Imagen: Google Imágenes / Saskia Sassen |
La socióloga Saskia Sassen trabaja al margen de falsas excelencias e investigaciones banales
Holm-Detlev Köhler · Profesor de Sociología de la Universidad de Oviedo | El País, 2013-06-14
http://elpais.com/elpais/2013/06/06/opinion/1370546845_191006.html
La concesión del premio Príncipe de Asturias a la socióloga Saskia Sassen es una gran noticia. Saskia Sassen es brillante y navega contracorriente en un mundo de falsas excelencias, permanentes evaluaciones burocráticas, productos científicos banales y una enseñanza universitaria cada vez más precaria. De sus múltiples y valiosas enseñanzas quiero destacar tres:
1. La globalización tiene geografía, actores y luchas por el poder. La ideología dominante vende a la globalización como un proceso automático e imparable. Saskia Sassen, en cambio, nos enseña que la globalización tiene una base territorial jerárquica liderada por un reducido grupo de “ciudades globales” que aglutinan las sedes centrales de las corporaciones transnacionales y grupos financieros, los centros de poder político, las élites de capital humano. Allí se concentran los beneficiarios de la globalización, pero también una nueva clase de explotados. Los ricos globalizados necesitan mano de obra servil y barata para limpiar sus casas y oficinas, lavar su ropa, cuidar sus niños y coches y vigilar sus puertas. La globalización, insiste Sassen, no genera más riqueza sino que abre una brecha creciente entre ricos y pobres con las clases medias menguantes.
Ahora bien, la presión polarizadora se siente en todas las ciudades globales, pero de forma muy desigual. Mientras Madrid o Manila, por ejemplo, viven un proceso de desigualdad y exclusión social sin apenas capacidad de corrección, Oslo y Copenhague minimizan estos efectos con el mantenimiento de un Estado de bienestar bien dotado y articulado.
Por otro lado, Sassen también nos enseña que la inversión extranjera en los países en vías de desarrollo no ayuda a retener y emplear a la población autóctona, sino que destruye las economías tradicionales y fomenta la emigración y la desigualdad. La presión de la competitividad y de los agentes financieros reduce las inversiones en educación y bienestar, ahoga el desarrollo y estimula todavía más la emigración y la economía sumergida.
Finalmente, Sassen contradice la visión generalizada de los Estados-nación. Los Estados no desaparecen sino que se transforman en un proceso de “desnacionalización”. Las políticas, los bancos, las universidades, las infraestructuras, etc., permanecen insertados en estructuras estatales pero adoptan funciones globalizadoras. Las grandes categorías sociales, el territorio, la autoridad y los derechos, se habían nacionalizado en largos procesos históricos y ahora se están desnacionalizando facilitando una nueva geografía global.
2. La reivindicación de la Sociología Histórica. Metodológicamente, Saskia Sassen vuelve a la Sociología clásica y a los grandes estudios de la Sociología Histórica del siglo XX de autores como Elias, Moore, Skocpol o Tilly. Se opone, así, a la tendencia dominante de las últimas tres décadas de reducir a la Sociología a analizar fenómenos puntuales mediante operaciones estadísticas sobre encuestas y a interpretaciones basadas en teorías planas como la elección racional.
Las modernas aglomeraciones urbanas forman para los ojos analíticos de Sassen una “zona heurística”, un tipo de laboratorio para identificar procesos de cambio social de largo alcance. Pero para identificar estos procesos hay que “usar la historia como un experimento natural”. La globalización actual aparece, en esta perspectiva, como un complejo conjunto de transformaciones institucionales o “capacidades”, en referencia a Martha Nussbaum, desarrolladas por el sistema de Estados soberanos.
Las transformaciones fundacionales desde la época nacional a la global forman nuevas “lógicas organizativas”, un ensamblaje entre capacidades desarrolladas en el orden anterior y nuevas capacidades emergentes. Durante la época nacional, las políticas fiscales, económicas y tecnológicas fortalecían a las naciones y sus ciudadanos. Estas capacidades del Estado-nación se convierten hoy en capacidades de la globalización donde las políticas fiscales y económicas fortalecen a las empresas transnacionales en detrimento de las naciones y los ciudadanos. Estos últimos reaccionan con un distanciamiento frente a sus Estados, no consideran a los Gobiernos del Estado suyos (“¡No nos representan!”), rompiendo así el contrato histórico de la revolución burguesa entre Estado y ciudadanía.
3. La tercera enseñanza de Saskia Sassen nos lleva a la futura quiebra de nuestro sistema académico-universitario. Una de las científicas más importantes de nuestra época no ha conseguido ningún sexenio, ninguna acreditación, frente a los criterios de nuestras agencias de evaluación, que anteponen siempre el mismo criterio: tres publicaciones JCR (Journal Citation Reports) en los últimos cinco años. Sassen no tiene ni una, sino que ha publicado libros e informes, fruto de proyectos de investigación de verdad y referencias fundamentales para académicos comprometidos, ha publicado numerosos artículos en medios de gran difusión, etc., pero se ha resistido a la práctica de inflar su currículum con artículos estandarizados sin interés ni lectores, más allá de círculos de amigos de citación mutua. Estamos entregando nuestra calidad científica a Thompson Reuters (la empresa gestora de los JCRs) igual que la calificación de nuestras economías a Fitch, Moody's y Standard & Poor's. La estandarización de nuestra enseñanza universitaria y de nuestra producción científica nos llevará a universidades sin debates, investigaciones sin compromiso y un sistema académico sin pensamiento.
El tan merecido premio para Saskia Sassen nos deja, por lo tanto, un sabor agridulce porque puede representar un galardón para una representante de una estirpe en proceso de extinción.
1. La globalización tiene geografía, actores y luchas por el poder. La ideología dominante vende a la globalización como un proceso automático e imparable. Saskia Sassen, en cambio, nos enseña que la globalización tiene una base territorial jerárquica liderada por un reducido grupo de “ciudades globales” que aglutinan las sedes centrales de las corporaciones transnacionales y grupos financieros, los centros de poder político, las élites de capital humano. Allí se concentran los beneficiarios de la globalización, pero también una nueva clase de explotados. Los ricos globalizados necesitan mano de obra servil y barata para limpiar sus casas y oficinas, lavar su ropa, cuidar sus niños y coches y vigilar sus puertas. La globalización, insiste Sassen, no genera más riqueza sino que abre una brecha creciente entre ricos y pobres con las clases medias menguantes.
Ahora bien, la presión polarizadora se siente en todas las ciudades globales, pero de forma muy desigual. Mientras Madrid o Manila, por ejemplo, viven un proceso de desigualdad y exclusión social sin apenas capacidad de corrección, Oslo y Copenhague minimizan estos efectos con el mantenimiento de un Estado de bienestar bien dotado y articulado.
Por otro lado, Sassen también nos enseña que la inversión extranjera en los países en vías de desarrollo no ayuda a retener y emplear a la población autóctona, sino que destruye las economías tradicionales y fomenta la emigración y la desigualdad. La presión de la competitividad y de los agentes financieros reduce las inversiones en educación y bienestar, ahoga el desarrollo y estimula todavía más la emigración y la economía sumergida.
Finalmente, Sassen contradice la visión generalizada de los Estados-nación. Los Estados no desaparecen sino que se transforman en un proceso de “desnacionalización”. Las políticas, los bancos, las universidades, las infraestructuras, etc., permanecen insertados en estructuras estatales pero adoptan funciones globalizadoras. Las grandes categorías sociales, el territorio, la autoridad y los derechos, se habían nacionalizado en largos procesos históricos y ahora se están desnacionalizando facilitando una nueva geografía global.
2. La reivindicación de la Sociología Histórica. Metodológicamente, Saskia Sassen vuelve a la Sociología clásica y a los grandes estudios de la Sociología Histórica del siglo XX de autores como Elias, Moore, Skocpol o Tilly. Se opone, así, a la tendencia dominante de las últimas tres décadas de reducir a la Sociología a analizar fenómenos puntuales mediante operaciones estadísticas sobre encuestas y a interpretaciones basadas en teorías planas como la elección racional.
Las modernas aglomeraciones urbanas forman para los ojos analíticos de Sassen una “zona heurística”, un tipo de laboratorio para identificar procesos de cambio social de largo alcance. Pero para identificar estos procesos hay que “usar la historia como un experimento natural”. La globalización actual aparece, en esta perspectiva, como un complejo conjunto de transformaciones institucionales o “capacidades”, en referencia a Martha Nussbaum, desarrolladas por el sistema de Estados soberanos.
Las transformaciones fundacionales desde la época nacional a la global forman nuevas “lógicas organizativas”, un ensamblaje entre capacidades desarrolladas en el orden anterior y nuevas capacidades emergentes. Durante la época nacional, las políticas fiscales, económicas y tecnológicas fortalecían a las naciones y sus ciudadanos. Estas capacidades del Estado-nación se convierten hoy en capacidades de la globalización donde las políticas fiscales y económicas fortalecen a las empresas transnacionales en detrimento de las naciones y los ciudadanos. Estos últimos reaccionan con un distanciamiento frente a sus Estados, no consideran a los Gobiernos del Estado suyos (“¡No nos representan!”), rompiendo así el contrato histórico de la revolución burguesa entre Estado y ciudadanía.
3. La tercera enseñanza de Saskia Sassen nos lleva a la futura quiebra de nuestro sistema académico-universitario. Una de las científicas más importantes de nuestra época no ha conseguido ningún sexenio, ninguna acreditación, frente a los criterios de nuestras agencias de evaluación, que anteponen siempre el mismo criterio: tres publicaciones JCR (Journal Citation Reports) en los últimos cinco años. Sassen no tiene ni una, sino que ha publicado libros e informes, fruto de proyectos de investigación de verdad y referencias fundamentales para académicos comprometidos, ha publicado numerosos artículos en medios de gran difusión, etc., pero se ha resistido a la práctica de inflar su currículum con artículos estandarizados sin interés ni lectores, más allá de círculos de amigos de citación mutua. Estamos entregando nuestra calidad científica a Thompson Reuters (la empresa gestora de los JCRs) igual que la calificación de nuestras economías a Fitch, Moody's y Standard & Poor's. La estandarización de nuestra enseñanza universitaria y de nuestra producción científica nos llevará a universidades sin debates, investigaciones sin compromiso y un sistema académico sin pensamiento.
El tan merecido premio para Saskia Sassen nos deja, por lo tanto, un sabor agridulce porque puede representar un galardón para una representante de una estirpe en proceso de extinción.
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