Imagen: Vice / José Antonio Nielfa, 'La Otxoa' |
Un documental sobre la vida de José Antonio Nielfa nos descubre a un cantante, que se viste de mujer, que peleó desde la clandestinidad y que ahora se ha convertido en un icono de Bilbao, donde llegó a cantar para 60.000 personas.
Fernando Bernal | Vice, 2014-09-10
https://www.vice.com/es/article/8gj9wk/la-otxoa-sin-complejos-833
"¿Sabes una frase muy buena que dijo él hace 30 años? 'Yo no soy homosexual, solo soy un hombre que cuando hace el amor, lo hace con otro hombre". Nos lo cuenta Joseba Gorordo, que es director del documental 'La Otxoa, sin complejos', que la semana pasada se estrenó en ETB.
De Joseba conocíamos su proyecto 160 metros: una historia del rock en Bizkaia y ahora gracias a él hemos descubierto a José Antonio Nielfa, que en una Semana Grande de Bilbao de finales de los setenta se convirtió en La Otxoa, tras interpretar ante una multitud Libérate. Es un personaje de la historia reciente de Bilbao, aunque él aclara que su fama se llegó a extender por todo el país.
Lo suyo es el espectáculo de plumas, lentejuelas, canciones y humor. Fuera es José y en el escenario La Otxoa. Tiene una vida que parece una canción y no piensa retirarse: "Del escenario es muy difícil jubilarse, me veo con el caracolillo en el pelo y rompiendo la tarima". Le proponemos a Joseba a ver si se anima a hacer un Skype a tres bandas y nos dice que seguro.
¿Cómo será un día normal de una estrella con La Otxoa? "Esta mañana he tenido que mandar unas grabaciones por Seur y he tenido que esperar en mi casa tres horas al mensajero; hice trámites del local que tengo en Bilbao, porque se lo voy a pasar a mi sobrino. Luego trámites bancarios, he comido y me he venido hasta aquí, para hacer la entrevista con vosotros...". Pues, adelante.
Vice: ¿No sé si te ha contado Joseba un poco la idea?
José Antonio: No me ha dicho nada, pero mientras no me tenga que desnudar...
De Joseba conocíamos su proyecto 160 metros: una historia del rock en Bizkaia y ahora gracias a él hemos descubierto a José Antonio Nielfa, que en una Semana Grande de Bilbao de finales de los setenta se convirtió en La Otxoa, tras interpretar ante una multitud Libérate. Es un personaje de la historia reciente de Bilbao, aunque él aclara que su fama se llegó a extender por todo el país.
Lo suyo es el espectáculo de plumas, lentejuelas, canciones y humor. Fuera es José y en el escenario La Otxoa. Tiene una vida que parece una canción y no piensa retirarse: "Del escenario es muy difícil jubilarse, me veo con el caracolillo en el pelo y rompiendo la tarima". Le proponemos a Joseba a ver si se anima a hacer un Skype a tres bandas y nos dice que seguro.
¿Cómo será un día normal de una estrella con La Otxoa? "Esta mañana he tenido que mandar unas grabaciones por Seur y he tenido que esperar en mi casa tres horas al mensajero; hice trámites del local que tengo en Bilbao, porque se lo voy a pasar a mi sobrino. Luego trámites bancarios, he comido y me he venido hasta aquí, para hacer la entrevista con vosotros...". Pues, adelante.
Vice: ¿No sé si te ha contado Joseba un poco la idea?
José Antonio: No me ha dicho nada, pero mientras no me tenga que desnudar...
V. La idea es charlar entre los tres, porque él te conoce bastante bien y por su película, además, te hemos descubierto. Eres todo un personaje de la historia reciente de Bilbao...
J. A.: Reciente, no (risas). Hace ya 40 años que empecé. Pero bueno, en la reciente también estoy (risas). En Bilbao, porque es donde vivo, pero también en toda Euskadi. Y hace años también sonó mi música por todo el país y he actuado en Madrid y Barcelona, donde he vivido también.
V. Vayamos atrás en el tiempo, ¿de todas las etapas de tu vida cuál es la que más te ha marcado?
J. A.: Hombre, los años sesenta, cuando me detuvieron, en la época de la dictadura. Me marcó muchísimo. Me lo contaban pero no pensaba que me iba a ocurrir e mí. Y luego, la más divertida fueron aquellas fiestas de Bilbao cuando canté ‘Libérate’ y se revolucionó la ciudad. A partir de ahí empecé a grabar discos, hasta 17.
J. G.: Hay que decir que cuando el personaje de La Otxoa se presentó, en plena Transición, fue una verdadera bomba. Varias generaciones lo recordamos.
J. A.: Yo creo que he sido popular desde niño. En Bilbao mi familia ya tenía bares y luego fui un poco pionero dentro del mundo gay en intentar situar mi ciudad a la altura de París, Londres o Barcelona. Aunque bueno, en Barcelona nos tenían bastante controlaos, como con un cepo, y cuando querían nos iban a buscar y nos detenían. A partir de los 60 se me conocía como personaje popular, todavía no como artístico.
J.G.: En la Transición era un todos contra Franco, y Bilbao es una ciudad conservadora, arraigada en las costumbres, aunque ahora seamos modernos porque tenemos el Guggenheim...
J. A.: Es moderna, pero a nivel de garitos y diversión está mucho peor que en aquella época. Era maravilloso. En la época de la dictadura, tenías cuatro o cinco bares de ambiente donde la gente valiente se reunía y luchaba en la clandestinidad. Y seis o siete cabarets impresionantes. Y en la calle de las Cortes, locales con neones y 30 orquestas. Era un poco como en Barcelona, en la zona del Paralelo y las Ramblas. Desgraciadamente, esto ha muerto.
J.G.: Por lo que tú cuentas, había una vida de noche y otra de día. Y hoy también pasa un poco lo mismo. Es una sociedad que guarda mucho las apariencias.
J.A.: En aquella época había gente que era como los gatos, que se escondían y luego salían por la noche. Por el día era ejecutivos de película y por la noche sacaban el plumero y sus vicios.
V. ¿Y esas fiestas de Bilbao en las que te consagraste?
J.A.: La primera vez fue en el año 79, pero cuando monté ya el escándalo fue en el 81. Yo cantaba en mi bar y me prepusieron hacerlo en las fiestas. En ese año, saqué a todo Bilbao a la calle.
V. Antes hablabas de tu paso por la cárcel, ¿tardaste en recuperarte?
J.A.: Lo viví con mucha rabia, fue una injusticia. A un amigo y a mí nos llevaron junto con otros ochenta. Y con 18 años. Fue la primera detención de homosexuales que se hizo en este país y estaban las celdas de los gais de La Modelo llenas. Nos llevaron al penal de Burgos, pernoctando en Zaragoza, Palencia, Carabanchel... hicimos un vía crucis. Nos detuvieron en marzo del 68 y salimos en el mayo francés. Siempre lo cuento, por la diferencia. Mientras en Francia había libertad, en España detenían a los gais. Además, gente como Martín Villa, que era gobernador de Barcelona, que luego fue ministro con la UCD y demócrata. Vergonzoso.
V. Y hubieras sido igual de revolucionario ahora, con las libertades que hay.
J.A.: En mi época no sabíamos lo que era ser gay o homosexual. Te pensabas que eras tú solo. Veías a los mariquitas, con pluma, pero no te veías igual. Hasta que te decías, vale, yo he nacido así, me gustan los chicos, nada extraño. Ahora eso no ocurre, igual ahora manifestarme como yo lo hice no tendría sentido.
V. José, nada más ponerte la peluca, ¿te conviertes en La Otxoa?
J.A.: Nada más entrar en el camerino, en cuanto me pongo la primera base de maquillaje, ya soy otra persona. Descarado y con muchas ganas de salir al escenario e incordiar a la gente. Sin esa arma no lo haría, sería muy cortado.
V. Te interesa alguien que haga lo mismo que tú ahora.
J.A.: Yo viví en Barcelona y allí estaba el Carrusel de París, con unos artistas increíbles... La gente que no hacía directo, eran clavaos a los que imitaban. No te importaba que hicieran playbacks eran como Liza Minelli, la Dietrich o Lola Flores. Y ahora son como unas burraconas, se ponen una peluca de cualquier color y les da igual imitar a Massiel o la que sea.
V. Y en Bilbao de finales los setenta estaba también toda la movida política y ETA.
J.A.: Sabes lo que ocurre, que la primera época de la Transición era impresionante, era un todos contra Franco. Todo lo que hacían los polis-milis eran obras de arte, aunque luego acabó siendo un drama. Somos una generación que lo hemos pasado mal en distintas épocas. No pensábamos que nos íbamos a encontrar con lo que vino después.
J.G.: De hecho tú en esa época simpatizabas con Euskadiko Ezkerra, el partido político que surgió de Eta político-militar, cuando dejaron las armas...
J.A.: Hacían las cosas para luchar por una democracia y cuando lo consiguieron lo dejaron todo y fundaron el partido.
J.G.: De hecho en la actuación que hablaba antes José, del año 81, con 60.000 personas, había muchos del rollo Euskadiko Ezkerra...
J.A.: Era lo más radical, porque por aquella época no existía Batasuna, ni se habían dividido los milis y los poli-milis. Lo desagradable vino después.
J.G.: Y la izquierda abertzale con el movimiento gay...
J.A.: Ellos no se metieron, pero el PNV era el partido de derechas, católico, el PP de aquella época. Estaban en contra. Ahora han evolucionado, bienvenidos al club. Fueron terribles para mí, yo tengo artículos del Deia criticándome por mostrarme tal y cómo era. Y ahora se casan entre sus parlamentarios. Habrá que aplaudirles.
V. Dejando la política, ¿qué es lo mejor que te ha pasado en un escenario?
J.A.: He trabajado con un montó de gente y salí en televisión, me hicieron reportajes en tele contando mi vida... y luego conocer a Rocío Jurado, Lola Flores y trabajar con ellas.
J.G.: Y el peor...
J.A.: Creo que no tengo. Lo peor quizá es cuando un representante que me llamó a Madrid para contratarme quiso meterse en la cama conmigo. Tenía 18 años y salí volando.
V. ¿Cuándo conoces a Joseba?
J.A.: Desde que era crío, yo era amigo de su padre. Lo que me hubiera ofrecido, lo hubiese hecho.
J.G.: Lo conocía y me fascinaba, como a todo el mundo. Realmente es alguien, la persona y el personaje, que llega a todo el mundo por encima de clase social o condición sexual. En Euskadi, como zona cerrada y conservadora, personajes como él son un contrapunto divertido.
J.A.: Son de una generación que no ha vivido lo que tú has vivido, pero te aplaude y respeta lo que haces.
J.G.: El otro día me llamó un amigo cercano a la izquierda abertzale y me dijo ‘me ha gustado el documental’ y aunque no comparto sus ideas las respeto, porque es coherente hasta el final.
J.A.: Yo tampoco puedo respetar sus ideas, porque él no vivió mi época, la suya es más fácil y la mía más difícil. En aquella época, los que ahora van de radicales seguro que no habían salido de su casa ni se habían manifestado.
V. Y vuestros momentos favoritos del documental...
J.A.: Cuando me han grabado para la tele, me da mucha pereza verlo. Me pongo muy nervioso, sobre todo porque no quiero revivir una época. Lo que más me gusta es transmitir a la gente joven cómo fuimos perseguidos, gente que trabajábamos y nos aplicaban la Ley de Vagos y Maleantes y Peligrosos Sociales. Es un espejo en el que se deben mirar para ver lo difícil que era ser homosexual hace 30.
J.G.: Yo tengo varios, claro (risas). Pero ese momento de la cárcel cuando canta un tema que se llama ‘El amor es libre’, que era una canción que no conocía, me emociona mucho.
J.A.: Después de estar detenido, fui el primer artista del país que entró en una cárcel a cantar a los presos, y salí en la portada de El Caso. Se quedó a oscuras la cárcel y los presos intentaron meterme mano, las pasé putas. Había allí un periodista de El Correo que se quedó para protegerme. Cuando cuento las cosas de la cárcel, me acuerdo mucho de mis padres. Cuando llegan al penal de Burgos y preguntan qué había hecho y le dicen que estaba allí por homosexual y no entendían la palabra. Entonces éramos maricones.
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