Imagen: El Diario / Fotograma de 'Verano del 85' |
François Ozon estrena un filme a medio camino entre el thriller y el relato adolescente de despertar sexual que sorprende por su interesante mezcla de referentes.
Francesc Miró | El Diario, 2020-10-09
https://www.eldiario.es/cultura/cine/verano-85-pelicula-escribir-cuatro-manos-patricia-highsmith-eric-rohmer_1_6281585.html
Alexis Robin lleva un tiempo sacando malas notas en el instituto, se ha buscado algún que otro problema con la ley y no tiene nada claro su futuro. Lo que sí tiene son 16 años y un padre que no le conoce. Una argamasa de silencios y desacuerdos ha terminado por levantar un muro entre ellos que su madre no es capaz de salvar en ninguna de las dos direcciones. Se siente perdido y desalentado.
Un buen día, el joven se hace a la mar en un pequeño velero, pero se duerme tomando el sol y de pronto se ve atrapado por una tormenta veraniega. La embarcación termina volcada y él está a punto de morir. Entonces aparece en escena David Gorman: un joven de su edad que, tras salvarle la vida, empieza a descubrir a Alexis un mundo de deseo y liberación sexual que desconocía.
La nueva película de François Ozon, probablemente el realizador francés más prolífico del panorama actual, se nos presenta en sus pósters e imágenes promocionales como un relato de iniciación homosexual y adolescente, pero pronto deja claro que es también un ‘thriller’ cuyos referentes plantean un tono muy distinto al esperado.
El talento de Mr. Robin
"Debo estar chalado. Debí darme cuenta hace tiempo. Solo un chalado escogería la muerte como pasatiempo. Cuidado, he dicho 'chalado', no 'loco'. No estoy trastornado. Los cadáveres no me van. A mí me interesa la Muerte, con eme mayúscula", dice Alexis durante los primeros compases de la nueva cinta de Ozon. El joven se encuentra esposado y en una comisaria, pero el espectador ignora las razones.
Desde el primer momento, Ozon plantea ‘Verano del 85’ como una narración romántica articulada en torno a un misterio. Un supuesto crimen cuya naturaleza desconocemos, pero que impregna las imágenes de un halo de tensión en lo sucesivo.
Una incertidumbre potenciada por un narrador que no sabemos si es fiable, por ser adolescente, estar confundido y tener un carácter voluble. Y apuntalada por un montaje de saltos temporales que reavivan la presión cuando el relato bordea lo afectadamente melifluo. De tal forma que la película se desarrolla dejándose llevar por unos contrastes incómodos pero interesantes.
A la extrañeza del conjunto contribuye en no poca medida que el Alexis Robin que interpreta Félix Lefebvre parezca un reflejo moderno del Mr. Ripley que encarnase Alain Delon en ‘A pleno sol’ de René Clément. Un personaje que luego interpretaría aún mejor y con más matices Matt Damon en ‘El talento de Mr. Ripley’ de Anthony Minghella. Es más, su relación con David Gorman dialoga con la que el protagonista de ambas establece con Philippe Greenleaf al que daban vida Maurice Ronet y Jude Law en sus respectivas versiones.
Ambos filmes adaptaron la novela más célebre de Patricia Highsmith, traduciendo en imágenes —con desigual resultado— la pericia de la escritora para narrar la atracción y el homoerotismo entre los dos jóvenes, así como la armarización, el autoodio y la misoginia que guía los actos de Ripley en la novela original.
Como si de un hijo bastardo y contemporáneo de ‘El talento de Mr. Ripley’ se tratase, ‘Verano del 85’ supera la armarización forzosa para narrar la liberación sexual de un joven entregado a descubrirse a sí mismo a pesar de la incomprensión paterna. Pero manteniendo un poso enigmático y un tempo para la intriga puramente 'highsmithiano'.
Otro cuento de verano
Por otra parte, ‘Verano del 85’ es también un romance entre dos hombres que se siente cómodo entre las texturas y los patrones cortados por los ochenta que Luca Guadagnino convirtió en icono en ‘Call me by your name’. La alargada sombra del fenómeno de la historia de Elio y Oliver se proyecta aquí en escenas hedonistas de baile, vestires y andares juveniles, así como en concepciones de puesta en escena que remiten a lo que ya sería un lugar común.
Sin embargo, la ambientación del relato situada en Le Tréport, población costera de la Alta Normandía, sus calles y paseos marítimos, sus casas y tiendas de ‘souvenirs’ remiten constantemente a Saint-Malo, el pueblo de la bretaña francesa en el que se ambientaba ‘Cuento de verano’ de Éric Rohmer.
La conexión con este cineasta francés, de hecho, parece de todo menos casual: en la concepción de los diálogos, en las conversaciones que mantienen estos jóvenes perdidos pero ansiosos por encontrar su lugar en el mundo, se tienden puentes constantes entre la obra de Ozon y la de su compatriota.
La depresión y la incapacidad para explicitar sentimientos concretos que siente Alexis podría recordar a la que vive la protagonista de la maravillosa ‘El rayo verde’. Y las relaciones afectivas que se tejen entre él, David y una tercera persona, una joven británica llamada Kate e interpretada por Philippine Velge, recuerdan a más de una de las que se narran en los cuentos de las cuatro estaciones de Rohmer. ‘Cuento de verano’ y ‘Verano del 85’, de hecho, comparten hasta un actor: el siempre solvente y empático Melvil Poupaud.
Del híbrido extraño entre el espíritu de Éric Rohmer y el nervio de Patricia Highsmith bien podría nacer ‘Verano del 85’. Y ese es su mayor mérito: escapar tanto al molde del relato adolescente como al del ‘thriller’ clásico para proporcionar un texto irregular, lleno de contrastes y, con todo, siempre sugestivo.
Un buen día, el joven se hace a la mar en un pequeño velero, pero se duerme tomando el sol y de pronto se ve atrapado por una tormenta veraniega. La embarcación termina volcada y él está a punto de morir. Entonces aparece en escena David Gorman: un joven de su edad que, tras salvarle la vida, empieza a descubrir a Alexis un mundo de deseo y liberación sexual que desconocía.
La nueva película de François Ozon, probablemente el realizador francés más prolífico del panorama actual, se nos presenta en sus pósters e imágenes promocionales como un relato de iniciación homosexual y adolescente, pero pronto deja claro que es también un ‘thriller’ cuyos referentes plantean un tono muy distinto al esperado.
El talento de Mr. Robin
"Debo estar chalado. Debí darme cuenta hace tiempo. Solo un chalado escogería la muerte como pasatiempo. Cuidado, he dicho 'chalado', no 'loco'. No estoy trastornado. Los cadáveres no me van. A mí me interesa la Muerte, con eme mayúscula", dice Alexis durante los primeros compases de la nueva cinta de Ozon. El joven se encuentra esposado y en una comisaria, pero el espectador ignora las razones.
Desde el primer momento, Ozon plantea ‘Verano del 85’ como una narración romántica articulada en torno a un misterio. Un supuesto crimen cuya naturaleza desconocemos, pero que impregna las imágenes de un halo de tensión en lo sucesivo.
Una incertidumbre potenciada por un narrador que no sabemos si es fiable, por ser adolescente, estar confundido y tener un carácter voluble. Y apuntalada por un montaje de saltos temporales que reavivan la presión cuando el relato bordea lo afectadamente melifluo. De tal forma que la película se desarrolla dejándose llevar por unos contrastes incómodos pero interesantes.
A la extrañeza del conjunto contribuye en no poca medida que el Alexis Robin que interpreta Félix Lefebvre parezca un reflejo moderno del Mr. Ripley que encarnase Alain Delon en ‘A pleno sol’ de René Clément. Un personaje que luego interpretaría aún mejor y con más matices Matt Damon en ‘El talento de Mr. Ripley’ de Anthony Minghella. Es más, su relación con David Gorman dialoga con la que el protagonista de ambas establece con Philippe Greenleaf al que daban vida Maurice Ronet y Jude Law en sus respectivas versiones.
Ambos filmes adaptaron la novela más célebre de Patricia Highsmith, traduciendo en imágenes —con desigual resultado— la pericia de la escritora para narrar la atracción y el homoerotismo entre los dos jóvenes, así como la armarización, el autoodio y la misoginia que guía los actos de Ripley en la novela original.
Como si de un hijo bastardo y contemporáneo de ‘El talento de Mr. Ripley’ se tratase, ‘Verano del 85’ supera la armarización forzosa para narrar la liberación sexual de un joven entregado a descubrirse a sí mismo a pesar de la incomprensión paterna. Pero manteniendo un poso enigmático y un tempo para la intriga puramente 'highsmithiano'.
Otro cuento de verano
Por otra parte, ‘Verano del 85’ es también un romance entre dos hombres que se siente cómodo entre las texturas y los patrones cortados por los ochenta que Luca Guadagnino convirtió en icono en ‘Call me by your name’. La alargada sombra del fenómeno de la historia de Elio y Oliver se proyecta aquí en escenas hedonistas de baile, vestires y andares juveniles, así como en concepciones de puesta en escena que remiten a lo que ya sería un lugar común.
Sin embargo, la ambientación del relato situada en Le Tréport, población costera de la Alta Normandía, sus calles y paseos marítimos, sus casas y tiendas de ‘souvenirs’ remiten constantemente a Saint-Malo, el pueblo de la bretaña francesa en el que se ambientaba ‘Cuento de verano’ de Éric Rohmer.
La conexión con este cineasta francés, de hecho, parece de todo menos casual: en la concepción de los diálogos, en las conversaciones que mantienen estos jóvenes perdidos pero ansiosos por encontrar su lugar en el mundo, se tienden puentes constantes entre la obra de Ozon y la de su compatriota.
La depresión y la incapacidad para explicitar sentimientos concretos que siente Alexis podría recordar a la que vive la protagonista de la maravillosa ‘El rayo verde’. Y las relaciones afectivas que se tejen entre él, David y una tercera persona, una joven británica llamada Kate e interpretada por Philippine Velge, recuerdan a más de una de las que se narran en los cuentos de las cuatro estaciones de Rohmer. ‘Cuento de verano’ y ‘Verano del 85’, de hecho, comparten hasta un actor: el siempre solvente y empático Melvil Poupaud.
Del híbrido extraño entre el espíritu de Éric Rohmer y el nervio de Patricia Highsmith bien podría nacer ‘Verano del 85’. Y ese es su mayor mérito: escapar tanto al molde del relato adolescente como al del ‘thriller’ clásico para proporcionar un texto irregular, lleno de contrastes y, con todo, siempre sugestivo.
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