Imagen: El País / Fotograma de la serie 'Pose' |
El cerebro y la mente transexuales.
La investigación científica sobre ese fenómeno no se ha detenido y España es puntera en ella.
Ignacio Morgado Bernal | Materia gris, El País, 2021-04-19
https://elpais.com/ciencia/2021-04-19/el-cerebro-y-la-mente-transexuales.html
Quienes en una sociedad culta como la nuestra alberguen todavía sentimientos homófobos deberían ver 'Pose', la deliciosa serie televisiva estadounidense sobre un colectivo como el LGTB, tradicionalmente estigmatizado y oprimido. Al mostrarnos su humanidad, sus extravagantes personajes nos acaban enamorando. Personajes que, dicho sea de paso, lo único que pretenden, como cada mortal, es sentirse bien consigo mismo y con el resto del mundo. Desgraciadamente, casi nunca les resulta fácil.
Transgéneros son aquellas personas que se identifican permanente o transitoriamente con un género, hombre o mujer, diferente al de su sexo natal, algo así como sentirse mujer en el cuerpo de un hombre u hombre en el cuerpo de una mujer. Muchos sufren disforia de género, un malestar y un estrés que alteran considerablemente sus vidas. Su forma extrema es el transexualismo, un sentimiento tan fuerte de pertenecer al sexo opuesto que hace que quienes lo padecen deseen cambiar su cuerpo mediante tratamientos hormonales o incluso quirúrgicos para hacerlo lo más anatómicamente congruente con la identidad de género que su cerebro y su mente les hacen sentir.
En 2003, la publicación del libro ‘The Man Who Would Be Queen: The Science of Gender-Bending and Transsexualism’ ('El hombre que sería reina: la ciencia de la identidad de género y el transexualismo’) de J. Michael Bailey, catedrático de Psicología e investigador de la conducta sexual en la prestigiosa Universidad Northwestern de Estados Unidos, ofendió profundamente al colectivo transexual al insinuar que al menos algunos de ellos alteraban su fisionomía motivados por un interés erótico y no por sentir honestamente una identidad de género incongruente con su sexo natal. Así, el libro venía a sugerir que muchos transexuales eran en realidad unos viciosos sexuales. El colectivo insultado contraatacó y se defendió con uñas y dientes, llegando incluso a investigar las relaciones de Bailey con transexuales del Baton Show Lounge, un famoso local de Chicago en el que había hecho muchas de sus entrevistas. Bailey acabó perdiendo su puesto de director del Departamento de Psicología y su universidad le abrió un expediente informativo del que salió finalmente absuelto, aunque con su reputación muy tocada.
Antes que eso, en 1995, el equipo de Dick Swaab, del Instituto de Investigaciones cerebrales de la Universidad de Ámsterdam, ya había observado un núcleo cerebral (el BNST) cuyo tamaño y número de neuronas era diferente en los transexuales y podría condicionar su identidad de género. Era el primer indicio de que la transexualidad podía tener una base biológica y ser, por tanto, un fenómeno natural, nada de vicio ni de perversión como algunos habían llegado a insinuar. Desde entonces, la investigación científica sobre ese fenómeno no se ha detenido y España es puntera en ella.
Antonio Guillamón, psicobiólogo de la UNED, es un destacado y reconocido investigador internacional sobre las bases biológicas de la transexualidad. Junto a Carme Junque y Esther Gómez-Gil, de la Universidad de Barcelona, tras años de investigación experimental y clínica, publicaron una excelente revisión incluyendo trabajo propio y de otros investigadores de diferentes países en la que explican que los transexuales no tratados tienen cerebros con morfologías específicas, diferentes a las de los hombres o las mujeres heterosexuales. Curiosamente, esas diferencias se han observado especialmente en estructuras de la corteza cerebral implicadas en la percepción del cuerpo, lo que da a entender que los transexuales podrían tener también una percepción del propio cuerpo diferente a la de los heterosexuales, algo que explicaría al menos parte de su incongruencia entre identidad de género y sexo.
Los mismos investigadores sugieren que las diferencias entre transexuales homosexuales y heterosexuales en el desarrollo de la corteza cerebral podrían causarlas las hormonas sexuales, andrógenos y estrógenos, en períodos críticos del desarrollo pre y posnatal o durante la pubertad, es decir, que las hormonas sexuales podrían influir en la identidad de género de las personas. Así, han observado que la influencia de los tratamientos hormonales sobre el cerebro de los transexuales es impresionante, pues cambian considerablemente tanto la sustancia gris, es decir, el número de neuronas, como la sustancia blanca, las conexiones entre ellas. Tampoco dejan de lado una posible influencia genética, pues las observaciones con gemelos, aunque todavía escasas, muestran que, cuando son monocigóticos y tienen por tanto los mismos genes, si uno de ellos es transexual es más alta la probabilidad de que el otro también lo sea que si son dicigóticos y solo comparten la mitad de los genes.
Ante la constatación de que los tratamientos hormonales para feminizar el cuerpo de transexuales hombres disminuyen el volumen de estructuras corticales y subcorticales del cerebro y para investigar cómo esos cambios tienen lugar, al equipo de Guillamón y su departamento de la facultad de Psicología de la UNED se han venido sumando en los últimos años investigadores de otras universidades y centros de investigación básica y clínica españoles (Instituto de Investigaciones médicas Alberto Sols del CSIC, Universidad de Granada, Universidade da Coruña, Universidad Autónoma de Madrid, Hospital Clínic de Barcelona, IDIBAPS de Barcelona, entre otros), todo un fenomenal y multidisciplinar equipo que ha aportado a la investigación nuevos conocimientos, recursos y sofisticadas técnicas de análisis biológico y cerebral.
Entre sus recientes logros figura el desarrollo original de un modelo de feminización hormonal en ratas que reproduce los cambios cerebrales observados en transexuales, y que a partir de ahora va a permitir contrastar los tratamientos hormonales y sus consecuencias positivas y negativas antes de aplicarlos en personas. En ese modelo de roedores los investigadores ya han podido observar que el tratamiento con hormonas sexuales de las hembras (estrógenos) es más poderoso para producir los mencionados cambios cerebrales que los tratamientos que anulan las hormonas sexuales de los machos (antiandrógenos), resultados muy relevantes para los posibles tratamientos en humanos. Ayudar a las personas transexuales a congraciar su mente con su cuerpo sin sufrir efectos colaterales indeseables de los tratamientos es hoy también una encomiable tarea de la neurociencia.
Ignacio Morgado Bernal es catedrático de Psicobiología en el Instituto de Neurociencias y en la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Barcelona. Autor de ‘Emociones e inteligencia social: Las claves para una alianza entre los sentimientos y la razón’ (Ariel, 2017).
Transgéneros son aquellas personas que se identifican permanente o transitoriamente con un género, hombre o mujer, diferente al de su sexo natal, algo así como sentirse mujer en el cuerpo de un hombre u hombre en el cuerpo de una mujer. Muchos sufren disforia de género, un malestar y un estrés que alteran considerablemente sus vidas. Su forma extrema es el transexualismo, un sentimiento tan fuerte de pertenecer al sexo opuesto que hace que quienes lo padecen deseen cambiar su cuerpo mediante tratamientos hormonales o incluso quirúrgicos para hacerlo lo más anatómicamente congruente con la identidad de género que su cerebro y su mente les hacen sentir.
En 2003, la publicación del libro ‘The Man Who Would Be Queen: The Science of Gender-Bending and Transsexualism’ ('El hombre que sería reina: la ciencia de la identidad de género y el transexualismo’) de J. Michael Bailey, catedrático de Psicología e investigador de la conducta sexual en la prestigiosa Universidad Northwestern de Estados Unidos, ofendió profundamente al colectivo transexual al insinuar que al menos algunos de ellos alteraban su fisionomía motivados por un interés erótico y no por sentir honestamente una identidad de género incongruente con su sexo natal. Así, el libro venía a sugerir que muchos transexuales eran en realidad unos viciosos sexuales. El colectivo insultado contraatacó y se defendió con uñas y dientes, llegando incluso a investigar las relaciones de Bailey con transexuales del Baton Show Lounge, un famoso local de Chicago en el que había hecho muchas de sus entrevistas. Bailey acabó perdiendo su puesto de director del Departamento de Psicología y su universidad le abrió un expediente informativo del que salió finalmente absuelto, aunque con su reputación muy tocada.
Antes que eso, en 1995, el equipo de Dick Swaab, del Instituto de Investigaciones cerebrales de la Universidad de Ámsterdam, ya había observado un núcleo cerebral (el BNST) cuyo tamaño y número de neuronas era diferente en los transexuales y podría condicionar su identidad de género. Era el primer indicio de que la transexualidad podía tener una base biológica y ser, por tanto, un fenómeno natural, nada de vicio ni de perversión como algunos habían llegado a insinuar. Desde entonces, la investigación científica sobre ese fenómeno no se ha detenido y España es puntera en ella.
Antonio Guillamón, psicobiólogo de la UNED, es un destacado y reconocido investigador internacional sobre las bases biológicas de la transexualidad. Junto a Carme Junque y Esther Gómez-Gil, de la Universidad de Barcelona, tras años de investigación experimental y clínica, publicaron una excelente revisión incluyendo trabajo propio y de otros investigadores de diferentes países en la que explican que los transexuales no tratados tienen cerebros con morfologías específicas, diferentes a las de los hombres o las mujeres heterosexuales. Curiosamente, esas diferencias se han observado especialmente en estructuras de la corteza cerebral implicadas en la percepción del cuerpo, lo que da a entender que los transexuales podrían tener también una percepción del propio cuerpo diferente a la de los heterosexuales, algo que explicaría al menos parte de su incongruencia entre identidad de género y sexo.
Los mismos investigadores sugieren que las diferencias entre transexuales homosexuales y heterosexuales en el desarrollo de la corteza cerebral podrían causarlas las hormonas sexuales, andrógenos y estrógenos, en períodos críticos del desarrollo pre y posnatal o durante la pubertad, es decir, que las hormonas sexuales podrían influir en la identidad de género de las personas. Así, han observado que la influencia de los tratamientos hormonales sobre el cerebro de los transexuales es impresionante, pues cambian considerablemente tanto la sustancia gris, es decir, el número de neuronas, como la sustancia blanca, las conexiones entre ellas. Tampoco dejan de lado una posible influencia genética, pues las observaciones con gemelos, aunque todavía escasas, muestran que, cuando son monocigóticos y tienen por tanto los mismos genes, si uno de ellos es transexual es más alta la probabilidad de que el otro también lo sea que si son dicigóticos y solo comparten la mitad de los genes.
Ante la constatación de que los tratamientos hormonales para feminizar el cuerpo de transexuales hombres disminuyen el volumen de estructuras corticales y subcorticales del cerebro y para investigar cómo esos cambios tienen lugar, al equipo de Guillamón y su departamento de la facultad de Psicología de la UNED se han venido sumando en los últimos años investigadores de otras universidades y centros de investigación básica y clínica españoles (Instituto de Investigaciones médicas Alberto Sols del CSIC, Universidad de Granada, Universidade da Coruña, Universidad Autónoma de Madrid, Hospital Clínic de Barcelona, IDIBAPS de Barcelona, entre otros), todo un fenomenal y multidisciplinar equipo que ha aportado a la investigación nuevos conocimientos, recursos y sofisticadas técnicas de análisis biológico y cerebral.
Entre sus recientes logros figura el desarrollo original de un modelo de feminización hormonal en ratas que reproduce los cambios cerebrales observados en transexuales, y que a partir de ahora va a permitir contrastar los tratamientos hormonales y sus consecuencias positivas y negativas antes de aplicarlos en personas. En ese modelo de roedores los investigadores ya han podido observar que el tratamiento con hormonas sexuales de las hembras (estrógenos) es más poderoso para producir los mencionados cambios cerebrales que los tratamientos que anulan las hormonas sexuales de los machos (antiandrógenos), resultados muy relevantes para los posibles tratamientos en humanos. Ayudar a las personas transexuales a congraciar su mente con su cuerpo sin sufrir efectos colaterales indeseables de los tratamientos es hoy también una encomiable tarea de la neurociencia.
Ignacio Morgado Bernal es catedrático de Psicobiología en el Instituto de Neurociencias y en la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Barcelona. Autor de ‘Emociones e inteligencia social: Las claves para una alianza entre los sentimientos y la razón’ (Ariel, 2017).
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