elputojacktwist | Dos Manzanas, 2012-03-09
http://www.dosmanzanas.com/2012/03/diario-de-juan-bernier.html
“Yo soy yo y mi disidencia” (Juan Bernier)
Que la publicación del Diario de Juan Bernier (1911-1989), a los veinte años de la muerte de su autor, no haya suscitado ningún tipo de escándalo dice mucho de nuestro país: o es que ya se acepta todo o es que ya no leemos nada. Un diario escrito para ser leído: no es un diario secreto, oculto (pero todos los diarios se escriben para ser leídos, eso creo), en el que su autor, poeta y miembro fundador de la revista “Cántico” en 1947 (junto a los también homosexuales Pablo García Baena, Julio Aumente o Ricardo Molina), busca dar a conocer sus más íntimos (y ahora, quizá incorrectos) sentimientos y deseos.
Nacido en la aldea de La Carlota en 1911, pronto se traslada su familia a Córdoba, y el mundo de corrales, siestas en la era y luminosos días en casas infinitas se convierten en tardes oscuras de un apartamento más bien pequeño, días de colegio y tardes de cine. Pronto llegará la guerra, y será llamado a filas en el bando nacional, de manera casual, él dice, y debemos de creerle puesto que aún siendo de los ganadores fue represaliado y visto siempre como sospechoso: los maricones no son de derechas ni de izquierdas, son maricones.
“¡Qué lejos hoy de Grecia! Se ha convertido en crimen lo que no es sino diferencia. Como ladrones y asesinos, a este amor y a esta caricia se la conoce en las tinieblas, entre la inquietud y las sombras”
Los episodios de la guerra, pese al horror, nos trasladan a los paisajes idílicos de los Pirineos, a los torrentes y claros del bosque, que debieron dejar una profunda huella en el poeta, además del descubrimiento luminoso y sensual del norte de África y sus desinhibidos adolescentes. Posteriormente, su vuelta a la normalidad, a una España mísera, gris y paleta, junto con sus dificultades por comprenderse a sí mismo, y una vez asumida su homosexualidad y sus peculiares gustos (la atracción por jóvenes demasiado jóvenes para los tiempos que corren), por desarrollar su vida de la mejor manera posible. Y leído el libro uno no pude dudar de que lo hiciera: solo fue detenido una vez y el resultado fue más o menos honroso. Siempre es complicado (y fácil) condenar y juzgar sin conocer el contexto: puede parecer una barbaridad, un escándalo incluso, algunas de las cosas (y de las edades) que leemos en el libro. Pero estamos en la España de posguerra, hay mucha miseria, un chaval de catorce años es un hombre ya, en muchos sentidos, que los prostíbulos están llenos de niñas al servicio de otro señores mucho más heterosexuales (eso sí). No debemos olvidar que la mayoría de las relaciones narradas por el autor son consentidas, buscadas e incluso provocadas por los chavales, que tienen más vida y mundo y son infinitamente menos inocentes que el poeta, que se escandaliza a veces de lo que oye de sus bocas imberbes. Que a los doce años frecuentaban prostitutas, que sabían usar armas y que probablemente, habrían matado ya. No creo sinceramente que ninguno de los (montones) de chavales que aparecen en el libro hayan sido pervertidos por el más que pacato Bernier.
El "Diario", de lectura imprescindible, ha sido por fin editado (como era el deseo de su autor) por la editorial Pre-Textos, en edición de Juan Antonio Bernier, sobrino nieto del poeta, y poeta a su vez.
Nacido en la aldea de La Carlota en 1911, pronto se traslada su familia a Córdoba, y el mundo de corrales, siestas en la era y luminosos días en casas infinitas se convierten en tardes oscuras de un apartamento más bien pequeño, días de colegio y tardes de cine. Pronto llegará la guerra, y será llamado a filas en el bando nacional, de manera casual, él dice, y debemos de creerle puesto que aún siendo de los ganadores fue represaliado y visto siempre como sospechoso: los maricones no son de derechas ni de izquierdas, son maricones.
“¡Qué lejos hoy de Grecia! Se ha convertido en crimen lo que no es sino diferencia. Como ladrones y asesinos, a este amor y a esta caricia se la conoce en las tinieblas, entre la inquietud y las sombras”
Los episodios de la guerra, pese al horror, nos trasladan a los paisajes idílicos de los Pirineos, a los torrentes y claros del bosque, que debieron dejar una profunda huella en el poeta, además del descubrimiento luminoso y sensual del norte de África y sus desinhibidos adolescentes. Posteriormente, su vuelta a la normalidad, a una España mísera, gris y paleta, junto con sus dificultades por comprenderse a sí mismo, y una vez asumida su homosexualidad y sus peculiares gustos (la atracción por jóvenes demasiado jóvenes para los tiempos que corren), por desarrollar su vida de la mejor manera posible. Y leído el libro uno no pude dudar de que lo hiciera: solo fue detenido una vez y el resultado fue más o menos honroso. Siempre es complicado (y fácil) condenar y juzgar sin conocer el contexto: puede parecer una barbaridad, un escándalo incluso, algunas de las cosas (y de las edades) que leemos en el libro. Pero estamos en la España de posguerra, hay mucha miseria, un chaval de catorce años es un hombre ya, en muchos sentidos, que los prostíbulos están llenos de niñas al servicio de otro señores mucho más heterosexuales (eso sí). No debemos olvidar que la mayoría de las relaciones narradas por el autor son consentidas, buscadas e incluso provocadas por los chavales, que tienen más vida y mundo y son infinitamente menos inocentes que el poeta, que se escandaliza a veces de lo que oye de sus bocas imberbes. Que a los doce años frecuentaban prostitutas, que sabían usar armas y que probablemente, habrían matado ya. No creo sinceramente que ninguno de los (montones) de chavales que aparecen en el libro hayan sido pervertidos por el más que pacato Bernier.
El "Diario", de lectura imprescindible, ha sido por fin editado (como era el deseo de su autor) por la editorial Pre-Textos, en edición de Juan Antonio Bernier, sobrino nieto del poeta, y poeta a su vez.
“Permitid, Señor, un poco de lujuria en este mundo (…)
Permitidlo, Señor, que ya sufrieron sus penas los humanos,
que ya, bastante, la carga duró sobre sus hombros.”
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