viernes, 29 de abril de 2022

#hemeroteca #transfobia #terf | Laura Freixas: “Acogí la existencia de las personas trans con simpatía, pero han invadido nuestros espacios”

El Diario / Laura Freixas //

Laura Freixas: “Acogí la existencia de las personas trans con simpatía, pero han invadido nuestros espacios”.

Aprovechamos la publicación de su libro '¿Qué hacemos con Lolita?' para hablar con la escritora de cultura y machismo, pero, sobre todo, de sus posicionamientos sobre las personas trans y el anteproyecto de ley que contempla la autodeterminación de género .
Ana Requena Aguilar | El Diario, 2022-04-29
https://www.eldiario.es/sociedad/laura-freixas-acogi-existencia-personas-trans-simpatia-han-invadido-espacios_128_8928084.html

Laura Freixas (Barcelona, 1958) publica nuevo libro. En ‘¿Qué hacemos con Lolita?’ (Huso Editorial), la escritora continúa con una de sus grandes líneas de trabajo: la invisibilidad de las mujeres en la cultura. Freixas habla en esta entrevista de la creación literaria, de las ideas nocivas que están en nuestro inconsciente más profundo y ejercemos sin darnos cuenta, de la maternidad y de novelas “maravillosas” pero machistas. Pero ese es solo el principio de una larga conversación en la que habla de feminismo. Y de la Ley Trans y de la autodeterminación de género, una cuestión que desde hace meses es uno de los temas centrales de la disputa feminista y en el que Freixas ha jugado un papel muy activo entre quienes sostienen una posición transexcluyente y crítica con el proyecto.

P. En este libro, como en sus anteriores trabajos y columnas, radiografía el machismo y la misoginia en la cultura, especialmente en la literatura. Cuenta que efectivamente hay cosas que van cambiando, pero otras parecen inmutables.

Porque el patriarcado tiene miles de años y está profundamente enraizado en todo, no es solo una cosa superficial que se puede arreglar con unas cuantas leyes, con que las mujeres votemos o vayamos a la universidad, sino que está en nuestro inconsciente más profundo y consiste entre otras cosas en ideas que, precisamente porque nunca las hemos formulado en voz alta, no sabemos que tenemos y sin embargo ejercemos.

P. Como cuenta en su relato, en los años 90 se escuchaban cosas que seguimos aguantando ahora. Por ejemplo, que la literatura escrita por autoras es literatura de segunda o la justificación de que hay menos autoras editadas, premiadas o destacadas en suplementos literarios porque tienen menos calidad. ¿Cómo es posible?

Asumimos por ejemplo que una historia de hombres es una historia universal y que habla de toda la humanidad, mientras que una historia de mujeres es una historia que solamente concierne a las mujeres. La idea de la universalidad de lo masculino y también esa idea de, ‘a priori’, superior calidad e interés de lo masculino, y de lo femenino como algo particular y de menor alcance.

P. Celebraba hace poco que hay un ‘boom’ de libros sobre la maternidad.

Sí, y es maravilloso porque eso tiene consecuencias políticas. Hacer un relato es la primera forma del poder; tener la palabra. El patriarcado es una sociedad en la cual el relato lo hacen principalmente los hombres. La ausencia del relato de las mujeres devalúa nuestras experiencias.

P. Cuando nos dicen frases como 'ya tengo muchas autoras que escriben de esto' o nos condenan a ser autoras de un libro y ya, ¿nos están aplicando un machismo que nos aparta de la literatura?

Otra de las ideas que no cuestionamos porque ni somos conscientes de ellas es la de que todas las mujeres son idénticas, como decía Celia Amorós. Como si los hombres fueran todos distintos y las mujeres fueran todas la misma. Esa idea de que una representa a todas nos perjudica. En cuanto a que las mujeres desaparecen: hay una discriminación que se traduce en un malestar difuso de las mujeres, algo que tú no sabes muy bien qué es, pero que te hace sentir menos reconocida, peor tratada... A mí un editor me dijo una vez: “No te quiero ofender, Laura, pero reconozcamos que a ti te leen mujeres”. Es esa idea de que las mujeres somos un público de segunda, que te degrada. Eso te va minando.

P. En ‘¿Qué hacemos con Lolita?’ habla mucho de la crítica que se le puede hacer a la cultura y que, sin embargo, cuando viene del feminismo se entiende necesariamente como censura. ¿Lo es?


Existe la idea de que la cultura es incuestionable por definición y de que si la empiezas a cuestionar desde un punto de vista político y ético, se derrumba todo el edificio. Yo creo que no, reconozco los valores estéticos. Acabo de releer ‘La cartuja de Parma’ y es un libro muy machista que sin embargo es una novela maravillosa. ‘Lolita’ lo es. Pero ¿por qué no podemos señalar su machismo?

No ayuda el clima de polarización en el que estamos, con una cultura de la cancelación, donde parece que no hay diálogo en muchos temas, sino dos campos enfrentados, cada uno en su trinchera y al parecer intentando acallar al otro. Lo que hay que hacer es poner la obra en su contexto. En todas las épocas hay batallas culturales y en todas hay distintos relatos y hay una evolución histórica. La relación entre hombres y mujeres no está fuera de la historia ni responde al esquema que muchas veces se nos ofrece, que es que antes todo era horrible para las mujeres y ahora, todo maravilloso. No, hay avances, retrocesos, hay nuevos temas que aparecen... Se trata de explicar qué se está jugando en cada lugar en cada momento.

P. El feminismo está sufriendo también esa aparente polarización, al punto de que para desacreditar algunas posiciones se quiten carnés de feminismo. ¿Negar el feminismo de otras no es un tipo de cancelación que nos aplicamos?

Hay que distinguir la cancelación de la crítica radical. Cancelar no es criticar, es impedir que el otro hable, es cesarle, prohibir que publique su libro, amenazarle con una sanción o que no pueda ejercer su trabajo... Pero hacer una crítica, una enmienda a la totalidad, ¿por qué no? Que cada una ponga sus argumentos encima de la mesa. Por ejemplo, sabemos que el feminismo a lo largo de toda su historia ha sido abolicionista de la prostitución. De hecho, el sufragismo nace del abolicionismo de la esclavitud y de la prostitución. Mary Wollstonecraft en el siglo XVII ya era abolicionista. Afirmar que el feminismo es abolicionista tiene una argumentación detrás que se sostiene, la cuestión sería poder hablar de eso.

P. Angela Davis, Silvia Federici, Rita Segato, Siri Hustvedt, Gloria Steinem o Margaret Atwood tienen discursos transinclusivos. Algunas de ellas, incluso, como Davis o Federici, no son abolicionistas o bien tienen discursos abolicionistas con muchos matices. ¿No son feministas? ¿Hasta qué punto nos hacemos daño si no podemos nombrar como feminista a alguien que ha tenido una contribución relevante en algún campo desde el feminismo solo porque no compartamos su postura sobre algún tema?


No quiero descalificar a las personas ni la labor que pueden haber hecho en otros ámbitos. Pero las ideas regulacionistas de la prostitución a mí me parece que no son feministas, salvo si se consideran como una etapa necesaria en un horizonte de abolición. Pero es que no lo veo; solo veo una aceptación implícita de la prostitución.

Yo no descalifico personas. Si la ministra consigue que se sancione a quienes acosan a las mujeres que abortan, yo aplaudo. Pero mi intención no es descalificar a las personas, sí criticar las ideas, y algunas me parecen un auténtico Caballo de Troya del patriarcado.

P. Una de las críticas que se le han hecho a usted ha sido precisamente por exponer en redes sociales a personas concretas, con sus perfiles personales. Personas trans que estaban haciendo su transición, por ejemplo.


Si alguna vez he expuesto a alguna persona trans, lo siento. Es verdad que una vez expuse a una persona. Me equivoqué, quité el tuit. Recuerdo que me indignó la frivolidad, pero no tenía que haberlo hecho. Lo quité, me disculpé... pero vamos, que de eso hace años. Yo lo que veo desde mi campo son insultos, amenazas y sanciones, como la de Carola López Moya [una psicóloga inmersa en un proceso sancionador de la Junta de Andalucía y a la que acusan de promocionar y apoyar las terapias de conversión]. Veo mucha más agresividad del otro lado hacia nosotras.

P. Muchas personas trans y feministas transinclusivas también denuncian recibir mucha agresividad.

Ya, pero me gustaría verlo, porque por ejemplo las agresiones a los trans no son de feministas. Quien pega palizas no son ni mujeres ni feministas. ¿Pero a quién se acusa de transfobia? Solo a las mujeres feministas, no a los hombres.

P. ¿Afirmaciones como no considerar a las mujeres trans mujeres o llamarlas 'hombres con falda' no implica una agresividad que puede incluso incitar al odio?


No, me parece opinable. De hecho, la opinión de que el sexo es binario e inmutable es una opinión que científicamente tiene argumentos. Lo que me parece más difícil es sostener la otra. Pero eso no significa censurar a las personas. Los católicos creen que resucitarán y que tienen alma y yo no lo creo, pero como personas les respeto.

P. En un tuit suyo reciente decía: “La tierra gira, la sangre circula, las mujeres trans son hombres”. ¿No considera a las mujeres trans mujeres?

No, en absoluto.

P. ¿No supone eso cuestionar la existencia de las personas trans?

No es cuestionarlas, esas personas existen y deben tener los mismos derechos que cualquier ciudadano o ciudadana. Por supuesto el derecho a llevar barba, ponerse o quitarse pechos o lo que quieran. Hubo una mesa redonda en la que hablando de 'nosotras, las mujeres' hablaban Elizabeth Duval, Marina Sáenz... y entonces yo puse un tuit que decía: “Hombres con falda nos explican cosas”.

P. ¿No cree que esa frase puede resultar ofensiva para esas personas que nos están diciendo que son mujeres?

No. Opino que son hombres y tengo argumentos sólidos para pensarlo. Y no comentaría eso si no invadieran nuestros espacios. ¿Por qué pasa eso con las mujeres trans y en cambio nadie dice que los hombres trans son mujeres con barba? Pues porque no están atacándonos ni invadiendo nuestros espacios ni hablando en nuestro nombre.

P. ¿Qué es una mujer?

Una hembra humana adulta.

P. Buena parte de la sexología a día de hoy dice que el sexo es un espectro que va más allá de lo binario y que no solo se basa en los genitales, también en las hormonas, el ADN...

No hay un espectro, hay hombres y mujeres.

P. ¿Qué características tiene que tener una mujer? ¿Tiene que tener vagina, útero y ovarios? ¿Qué pasa si no tiene alguno de esos elementos?

Cromosomas XX.

P. Entonces, si alguien tiene cromosomas XY y dice que es mujer...

Entramos en otro terreno, que es el de los sentimientos.

P. ¿No es contradictorio ese relato basado en la biología con la frase de Simone de Beavouir “No se nace mujer, se llega a serlo”?

Se ha interpretado mal la frase de Simone de Beavouir. Del libro y de la época en que lo escribe se desprende que lo que ella dice no es lo que dice Judith Butler ni mucho menos. Ella no pone en duda que nacemos biológicamente mujeres sino que desde el punto de vista de género llegamos a serlo. El género sí que se construye, la biología no. Cuando dice “se llega a serlo” obviamente eso no significa que existan dos identidades, un cerebro rosa y uno azul y entonces tú descubres lo que eres o lo eliges... Esa es una parte de la ‘vulgata queer’ que no me queda clara, si quienes la comparten consideran que es algo que se elige, que se descubre dentro de sí... Hay un sistema y dentro de ese sistema hay cierto margen de negociación pero es un sistema, no un supermercado donde tú eliges ser de los rosas o de los azules. Yo me puedo sentir hombre pero no me puedo ir de putas, por ejemplo, por más que yo me sienta hombre. No puedo ser obispo.

P. También ha habido y hay muchos razonamientos que se basan en lo animal, lo biológico y lo científico para justificar comportamientos machistas y roles de género o estereotipos, como que los hombres tienen más deseo. La ciencia también afirmaba hace dos siglos que las mujeres éramos cavernosas e histéricas.


Por supuesto, pero eso es el género, lo que hay que deconstruir, pero el sexo es una realidad. Y el género es lo que el patriarcado le pone al sexo. Tenemos que deconstruir el género, pero intentar hacerlo negando la realidad del sexo es anticientífico y, además, es inútil porque el patriarcado siempre va a saber quiénes son los seres a los que va a elegir para la prostitución o el alquiler de vientres.

P. Precisamente, las mujeres trans tienen una tasa de paro altísima y una enorme presencia en la prostitución.

En cuanto a la explotación reproductiva, no. En cuanto a la prostitución, francamente no lo sé, porque no sé qué estadísticas hay, dado que la condición de trans no es una condición legalmente reconocida que nos permita hacer estadísticas sobre tasas de suicidio, de desempleo, etcétera. Tanto en la ley de 2007 como en el anteproyecto de Ley Trans, la persona que cambia de sexo no se convierte oficialmente en una persona trans, sino en una persona de sexo contrario, y se borra su historial.

P. Lo que sostienen muchas teóricas es que los conceptos 'hombre' y 'mujer' también se han construido, que el hecho de que ciertas características y condiciones físicas ordenen la manera de dividirnos y clasificarnos es una decisión cultural, imprescindible para que después el patriarcado sobreponga el género.


Pero una división construida en base a una realidad. La realidad es que hay espermatozoides y óvulos y no hay un tercer tipo de gametos. No tenemos un poquito de espermatozoides y un poquito de óvulos...

P. La realidad es que desde hace siglos sabemos que hay miles de personas que nos dicen que su identidad no corresponde con el sexo asignado a su cuerpo por la ciencia.

Interpretamos ahora con criterios de hace pocos años unos fenómenos anteriores que entonces no significaban esto. Es decir, ¿Catalina de Erauso se sentía hombre? No lo sé. Pero me parece que para embarcarse, ser soldado y acostarse con mujeres tuvo que vestirse de hombre, pero eso para mí no significa que fuera hombre en un sentido que además no me queda muy claro. Hoy diríamos que era lesbiana.

P. Yendo entonces a la actualidad. Si hay cientos de miles de personas en todo el mundo reivindicando su identidad, diciéndonos que esto está pasando, ¿por qué cuesta tanto entender que esta manera de categorizar causa malestares?

Claro que causa malestares, pero eso es lo que lleva diciendo el feminismo mucho tiempo.

P. Mucha gente pide que sus genitales no condicionen su categorización.

Claro, las feministas. Yo no quiero que mis genitales me aboquen a cuidar gratuitamente a mi familia, me hagan vivir con miedo a las agresiones sexuales y rebajen mis oportunidades profesionales, pero eso no quiere decir que yo sea hombre.

P. Pero hay muchas personas que nos están diciendo que sí lo son.


Le estáis dando al verbo ser un sentido que no sé cuál es. Si yo te digo 'soy una niña de diez años', ¿tú me vas a creer?

P. ¿Existe un movimiento internacional de personas reivindicando que son niñas de diez años, o miles de personas reivindicando ser orientales, o un movimiento de personas que pidan ser reconocidas como negras?

No, que yo sepa no. Pero desde hace 2.000 años, miles de millones de personas, jugándose el tipo en muchos casos, han afirmado que Dios existe, han alzado iglesias y catedrales y algunas se han dejado comer por los leones por su convicción. ¿Eso es un argumento para justificar la existencia de Dios? No.

P. Decía antes que el ser trans entra en el terreno de los sentimientos. ¿Ser lesbiana, gay, bisexual o hetero es también algo que se siente?

Es un deseo.

P. Para despatologizar la homosexualidad se tuvo que desmontar esa idea de que lo normal era ser heterosexual. La ciencia avalaba la idea de que la heterosexualidad era lo natural. Hubo que deconstruir principios que también eran científicos y que situaban lo hetero como lo universal, ¿cuál es la diferencia con este caso?


Que uno es una realidad material y lo otro no.

P. ¿Cuál es la realidad material de la homosexualidad?

La orientación sexual no afecta a la realidad, afecta a los deseos y conductas. Tenemos que distinguir entre realidades materiales y otras que son emocionales o espirituales.

P. ¿Cuál es la diferencia entre su posición y la de Vox, el PP, Hazte Oír o la Conferencia Episcopal?

Que la derecha cree que el sexo biológico existe y de él se derivan ciertos comportamientos y sentimientos. Nosotras creemos que el sexo biológico existe y que de él no se debe derivar ningún comportamiento y ningún lugar en la sociedad.

P. Eso es básicamente lo que dicen también muchas personas trans y una parte de la teoría ‘queer’. ¿No ve contradictorio querer abolir el género y cargar contra quienes están difuminando las fronteras entre lo que se entiende por masculino y femenino, por hombre y mujer?

Yo no veo que estén difuminando las fronteras, desde luego no más que el feminismo.

P. Sin entrar en si más o menos, ¿no están luchando por abolir el género quienes precisamente están transgrediendo cada día los límites del género?

Creo que sí, una parte del movimiento trans está transgrediendo las fronteras del género y otra parte las está imponiendo de nuevo con una posición absolutamente reaccionaria. Allí donde la derecha dice 'a este sexo le corresponde un comportamiento y unos gustos', el movimiento trans dice 'a este comportamiento y gustos le corresponde un sexo' pero ambos, la derecha y una parte del movimiento trans, quizá la menos sofisticada, está diciendo lo mismo: tiene que haber correspondencia entre el cuerpo de niña y el gusto por el rosa. Se está divulgando una forma de pensamiento ‘queer’ súper simplificado.

P. Pero usted reconoce que no es la mayor parte del movimiento ‘queer’.

Es una simplificación de la teoría pero es la que se está difundiendo y teniendo consecuencias. ¿No os preocupa que haya una futura generación de futuras 'Keira Bell'?

P. Le preocupan las consecuencias de la hormonación, los tratamientos y las cirugías. ¿No encuentra una contradicción en oponerse a una ley que precisamente quiere que deje de ser obligatorio hormonarse y operarse para obtener el cambio registral del sexo?

Esta ley, cuando criminaliza lo que llama terapias de conversión, está abocando a medicarse y operarse a quienes en lugar de eso podrían consultar a psicólogos, y criminaliza a los mismos psicólogos. Si no hay diálogo o terapia posible, ¿qué significa decir 'sí, eres trans'?

Creo que no es verdad que esta ley despatologice, porque dedica mucho espacio a todos los tratamientos que van a estar en la cartera de la seguridad social, criminaliza la alternativa, que es una terapia psicológica para poder hablar o preguntarte si has sido víctima de abusos... Aunque efectivamente no requiere tratamientos para el cambio de sexo, es una ley muy orientada al tratamiento hormonal y quirúrgico.

P. El proyecto de Ley Trans contempla el cambio del sexo en el DNI sin necesidad de pasar por un tratamiento hormonal ni quirúrgico...

Pero contempla toda una cartera de servicios y tratamientos.

P. La norma recoge y ordena todos los tratamientos que están contemplados en la cartera del Sistema Nacional de Salud.

¿Y la criminalización de las terapias, qué le parece?

P. El texto de la ley no dice que una persona no pueda consultar y hablar en terapia sobre sus dudas, conflictos o confusiones alrededor de su identidad u orientación, sino que prohíbe la oferta de terapias de 'conversión' o de 'cura' de la homosexualidad o la transexualidad, que no están tipificadas como enfermedades, y que es algo que ya contemplan muchas leyes autonómicas.

A mí no me parece mal que alguien se haga preguntas sobre su identidad, sus deseos, sus conductas, sus creencias... Me parece que es normal empezar una terapia sin prejuzgar cuáles han de ser sus resultados. Lo único que se debe sancionar son los métodos brutales tipo electroshocks. Pero los métodos, no el contenido.

P. Volviendo al proyecto de ley, ¿por qué es crítica con la norma por eliminar como requisito imprescindible para el cambio de sexo la existencia de tratamientos hormonales o cirugías?

Porque hace que la palabra sexo se vacíe de contenido. Porque cualquiera puede entonces sin ningún requisito, no de forma excepcional y motivada, cambiar su sexo registral. Eso tiene consecuencias: por ejemplo, que el nadador que ocupa el puesto 400 se declara nadadora y pasa a ocupar el puesto número 1; o en las cárceles, que el preso que se declara mujer pasa a una cárcel donde puede violar a mujeres; que en la lista paritaria contarán como mujeres los que digan que lo son, como ya ha pasado en México. Bastan muy pocos hombres para atemorizar y discriminar a todas las mujeres.

Pero más allá de todos estos casos, si además la categoría sexo deja de tener significado alguno, no se va a poder hacer ninguna política pública de igualdad de los sexos o estadísticas por sexo.

P. La génesis de ese pensamiento es entender que las mujeres trans no son mujeres...

Porque si la mujer no es hembra humana adulta, entonces no significa nada. En una sociedad ideal, el sexo no tendría más significado que el biológico, pero no estamos en esa sociedad, sino que existe una desigualdad importantísima basada en el sexo y por mucho que una mujer trans diga que es una mujer, si la violan no va a tener el problema de quedarse embarazada.

P. Si una mujer de 80 años es violada tampoco tendría ese problema concreto. A la variable mujer se le suman siempre otras: la edad, la procedencia, la clase social, el color de su piel...

Pero todas las mujeres sufrimos el riesgo de agresión estadísticamente mucho mayor que los hombres. Si el concepto sexo deja de ser relevante, no se puede luchar contra eso.

P. Desde 2006 existe una orden de Instituciones Penitenciarias que habilita la posibilidad de que las personas trans, incluso sin tener la rectificación registral en el DNI, puedan ir a una cárcel conforme a su sexo sentido, después de una valoración individual de cada centro. No tenemos constancia de que haya habido ninguna ola o alertas de violaciones.


Pero cuando esta ley se apruebe, esas personas serán legalmente mujeres y no se podrá discriminar contra ellas impidiéndoles ir a una cárcel de mujeres. Y al vestuario de mujeres podrá entrar un señor. Fragmentar el sujeto político de las mujeres hasta el infinito a lo que nos lleva es a la impotencia para cambiar las cosas.

P. ¿Admitir la diversidad dentro del sujeto mujeres es fragmentar? Ha pasado otras veces en la historia, que el feminismo hacía referencia a un tipo de mujer muy concreta y dejaba fuera a muchas otras, a sus necesidades y reivindicaciones. Betty Friedan llamaba a las lesbianas y sus reivindicaciones 'la amenaza lavanda'. Es la crítica que muchos feminismos han hecho en las últimas décadas: que hace falta ampliar el sujeto porque muchas mujeres no se han sentido representadas.

Y hay muchas otras, como Nataj el Hamchi o Mimunt Hamido que, siendo africanas de origen musulmán, dicen que el feminismo sí les representa.

P. En cuanto a su argumento sobre el riesgo para las listas paritarias, y las cuotas o la paridad en consejos de administración, ¿no parece absurdo que un hombre quisiera hacerse pasar por una mujer cuando no paramos de mostrar los datos que hablan de los techos de cristal, de la masculinización de las altas cúpulas de la política y de la empresa privada? Es evidente que los hombres lo tienen mucho más fácil todavía para ascender, ¿qué hombre va a querer ser mujer en este mundo solo porque sí?


El hombre que declarándose mujer y poniéndose falda va a ocupar la portada de una revista como la CEO mejor pagada de EEUU, porque va a tener una relevancia que como hombre no tendría. Una cosa es ser mujer y otra es ser hombre que se dice mujer, no es lo mismo. Es mucho más fácil cambiarte de sexo legal que hacerte una carrera eclesiástica.

P. Esas afirmaciones parecen obviar las evidentes dificultades y penalizaciones que las personas trans sufren en nuestras sociedades. Pareciera que hacer una transición o ser trans fuera sencillo.

¿Eso qué tiene que ver? ¿Por qué una mujer que ha perdido una medalla a la que aspiraba legítimamente tiene que pagar que Lia Thomas en su vida privada sea discriminada, cosa que no sabemos?

P. Sabemos que el paro es elevadísimo entre las personas trans, por ejemplo, que se están fomentando protocolos internos en las empresas para evitar discriminación y facilitar transiciones, que se les exige un ‘passing’ y que si no cumplen, pagan una penalización.

No lo sé, no estoy segura. ¿Qué estudios hay sobre eso?

P. Los propios sindicatos UGT y CCOO han avalado esas cifras y esas dificultades. El colectivo trans critica que se hable de su situación como si fuera una frivolidad.

Hasta ahora no lo ha sido pero con esta nueva ley lo puede ser.

P. Esta sospecha permanente sobre las personas trans y sus vidas, esa duda sobre sus experiencias, su palabra, sus problemas... ¿no es lo mismo que nos han hecho siempre a las mujeres?

Eso no quita que algunos hombres que se identifican como mujeres, aunque sean pocos, basten para cambiar las reglas del juego en desfavor de las mujeres.

P. La OMS insta a despatologizar la transexualidad, la legislación nacional e internacional camina hacia la autodeterminación de género... ¿Cuál es entonces para usted la salida?

Que avancemos hacia una sociedad feminista en la cual tener sexo biológico no prejuzgue tus posibilidades, tu manera de vestir. Me parece estupendo que se maquillen, se pongan falda o lo que quieran pero no veo por qué tienen que ser considerados mujeres. Si el sufrimiento de esas personas hace que su única posibilidad de no sufrir esa disforia sea el cambio de sexo, se puede aceptar de forma excepcional y con requisitos. Dicen que no van al baño de hombres porque les pueden agredir, pero claro, si van a nuestros baños nos pueden agredir a nosotras.

P. Tenemos baños separados, vestuarios separados, pero sabemos perfectamente que muchos hombres no piden permiso para agredirnos o violarnos. Nos siguen, nos acechan, se sienten con la potestad de hacerlo... Esa realidad ya existe.

Pero tenemos espacios seguros para que eso no pase, en nuestros vestuarios no entran. En definitiva, la solución es la ley de 2007, que ha funcionado. No lo digo yo, lo dice la doctora Isabel Esteva, que ha dirigido durante veinte años la Unidad de Transexualidad de Andalucía.

O que nos propongan otra cosa, pero desde luego esto no.

P. Precisamente lo que cuentan las personas trans es que las pruebas que se les hacen en esas unidades son tremendamente machistas, les hacen encajar en estereotipos sobre lo que es hombre o mujer para que les consideren así. Preguntar '¿te gusta el rosa?' o '¿siempre has querido llevar falda?' ¿no es reforzar el género?

Sí, pero si ser mujer no significa tener un cuerpo biológico de mujer y tampoco significa que te guste el rosa, ¿qué significa?

P. ¿No reforzamos el género nosotras llevando pendientes, pintándonos los labios, habiendo sido a veces sumisas y complacientes en nuestras relaciones con los hombres? Mientras aspiramos a esa sociedad de la que habla, donde el sexo no importe, y mientras nosotras seguimos performando así nuestro género –por gusto, por obligación, por inconsciencia, por rutina...–, ¿las personas trans tienen que esperar para poder ser lo que son?

Yo lo que les pido no es que no se pongan pendientes sino que no por eso se llamen mujeres.

P. Pero es que esas personas también afirman que son mujeres y hombres. ¿Ellos refuerzan el género y nosotras no?

No, porque tú eres periodista, yo escritora y eso supone transgredir el género tal como lo recibimos de nuestras madres, y llevamos pendientes pero llevamos pantalones.

P. En su libro ‘A mí no me iba a pasar’ hizo una revisión de su vida con perspectiva de género, hizo autocrítica, repasó eventos importantes de su biografía con mirada violeta. ¿Cree posible que le suceda lo mismo en el futuro respecto a esta posición?

Al principio acogí la existencia de personas trans con curiosidad, simpatía y esperanza. Y hubiera sido estupendo si no nos hubiéramos encontrado con esa agresividad que tienen hacia las feministas y con esa invasión de nuestros espacios. Y yo lo siento, porque ‘a priori’ tengo simpatía por las personas trans. Pero cuando me encuentro con lo que le pasa a JK Rowling, a Carola López Moya o cosas de estas, ¿cómo les voy a tener simpatía?

P. ¿Y que en una manifestación del 8M haya proclamas como “fuera rabos de nuestros lavabos” no puede hacer que muchas otras personas se sientan agredidas?


No me gusta eso, como no me gusta el grito 'Aborto porque me sale del coño'. Es degradar el feminismo. Pero creo que permitir que haya hombres en nuestros baños, vestuarios o cárceles es más agresivo, porque nos pone en peligro.

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