El Mundo / Roberto Pérez Toledo // |
Muere a los 43 años Roberto Pérez Toledo, el cineasta del deseo contra la exclusión.
Desde los 14 años estuvo en una silla de ruedas y su filmografía, referencia en el cine LGTBI+, se alarga por tres largometrajes y cuatro decenas de cortometrajes. Acababa de estrenar en el María Guerrero la obra 'Manual básico de lengua de signos para romper corazones'.
Luis Martínez | El Mundo, 2022-01-31
https://www.elmundo.es/cultura/cine/2022/01/31/61f3bc73fc6c8388168b4581.html
Roberto Pérez Toledo miraba y rodaba desde la altura de una silla de ruedas. Una atrofia espinal congénita le dejaría ahí, pero perfectamente erguido, desde que cumpliera los 14 años. Y desde esta atalaya del revés construiría un universo tan personal como único --amable, feliz y herido-- en pie de guerra contra la exclusión, las frases hechas y los destinos demasiado escritos. El suyo era un mundo meticulosamente levantado desde la claridad de los cuerpos musculados y libres, los deseos tensos o apenas declarados y, apurando, el placer desinhibido del fragor venéreo. Su filmografía se reparte en tres largometrajes (dos en solitario y uno conjunto) e infinidad de cortos lanzados, antes que solo filmados, como proclamas, como sencillamente gritos. 'Gritones' es el título de uno de ellos, no por fuerza el más celebrado, pero sí el más evidente de todos ellos.
El lunes, último día de enero, murió. Acababa de estrenar en el teatro María Guerrero de Madrid ‘Manual básico de lengua de signos para romper corazones’ y tenía anunciado el mismo lunes de su muerte un acto en la Academia de Cine. Había nacido el 3 de abril de 1978 en Lanzarote y un derrame cerebral reciente le dejó ya sin opciones. Habría cumplido 44 años dentro de poco. Es decir, se habría quedado, si hacemos caso a IMDB, a dos de igualar el número de películas realizadas. Era, en efecto, prolífico. Pero sobre todo, era apasionado. Le gustaba recordar que se había iniciado en el cine desde quizá antes de tener consciencia de sí mismo. Pero en vez de, como tantos otros, ceder al placer hipnótico y 'voyeur' de la sala oscura, él tuvo claro que quería estar del otro lado. Pese a todo y, antes que contra todos, con todos. Cada una de sus películas fue desde muy pronto, desde su debut en 1999 con 'Mar adentro', una explosión de sí mismo hasta convertirse en lo que ahora mismo, que ya no es, será para siempre: un referente irrenunciable no sólo del cine LGTBI+, sino del cine de todos, para todos, con todos y, por qué no, encima de todos.
Pronto, en 2011, debutaría con su primero largometraje, 'Seis puntos sobre Emma'. En ella ya apuntaba su inabordable imaginación y facilidad para acercarse a la comedia desde ese punto de amargura que la hace real, cercana, casi táctil. Se contaba la historia de una joven ciega (una Verónica Echegui desatada) empeñada en ser madre por encima de limitaciones y frases hechas. Quién sabe si en el personaje protagonista de su película no estaban ya proyectados muchos de sus anhelos, todas y cada una de sus convicciones. O quizá no. Tal vez era simplemente una historia más de la infinidad de ellas que le quemaban. Sea como sea, la cinta, que se vio en el Festival de Málaga, exhibía ya un empeño nada disimulado por dejar que los cuerpos hablaran al otro lado de las imposiciones de los encuadres. El cine de Pérez Toledo era un torrente de libertad, de ideas, de amabilidad nada fingida y grave.
Dos años después participaría en la película colectiva 'Al final todos mueren' y habría que esperar a 2017 para disfrutar (es un cine disfrutable aunque ligeramente incómodo) de 'Como la espuma'. Se lamentaba el director sin hacerlo realmente del todo que la película había acabado por azares del comercio y la carne en alguna que otra página web porno. Y aquí, admitámoslo, la virtud. Aunque no exenta de un guiño indisimuladamente fetichista, 'Como la espuma' esconde más que enseña, insinúa más que dice, divierte más que calienta. Toda la película no es más que una orgía, con todo su poder de liberación y promesa. Ante una orgía, no hay bolsillos en los que esconder las palmas sudorosas de las manos y los cuerpos se lanzan puros, duros y limpios a encontrarse en un territorio por definición necesariamente nuevo. Y virgen pese a todo.
Así lo entendió Francesc Bellmunt cuando en 1978, en plena Transición española, escenificó los sueños de la democracia por venir en un alegre disparate de orgasmos y calenturas (con decepción final y todo) y así lo comprendió perfectamente Pérez Toledo. Su película es manifiesto 'queer' y proclamación de nuevos sentidos. Su película es pura exclamación de afectos. Su película propone un espacio libre en el que las identidades se reconocen, se abrazan y se alzan. Y se aman. Su película es la evidencia de un hombre firme y de pie ante la obligación de un mundo sin sillas de ruedas. O, mejor, cada uno con la suya, todas ruedan. Rodar ese fue el único denuedo que siempre mantuvo firme a Pérez Toledo.
En su último corto rendía homenaje a su tierra, a Lanzarote. 'Ante la erupción' cuenta la historia de un grupo de amigos de excursión por el paraje desolado y enfermizamente bello de una isla que es un volcán y al revés. Uno de ellos es en verdad ella. Se encuentra en transición de ser la mujer que quiere ser. Y es ahí en el deseo como promesa cierta, como lugar de encuentro y reconocimiento, donde siempre estuvo Pérez Toledo. Y está. Rodando. DEP.
El lunes, último día de enero, murió. Acababa de estrenar en el teatro María Guerrero de Madrid ‘Manual básico de lengua de signos para romper corazones’ y tenía anunciado el mismo lunes de su muerte un acto en la Academia de Cine. Había nacido el 3 de abril de 1978 en Lanzarote y un derrame cerebral reciente le dejó ya sin opciones. Habría cumplido 44 años dentro de poco. Es decir, se habría quedado, si hacemos caso a IMDB, a dos de igualar el número de películas realizadas. Era, en efecto, prolífico. Pero sobre todo, era apasionado. Le gustaba recordar que se había iniciado en el cine desde quizá antes de tener consciencia de sí mismo. Pero en vez de, como tantos otros, ceder al placer hipnótico y 'voyeur' de la sala oscura, él tuvo claro que quería estar del otro lado. Pese a todo y, antes que contra todos, con todos. Cada una de sus películas fue desde muy pronto, desde su debut en 1999 con 'Mar adentro', una explosión de sí mismo hasta convertirse en lo que ahora mismo, que ya no es, será para siempre: un referente irrenunciable no sólo del cine LGTBI+, sino del cine de todos, para todos, con todos y, por qué no, encima de todos.
Pronto, en 2011, debutaría con su primero largometraje, 'Seis puntos sobre Emma'. En ella ya apuntaba su inabordable imaginación y facilidad para acercarse a la comedia desde ese punto de amargura que la hace real, cercana, casi táctil. Se contaba la historia de una joven ciega (una Verónica Echegui desatada) empeñada en ser madre por encima de limitaciones y frases hechas. Quién sabe si en el personaje protagonista de su película no estaban ya proyectados muchos de sus anhelos, todas y cada una de sus convicciones. O quizá no. Tal vez era simplemente una historia más de la infinidad de ellas que le quemaban. Sea como sea, la cinta, que se vio en el Festival de Málaga, exhibía ya un empeño nada disimulado por dejar que los cuerpos hablaran al otro lado de las imposiciones de los encuadres. El cine de Pérez Toledo era un torrente de libertad, de ideas, de amabilidad nada fingida y grave.
Dos años después participaría en la película colectiva 'Al final todos mueren' y habría que esperar a 2017 para disfrutar (es un cine disfrutable aunque ligeramente incómodo) de 'Como la espuma'. Se lamentaba el director sin hacerlo realmente del todo que la película había acabado por azares del comercio y la carne en alguna que otra página web porno. Y aquí, admitámoslo, la virtud. Aunque no exenta de un guiño indisimuladamente fetichista, 'Como la espuma' esconde más que enseña, insinúa más que dice, divierte más que calienta. Toda la película no es más que una orgía, con todo su poder de liberación y promesa. Ante una orgía, no hay bolsillos en los que esconder las palmas sudorosas de las manos y los cuerpos se lanzan puros, duros y limpios a encontrarse en un territorio por definición necesariamente nuevo. Y virgen pese a todo.
Así lo entendió Francesc Bellmunt cuando en 1978, en plena Transición española, escenificó los sueños de la democracia por venir en un alegre disparate de orgasmos y calenturas (con decepción final y todo) y así lo comprendió perfectamente Pérez Toledo. Su película es manifiesto 'queer' y proclamación de nuevos sentidos. Su película es pura exclamación de afectos. Su película propone un espacio libre en el que las identidades se reconocen, se abrazan y se alzan. Y se aman. Su película es la evidencia de un hombre firme y de pie ante la obligación de un mundo sin sillas de ruedas. O, mejor, cada uno con la suya, todas ruedan. Rodar ese fue el único denuedo que siempre mantuvo firme a Pérez Toledo.
En su último corto rendía homenaje a su tierra, a Lanzarote. 'Ante la erupción' cuenta la historia de un grupo de amigos de excursión por el paraje desolado y enfermizamente bello de una isla que es un volcán y al revés. Uno de ellos es en verdad ella. Se encuentra en transición de ser la mujer que quiere ser. Y es ahí en el deseo como promesa cierta, como lugar de encuentro y reconocimiento, donde siempre estuvo Pérez Toledo. Y está. Rodando. DEP.
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