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| Carlos Pulpón // |
Entrevista a Carlos Pulpón, intérprete y 'performer': "Me repatea que el 'chemsex' se use para atacar al colectivo LGTBIQ+ como si los heteros no follaran drogados"
Público conversa con el autor de ‘Bob o Nunca nadie. La questione del consenso’. Una obra editada por Holográfica Editorial que parte de su vivencia personal con la violencia sexual a manos de otro hombre.
María Martínez Collado | Público, 2025-07-25
https://www.publico.es/sociedad/me-repatea-chemsex-use-atacar-colectivo-lgtbiq-heteros-follaran-drogados.html
"En algún momento, todo se torció". Carlos Pulpón describe así, sin demasiados adornos, lo que le ocurrió: "A día de hoy no sé cómo referirme a aquello, típica experiencia que se mueve en una gama de grises". Y es justo en ese lugar incierto —de lo que no sabemos entender— donde nace su obra 'Bob o Nunca nadie. La questione del consenso'. Una pieza que es testimonio de un tema algo que a muchas les suena de cerca.
—Esto me pasó.
—Esto no sé cómo nombrarlo.
—Esto necesito compartirlo.
La obra, una mezcla de performance, conferencia y vivencia real, nació de un proceso profundamente personal, que el autor sufrió en primera persona. "Sentí una necesidad imparable de contar lo que me había pasado. De contárselo a mis amigas, en femenino, y a veces hasta a chicas a quienes apenas conocía. Buscaba entender", escribe Pulpón en el libro que resultó del proceso creativo, editado en Holográfica Editorial. No parece casualidad que las primeras orejas que le escucharon fueran femeninas.
Él mismo reconoce con franqueza que esas conversaciones no solo fueron un modo de procesar lo suyo, sino también de abrir los ojos a lo que quizá no se había aproximado con tanta crudeza y consciencia antes: la violencia sexual. En su piel, la violencia sexual intragénero que vivió a manos de otro hombre a pesar de que al principio "la cita iba a pedir de boca". "Me sorprendió mucho ver que a todas las chicas con las que hablaba les había pasado algo así o peor", recuerda en las primeras páginas del texto. Y, así, lo que comenzó como un intento de entenderse fue, poco a poco, convirtiéndose en algo mayor.
"Para mí lo importante no es lo que me pasa a mí, ni lo que me ha pasado a mí, ni cómo me siento yo con esto, sino que te pasa a ti. ¿Qué te ha pasado a ti? ¿Qué has hecho tú? ¿Que nos has hecho y qué nos pasa en conjunto? Eso es lo más importante. Una pregunta que se repite mucho, es: ¿qué nos pasa? Y es aposta. Es lo que me interesa", expresa el intérprete en conversación con Público. En este punto es cuando mejor se puede comprender en qué medida la cultura pop, muy presente en la obra de teatro de la mano de Twin Peaks, emerge como salvavidas para Pulpón. "A mí la cultura pop me ha salvado la vida", dice sin dudarlo. Entre otras razones debido a que ofrece la posibilidad de preguntarse: ¿por qué nos gusta lo que nos gusta? "No para cambiarlo necesariamente, sino porque te gusta realmente o porque es lo que se supone que tienes que hacer o lo que tú crees que se supone que tienes que hacer".
Ese cuestionamiento se vuelve especialmente interesante en el contexto de lo marica, donde las prácticas sexuales —desde el BDSM hasta el ‘chemsex’— están atravesadas por códigos muy propios. "Un amigo me dijo una vez que nunca había visto el consentimiento mejor aplicado en la vida real que en una sauna", cuenta Pulpón. Si bien matiza que eso no significa ignorar que no hay violencias. Solo considerar que igual que no es oro todo lo que brilla, tampoco es homogéneo o un pozo sin fondo. Ejemplifica: "Conviene distinguir entre el uso problemático y el no problemático del ‘chemsex’, porque hay quien lo considera otra práctica sexual no normativa" y "me repatea que se use para atacar al colectivo como si los heteros no follaran drogados también".
El lector o, en su caso y si se volviera a representar el espectador, no encontrará en la propuesta de Pulpón algo parecido a un ajuste de cuentas, sino abrir un espacio donde todo el mundo pueda mirarse a un espejo con muchas asperezas. Un espacio de generosidad donde las categorías fijas de víctima y victimario no tienen por qué ser las únicas, y que propone el gesto arrojador de asumir que las violencias sexuales son, como mínimo, un flujo continuo lleno de dolor, ambivalencias, dudas e inseguridades.
Una de las frases más desarmantes del libro es cuando Bob Palmer, una de las interlogistas —el texto recoge una pluralidad de voces por el deseo de ampliar la perspectiva—, menciona: "Me violaron y no cambió mi vida. Me violaron y supe ponerme a salvo". Por muchos motivos. Uno, porque significa asumir que la marca de la violencia se inscribe en su caso en un cuerpo que, por ser leído como hombre, por ser marica, por estar atravesado por ese privilegio, pudo —de algún modo— flotar: "Parte de mis privilegios masculinos y de mi subjetividad marica me subieron a flote tras aquel invisible naufragio". No como provocación, más bien como una difícil reflexión sobre el lugar que cada quien ocupa. Sobre lo que protege y lo que vulnera, y cómo a veces esas dos cosas también conviven: "Ojalá poder socializar esta suerte no elegida de ser hombre, y poder lanzar certeros salvavidas a tantas y tantas agresiones que han sufrido las mujeres alrededor del mundo".
Dos, porque da cuenta de la importancia de sentirse acuerpadas a la hora de amortiguar las violencias: "En ese momento formaba parte del Movimiento Marika de Madrid y esto a mí también me ayudó a crear mis cimientos políticos y los cimientos políticos de la pieza, porque la pieza tiene un posicionamiento político muy claro, como el antipunitivismo o la no esencialización de las personas".
El propio proceso de buscar ayuda institucional fue, para él, un aprendizaje sobre todos los vacíos que existen en los abordajes de la violencia intragénero. Lo que le salió fue llamar a un teléfono de atención a mujeres víctimas de violencia sexual: "Fueron muy majas, pero también era un poco raro en una situación un poco violenta que llamara yo, que tampoco es que sea yo un hombre, ¿sabes? Pero entiendo que no es lo habitual". Los servicios asistenciales no siempre saben qué hacer con quien rompe los esquemas previstos, más en un tipo de violencia que por diferentes motivos, como es la influencia de modelos de masculinidad patriarcales aprehendidos y la homofobia, no está especialmente visibilizada. Así que pone el foco en las calles: "El trabajo que vale la pena no está ocurriendo en las bases, como siempre".
Bajo el punto de vista de Pulpón, conviene tener en cuenta que "todas hemos mamado el machismo". De modo que dentro de las relaciones LGTBIQ+, especialmente las relaciones maricas, también se reproducen "roles más masculinos y otros más feminizados". Es decir, también existen asimetrías derivadas de la socialización de género que haya desarrollado cada quien. "En 'The Brutalist' se ve esto, ¿no? Hay una escena en la que el rico viola al protagonista para vengarse de él, para escarmentarlo. Tiene que ver con lo que se relaciona con lo femenino y con el machismo", piensa el artista.
"Construir esta pieza fue difícil. Simplemente, creo que levanté un relato sincero de mi proceso de sanación o un testimonio de cómo hacerse una misma justicia por su mano, si puede hablarse de tal cosa. Esto es lo que yo necesité y supe hacer. Existen tantos relatos como árboles en un bosque (...) Confío en que le sirva de algo a alguien", termina el libro.

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