Imagen: El Salto |
No creo que pueda describir con claridad y al mismo tiempo desde la serenidad, lo que es la “sororidad”. Para mí, tal vez se trate de mucho más que un sentimiento. Sororidad son los valores de un hogar que entre todas cuidamos.
Noelia Mellado | El Salto, 2020-03-07
https://www.elsaltodiario.com/opinion/nosotras-somos-sororidad-nosotras-existimos
La Real Academia Española (RAE) define la sororidad como:
1. Amistad o afecto entre mujeres.
2. Relación de solidaridad entre las mujeres, especialmente en la lucha por su empoderamiento.
Sin embargo, yo no creo que pueda describir con claridad y al mismo tiempo desde la serenidad, lo que es la “sororidad”. Para mí, tal vez se trate de mucho más que un sentimiento. Sororidad son los valores de un hogar que entre todas cuidamos. Es algo mucho más profundo e intrínseco que abarca la comprensión, la solidaridad y, sí, también la indignación.
Sororidad es la comprensión reflejada entre las unas y las otras, a veces mediante miradas cómplices y, otras, manifestada simplemente apoyándonos y, en definitiva, valorándonos desde el necesario máximo respeto a la amplia diversidad que cada una de nosotras y cada una de nuestras hermanas representa: mujeres migrantes, lesbianas, bisexuales, pansexuales, trans, con diversidad funcional o sin ella, negras, delgadas, con sobrepeso, etc.
Comprensión es saber que el feminismo es el hogar de todas y, por lo tanto, comprensión es buscar también un lenguaje inclusivo en el que estén presentes también las distintas realidades trans que merecen todo nuestro reconocimiento. Por supuesto, tampoco quiero ni puedo olvidarme de otra lacra (si bien soy activista LGTBI), sororidad también es un “no estás sola, denuncia” acompañado del abrazo cálido de otra hermana cuando se ha conseguido escapar esta vez de la violencia de género.
Sororidad es entender que la lucha de una sola mujer no es una lucha sólo de ella sino la de todas porque en el feminismo cabemos todas. Si no, sencillamente no es feminismo. Sororidad es entender que los sitios y los puestos no existen porque todas somos una voz unida, incansable, sólida y firme por lo que ni siquiera hace falta debatir qué nos separa. Lo que nos separa es también aquello que nos une: las opresiones.
Opresiones varias ejercidas mediante un sistema cisheteropatriarcal y capitalista donde el hombre cisexual a menudo goza de unos privilegios que le son privados a la mujer sencillamente por el mero hecho de serlo. Esto genera un sinfín de discriminaciones múltiples difíciles de resumir: “brecha salarial” —por el mismo trabajo a una mujer se le paga menos en comparación con su compañero de trabajo hombre—, “techo de cristal” —imposibilidad en algunos casos o improbabilidad en otros de acceder a un puesto directivo en comparación con compañeros de trabajo—, dificultades para conciliar la vida laboral, etc.
Solidaridad es también mirar a nuestro alrededor y entender que el feminismo está tan unido al colectivo LGTBI, como el colectivo LGTBI al feminismo. Una alianza única y estrecha. Una alianza absolutamente necesaria y una unión que no es sino la clave para una transformación social real.
Por ello, no puedo olvidarme tampoco de las discriminaciones específicas y no menos importantes que también sufrimos las mujeres lesbianas, trans y bisexuales. Porque, hoy en día, una pareja de mujeres no puede inscribir a su recién nacido en el Registro Civil desde el centro hospitalario como, en cambio, sí sucede en relaciones heterosexuales. Porque las parejas formadas por dos mujeres sufren con mayor frecuencia la “brecha salarial”.
Porque falta información y faltan campañas de prevención en políticas de salud sexual sobre la transmisión de ITS en mujeres que mantienen relaciones sexuales con otras mujeres. Porque hay un total desconocimiento y una deshumanización de las distintas realidades trans eternamente patologizadas. Porque la mujeres lesbianas y las mujeres trans son cosificadas como un fetiche sexual en una sociedad patriarcal nacida para saciar las fantasías eróticas del hombre.
No olvidemos, compañeras de lucha, que el colectivo LGTBI, y especialmente sus mujeres, hermanas de lucha, sigue y seguimos sin tener una Ley Estatal LGTBI que garantice no sufrir ninguna de las discriminaciones como estas.
Esto hace que en España existan comunidades autónomas en las que, por lo menos, las personas del colectivo tienen una cobertura legal autonómica y otras, en las que no se tiene ningún tipo de cobertura legal, algo imperdonable en pleno siglo XXI.
Sororidad es también la valentía y el amor. Yo creo en el movimiento feminista que gira la vista a su alrededor y ve en manifestaciones a tantas compañeras apoyarse que se emociona con solo saber que cada paso hacia delante es una victoria por y para todas. Pero también es una victoria hacia la transformación social, pues si nosotras conseguimos nuestros derechos, toda la sociedad se beneficia, incluidos aquellos hombres que empiezan a reflexionar sobre nuevos modelos de masculinidad positiva. Nuestras victorias favorecen a nuestras familias para que nuestros menores tengan un futuro esperanzador que supere el pasado que ya conocemos y el presente que vivimos.
Pero también creo en un movimiento feminista vivo que gira la vista a su alrededor y ve como muchas de nosotras ya no están y no están porque las han asesinado. Creo en un movimiento feminista que llora cuando somos una menos. Creo en un movimiento feminista en el que si nos tocan a una, nos tocan a todas, y se manifiesta saliendo a las calles para exigir medidas contundentes (que buena falta nos hace ya) que erradiquen de una vez el fin de la violencia de género, intragénero, abusos sexuales, agresiones sexuales... Creo en un movimiento feminista que exige que los derechos de la mujer sean equiparables a los del hombre y, por lo tanto, se deje de cosificar a la mujer en base a cánones de belleza dañinos que nos destruyen o nos convierten en un objeto para la fantasía erótica del patriarcado.
Sororidad también es indignación, porque sororidad es empoderamiento al que precede el amasijo de rabia que cuesta digerir. Rabia porque no hay igualdad de trato ni de oportunidades en este siglo XXI. Rabia porque son los distintos gobiernos quienes tienen en sus manos cumplir la voluntad de las mujeres, que también votamos, y que votamos aquello que queremos gracias a otras mujeres —las sufragistas de distintas partes del mundo que dieron su vida al ser torturadas o asesinadas para que a día de hoy nuestro voto se equipare al del hombre—.
Y, por último, sororidad es historia. La historia mayoritariamente ha sido escrita por hombres, que conscientemente o no, han silenciado a las mujeres desde los privilegios que éste ha tenido a lo largo y ancho de los siglos y para ejemplo de ello, no puedo más que compartir una experiencia personal a modo de final de este sincero artículo.
He tenido la suerte de ser una mujer blanca y europea que he contado con el apoyo de mis padres y mis propios esfuerzos para poder costearme estudios universitarios de Filología Hispánica en la Universidad de las Islas Baleares. En esa época, estudié una asignatura que no era obligatoria sino optativa y que se llamaba Literatura Femenina. El primer día de clase éramos unas 7 chicas y 1 solo chico frente a las clases llenas que tenían otras asignaturas de la misma carrera que eran obligatorias. Ese primer día fue absolutamente memorable porque la catedrática que la impartía dijo frases que guardé para nunca olvidarlas: “No he puesto yo el nombre a esta asignatura a la que, encima, han mal llamado Literatura Femenina por simplemente ser literatura escrita únicamente por mujeres. No he sido yo la que ha decidido que la literatura deba separarse por la escrita por hombres de la escrita por mujeres. Es vergonzoso que esto siga pasando en el siglo XXI y es vergonzoso que apenas se hable de escritoras abiertamente lesbianas, bisexuales y trans porque ellas han sido y son, con su visibilidad, motor de cambio capaces incluso de desafiar dictaduras para escribir por la libertad. Es vergonzoso que aún tengamos que investigar y recuperar de la historia perdida a escritoras migrantes, racializadas, negras que sabemos que existieron pero cuyas obras han sido perdidas misteriosamente”.
Tal vez aquella catedrática que un día tuve y que dijo esas palabras en un momento de comprensión, de indignación, de amor a otras mujeres al reconocerlas en la historia, de solidaridad, de valentía en la docencia y, en definitiva, de sororidad total justo hace años y antes de empezar la clase no sepa que sus palabras fueron para mí un “gracias” emocionado y ahogado en el silencio.
Gracias porque como mujer y, más aún, mujer bisexual feminista que soy, noté en todas y cada una de sus palabras, la siguiente frase: “Nosotras somos sororidad. Nosotras existimos”.
1. Amistad o afecto entre mujeres.
2. Relación de solidaridad entre las mujeres, especialmente en la lucha por su empoderamiento.
Sin embargo, yo no creo que pueda describir con claridad y al mismo tiempo desde la serenidad, lo que es la “sororidad”. Para mí, tal vez se trate de mucho más que un sentimiento. Sororidad son los valores de un hogar que entre todas cuidamos. Es algo mucho más profundo e intrínseco que abarca la comprensión, la solidaridad y, sí, también la indignación.
Sororidad es la comprensión reflejada entre las unas y las otras, a veces mediante miradas cómplices y, otras, manifestada simplemente apoyándonos y, en definitiva, valorándonos desde el necesario máximo respeto a la amplia diversidad que cada una de nosotras y cada una de nuestras hermanas representa: mujeres migrantes, lesbianas, bisexuales, pansexuales, trans, con diversidad funcional o sin ella, negras, delgadas, con sobrepeso, etc.
Comprensión es saber que el feminismo es el hogar de todas y, por lo tanto, comprensión es buscar también un lenguaje inclusivo en el que estén presentes también las distintas realidades trans que merecen todo nuestro reconocimiento. Por supuesto, tampoco quiero ni puedo olvidarme de otra lacra (si bien soy activista LGTBI), sororidad también es un “no estás sola, denuncia” acompañado del abrazo cálido de otra hermana cuando se ha conseguido escapar esta vez de la violencia de género.
Sororidad es entender que la lucha de una sola mujer no es una lucha sólo de ella sino la de todas porque en el feminismo cabemos todas. Si no, sencillamente no es feminismo. Sororidad es entender que los sitios y los puestos no existen porque todas somos una voz unida, incansable, sólida y firme por lo que ni siquiera hace falta debatir qué nos separa. Lo que nos separa es también aquello que nos une: las opresiones.
Opresiones varias ejercidas mediante un sistema cisheteropatriarcal y capitalista donde el hombre cisexual a menudo goza de unos privilegios que le son privados a la mujer sencillamente por el mero hecho de serlo. Esto genera un sinfín de discriminaciones múltiples difíciles de resumir: “brecha salarial” —por el mismo trabajo a una mujer se le paga menos en comparación con su compañero de trabajo hombre—, “techo de cristal” —imposibilidad en algunos casos o improbabilidad en otros de acceder a un puesto directivo en comparación con compañeros de trabajo—, dificultades para conciliar la vida laboral, etc.
Solidaridad es también mirar a nuestro alrededor y entender que el feminismo está tan unido al colectivo LGTBI, como el colectivo LGTBI al feminismo. Una alianza única y estrecha. Una alianza absolutamente necesaria y una unión que no es sino la clave para una transformación social real.
Por ello, no puedo olvidarme tampoco de las discriminaciones específicas y no menos importantes que también sufrimos las mujeres lesbianas, trans y bisexuales. Porque, hoy en día, una pareja de mujeres no puede inscribir a su recién nacido en el Registro Civil desde el centro hospitalario como, en cambio, sí sucede en relaciones heterosexuales. Porque las parejas formadas por dos mujeres sufren con mayor frecuencia la “brecha salarial”.
Porque falta información y faltan campañas de prevención en políticas de salud sexual sobre la transmisión de ITS en mujeres que mantienen relaciones sexuales con otras mujeres. Porque hay un total desconocimiento y una deshumanización de las distintas realidades trans eternamente patologizadas. Porque la mujeres lesbianas y las mujeres trans son cosificadas como un fetiche sexual en una sociedad patriarcal nacida para saciar las fantasías eróticas del hombre.
No olvidemos, compañeras de lucha, que el colectivo LGTBI, y especialmente sus mujeres, hermanas de lucha, sigue y seguimos sin tener una Ley Estatal LGTBI que garantice no sufrir ninguna de las discriminaciones como estas.
Esto hace que en España existan comunidades autónomas en las que, por lo menos, las personas del colectivo tienen una cobertura legal autonómica y otras, en las que no se tiene ningún tipo de cobertura legal, algo imperdonable en pleno siglo XXI.
Sororidad es también la valentía y el amor. Yo creo en el movimiento feminista que gira la vista a su alrededor y ve en manifestaciones a tantas compañeras apoyarse que se emociona con solo saber que cada paso hacia delante es una victoria por y para todas. Pero también es una victoria hacia la transformación social, pues si nosotras conseguimos nuestros derechos, toda la sociedad se beneficia, incluidos aquellos hombres que empiezan a reflexionar sobre nuevos modelos de masculinidad positiva. Nuestras victorias favorecen a nuestras familias para que nuestros menores tengan un futuro esperanzador que supere el pasado que ya conocemos y el presente que vivimos.
Pero también creo en un movimiento feminista vivo que gira la vista a su alrededor y ve como muchas de nosotras ya no están y no están porque las han asesinado. Creo en un movimiento feminista que llora cuando somos una menos. Creo en un movimiento feminista en el que si nos tocan a una, nos tocan a todas, y se manifiesta saliendo a las calles para exigir medidas contundentes (que buena falta nos hace ya) que erradiquen de una vez el fin de la violencia de género, intragénero, abusos sexuales, agresiones sexuales... Creo en un movimiento feminista que exige que los derechos de la mujer sean equiparables a los del hombre y, por lo tanto, se deje de cosificar a la mujer en base a cánones de belleza dañinos que nos destruyen o nos convierten en un objeto para la fantasía erótica del patriarcado.
Sororidad también es indignación, porque sororidad es empoderamiento al que precede el amasijo de rabia que cuesta digerir. Rabia porque no hay igualdad de trato ni de oportunidades en este siglo XXI. Rabia porque son los distintos gobiernos quienes tienen en sus manos cumplir la voluntad de las mujeres, que también votamos, y que votamos aquello que queremos gracias a otras mujeres —las sufragistas de distintas partes del mundo que dieron su vida al ser torturadas o asesinadas para que a día de hoy nuestro voto se equipare al del hombre—.
Y, por último, sororidad es historia. La historia mayoritariamente ha sido escrita por hombres, que conscientemente o no, han silenciado a las mujeres desde los privilegios que éste ha tenido a lo largo y ancho de los siglos y para ejemplo de ello, no puedo más que compartir una experiencia personal a modo de final de este sincero artículo.
He tenido la suerte de ser una mujer blanca y europea que he contado con el apoyo de mis padres y mis propios esfuerzos para poder costearme estudios universitarios de Filología Hispánica en la Universidad de las Islas Baleares. En esa época, estudié una asignatura que no era obligatoria sino optativa y que se llamaba Literatura Femenina. El primer día de clase éramos unas 7 chicas y 1 solo chico frente a las clases llenas que tenían otras asignaturas de la misma carrera que eran obligatorias. Ese primer día fue absolutamente memorable porque la catedrática que la impartía dijo frases que guardé para nunca olvidarlas: “No he puesto yo el nombre a esta asignatura a la que, encima, han mal llamado Literatura Femenina por simplemente ser literatura escrita únicamente por mujeres. No he sido yo la que ha decidido que la literatura deba separarse por la escrita por hombres de la escrita por mujeres. Es vergonzoso que esto siga pasando en el siglo XXI y es vergonzoso que apenas se hable de escritoras abiertamente lesbianas, bisexuales y trans porque ellas han sido y son, con su visibilidad, motor de cambio capaces incluso de desafiar dictaduras para escribir por la libertad. Es vergonzoso que aún tengamos que investigar y recuperar de la historia perdida a escritoras migrantes, racializadas, negras que sabemos que existieron pero cuyas obras han sido perdidas misteriosamente”.
Tal vez aquella catedrática que un día tuve y que dijo esas palabras en un momento de comprensión, de indignación, de amor a otras mujeres al reconocerlas en la historia, de solidaridad, de valentía en la docencia y, en definitiva, de sororidad total justo hace años y antes de empezar la clase no sepa que sus palabras fueron para mí un “gracias” emocionado y ahogado en el silencio.
Gracias porque como mujer y, más aún, mujer bisexual feminista que soy, noté en todas y cada una de sus palabras, la siguiente frase: “Nosotras somos sororidad. Nosotras existimos”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.