Imagen: El Diario / Miquel Missé |
El sociólogo Miquel Missé impugna en su último libro, ‘A la conquista del cuerpo equivocado’ (Egales), el discurso sobre la transexualidad que vincula el malestar que sienten muchas personas trans a un problema con su cuerpo. "No comparto la lógica de que lo que hay son hombres y mujeres en cuerpos diversos, pero siempre hombres y mujeres. Creo que ser hombre o mujer es una cuestión totalmente relativa y muy frágil", explica. También se muestra crítico con algunos relatos sobre la infancia trans: "Asociar automáticamente la transexualidad a los menores que repiten una y otra vez que son de otro género, es un problema".
Marta Borraz | El Diario, 2019-01-12
https://www.eldiario.es/sociedad/problema-discurso-hegemonico-diciendo-biologico_0_856015014.html
Sus palabras se debaten entre la crítica y la esperanza, entre lo que no le gusta de lo que ve y lo que cree posible. Miquel Missé (Barcelona, 1985), sociólogo trans, asegura que el privilegio de haber podido estudiar, su familia y su trayectoria activista le han traído hasta aquí. Hasta las ideas que expone en su último libro, 'A la conquista del cuerpo equivocado' (Editorial Egales), en el que, con tono sagaz, impugna el relato más popular sobre la transexualidad. "Siento la extraña sensación de que me han robado el cuerpo", comienza con firmeza el texto.
P. ¿Qué significa eso?
R. Me refiero a que tengo la sensación de que las personas trans en general hemos asumido un discurso por el que el malestar que sentimos tendría su origen en el cuerpo. Yo tengo una relación con mi cuerpo problemática y lo vivo con conflicto, pero creo que esta idea está basada en un conjunto de creencias que en algún momento aprendí. No creo que yo estuviera determinado a no estar a gusto con mi cuerpo, sino que tiene que ver con una cultura que nos lanza una serie de mensajes para interpretar ese malestar, en mi caso el de no encajar en la categoría mujer. A las personas trans nos han dicho y hemos aprendido que nuestro cuerpo es un problema y que tenemos que ponerlo en juego y cambiarlo. Y, de alguna manera, todos esos discursos nos lo han robado, nos han robado la posibilidad de vivir el cuerpo de otra manera.
P. Entonces, ¿cuál es el origen de ese malestar?
R. Creo que tiene mucho que ver con unos códigos culturales muy concretos respecto a la identidad y al cuerpo, con la creencia de que la identidad de hombre o mujer está asociada a una corporalidad biológica y a unos valores muy concretos. Esta correlación es tan potente que si has nacido en un cuerpo que se asigna a la categoría hombre, pero no te identificas en nada con ella, en esta sociedad parecería que la única explicación posible es que eres una mujer. Y yo creo que eso es muy discutible. Sin embargo, no estamos en la deriva de discutir eso, sino en la de transformar, hormonar y operar el cuerpo.
P. Es decir, ser trans no es algo biológico...
R. No, por supuesto que no, no hay nada biológico en ser trans como no hay nada biológico en ser hombre o mujer. Eso tiene que ver con cómo ordenamos nosotros la sociedad, es decir en base a que hay unas identidades asociadas a unos genitales, pero eso es una decisión cultural que hemos tomado. Podríamos haber tomado otra. Yo creo que no hay nada innato en el hecho de ser hombre o mujer y, por ende, no hay nada innato en el hecho de ser trans.
P. Apunta en su libro a la revolución trans que ha estallado en los últimos años, con una mayor presencia de las realidades trans en los medios, la política y la opinión pública, pero hay algo que no acaba de cuadrarle. ¿Qué es?
R. Son muchas cosas, pero principalmente es que parecería que hemos encontrado unas reivindicaciones que son muy transformadoras, y lo que ocurre es que en ellas también se encuentran discursos profundamente esencialistas y conservadores.
P. ¿En qué sentido?
R. Por ejemplo, en muchos discursos sobre la infancia trans. Con este tema, me gustaría hacer un apunte, y es que cada vez es más difícil hablar de la infancia trans sin ser tachado de tránsfobo y eso me parece súper peligroso. No tengo ningún problema con que la gente haga transiciones de género, sino que creo que el discurso hegemónico acerca del género en la infancia que asocia automáticamente la transexualidad a los menores que repiten una y otra vez que son de otro género, es un problema. Ahí es donde tengo conflictos de posiciones.
Ahora bien, entiendo que muchas familias acompañen a sus hijos e hijas en transiciones de género y seguro que a muchos de esos niños y niñas les va bien, solo digo que el relato que se utiliza para explicar lo que está pasando, me parece equivocado. Yo sencillamente es que no creo que exista gente con cerebros de hombre y de mujer, no creo que exista una identidad innata preestablecida. A los discursos que dicen que la identidad de género se fija en torno a los dos o tres años, creo que les faltan complejidad y matices porque tú puedes no tener en la infancia una identidad definida o tener una identidad que no es la que se te ha asignado al nacer porque estás explorando y tratando de entender. En la infancia hay muchos momentos en los que, mientras están aprendiendo que el mundo es binario, hay mucha fluidez y yo creo que la fluidez hay que cultivarla.
P. Ante este escenario, habla de reconquistar el cuerpo. ¿Cómo?
R. Reconciliarse con el cuerpo no necesariamente tiene que ver con no someterte a hormonas u operaciones. Yo creo que uno puede hacer eso porque cree que va a vivir mejor, pero estar en paz con esas decisiones. Sin embargo, veo que muchas veces, aunque uno transforme el cuerpo, el malestar sigue estando. Y eso tiene que ver con que tenemos que plantearnos qué tipo de realidades trans estamos visibilizando, que son las de aquellas personas que pasan desapercibidas y no parecen trans. Hay mucha gente que nunca será invisible por varias razones, entre ellas la propia morfología o los recursos económicos.
¿Cómo se logra la reconciliación? Primero, dejando espacio para hacerse estas preguntas. Para mí es muy liberador haber podido pensar 'bueno, igual en otro contexto no hubiera necesitado tomar hormonas'. Es muy doloroso, pero también me ayuda a entender que mi cuerpo no es una mierda y no tiene un problema de serie, que no es que hubo una vida feliz que pude vivir y no estoy viviendo, sino que hay una vida feliz que podría vivir si no me hubieran dicho según qué cosas sobre mi cuerpo o sobre mi identidad. También hay que hablar de expresiones de género diversas y de que una determinada no tiene que ser por ende el inicio de una crisis de identidad de género. El problema es que solo haya una opción u otra y que las categorías hombre-mujer estén tan encorsetadas y sean tan rígidas. El problema es todo el sistema normativo que hay detrás.
P. Defiende que ese sistema normativo es el que se está reproduciendo en muchos discursos actuales por los derechos de la comunidad trans...
R. Creo que en algunos discursos que abogan por los derechos de las personas trans hay formas de conceptualizar el género bastante esencialistas. Entiendo que el objetivo es la visibilidad trans pero a costa de algunos argumentos que nos van a salir muy caros.
P. ¿Cómo cuáles?
R. Por ejemplo, entender que las categorías imperantes son las categorías de hombre y mujer y lo que pasa es que puedes nacer con un cuerpo X o Y, pero las categorías siguen siendo esas. No comparto la lógica de que lo que hay son hombres y mujeres en cuerpos diversos, pero siempre hombres y mujeres. Creo que ser hombre o mujer es una cuestión totalmente relativa y muy frágil. Si realmente fuera algo totalmente natural, no estaría tan patrullada y vigilada por miles de sistemas de control y castigo hacia quien se sale de la norma.
P. En el libro hace una crítica a todo lo que ocurrió con el polémico autobús de HazteOir...
R. Para empezar, lo de HazteOir me parece un ejemplo paradigmático de cómo se ha relativizado la capacidad de indignación. A veces se producen estas grandes explosiones de enfado que pudiera parecer que hay millones de personas preocupadas por un tema y simplemente son millones de personas que han hecho ‘click’ o han hecho ‘retuit’. No creo que haya que relativizar el autobús ni su violencia, pero creo que hemos reforzado más su lugar en el mundo. Creo que a HazteOir le hicimos una enorme campaña de publicidad.
Y por otro lado, mucha de la gente que respondió lo hizo con campañas y mensajes sobre que la transexualidad está en el cerebro y no en los genitales. Es decir, no se hizo de una forma más profunda en torno a las categorías de género. Pero esa respuesta es igual de biologicista. Decir que el sexo está en el cerebro es igual de problemático que decir que está en los genitales. Al final, es una guerra entre esencialistas de diferentes lados: hay unos esencialistas que nos querrían exterminar y otros que querrían nuestra libertad. Si tengo que posicionarme, sin dudarlo me posiciono con los segundos, pero creo que tenemos que ser capaces de hablar de diferentes posiciones e ideas dentro de una misma lucha.
P. ¿Qué significa eso?
R. Me refiero a que tengo la sensación de que las personas trans en general hemos asumido un discurso por el que el malestar que sentimos tendría su origen en el cuerpo. Yo tengo una relación con mi cuerpo problemática y lo vivo con conflicto, pero creo que esta idea está basada en un conjunto de creencias que en algún momento aprendí. No creo que yo estuviera determinado a no estar a gusto con mi cuerpo, sino que tiene que ver con una cultura que nos lanza una serie de mensajes para interpretar ese malestar, en mi caso el de no encajar en la categoría mujer. A las personas trans nos han dicho y hemos aprendido que nuestro cuerpo es un problema y que tenemos que ponerlo en juego y cambiarlo. Y, de alguna manera, todos esos discursos nos lo han robado, nos han robado la posibilidad de vivir el cuerpo de otra manera.
P. Entonces, ¿cuál es el origen de ese malestar?
R. Creo que tiene mucho que ver con unos códigos culturales muy concretos respecto a la identidad y al cuerpo, con la creencia de que la identidad de hombre o mujer está asociada a una corporalidad biológica y a unos valores muy concretos. Esta correlación es tan potente que si has nacido en un cuerpo que se asigna a la categoría hombre, pero no te identificas en nada con ella, en esta sociedad parecería que la única explicación posible es que eres una mujer. Y yo creo que eso es muy discutible. Sin embargo, no estamos en la deriva de discutir eso, sino en la de transformar, hormonar y operar el cuerpo.
P. Es decir, ser trans no es algo biológico...
R. No, por supuesto que no, no hay nada biológico en ser trans como no hay nada biológico en ser hombre o mujer. Eso tiene que ver con cómo ordenamos nosotros la sociedad, es decir en base a que hay unas identidades asociadas a unos genitales, pero eso es una decisión cultural que hemos tomado. Podríamos haber tomado otra. Yo creo que no hay nada innato en el hecho de ser hombre o mujer y, por ende, no hay nada innato en el hecho de ser trans.
P. Apunta en su libro a la revolución trans que ha estallado en los últimos años, con una mayor presencia de las realidades trans en los medios, la política y la opinión pública, pero hay algo que no acaba de cuadrarle. ¿Qué es?
R. Son muchas cosas, pero principalmente es que parecería que hemos encontrado unas reivindicaciones que son muy transformadoras, y lo que ocurre es que en ellas también se encuentran discursos profundamente esencialistas y conservadores.
P. ¿En qué sentido?
R. Por ejemplo, en muchos discursos sobre la infancia trans. Con este tema, me gustaría hacer un apunte, y es que cada vez es más difícil hablar de la infancia trans sin ser tachado de tránsfobo y eso me parece súper peligroso. No tengo ningún problema con que la gente haga transiciones de género, sino que creo que el discurso hegemónico acerca del género en la infancia que asocia automáticamente la transexualidad a los menores que repiten una y otra vez que son de otro género, es un problema. Ahí es donde tengo conflictos de posiciones.
Ahora bien, entiendo que muchas familias acompañen a sus hijos e hijas en transiciones de género y seguro que a muchos de esos niños y niñas les va bien, solo digo que el relato que se utiliza para explicar lo que está pasando, me parece equivocado. Yo sencillamente es que no creo que exista gente con cerebros de hombre y de mujer, no creo que exista una identidad innata preestablecida. A los discursos que dicen que la identidad de género se fija en torno a los dos o tres años, creo que les faltan complejidad y matices porque tú puedes no tener en la infancia una identidad definida o tener una identidad que no es la que se te ha asignado al nacer porque estás explorando y tratando de entender. En la infancia hay muchos momentos en los que, mientras están aprendiendo que el mundo es binario, hay mucha fluidez y yo creo que la fluidez hay que cultivarla.
P. Ante este escenario, habla de reconquistar el cuerpo. ¿Cómo?
R. Reconciliarse con el cuerpo no necesariamente tiene que ver con no someterte a hormonas u operaciones. Yo creo que uno puede hacer eso porque cree que va a vivir mejor, pero estar en paz con esas decisiones. Sin embargo, veo que muchas veces, aunque uno transforme el cuerpo, el malestar sigue estando. Y eso tiene que ver con que tenemos que plantearnos qué tipo de realidades trans estamos visibilizando, que son las de aquellas personas que pasan desapercibidas y no parecen trans. Hay mucha gente que nunca será invisible por varias razones, entre ellas la propia morfología o los recursos económicos.
¿Cómo se logra la reconciliación? Primero, dejando espacio para hacerse estas preguntas. Para mí es muy liberador haber podido pensar 'bueno, igual en otro contexto no hubiera necesitado tomar hormonas'. Es muy doloroso, pero también me ayuda a entender que mi cuerpo no es una mierda y no tiene un problema de serie, que no es que hubo una vida feliz que pude vivir y no estoy viviendo, sino que hay una vida feliz que podría vivir si no me hubieran dicho según qué cosas sobre mi cuerpo o sobre mi identidad. También hay que hablar de expresiones de género diversas y de que una determinada no tiene que ser por ende el inicio de una crisis de identidad de género. El problema es que solo haya una opción u otra y que las categorías hombre-mujer estén tan encorsetadas y sean tan rígidas. El problema es todo el sistema normativo que hay detrás.
P. Defiende que ese sistema normativo es el que se está reproduciendo en muchos discursos actuales por los derechos de la comunidad trans...
R. Creo que en algunos discursos que abogan por los derechos de las personas trans hay formas de conceptualizar el género bastante esencialistas. Entiendo que el objetivo es la visibilidad trans pero a costa de algunos argumentos que nos van a salir muy caros.
P. ¿Cómo cuáles?
R. Por ejemplo, entender que las categorías imperantes son las categorías de hombre y mujer y lo que pasa es que puedes nacer con un cuerpo X o Y, pero las categorías siguen siendo esas. No comparto la lógica de que lo que hay son hombres y mujeres en cuerpos diversos, pero siempre hombres y mujeres. Creo que ser hombre o mujer es una cuestión totalmente relativa y muy frágil. Si realmente fuera algo totalmente natural, no estaría tan patrullada y vigilada por miles de sistemas de control y castigo hacia quien se sale de la norma.
P. En el libro hace una crítica a todo lo que ocurrió con el polémico autobús de HazteOir...
R. Para empezar, lo de HazteOir me parece un ejemplo paradigmático de cómo se ha relativizado la capacidad de indignación. A veces se producen estas grandes explosiones de enfado que pudiera parecer que hay millones de personas preocupadas por un tema y simplemente son millones de personas que han hecho ‘click’ o han hecho ‘retuit’. No creo que haya que relativizar el autobús ni su violencia, pero creo que hemos reforzado más su lugar en el mundo. Creo que a HazteOir le hicimos una enorme campaña de publicidad.
Y por otro lado, mucha de la gente que respondió lo hizo con campañas y mensajes sobre que la transexualidad está en el cerebro y no en los genitales. Es decir, no se hizo de una forma más profunda en torno a las categorías de género. Pero esa respuesta es igual de biologicista. Decir que el sexo está en el cerebro es igual de problemático que decir que está en los genitales. Al final, es una guerra entre esencialistas de diferentes lados: hay unos esencialistas que nos querrían exterminar y otros que querrían nuestra libertad. Si tengo que posicionarme, sin dudarlo me posiciono con los segundos, pero creo que tenemos que ser capaces de hablar de diferentes posiciones e ideas dentro de una misma lucha.
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