El País / Casa Finella, una de las obras recogidas en 'Queer Spaces' // |
Catálogo de los mayores referentes LGTB de la arquitectura (por fin).
Un nuevo libro engloba casi un centenar de espacios y nombres en todo el mundo, biografiados por 50 arquitectos, historiadores, escritores y activistas.
Diego Parrado | Icon, El País, 2022-07-28
https://elpais.com/icon-design/2022-07-28/catalogo-de-los-mayores-referentes-lgtb-de-la-arquitectura-por-fin.html
Vista por fuera, la casa que el profesor e historiador británico Mansfield Forbes reformó en Cambridge a finales de los años veinte no parecía muy distinta de las demás. Dentro, el pasillo forrado de vidrio y pan de plata que la atravesaba como una espada evocaba el palacio de cristal de lady Finella, la legendaria noble escocesa a la que este profesor homosexual había consagrado su hogar. Las luces del abovedado pasillo rebotaban de noche en sus paredes transformándolo en una corriente de agua iridiscente, un trasunto de la cascada a la que, según la leyenda, se arrojó lady Finella después de asesinar al rey Kenneth II de Escocia para evitar que la capturasen.
Diseñada por Forbes junto al arquitecto moderno Raymond McGrath, la casa Finella es uno de los espacios que el diseñador Adam Nathaniel Furman y el historiador de la arquitectura Joshua Mardell han reunido en 'Queer Spaces, un atlas de lugares LGTBIQ+' con el que se han propuesto cubrir un hueco en la bibliografía arquitectónica que creían inexcusable. El libro ha sido publicado por la editorial del Royal Institute of British Architects (la organización profesional de arquitectos de Reino Unido), lo que facilitará que los estudiantes de arquitectura puedan referenciar la villa de Mansfield Forbes y el resto de los espacios incluidos en el atlas en sus proyectos académicos. Furman se define como ‘queer’ y asegura que durante la carrera no tuvo esa suerte.
“En arquitectura, los estudiantes solo pueden presentar sus trabajos si utilizan como referencia precedentes que vengan de una fuente que los tutores reconozcan como reputable”, explica el diseñador por teléfono. “Algunos de mis compañeros presentaban garabatos a carboncillo y maquetas de muy mala calidad, pero citaban ‘El elogio de la sombra’ o a Peter Zumthor y los tutores les daban el visto bueno. Por el contrario, yo usaba de referencia a artistas y escritores ‘queer’ que los tutores no conocían ni consideraban dignos de aparecer en un proyecto de arquitectura, así que mi trabajo, que al igual que yo era profundamente ‘queer’, era objeto de burlas y siempre me ridiculizaban. No había estudios de arquitectura ‘queer’ que pudiera utilizar como fundamento”.
‘Queer Spaces’ engloba casi un centenar de estos espacios en todo el mundo, biografiados en el libro por los cincuenta arquitectos, historiadores, escritores, activistas y demás colaboradores que Adam Nathaniel Furman y Joshua Mardell han reclutado para su misión. El primero de los tres capítulos del libro se centra en los espacios de tipo doméstico, “pequeños mundos ‘queer’ en los que aquellos cuyo estilo de vida era desaprobado en la esfera pública encontraban un lugar donde acumular sus recuerdos, celebrar los hitos de sus vidas, y contar como seres humanos”.
Los lugares más conocidos dentro de este primer grupo son el castillo de Neuschwanstein y los palacios que Luis II de Baviera mandó construir en pleno siglo XIX para (según en el que eligiera retirarse con sus favoritos) huir de su época y vivir como el Rey Sol o el héroe de una ópera de Richard Wagner. El escritor inglés William Beckford también utilizó la arquitectura para escapar de la mediocridad de su tiempo. Después de que un escándalo sexual le descubriera como homosexual ante sus vecinos, el autor de ‘Vathek’ construyó Fonthill Abbey, una impresionante mansión de estilo neogótico derruida a los pocos años. En Italia, la clave del éxito de Capri y otros lugares turísticos hay que buscarlo en casas como Villa Lysis, construida en la isla por el poeta francés Jacques d’Adelswärd-Fersen cuando, a principios del siglo pasado, tuvo que exiliarse al sur de Italia para poder vivir su sexualidad igual que habían hecho Oscar Wilde y otros artistas homosexuales.
Menos conocida que las casas anteriores es Dracula’s Den (La guarida de Drácula), construida en los años noventa en la ciudad japonesa de Chiba y llamada así porque, al carecer su fachada de ventanas, recordaba a un ataúd. La hizo el arquitecto Osamu Ishiyama para que un pintor y su novio pudieran “sentirse protegidos del entorno y las miradas de sus vecinos”, escribe la arquitecta japonesa Alyssa Ueno. La luz del ventanal del techo caía sin obstáculos en el interior de la casa, diseñada sin apenas compartimentar por considerar sus propietarios que no necesitaban ni un dormitorio separado ni un salón como otras familias.
El concepto de espacio doméstico que presenta ‘Queer Spaces ‘está tan abierto como el que tenía esta pareja. Así, el primer lugar que aparece en el libro no es una casa sino el vagón de un tren: el del cercanías en el que la escritora transexual Ailo Ribas aprovechaba para colocarse sus primeras prótesis mamarias mientras viajaba entre su ciudad, Premià de Mar, y Barcelona.
En el segundo capítulo y el último, ‘Queer Spaces’ se ocupa de aquellos espacios “comunales” y “públicos” que la gente ‘queer’ ha utilizado para reunirse de una manera más o menos segura a lo largo de la historia. Aparecen una librería de Glasgow especializada en títulos de temática ‘queer’ (Category Is Books), la ciudad siciliana de Taormina (parada obligada para los viajeros homosexuales del Grand Tour en el siglo XIX), o New Sazae, uno de los bares preferidos de Yukio Mishima en el barrio gay de Tokyo.
De todos estos espacios, solo algunos fueron creados con la comunidad LGTBQ en mente. Un ejemplo es Homomonument, el monumento de Amsterdam que desde 1987 conmemora a aquellas personas asesinadas por su orientación sexual. Otro caso es el Victorian Pride Centre, un edificio de Melbourne inaugurado el año pasado para servir de sede a distintas organizaciones LGTB. Por el contrario, la mayoría de las veces la gente ‘queer’ ha tenido que adueñarse de espacios preexistentes. Así, la comunidad LGTBIQ+ de Managua (Nicaragua) ocupó la catedral de Santiago Apóstol después de que en 1972 un terremoto dejara el edificio sin su uso religioso original. Por su parte, los homosexuales del Moscú de Stalin practicaban ‘cruising’ en el baño del viejo Museo Central de Lenin. El artista ruso Yevgeniy Fiks explica en su texto que también solían encontrarse alrededor de las estatuas y monumentos de Lenin, ya que mientras que Stalin castigó la homosexualidad al llegar al poder, los bolcheviques de “la abuela Lena” (así se referían a Lenin en ‘camp’) la habían despenalizado.
La inclusión en el libro de estos lugares tan variopintos y heterodoxos refleja la miríada de maneras que los ‘queers’ han tenido que ingeniarse para conseguir su espacio. Ahora, podrán figurar en el mundo académico, algo que según Furman ya ha empezado ocurrir: durante las últimas semanas, varios estudiantes de arquitectura le han enviado fotos de los proyectos que han presentado en la carrera con ‘Queer Spaces’ como referencia. “De los compañeros ‘queer’ que empezaron a estudiar arquitectura conmigo, o bien abandonaron la carrera y terminaron metiéndose a interioristas o acabaron produciendo el tipo de proyectos heteronormativos que los tutores nos forzaban a hacer. Los jóvenes de ahora pertenecen a un mundo más político y abierto y se cuestionan el sistema de valores que rige la arquitectura profesional y su brazo académico. Este libro es para ellos”.
Diseñada por Forbes junto al arquitecto moderno Raymond McGrath, la casa Finella es uno de los espacios que el diseñador Adam Nathaniel Furman y el historiador de la arquitectura Joshua Mardell han reunido en 'Queer Spaces, un atlas de lugares LGTBIQ+' con el que se han propuesto cubrir un hueco en la bibliografía arquitectónica que creían inexcusable. El libro ha sido publicado por la editorial del Royal Institute of British Architects (la organización profesional de arquitectos de Reino Unido), lo que facilitará que los estudiantes de arquitectura puedan referenciar la villa de Mansfield Forbes y el resto de los espacios incluidos en el atlas en sus proyectos académicos. Furman se define como ‘queer’ y asegura que durante la carrera no tuvo esa suerte.
“En arquitectura, los estudiantes solo pueden presentar sus trabajos si utilizan como referencia precedentes que vengan de una fuente que los tutores reconozcan como reputable”, explica el diseñador por teléfono. “Algunos de mis compañeros presentaban garabatos a carboncillo y maquetas de muy mala calidad, pero citaban ‘El elogio de la sombra’ o a Peter Zumthor y los tutores les daban el visto bueno. Por el contrario, yo usaba de referencia a artistas y escritores ‘queer’ que los tutores no conocían ni consideraban dignos de aparecer en un proyecto de arquitectura, así que mi trabajo, que al igual que yo era profundamente ‘queer’, era objeto de burlas y siempre me ridiculizaban. No había estudios de arquitectura ‘queer’ que pudiera utilizar como fundamento”.
‘Queer Spaces’ engloba casi un centenar de estos espacios en todo el mundo, biografiados en el libro por los cincuenta arquitectos, historiadores, escritores, activistas y demás colaboradores que Adam Nathaniel Furman y Joshua Mardell han reclutado para su misión. El primero de los tres capítulos del libro se centra en los espacios de tipo doméstico, “pequeños mundos ‘queer’ en los que aquellos cuyo estilo de vida era desaprobado en la esfera pública encontraban un lugar donde acumular sus recuerdos, celebrar los hitos de sus vidas, y contar como seres humanos”.
Los lugares más conocidos dentro de este primer grupo son el castillo de Neuschwanstein y los palacios que Luis II de Baviera mandó construir en pleno siglo XIX para (según en el que eligiera retirarse con sus favoritos) huir de su época y vivir como el Rey Sol o el héroe de una ópera de Richard Wagner. El escritor inglés William Beckford también utilizó la arquitectura para escapar de la mediocridad de su tiempo. Después de que un escándalo sexual le descubriera como homosexual ante sus vecinos, el autor de ‘Vathek’ construyó Fonthill Abbey, una impresionante mansión de estilo neogótico derruida a los pocos años. En Italia, la clave del éxito de Capri y otros lugares turísticos hay que buscarlo en casas como Villa Lysis, construida en la isla por el poeta francés Jacques d’Adelswärd-Fersen cuando, a principios del siglo pasado, tuvo que exiliarse al sur de Italia para poder vivir su sexualidad igual que habían hecho Oscar Wilde y otros artistas homosexuales.
Menos conocida que las casas anteriores es Dracula’s Den (La guarida de Drácula), construida en los años noventa en la ciudad japonesa de Chiba y llamada así porque, al carecer su fachada de ventanas, recordaba a un ataúd. La hizo el arquitecto Osamu Ishiyama para que un pintor y su novio pudieran “sentirse protegidos del entorno y las miradas de sus vecinos”, escribe la arquitecta japonesa Alyssa Ueno. La luz del ventanal del techo caía sin obstáculos en el interior de la casa, diseñada sin apenas compartimentar por considerar sus propietarios que no necesitaban ni un dormitorio separado ni un salón como otras familias.
El concepto de espacio doméstico que presenta ‘Queer Spaces ‘está tan abierto como el que tenía esta pareja. Así, el primer lugar que aparece en el libro no es una casa sino el vagón de un tren: el del cercanías en el que la escritora transexual Ailo Ribas aprovechaba para colocarse sus primeras prótesis mamarias mientras viajaba entre su ciudad, Premià de Mar, y Barcelona.
En el segundo capítulo y el último, ‘Queer Spaces’ se ocupa de aquellos espacios “comunales” y “públicos” que la gente ‘queer’ ha utilizado para reunirse de una manera más o menos segura a lo largo de la historia. Aparecen una librería de Glasgow especializada en títulos de temática ‘queer’ (Category Is Books), la ciudad siciliana de Taormina (parada obligada para los viajeros homosexuales del Grand Tour en el siglo XIX), o New Sazae, uno de los bares preferidos de Yukio Mishima en el barrio gay de Tokyo.
De todos estos espacios, solo algunos fueron creados con la comunidad LGTBQ en mente. Un ejemplo es Homomonument, el monumento de Amsterdam que desde 1987 conmemora a aquellas personas asesinadas por su orientación sexual. Otro caso es el Victorian Pride Centre, un edificio de Melbourne inaugurado el año pasado para servir de sede a distintas organizaciones LGTB. Por el contrario, la mayoría de las veces la gente ‘queer’ ha tenido que adueñarse de espacios preexistentes. Así, la comunidad LGTBIQ+ de Managua (Nicaragua) ocupó la catedral de Santiago Apóstol después de que en 1972 un terremoto dejara el edificio sin su uso religioso original. Por su parte, los homosexuales del Moscú de Stalin practicaban ‘cruising’ en el baño del viejo Museo Central de Lenin. El artista ruso Yevgeniy Fiks explica en su texto que también solían encontrarse alrededor de las estatuas y monumentos de Lenin, ya que mientras que Stalin castigó la homosexualidad al llegar al poder, los bolcheviques de “la abuela Lena” (así se referían a Lenin en ‘camp’) la habían despenalizado.
La inclusión en el libro de estos lugares tan variopintos y heterodoxos refleja la miríada de maneras que los ‘queers’ han tenido que ingeniarse para conseguir su espacio. Ahora, podrán figurar en el mundo académico, algo que según Furman ya ha empezado ocurrir: durante las últimas semanas, varios estudiantes de arquitectura le han enviado fotos de los proyectos que han presentado en la carrera con ‘Queer Spaces’ como referencia. “De los compañeros ‘queer’ que empezaron a estudiar arquitectura conmigo, o bien abandonaron la carrera y terminaron metiéndose a interioristas o acabaron produciendo el tipo de proyectos heteronormativos que los tutores nos forzaban a hacer. Los jóvenes de ahora pertenecen a un mundo más político y abierto y se cuestionan el sistema de valores que rige la arquitectura profesional y su brazo académico. Este libro es para ellos”.
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