrio semejante se encuentra entre las exploraciones dedicadas al mundo noroccidental, especialmente al área anglonorteamericana, y las que se ocupan del sur o del este de Europa, por no hablar de la situación aún embrionaria de los trabajos históricos proyectados fuera de los continentes europeo y americano.
Sin duda la expansión de este género historiográfico está directamente relacionada con el despegue, a partir de los años sesenta, de los movimientos sociales en defensa de la libertad de orientación sexual. Este panorama se ha ido enriqueciendo en décadas posteriores, en primer lugar desde el ángulo político, con el asociacionismo propiciado por la estigmatización que trajo el SIDA, la floración del movimiento LGTB y la paulatina conquista de derechos por parte de las minorías sexuales. En segundo lugar desde la perspectiva teórica, con las aportaciones innovadoras de la teoría “queer” y del postfeminismo, y en tercer lugar desde la consideración cultural, con la visibilidad creciente de estos colectivos, su énfasis en la condición construida de la identidad personal y las nuevas propuestas y estilos de vida que desafiaban el orden vigente de los géneros y de los valores en las sociedades contemporáneas. […]
Con la revolución sexual de los años sesenta y la eclosión del movimiento de gais y lesbianas, simbolizado por el acontecimiento de Stonewall en 1969, la historia y las ciencias sociales forjaron, con sus propios instrumentos analíticos, un nuevo modo de abordar las identidades homoeróticas. A través principalmente de las contribuciones del interaccionismo simbólico norteamericano y de los estudios genealógicos de Foucault acabó cuajando un paradigma construccionista que, más allá de sus matizaciones e impugnaciones —a veces presentadas en estudios brillantes como los de John Boswell—, ha acabado imponiéndose en la comunidad de los investigadores.
Actualmente, la historiografía de la homosexualidad constituye uno de los territorios más fructíferos dentro de los estudios históricos sobre la vida sexual, contando hoy con sus propias revistas, equipos de investigación y colecciones editoriales especializadas. Sin duda, en esta vasta bibliografía, que podría llenar varias bibliotecas, el homoerotismo masculino ha sido el blanco de interrogación preferente, aunque los trabajos sobre las variantes femeninas crecen exponencialmente en los últimos años, sobre todo en el mundo cultural anglosajón. Un desequilibrio semejante se encuentra entre las exploraciones dedicadas al mundo noroccidental, especialmente al área anglonorteamericana, y las que se ocupan del sur o del este de Europa, por no hablar de la situación aún embrionaria de los trabajos históricos proyectados fuera de los continentes europeo y americano.
Sin duda la expansión de este género historiográfico está directamente relacionada con el despegue, a partir de los años sesenta, de los movimientos sociales en defensa de la libertad de orientación sexual. Este panorama se ha ido enriqueciendo en décadas posteriores, en primer lugar desde el ángulo político, con el asociacionismo propiciado por la estigmatización que trajo el SIDA, la floración del movimiento LGTB y la paulatina conquista de derechos por parte de las minorías sexuales. En segundo lugar desde la perspectiva teórica, con las aportaciones innovadoras de la teoría “queer” y del postfeminismo, y en tercer lugar desde la consideración cultural, con la visibilidad creciente de estos colectivos, su énfasis en la condición construida de la identidad personal y las nuevas propuestas y estilos de vida que desafiaban el orden vigente de los géneros y de los valores en las sociedades contemporáneas. […]
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