Imagen: El Diario Vasco / Grupo de cerilleras |
La historia laboral de las mujeres en Irun.
Sobre el terreno. El proyecto Mapeando Historias, impulsado por Parean Elkartea, salió ayer a la calle para repasar las labores, oficios y profesiones que desempeñaron nuestras antepasadas en la ciudad.
María José Atienza | El Diario Vasco, 2021-03-21
https://www.diariovasco.com/bidasoa/irun/historia-laboral-mujeres-20210321001427-ntvo.html
Una buena forma de celebrar la llegada de la primavera, en un día fresco y soleado como el de ayer, fue la de sacar a la luz el trabajo, demasiadas veces no reconocido y mal pagado, que miles de mujeres irunesas realizaron a lo largo de sus vidas. Parean Berdintasun Elkartea eligió el 20 de marzo para presentar sobre el terreno su proyecto 'Mapeando historias', un recorrido por el espacio y el tiempo de la ciudad (accesible también a través de la web de la asociación) para dar a conocer las labores y oficios desempeñados por las mujeres en Irun.
¿Cómo era la vida de las nodrizas? ¿Y la de las lavanderas o la de las aguadoras? ¿Sabían que en Irun hubo importantes talleres de costura o que las cerilleras irunesas protagonizaron una huelga histórica?
A través de imágenes, audios y textos, en euskera y castellano y con la colaboración de la investigadora irunesa Mertxe Tranche, Parean Elkartea ha tratado de dar respuesta a estas preguntas y a otras relativas a ocupaciones como las de las maestras, recadistas, seroras, baserritarras, barqueras, marchamadoras, comerciantes, estraperlistas y trabajadoras del sexo.
Ayer, el proyecto 'Mapeando historias' salió a la calle, con un paseo guiado por Mertxe Tranche y con aforo limitado, debido a las medidas de seguridad . Cinco paradas en entornos espaciosos (San Juan, Juncal, Arbes, Ama Xantalen y Sarjia) del total de 14 que incluye el proyecto sirvieron de escenario para dejar constancia de que «las mujeres han trabajado siempre», aunque sus nombres no aparezcan en los registros, ni en las estatuas.
El espacio limitado de estas páginas nos obliga a seleccionar las explicaciones sobre unos pocos oficios, pero el proyecto completo puede consultarse a través de internet (bidea.parean.eus)
Costureras en Colón-Aduana
El paseo de ayer se detuvo sólo en plazas espaciosas para asegurar las distancias. Así, desde la plaza de San Juan, Mertxe Tranche habló sobre las costureras y modistas, que el proyecto 'Mapeando historias tienen su lugar de referencia en la esquina del paseo Colón con la calle de la Aduana. Por testimonios orales y escritos, se cree que ahí se encontraba el taller de las hermanas Bonnecaze, «quizá el más importante entre los muchos talleres de costura que hubo en la ciudad, en el que trabajaban unas 50 mujeres», dijo Mertxe Tranche. «Irun siempre fue un importante centro del comercio de telas. Había en la ciudad acaudalados importadores de tejidos, que se surtían especialmente en la colonia judía de Bayona».
Muchas mujeres donostiarras o de vacaciones en la capital, venían a Irun a comprar telas y a vestirse, lo que dio lugar al nacimiento de importantes talleres, regentados por grandes profesionales de la costura que viajaban a París para estar al tanto de las novedades. En Irun, se publicó también una de las primeras revistas de moda del Estado, 'El figurín'.
El trabajo de las costureras era «físicamente ingrato, por las posturas y la falta de luz, pero se desarrollaba en un ambiente muy alejado de la soledad y el control de las criadas o la dureza de las fábricas», añadió Mertxe Tranche.
Lavanderas en Ama Xantalen
Para trabajo duro, el de las lavanderas. Ante la ermita de Ama Xantalen, donde se encontraba uno de los lavaderos, que hubo en Irun (otros fueron los de Behobia, San Marcial, Anaka...), Mertxe Tranche ofreció unas pinceladas sobre la vida de estas trabajadoras. «Antes de los lavaderos, se utilizaron todos los ríos y regatas para realizar un trabajo durísimo que, en general, desarrollaban mujeres muy pobres. Las lavanderas trabajaban para diferentes casas, además de la suya propia, y cobraban por piezas, de cuyo buen estado respondían».
Ellas recogían la ropa en el domicilio, «la acarreaban hasta el lavadero o la regata y allí la frotaban y aclaraban, a veces con un agua helada y con sabañones en las manos», añadió la investigadora. Después, la dejaban secar y la reintegraban a las casas de sus propietarios.
Pero el lavadero era también «un espacio femenino, donde las mujeres se encontraban, socializaban, se contaban chismes de la ciudad o hacían política», añadió Tranche. Varios pleitos políticos tienen como escenario alguno de los lavaderos de Irun.
Aguadoras junto a la regata
También ante la ermita de Ama Xantalen, junto a la regata, Mertxe Tranche habló sobre otra dura labor: la de las aguadoras. «Hasta que el agua corriente llegó a las casas, lo que en Irun ocurrió a finales del siglo XIX, alguien tenía que ocuparse de ir a por ella a las fuentes y regatas. En las casas pudientes, había una criada que dedicaba prácticamente toda su jornada a surtir de agua las diferentes necesidades de la casa». Arrancaban el día muy temprano, para que los señores tuvieran agua para su aseo matinal. Era la 'moza de cántaro', normalmente la más joven y menos experimentada de las criadas, quien se ocupaba de esta tarea. Otra variante del oficio fue la de las mujeres que vendían el agua a domicilio o por las calles en época de grandes calores.
Maestras en la calle Escuelas
Desde la plazoleta del Juncal y mirando hacia el museo Oiasso, cuyo antiguo edificio albergó las escuelas municipales, Mertxe Tranche habló sobre las maestras. Contó, como anécdota, que tras la primera guerra carlista, «el Ayuntamiento eligió por oposición a un maestro y una maestra municipales. Mientras que el varón fue examinado sobre sus conocimientos por un tribunal, la maestra fue entrevistada por las señoras de la ciudad que certificaban si sabía coser, leer y escribir y sumar y restar».
Así ocurriría hasta que se crearon las escuelas de Magisterio, primer acceso de las mujeres a la Universidad. La primera ganadora por oposición de la plaza de maestra municipal fue Francisca Bernarda Etxeberria. Otras profesoras recordadas en la ciudad fueron las hermanas Etxeberria, que tuvieron academia propia y, relacionada también con la enseñanza, Prudencia Arbide, fundadora del colegio El Pilar.
Tampoco hay que olvidar a Mari Jose Urruzola Zabalza, «nacida en nuestra ciudad en 1940 y precursora de la coeducación y la educación para la igualdad», apuntó Mertxe Tranche, ni «a las mujeres del movimiento de las ikastolas».
Cerilleras en Azken Portu
En la parada del paseo guiado realizada en Arbes, Mertxe Tranche prestó especial atención a las cerilleras. «Había tres fábricas, pero la más conocida era la ubicada en Azken Portu. Antes de la guerra, trabajaban allí más de 600 irundarras. Su labor era atar las cerillas o meterlas en cajitas. Un trabajo a destajo. Al finalizar el día, pesaban las cajas y de ello dependía el sueldo».
Estas trabajadoras, alfabetizadas en un 90%, fueron conocidas por su implicación política y sindical. En 1903, treinta de ellas se plantaron ante el despido de una compañera. Años después, crearon el Sindicato de las Cerilleras también conocido como Sindicato feminista y en 1920 realizaron sus huelgas más conocidas. «No sabemos si nuestras cerilleras conocieron a las Matchgirls, las cerilleras británicas que realizaron la primera huelga de mujeres», comentó Tranche, «pero la lucha de ambos colectivos fue idéntica».
¿Cómo era la vida de las nodrizas? ¿Y la de las lavanderas o la de las aguadoras? ¿Sabían que en Irun hubo importantes talleres de costura o que las cerilleras irunesas protagonizaron una huelga histórica?
A través de imágenes, audios y textos, en euskera y castellano y con la colaboración de la investigadora irunesa Mertxe Tranche, Parean Elkartea ha tratado de dar respuesta a estas preguntas y a otras relativas a ocupaciones como las de las maestras, recadistas, seroras, baserritarras, barqueras, marchamadoras, comerciantes, estraperlistas y trabajadoras del sexo.
Ayer, el proyecto 'Mapeando historias' salió a la calle, con un paseo guiado por Mertxe Tranche y con aforo limitado, debido a las medidas de seguridad . Cinco paradas en entornos espaciosos (San Juan, Juncal, Arbes, Ama Xantalen y Sarjia) del total de 14 que incluye el proyecto sirvieron de escenario para dejar constancia de que «las mujeres han trabajado siempre», aunque sus nombres no aparezcan en los registros, ni en las estatuas.
El espacio limitado de estas páginas nos obliga a seleccionar las explicaciones sobre unos pocos oficios, pero el proyecto completo puede consultarse a través de internet (bidea.parean.eus)
Costureras en Colón-Aduana
El paseo de ayer se detuvo sólo en plazas espaciosas para asegurar las distancias. Así, desde la plaza de San Juan, Mertxe Tranche habló sobre las costureras y modistas, que el proyecto 'Mapeando historias tienen su lugar de referencia en la esquina del paseo Colón con la calle de la Aduana. Por testimonios orales y escritos, se cree que ahí se encontraba el taller de las hermanas Bonnecaze, «quizá el más importante entre los muchos talleres de costura que hubo en la ciudad, en el que trabajaban unas 50 mujeres», dijo Mertxe Tranche. «Irun siempre fue un importante centro del comercio de telas. Había en la ciudad acaudalados importadores de tejidos, que se surtían especialmente en la colonia judía de Bayona».
Muchas mujeres donostiarras o de vacaciones en la capital, venían a Irun a comprar telas y a vestirse, lo que dio lugar al nacimiento de importantes talleres, regentados por grandes profesionales de la costura que viajaban a París para estar al tanto de las novedades. En Irun, se publicó también una de las primeras revistas de moda del Estado, 'El figurín'.
El trabajo de las costureras era «físicamente ingrato, por las posturas y la falta de luz, pero se desarrollaba en un ambiente muy alejado de la soledad y el control de las criadas o la dureza de las fábricas», añadió Mertxe Tranche.
Lavanderas en Ama Xantalen
Para trabajo duro, el de las lavanderas. Ante la ermita de Ama Xantalen, donde se encontraba uno de los lavaderos, que hubo en Irun (otros fueron los de Behobia, San Marcial, Anaka...), Mertxe Tranche ofreció unas pinceladas sobre la vida de estas trabajadoras. «Antes de los lavaderos, se utilizaron todos los ríos y regatas para realizar un trabajo durísimo que, en general, desarrollaban mujeres muy pobres. Las lavanderas trabajaban para diferentes casas, además de la suya propia, y cobraban por piezas, de cuyo buen estado respondían».
Ellas recogían la ropa en el domicilio, «la acarreaban hasta el lavadero o la regata y allí la frotaban y aclaraban, a veces con un agua helada y con sabañones en las manos», añadió la investigadora. Después, la dejaban secar y la reintegraban a las casas de sus propietarios.
Pero el lavadero era también «un espacio femenino, donde las mujeres se encontraban, socializaban, se contaban chismes de la ciudad o hacían política», añadió Tranche. Varios pleitos políticos tienen como escenario alguno de los lavaderos de Irun.
Aguadoras junto a la regata
También ante la ermita de Ama Xantalen, junto a la regata, Mertxe Tranche habló sobre otra dura labor: la de las aguadoras. «Hasta que el agua corriente llegó a las casas, lo que en Irun ocurrió a finales del siglo XIX, alguien tenía que ocuparse de ir a por ella a las fuentes y regatas. En las casas pudientes, había una criada que dedicaba prácticamente toda su jornada a surtir de agua las diferentes necesidades de la casa». Arrancaban el día muy temprano, para que los señores tuvieran agua para su aseo matinal. Era la 'moza de cántaro', normalmente la más joven y menos experimentada de las criadas, quien se ocupaba de esta tarea. Otra variante del oficio fue la de las mujeres que vendían el agua a domicilio o por las calles en época de grandes calores.
Maestras en la calle Escuelas
Desde la plazoleta del Juncal y mirando hacia el museo Oiasso, cuyo antiguo edificio albergó las escuelas municipales, Mertxe Tranche habló sobre las maestras. Contó, como anécdota, que tras la primera guerra carlista, «el Ayuntamiento eligió por oposición a un maestro y una maestra municipales. Mientras que el varón fue examinado sobre sus conocimientos por un tribunal, la maestra fue entrevistada por las señoras de la ciudad que certificaban si sabía coser, leer y escribir y sumar y restar».
Así ocurriría hasta que se crearon las escuelas de Magisterio, primer acceso de las mujeres a la Universidad. La primera ganadora por oposición de la plaza de maestra municipal fue Francisca Bernarda Etxeberria. Otras profesoras recordadas en la ciudad fueron las hermanas Etxeberria, que tuvieron academia propia y, relacionada también con la enseñanza, Prudencia Arbide, fundadora del colegio El Pilar.
Tampoco hay que olvidar a Mari Jose Urruzola Zabalza, «nacida en nuestra ciudad en 1940 y precursora de la coeducación y la educación para la igualdad», apuntó Mertxe Tranche, ni «a las mujeres del movimiento de las ikastolas».
Cerilleras en Azken Portu
En la parada del paseo guiado realizada en Arbes, Mertxe Tranche prestó especial atención a las cerilleras. «Había tres fábricas, pero la más conocida era la ubicada en Azken Portu. Antes de la guerra, trabajaban allí más de 600 irundarras. Su labor era atar las cerillas o meterlas en cajitas. Un trabajo a destajo. Al finalizar el día, pesaban las cajas y de ello dependía el sueldo».
Estas trabajadoras, alfabetizadas en un 90%, fueron conocidas por su implicación política y sindical. En 1903, treinta de ellas se plantaron ante el despido de una compañera. Años después, crearon el Sindicato de las Cerilleras también conocido como Sindicato feminista y en 1920 realizaron sus huelgas más conocidas. «No sabemos si nuestras cerilleras conocieron a las Matchgirls, las cerilleras británicas que realizaron la primera huelga de mujeres», comentó Tranche, «pero la lucha de ambos colectivos fue idéntica».
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