El Salto / Valentina Berr // |
Valentina Berr: “Las mujeres trans ya estamos dentro del deporte y se está evaluando cómo nos pueden echar”.
La que fue la segunda futbolista trans federada colgó las botas el 28 de junio, Día Internacional del Orgullo LGTBIQ+, harta de transfobia y en su mejor momento deportivo, tras conseguir su equipo el ascenso.
Patricia Reguero Ríos | El Salto, 2022-07-13
https://www.elsaltodiario.com/deportes/valentina-berr-deporte-futbol-evaluando-forma-echar
El 28 de junio, Día Internacional del Orgullo LGTBIQ+, la futbolista Valentina Berr envió un comunicado a los medios donde anunciaba su retirada por motivos de salud mental y después de que su equipo, el Club Esportiu Europa, lograra ascender a la nueva tercera división del fútbol femenino. En diciembre de 2018 se convirtió en la segunda futbolista trans federada —la primera fue Alba Palacios, en septiembre de ese mismo año— y ahora da un paso atrás, algo que no vive como un fracaso suyo, sino de una sociedad que aplaudió cuando recogió el carné que le daba acceso al fútbol profesional y hoy ha normalizado unos discursos transexcluyentes que han tomado como caballo de batalla la participación de las mujeres trans en el deporte.
P. El 28 de junio enviaste un comunicado a los medios donde dices que dejas el fútbol y que te vas porque te echan: “No cuelgo las botas, me las cuelgan”. ¿Ha habido un detonante en concreto que te haya hecho tomar esta decisión?
Más que una gota que haya colmado el vaso, lo que ha habido es un tsunami que he ido soportando como podía. Llegó un punto en el que peté. Peté después de ganar la Liga, que fue el momento más feliz de los cuatro años que llevo. Y en vez de estar bien, lo que me pasó fue que empecé a tener muchos más ataques de ansiedad, muchos ataques de pánico que no había tenido hasta ahora. Y dije: “Vale, hasta aquí, porque es insostenible”.
P. ¿Qué elementos forman parte de ese tsumani?
Hay una violencia estructural que no es para nada puntual, sino que abarca todos los ámbitos dentro del fútbol y fuera del fútbol también. De hecho yo llevo sufriendo esta violencia estructural desde antes de formar parte del fútbol. Lo que pasa es que el deporte amplifica muchas violencias y en concreto contra las mujeres trans. Antes de entrar, yo estaba ya en proceso de cambiar el DNI y tuve que estar tres o cuatro meses sin poder participar en los partidos porque no tenía el cambio hecho y no me dejaban jugar. Ahí ya había una barrera de entrada física. Luego ha habido regulaciones muy arcaicas del tema hormonal que vengo denunciando en los últimos días. Por otra parte, el hecho de estar en el foco mediático hizo que recibiera violencia por parte de todo tipo de medios, no solo de ultraderecha, y todo esto contribuye a que el acoso en redes sea mucho mayor que el que ya venía sufriendo sin ser yo nadie, porque realmente nunca he llegado a conseguir nada por lo que merezca tener ese foco mediático, como pudiera ser una futbolista de primera división. Todo eso, al final, se convierte en ese tsunami.
P. ¿No te da pena dejarlo después de haber sido pionera, al ser la segunda futbolista trans federada? ¿Lo vives como un paso atrás?
Lo vivo como un paso atrás social, no personal. Cuando se conoció mi caso y el de Alba Palacios, se celebraba, se decía “qué bien, qué sociedad tan abierta”... Mi retiro visibiliza que no estamos tan bien como se decía entonces. Además pasa una cosa, que tanto yo como otras deportistas a nivel internacional nos quejamos de que cuando estamos dentro del meollo procuramos hacer el mínimo ruido posible, porque si hablamos nos crujen, si destacamos nos crujen —si somos malas no vienen a quejarse—. A la que alguien hace algo bueno, o a la que una corre más de lo normal, nos crujen. Físicamente no he destacado por nada: no soy ni la más alta, ni la más baja del equipo, ni la más fuerte, ni más floja. Si no lo denunciamos desde el momento en el que lo vivimos es para pasar un poco desapercibidas, porque queremos vivir ese derecho a disfrutar del fútbol sin tener que hacer activismo. Mis compañeras están disfrutando todo el día de lo que están haciendo y yo tengo que estar luchando.
Esta violencia por parte de medios y redes, ¿crees que se ha intensificado en los últimos años desde que se está debatiendo la ley trans y LGTBIQ+ y hay un feminismo sacando banderas...? No sé cómo llamarlas...
Las banderas que sacan son las de la ultraderecha, porque el discurso es replicado. No hay ni siquiera una originalidad en el discurso. Además, son discursos que ni siquiera son específicos de las mujeres trans. Las cosas que se me han dicho —que voy a abusar de niñas en los vestuarios— son las mismas que se nos decía a las lesbianas hace años. Y, evidentemente, esos discursos también se vendían como feministas, sobre todo en Estados Unidos, donde el movimiento era algo más exclusivo de mujeres cis, hetero, blancas. Puede ser que el debate sobre la ley trans haya avivado un poco esa violencia, pero yo creo que es importante contextualizar en qué momento surge este debate. Este debate nace en un momento en el que la ultraderecha está en el Parlamento, en el que los discursos de odio cada vez son mayores. Creo que si se estuviera debatiendo el derecho al matrimonio igualitario, pasaría un poco lo mismo. Simplemente ha caído esto en un contexto que es muy desfavorable para las personas trans y en concreto para las mujeres trans.
P. El debate sobre deporte y personas trans se ha establecido en unos términos polarizados que dejan fuera un debate mucho más profundo y que sería muy interesante, como es de qué modo se configura el deporte. Porque se podría estar pensando. Por ejemplo, en cómo hacer un deporte más inclusivo, no solo para las personas trans. ¿De qué sería útil que hablásemos cuando hablamos de deporte y personas trans?
Cuando me preguntan qué medidas me interesan con respecto a las mujeres trans en el deporte, siempre digo que lo que se está debatiendo ahora es cómo excluirlas, porque las mujeres trans ya estamos dentro del deporte y lo que se está evaluando es de qué forma nos pueden echar. Estas medidas que se proponen hacen daño a todas las personas, no solamente a las mujeres trans, si no díselo a Caster Semenya, que no es una mujer trans y la están echando del atletismo por tener una testosterona más alta de lo establecido. Creo que lo primero que se debería hacer es estudiar por qué tan pocas mujeres trans están practicando deporte, sea competitivo o sea federado. Conozco a muchísimas mujeres trans, muchísimas, y el 90% no hace deporte ni de ir al gimnasio por la violencia que implica. Cualquier mujer sabrá que ir al gimnasio, estar compartiendo un espacio con un montón de hombres que te miran, que te juzgan o que te enseñan cómo se tienen que hacer las cosas, es muy incómodo para mujeres cis... Pues imagínate una mujer trans.
Cuando se sepa qué está pasando, es esencial establecer políticas activas para promover el deporte entre las personas trans. Las federaciones están muy preocupadas por promover el deporte por salud y, sin embargo, en ningún momento se han preocupado de por qué las mujeres trans, que somos una parte de la población con una salud quizá peor que la del grueso de la población, no entramos en el mundo de deporte. Estudiar, investigar y luego actuar.
P. ¿Qué les dirías a quienes esgrimen el argumento de que una mujer trans tiene ventajas competitivas cuando se pone a practicar deporte?
Que se lo pregunten a mis compañeras.
P. ¿Qué ventajas has tenido tú?
Me da rabia porque como el mensaje de que tenemos ventaja es tan fuerte, la contrarrespuesta que damos es justificar que no las tenemos. Por una parte es cierto, pero constantemente estamos con ese argumento que yo creo que es incluso peligroso. Decimos que no somos tan fuertes, que no somos tan rápidas, que no somos tan buenas, que no hay ninguna mujer trans prácticamente en la élite. Como si lo contrario estuviera mal. La gracia sería que ojalá hubiera mujeres súper fuertes, que fueran trans y que pudieran decirlo. Nosotras mismas minimizamos nuestras capacidades para que no nos apaleen más.
Por otro lado, el deporte se basa en las ventajas competitivas. Creo que además las ventajas, tanto las físicas como las no físicas, no tienen un único factor. No está demostrado que haya una relación causal entre tener más testosterona y tener más lo que sea. Y luego pienso que si empezamos a limitar la testosterona para que unas personas no se desarrollen tanto, ¿qué vamos a hacer? ¿Perseguir a las mujeres que sean más altas o las que sean más fuertes? ¿Qué sentido tiene si empezamos a limitar? Porque, además, esto no pasa en el deporte masculino, porque te sale un Michael Phelps y es un dios, no es una persona con una ventaja competitiva.
P. Has tenido en todo momento el apoyo de tus compañeras y de entrenadores. ¿Te ha hecho eso más difícil dar el paso de dejarlo?
Me ha hecho más fácil aguantar hasta ahora. Yo creo que entre las mujeres trans hay una cultura de aguantar, porque te enfrentas a tantas violencias en el día a día que si no te haces la piel dura no haces nada. Por la precariedad que hay, por la violencia en la calle, por la violencia en redes, por todas las variables. Yo me he planteado muchas veces dejarlo y muchas de esas veces no lo he hecho justamente por lo que dices. No solo por el apoyo, sino que he estado en un ambiente en el que estaba a gusto. Había mucha gente disidente, convivía con un montón de chicas lesbianas, chicas bisexuales, chicas muy masculinas —que también están muy perseguidas más allá de su orientación sexual—, chicos trans que también han formado parte de mi liga. Y habitar ese ambiente para mí era como estar arropada…
P. ¿Cuáles han sido tus éxitos en estos años?
El hecho de estar yo creo que ha sido un éxito en sí mismo, porque las barreras de entrada fueron duras y podría haber dicho: “Mira, da igual”. En ese sentido, persistí y lo conseguí. A nivel deportivo creo que mi mayor virtud ha sido saber adaptarme a las necesidades de cada equipo. De hecho, he empezado jugando de defensa lateral izquierda y he acabado jugando de delantera por la derecha. He pasado por todo el abanico de posiciones, encontrando un poco también mi forma de estar más a gusto en el campo. A nivel colectivo, destacaría sobre todo el primer año que logramos con el Tarrasa el ascenso por primera vez en este club a una categoría nacional, y este último año, que ha sido espectacular. Hemos hecho historia con el Europa y hemos ganado la Liga por primera vez. Hemos ascendido a la que será la tercera categoría nacional. Por primera vez, he estado en un equipo en el que la identidad se reconocía a nivel futbolístico, la forma de jugar. Nosotras presionamos muy arriba, que es muy arriesgado. Somos uno de los pocos equipos de toda España que ha conseguido ganar una liga jugando con solo tres defensas, normalmente se juega con línea de cuatro. Y yo creo que ha habido una serie de propuestas futbolísticas que han sido muy novedosas, muy valientes y han dado sus frutos.
P. ¿Seguirás vinculada al club?
Iré a animarlas como ‘hooligan’. Además ahora jugarán en una categoría muy complicada, mucho más que de la que veníamos, que ya era muy complicada. Iré a animarlas, a disfrutar también de cómo juegan, que lo hacen muy bien. A nivel deportivo no estaré vinculada de momento a nada porque necesito desconectar, pero sí que estaré como una aficionada más. Además en el Club Esportiu Europa hay mucha afición femenina y eso es muy guay.
P. Tu comunicado no solo toca el melón de las mujeres trans en el deporte, sino también el de la salud mental. ¿Hablar de salud mental es también una especie de salida de armario?
Creo que sí. Al final, los armarios es donde te encierra la normatividad y evidentemente tener depresión o tener ansiedad no es algo normal, según lo que dicta la sociedad, y mucho menos en deporte. En deporte hasta hace muy muy poco no se había visibilizado ninguna deportista o ningún deportista que dijera: “Oye, mira, paro porque tengo depresión”. Siempre dicen: “Tengo un esguince lateral”. De hecho incluso entre los comentarios de apoyo que he recibido hay algunos que no entienden que pare porque no pueda más. Te dicen: “No hagas caso, son cuatro, cuatro idiotas que te dicen tonterías”, y eso es un síntoma de que la salud mental está en el armario en sí misma, que aún falta muchísimo por divulgar y muchísima información que tiene que aterrizar en los hogares de la ciudadanía.
P. ¿Entonces estás en siguiendo algún tipo de terapia?
Llevo cinco años en terapia, desde antes del fútbol, porque las violencias que he recibido, como he comentado, preceden al fútbol. Cuando entro yo ya llevo un ‘background’ bastante interesante de violencias. También la precariedad es otro tema si lo vinculas con la salud mental, porque es muy complicado hacer terapia si no tienes dinero. Fui dando saltos de una psicóloga a otra de la Sanidad Pública, incluso alguna amiga que me consiguió una psicóloga que me atendiera sin tener que pagar yo. Y no ha sido hasta ahora que yo he podio tener mi psicóloga y poder pagármela y estar a gusto, y poder exigir también. Porque muchas veces cuando te lo regalan hay concepción de que no me puedes exigir tanto.
P. ¿Qué es ‘La respuesta a todo’?
Es un proyecto multiplataforma que nace de un escenario que me encuentro, y que se encuentran muchas mujeres trans: las preguntas impertinentes. Es decir, estamos tomando un café y viene una amiga tuya que no me conoce de nada y a los dos minutos ya me ha preguntado por mis genitales, por mi hormonación, por el drama de mi familia y por cómo practico relaciones sexuales. Evidentemente son cosas que no se preguntaría a una persona que no es trans. Son preguntas de las que venimos quejándonos constantemente las personas trans y en especial las mujeres trans. Pero a la vez pensé que si hay esa inquietud no resuelta, igual sí que habría que hacer algo para resolverla, y que paren de preguntarnos estas cosas en las discotecas y en esos sitios con impropios. Entonces por eso genero ese espacio en el que sí se puedan preguntar todas esas cosas y se pueda hablar sin filtros. Es un espacio en el que sí se puede preguntar y hay predisposición para responder. Es decir, yo creo que el error de base de estas conversaciones impertinentes es que yo no vengo a un bar a hacer pedagogía, ni vengo a un bar a hacer activismo: yo vengo a un bar a tomar una cerveza y a hacer el tonto, no a desarrollar la teoría de género de Judith Butler —porque qué pereza también—. Entonces sí, yo creo que el proyecto justamente es eso, es como dar el primer paso y decir ahora sí, ahora sí queréis venid y hablemos de esto que que en parte es interesante, yo encuentro que es interesante.
P. En el último episodio de ‘La respuesta a todo’ te quejas de cómo a las mujeres trans se les exige tener un discurso sin fisuras...
Sí, y además tenemos que tener siempre el mismo discurso, porque a la que una se sale hay un drama, incluso dentro del propio colectivo. Estamos tan castigadas que cuando alguien patina o tiene una opinión distinta nosotras mismas nos enfadamos de una forma muy visceral.. ¡Con lo que cuesta construir un discurso, que se nos escuche y que se nos crea! Da como rabia. Pero es que ni siquiera es coherente exigir a todas las mujeres trans que tengan un discurso, porque es como exigir a todas las mujeres que tengan un discurso feminista. Tenemos que tener un poco más de perspectiva y entender que podemos ser igual de incultas que cualquier otra persona respecto a la teoría, a las teorías del género y demás.
P. También dices: “Soy mil veces antes bollera que trans”.
Para mí es así. Hay muchas mujeres trans que viven su condición trans como algo muy cercano a su identidad. Y es maravilloso porque nos enseñan a amar lo trans, que yo he aprendido muchas veces a eso. Pero yo, por mi forma de vivir lo trans y también porque quizá mi identidad trans se sale un poco de la norma de lo trans —normalmente se asocia chica trans a el chico marica y yo siempre he sido una bolleraza—. La forma en la que percibo mi identidad es mucho más bollera, en el sentido de que todo lo que proceso, lo proceso mucho más como bollera. Lo trans para mí es anecdótico. Para mí sería como si fuera muy alta y tuviera que agacharme cuando hay una escalera y me la voy a comer. No es una cuestión que me defina como algo troncal.
P. ¿Has tenido referentes trans en el mundo deportivo?
Pues te diría que no hay ninguno y es un problema. Sin embargo, sí que me han inspirado, paradójicamente, muchas mujeres cis, sin menospreciar el cambio que han hecho las mujeres trans en el deporte. Por ejemplo en los años 20, más o menos, en Inglaterra, se prohibió jugar a fútbol a las mujeres, y se les prohibía con los mismos pretextos que se nos prohíben ahora mismo nosotras o se nos intenta obstaculizar: por cuestiones médicas. El hecho de que esas mujeres siguieran luchando, organizándose de forma autónoma, me inspiró muchísimo y creo que es justo que lo recuerde ahora. Sin ellas yo no podría estar ni planteándome jugar y probablemente mis compañeras tampoco.
P. ¿Qué futbolistas tenías de niña en los posters de tu habitación?
Recuerdo especialmente a Ronaldinho, que fue el jugador que me enamoró del fútbol porque hacía cosas que no había visto hasta ahora y que me hacían plantearme el fútbol como algo distinto y divertido. Lo primero que aprendí a hacer cuando jugaba eran las florituras de Ronaldinho. No sabía dar un pase, pero de repente te hacía una ruleta, un elástico. También me inspiró un montón curiosamente Michael Phelps, porque yo aparte de fútbol, hacía natación y me inspiró por su excelencia competitiva.
P. Has mencionado la palabra “disfrutar” en varias ocasiones. ¿Asocias el fútbol con el disfrute pese a tu renuncia?
Sí, de hecho, visto con perspectiva, todo esto me ha hecho ver hasta qué punto el fútbol me conectaba con mi infancia, que es algo que me parece interesante porque muchas veces en las mujeres trans se habla de nuestras infancias como algo que hay que olvidar, que tuvo que pasar, pero por suerte lo hemos cambiado y ya no somos eso. A mí el fútbol me conectaba con esa niña de diez años que era una friki, iba con la pelota por las calles, jugando a fútbol solo y el pretexto era disfrutar, no era ni siquiera competir, que nunca me ha gustado mucho, aunque yo al final lo hago. No soy una persona que quiera ganar siempre, simplemente quiero disfrutarlo. Me conectaba a la niña, muchas veces yo siempre he sido muy mami y a la niña le ha dejado salir poco. El fútbol era una parte como de conectar con el hedonismo. Vamos a disfrutar y no hacer responsables ni ser nada de eso.
P. ¿Te dices feminista?
Hace unas unos meses Brigitte Vasallo decía en una entrevista utilizaba el feminismo como una identidad estratégica, es decir, en según qué ambientes se reivindicaba como la que más feminista y en según qué otros lo cuestionaba. Yo secundo la moción de Brigitte y hablaría también de eso, la de las identidades estratégicas. Por supuesto yo al feminismo le siento una deuda enorme, incluso el hecho de que yo descubriera que existen las mujeres trans fue gracias los feminismos y a entender toda esa lucha de tantas mujeres diversas. Pero igual te sientas delante de una mujer que se dice feminista y que dice que las mujeres trans no existen y ahí te replanteas... Si el feminismo es eso, no contéis conmigo. En cambio, si estoy en el bar Manolo con cuarenta señores, pues te diré soy feminista.
P. Ya que estamos en Traficantes de sueños, ¿alguna lectura que haya sido clave para ti en cualquier sentido?
He leído libros que me ayudaron mucho a entender que yo era una mujer de autoras super TERF, que no saben el favor que me han hecho, pero no les quiero hacer publicidad. Igual 'Después de lo trans', de Elizabeth Duval, me ayudó no a vivir mejor mi condición de trans, sino a atreverme a deconstruir mi concepción de lo trans, que creo que es muy interesante, porque al final tenemos que ir tanto a defendernos de los ataques que a veces caemos en nuestros propios esencialismos. Como por ejemplo, el decir “yo siempre he sido una mujer”. Pues oye, igual no, porque el género es un constructo social y los constructos sociales se asimilan. Yo creo que Elisabeth Duval se atreve a hacer una un alegato, a decir: “Chicas, vamos a crear un espacio para hablar entre nosotras porque en muchos aspectos lo trans no es como lo estábamos contando”.
P. El 28 de junio enviaste un comunicado a los medios donde dices que dejas el fútbol y que te vas porque te echan: “No cuelgo las botas, me las cuelgan”. ¿Ha habido un detonante en concreto que te haya hecho tomar esta decisión?
Más que una gota que haya colmado el vaso, lo que ha habido es un tsunami que he ido soportando como podía. Llegó un punto en el que peté. Peté después de ganar la Liga, que fue el momento más feliz de los cuatro años que llevo. Y en vez de estar bien, lo que me pasó fue que empecé a tener muchos más ataques de ansiedad, muchos ataques de pánico que no había tenido hasta ahora. Y dije: “Vale, hasta aquí, porque es insostenible”.
P. ¿Qué elementos forman parte de ese tsumani?
Hay una violencia estructural que no es para nada puntual, sino que abarca todos los ámbitos dentro del fútbol y fuera del fútbol también. De hecho yo llevo sufriendo esta violencia estructural desde antes de formar parte del fútbol. Lo que pasa es que el deporte amplifica muchas violencias y en concreto contra las mujeres trans. Antes de entrar, yo estaba ya en proceso de cambiar el DNI y tuve que estar tres o cuatro meses sin poder participar en los partidos porque no tenía el cambio hecho y no me dejaban jugar. Ahí ya había una barrera de entrada física. Luego ha habido regulaciones muy arcaicas del tema hormonal que vengo denunciando en los últimos días. Por otra parte, el hecho de estar en el foco mediático hizo que recibiera violencia por parte de todo tipo de medios, no solo de ultraderecha, y todo esto contribuye a que el acoso en redes sea mucho mayor que el que ya venía sufriendo sin ser yo nadie, porque realmente nunca he llegado a conseguir nada por lo que merezca tener ese foco mediático, como pudiera ser una futbolista de primera división. Todo eso, al final, se convierte en ese tsunami.
P. ¿No te da pena dejarlo después de haber sido pionera, al ser la segunda futbolista trans federada? ¿Lo vives como un paso atrás?
Lo vivo como un paso atrás social, no personal. Cuando se conoció mi caso y el de Alba Palacios, se celebraba, se decía “qué bien, qué sociedad tan abierta”... Mi retiro visibiliza que no estamos tan bien como se decía entonces. Además pasa una cosa, que tanto yo como otras deportistas a nivel internacional nos quejamos de que cuando estamos dentro del meollo procuramos hacer el mínimo ruido posible, porque si hablamos nos crujen, si destacamos nos crujen —si somos malas no vienen a quejarse—. A la que alguien hace algo bueno, o a la que una corre más de lo normal, nos crujen. Físicamente no he destacado por nada: no soy ni la más alta, ni la más baja del equipo, ni la más fuerte, ni más floja. Si no lo denunciamos desde el momento en el que lo vivimos es para pasar un poco desapercibidas, porque queremos vivir ese derecho a disfrutar del fútbol sin tener que hacer activismo. Mis compañeras están disfrutando todo el día de lo que están haciendo y yo tengo que estar luchando.
Esta violencia por parte de medios y redes, ¿crees que se ha intensificado en los últimos años desde que se está debatiendo la ley trans y LGTBIQ+ y hay un feminismo sacando banderas...? No sé cómo llamarlas...
Las banderas que sacan son las de la ultraderecha, porque el discurso es replicado. No hay ni siquiera una originalidad en el discurso. Además, son discursos que ni siquiera son específicos de las mujeres trans. Las cosas que se me han dicho —que voy a abusar de niñas en los vestuarios— son las mismas que se nos decía a las lesbianas hace años. Y, evidentemente, esos discursos también se vendían como feministas, sobre todo en Estados Unidos, donde el movimiento era algo más exclusivo de mujeres cis, hetero, blancas. Puede ser que el debate sobre la ley trans haya avivado un poco esa violencia, pero yo creo que es importante contextualizar en qué momento surge este debate. Este debate nace en un momento en el que la ultraderecha está en el Parlamento, en el que los discursos de odio cada vez son mayores. Creo que si se estuviera debatiendo el derecho al matrimonio igualitario, pasaría un poco lo mismo. Simplemente ha caído esto en un contexto que es muy desfavorable para las personas trans y en concreto para las mujeres trans.
P. El debate sobre deporte y personas trans se ha establecido en unos términos polarizados que dejan fuera un debate mucho más profundo y que sería muy interesante, como es de qué modo se configura el deporte. Porque se podría estar pensando. Por ejemplo, en cómo hacer un deporte más inclusivo, no solo para las personas trans. ¿De qué sería útil que hablásemos cuando hablamos de deporte y personas trans?
Cuando me preguntan qué medidas me interesan con respecto a las mujeres trans en el deporte, siempre digo que lo que se está debatiendo ahora es cómo excluirlas, porque las mujeres trans ya estamos dentro del deporte y lo que se está evaluando es de qué forma nos pueden echar. Estas medidas que se proponen hacen daño a todas las personas, no solamente a las mujeres trans, si no díselo a Caster Semenya, que no es una mujer trans y la están echando del atletismo por tener una testosterona más alta de lo establecido. Creo que lo primero que se debería hacer es estudiar por qué tan pocas mujeres trans están practicando deporte, sea competitivo o sea federado. Conozco a muchísimas mujeres trans, muchísimas, y el 90% no hace deporte ni de ir al gimnasio por la violencia que implica. Cualquier mujer sabrá que ir al gimnasio, estar compartiendo un espacio con un montón de hombres que te miran, que te juzgan o que te enseñan cómo se tienen que hacer las cosas, es muy incómodo para mujeres cis... Pues imagínate una mujer trans.
Cuando se sepa qué está pasando, es esencial establecer políticas activas para promover el deporte entre las personas trans. Las federaciones están muy preocupadas por promover el deporte por salud y, sin embargo, en ningún momento se han preocupado de por qué las mujeres trans, que somos una parte de la población con una salud quizá peor que la del grueso de la población, no entramos en el mundo de deporte. Estudiar, investigar y luego actuar.
P. ¿Qué les dirías a quienes esgrimen el argumento de que una mujer trans tiene ventajas competitivas cuando se pone a practicar deporte?
Que se lo pregunten a mis compañeras.
P. ¿Qué ventajas has tenido tú?
Me da rabia porque como el mensaje de que tenemos ventaja es tan fuerte, la contrarrespuesta que damos es justificar que no las tenemos. Por una parte es cierto, pero constantemente estamos con ese argumento que yo creo que es incluso peligroso. Decimos que no somos tan fuertes, que no somos tan rápidas, que no somos tan buenas, que no hay ninguna mujer trans prácticamente en la élite. Como si lo contrario estuviera mal. La gracia sería que ojalá hubiera mujeres súper fuertes, que fueran trans y que pudieran decirlo. Nosotras mismas minimizamos nuestras capacidades para que no nos apaleen más.
Por otro lado, el deporte se basa en las ventajas competitivas. Creo que además las ventajas, tanto las físicas como las no físicas, no tienen un único factor. No está demostrado que haya una relación causal entre tener más testosterona y tener más lo que sea. Y luego pienso que si empezamos a limitar la testosterona para que unas personas no se desarrollen tanto, ¿qué vamos a hacer? ¿Perseguir a las mujeres que sean más altas o las que sean más fuertes? ¿Qué sentido tiene si empezamos a limitar? Porque, además, esto no pasa en el deporte masculino, porque te sale un Michael Phelps y es un dios, no es una persona con una ventaja competitiva.
P. Has tenido en todo momento el apoyo de tus compañeras y de entrenadores. ¿Te ha hecho eso más difícil dar el paso de dejarlo?
Me ha hecho más fácil aguantar hasta ahora. Yo creo que entre las mujeres trans hay una cultura de aguantar, porque te enfrentas a tantas violencias en el día a día que si no te haces la piel dura no haces nada. Por la precariedad que hay, por la violencia en la calle, por la violencia en redes, por todas las variables. Yo me he planteado muchas veces dejarlo y muchas de esas veces no lo he hecho justamente por lo que dices. No solo por el apoyo, sino que he estado en un ambiente en el que estaba a gusto. Había mucha gente disidente, convivía con un montón de chicas lesbianas, chicas bisexuales, chicas muy masculinas —que también están muy perseguidas más allá de su orientación sexual—, chicos trans que también han formado parte de mi liga. Y habitar ese ambiente para mí era como estar arropada…
P. ¿Cuáles han sido tus éxitos en estos años?
El hecho de estar yo creo que ha sido un éxito en sí mismo, porque las barreras de entrada fueron duras y podría haber dicho: “Mira, da igual”. En ese sentido, persistí y lo conseguí. A nivel deportivo creo que mi mayor virtud ha sido saber adaptarme a las necesidades de cada equipo. De hecho, he empezado jugando de defensa lateral izquierda y he acabado jugando de delantera por la derecha. He pasado por todo el abanico de posiciones, encontrando un poco también mi forma de estar más a gusto en el campo. A nivel colectivo, destacaría sobre todo el primer año que logramos con el Tarrasa el ascenso por primera vez en este club a una categoría nacional, y este último año, que ha sido espectacular. Hemos hecho historia con el Europa y hemos ganado la Liga por primera vez. Hemos ascendido a la que será la tercera categoría nacional. Por primera vez, he estado en un equipo en el que la identidad se reconocía a nivel futbolístico, la forma de jugar. Nosotras presionamos muy arriba, que es muy arriesgado. Somos uno de los pocos equipos de toda España que ha conseguido ganar una liga jugando con solo tres defensas, normalmente se juega con línea de cuatro. Y yo creo que ha habido una serie de propuestas futbolísticas que han sido muy novedosas, muy valientes y han dado sus frutos.
P. ¿Seguirás vinculada al club?
Iré a animarlas como ‘hooligan’. Además ahora jugarán en una categoría muy complicada, mucho más que de la que veníamos, que ya era muy complicada. Iré a animarlas, a disfrutar también de cómo juegan, que lo hacen muy bien. A nivel deportivo no estaré vinculada de momento a nada porque necesito desconectar, pero sí que estaré como una aficionada más. Además en el Club Esportiu Europa hay mucha afición femenina y eso es muy guay.
P. Tu comunicado no solo toca el melón de las mujeres trans en el deporte, sino también el de la salud mental. ¿Hablar de salud mental es también una especie de salida de armario?
Creo que sí. Al final, los armarios es donde te encierra la normatividad y evidentemente tener depresión o tener ansiedad no es algo normal, según lo que dicta la sociedad, y mucho menos en deporte. En deporte hasta hace muy muy poco no se había visibilizado ninguna deportista o ningún deportista que dijera: “Oye, mira, paro porque tengo depresión”. Siempre dicen: “Tengo un esguince lateral”. De hecho incluso entre los comentarios de apoyo que he recibido hay algunos que no entienden que pare porque no pueda más. Te dicen: “No hagas caso, son cuatro, cuatro idiotas que te dicen tonterías”, y eso es un síntoma de que la salud mental está en el armario en sí misma, que aún falta muchísimo por divulgar y muchísima información que tiene que aterrizar en los hogares de la ciudadanía.
P. ¿Entonces estás en siguiendo algún tipo de terapia?
Llevo cinco años en terapia, desde antes del fútbol, porque las violencias que he recibido, como he comentado, preceden al fútbol. Cuando entro yo ya llevo un ‘background’ bastante interesante de violencias. También la precariedad es otro tema si lo vinculas con la salud mental, porque es muy complicado hacer terapia si no tienes dinero. Fui dando saltos de una psicóloga a otra de la Sanidad Pública, incluso alguna amiga que me consiguió una psicóloga que me atendiera sin tener que pagar yo. Y no ha sido hasta ahora que yo he podio tener mi psicóloga y poder pagármela y estar a gusto, y poder exigir también. Porque muchas veces cuando te lo regalan hay concepción de que no me puedes exigir tanto.
P. ¿Qué es ‘La respuesta a todo’?
Es un proyecto multiplataforma que nace de un escenario que me encuentro, y que se encuentran muchas mujeres trans: las preguntas impertinentes. Es decir, estamos tomando un café y viene una amiga tuya que no me conoce de nada y a los dos minutos ya me ha preguntado por mis genitales, por mi hormonación, por el drama de mi familia y por cómo practico relaciones sexuales. Evidentemente son cosas que no se preguntaría a una persona que no es trans. Son preguntas de las que venimos quejándonos constantemente las personas trans y en especial las mujeres trans. Pero a la vez pensé que si hay esa inquietud no resuelta, igual sí que habría que hacer algo para resolverla, y que paren de preguntarnos estas cosas en las discotecas y en esos sitios con impropios. Entonces por eso genero ese espacio en el que sí se puedan preguntar todas esas cosas y se pueda hablar sin filtros. Es un espacio en el que sí se puede preguntar y hay predisposición para responder. Es decir, yo creo que el error de base de estas conversaciones impertinentes es que yo no vengo a un bar a hacer pedagogía, ni vengo a un bar a hacer activismo: yo vengo a un bar a tomar una cerveza y a hacer el tonto, no a desarrollar la teoría de género de Judith Butler —porque qué pereza también—. Entonces sí, yo creo que el proyecto justamente es eso, es como dar el primer paso y decir ahora sí, ahora sí queréis venid y hablemos de esto que que en parte es interesante, yo encuentro que es interesante.
P. En el último episodio de ‘La respuesta a todo’ te quejas de cómo a las mujeres trans se les exige tener un discurso sin fisuras...
Sí, y además tenemos que tener siempre el mismo discurso, porque a la que una se sale hay un drama, incluso dentro del propio colectivo. Estamos tan castigadas que cuando alguien patina o tiene una opinión distinta nosotras mismas nos enfadamos de una forma muy visceral.. ¡Con lo que cuesta construir un discurso, que se nos escuche y que se nos crea! Da como rabia. Pero es que ni siquiera es coherente exigir a todas las mujeres trans que tengan un discurso, porque es como exigir a todas las mujeres que tengan un discurso feminista. Tenemos que tener un poco más de perspectiva y entender que podemos ser igual de incultas que cualquier otra persona respecto a la teoría, a las teorías del género y demás.
P. También dices: “Soy mil veces antes bollera que trans”.
Para mí es así. Hay muchas mujeres trans que viven su condición trans como algo muy cercano a su identidad. Y es maravilloso porque nos enseñan a amar lo trans, que yo he aprendido muchas veces a eso. Pero yo, por mi forma de vivir lo trans y también porque quizá mi identidad trans se sale un poco de la norma de lo trans —normalmente se asocia chica trans a el chico marica y yo siempre he sido una bolleraza—. La forma en la que percibo mi identidad es mucho más bollera, en el sentido de que todo lo que proceso, lo proceso mucho más como bollera. Lo trans para mí es anecdótico. Para mí sería como si fuera muy alta y tuviera que agacharme cuando hay una escalera y me la voy a comer. No es una cuestión que me defina como algo troncal.
P. ¿Has tenido referentes trans en el mundo deportivo?
Pues te diría que no hay ninguno y es un problema. Sin embargo, sí que me han inspirado, paradójicamente, muchas mujeres cis, sin menospreciar el cambio que han hecho las mujeres trans en el deporte. Por ejemplo en los años 20, más o menos, en Inglaterra, se prohibió jugar a fútbol a las mujeres, y se les prohibía con los mismos pretextos que se nos prohíben ahora mismo nosotras o se nos intenta obstaculizar: por cuestiones médicas. El hecho de que esas mujeres siguieran luchando, organizándose de forma autónoma, me inspiró muchísimo y creo que es justo que lo recuerde ahora. Sin ellas yo no podría estar ni planteándome jugar y probablemente mis compañeras tampoco.
P. ¿Qué futbolistas tenías de niña en los posters de tu habitación?
Recuerdo especialmente a Ronaldinho, que fue el jugador que me enamoró del fútbol porque hacía cosas que no había visto hasta ahora y que me hacían plantearme el fútbol como algo distinto y divertido. Lo primero que aprendí a hacer cuando jugaba eran las florituras de Ronaldinho. No sabía dar un pase, pero de repente te hacía una ruleta, un elástico. También me inspiró un montón curiosamente Michael Phelps, porque yo aparte de fútbol, hacía natación y me inspiró por su excelencia competitiva.
P. Has mencionado la palabra “disfrutar” en varias ocasiones. ¿Asocias el fútbol con el disfrute pese a tu renuncia?
Sí, de hecho, visto con perspectiva, todo esto me ha hecho ver hasta qué punto el fútbol me conectaba con mi infancia, que es algo que me parece interesante porque muchas veces en las mujeres trans se habla de nuestras infancias como algo que hay que olvidar, que tuvo que pasar, pero por suerte lo hemos cambiado y ya no somos eso. A mí el fútbol me conectaba con esa niña de diez años que era una friki, iba con la pelota por las calles, jugando a fútbol solo y el pretexto era disfrutar, no era ni siquiera competir, que nunca me ha gustado mucho, aunque yo al final lo hago. No soy una persona que quiera ganar siempre, simplemente quiero disfrutarlo. Me conectaba a la niña, muchas veces yo siempre he sido muy mami y a la niña le ha dejado salir poco. El fútbol era una parte como de conectar con el hedonismo. Vamos a disfrutar y no hacer responsables ni ser nada de eso.
P. ¿Te dices feminista?
Hace unas unos meses Brigitte Vasallo decía en una entrevista utilizaba el feminismo como una identidad estratégica, es decir, en según qué ambientes se reivindicaba como la que más feminista y en según qué otros lo cuestionaba. Yo secundo la moción de Brigitte y hablaría también de eso, la de las identidades estratégicas. Por supuesto yo al feminismo le siento una deuda enorme, incluso el hecho de que yo descubriera que existen las mujeres trans fue gracias los feminismos y a entender toda esa lucha de tantas mujeres diversas. Pero igual te sientas delante de una mujer que se dice feminista y que dice que las mujeres trans no existen y ahí te replanteas... Si el feminismo es eso, no contéis conmigo. En cambio, si estoy en el bar Manolo con cuarenta señores, pues te diré soy feminista.
P. Ya que estamos en Traficantes de sueños, ¿alguna lectura que haya sido clave para ti en cualquier sentido?
He leído libros que me ayudaron mucho a entender que yo era una mujer de autoras super TERF, que no saben el favor que me han hecho, pero no les quiero hacer publicidad. Igual 'Después de lo trans', de Elizabeth Duval, me ayudó no a vivir mejor mi condición de trans, sino a atreverme a deconstruir mi concepción de lo trans, que creo que es muy interesante, porque al final tenemos que ir tanto a defendernos de los ataques que a veces caemos en nuestros propios esencialismos. Como por ejemplo, el decir “yo siempre he sido una mujer”. Pues oye, igual no, porque el género es un constructo social y los constructos sociales se asimilan. Yo creo que Elisabeth Duval se atreve a hacer una un alegato, a decir: “Chicas, vamos a crear un espacio para hablar entre nosotras porque en muchos aspectos lo trans no es como lo estábamos contando”.
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