martes, 17 de septiembre de 2019

#hemeroteca #homofobia | La vida de los refugiados por ser homosexuales: "Me decían, los maricones no tenéis derecho a vivir"

Imagen: El Mundo
La vida de los refugiados por ser homosexuales: "Me decían, los maricones no tenéis derecho a vivir".
La Cruz Roja asesora a extranjeros que han pedido asilo por su orientación sexual. Dejan atrás historias de acoso y violencia que deben demostrar en la Oficina de Asilo.
Carmen Morales Puisegur | El Mundo, 2019-09-17
https://www.elmundo.es/baleares/2019/09/17/5d809d8dfdddff05688b4675.html

«Te daré el pan como a un perro, que es lo que eres. La comida para ti es haram. Así aprenderás», le gritó su hermano mayor antes de encerrarlo en uno de los cuartos de baños de la casa familiar de Fez. Furioso, era incapaz de aceptar lo que acababa de escuchar. Que a su hermano le gustaban los hombres. «Los maricones no tienen derecho a vivir», zanjó.

En ese momento, Said (nombre ficticio) cuenta que se arrepintió de «haber querido ser valiente». Pasó tres días sin comer, hasta que su madre le abrió la puerta del baño y le pidió que se marchase para no regresar. «Tu hermano está borracho en la terraza. Vete porque sé que puede matarte», le dijo. Empezaba la huida de un joven de 23 años.

Said es uno de los 26 solicitantes de asilo en Baleares por motivos de orientación sexual. El resto proceden de países como Venezuela, Cuba, Camerún, Mauritania, El Salvador o Ucrania. Ruth Vázquez, abogada del Programa de Migraciones y Refugiados de Cruz Roja Baleares es una de los integrantes del equipo jurídico que les acompaña en este proceso. En el transcurso de 2019, en Baleares, unas 400 personas han solicitado protección internacional por motivos de persecución religiosa, disidencia política, pertenencia a grupo social determinado, orientación sexual, género o nacionalidad.

Said vive desde hace año y medio en Mallorca. Ahora mismo espera conocer la decisión de la Oficina de Asilo y Refugio sobre su solicitud. Simultanea dos trabajos, comparte piso con amigos y tiene pareja. «Nunca tengo miedo de la vida», contesta a día de hoy en un bar de Palma. Todo parece rodarle a este joven de 26 años pero ¿echa de menos Marruecos, su país? «Si no me aceptan como soy, yo no voy a aceptarlos a ellos», contesta sin titubear.

En Marruecos, las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo se castigan con penas que oscilan entre los 6 meses y los 3 años de prisión en función del artículo 489 de su Código Penal. En 2017, el Ministro de Derechos Humanos Mustapha Ramid afirmó sobre este colectivo que «vivimos en Marruecos, si seguimos hablando de los homosexuales les daremos valor y son basura». Sí, lector, vuelva unas palabras atrás y lea de nuevo: el titular de la cartera de Derechos Humanos del país calificó de «basura» a seres humanos.

La abogada Ruth Vázquez asegura que la situación es igual de grave en lugares como Ucrania. El departamento jurídico de Cruz Roja trata el caso de un solicitante de asilo procedente de este país, acosado desde la infancia. Una niñez marcada por las vejaciones -le llegaron a echar del colegio porque le gustaban los niños- culminó con una violación grupal a manos del ejército prorruso. A día de hoy, explica Vázquez, ha conseguido llevar una vida normal con su pareja en la isla. Tramita la solicitud y ambos esperan la resolución.

La letrada Vázquez asegura que de 10 solicitudes, prosperan una media de tres. El trámite para la petición de protección internacional puede iniciarse tanto en el país de origen como en el de destino, aunque suele darse en este último. Este será el primer paso de un proceso que se dilatará en el tiempo, en el que el solicitante deberá elaborar un «relato de vida» que contenga su historia. Existen diversas interpretaciones según el país. En España, la Oficina de Asilo será más receptiva a dar el visto bueno a la petición si la homosexualidad se considera un delito en el país de origen y además se aplican las condenas. Además, el solicitante debe encontrarse en situación de persecución. También habrá que aportar un informe del país que contenga el trato a este colectivo.

Said capeó bien el tema en la infancia, que recuerda como «tranquila y feliz». Era el niño pequeño de 8 hermanos, mimado por 4 hermanas y su madre. Se empezó a sentir diferente a sus amigos a los 12 años. «Pasé el instituto intentando controlar lo que me ocurría, hasta que encontré una salida en Internet», recuerda. Así, empezó una relación a distancia con otro joven en Rabat.

Todo estalló tras una clase de Educación Física, cuando rondaba los 18 años. «Dejamos los móviles a un compañero para que nos lo guardase. Él, a cambio, los miró y descubrió mis fotos con mi entonces pareja. Se las envió a su propio teléfono y se las mostró a todo el Instituto», relata.

Ahí arrancó la pesadilla. Al día siguiente, sus compañeros empezaron a llamarle «maricón», lo perseguían y le lanzaban piedras. Incluso llegaron a amenazarle con dos cuchillos para robarle el móvil. Dejó de ir a clases y huyó a Rabat con su pareja. Pero tras dos semanas, regresó a casa. Empezaron las palizas de su hermano mayor, que no entendía porqué Said había cambiado su comportamiento. Tras un periodo de reclusión, Said confesó a su familia su homosexualidad. Su padre no lo entendió pero, a diferencia de su hermano, no le tocó ni un pelo.

Said no olvida los cuatro meses que pasó en el centro de internamiento de Melilla. «Dormía en una habitación con 45 personas. La comida, ni a un perro se la darías», recuerda. El que había sido el niño pequeño mimado de una familia de clase trabajadora pero sin apuros económicos, no paró hasta colarse en un camión rumbo a España. Se escondió en los plásticos del techo a las 3 de la madrugada y no se movió hasta que el vehículo le dejó en Motril a las 6 de la tarde. De ahí, pasó por varias ciudades, tirando de contactos, hasta que llegó a Mallorca.

Said espera la respuesta de la Oficina de Asilo. No piensa en lo que puede ocurrir. Trabaja y habla español casi perfectamente sin haber pisado una clase. Da gracias infinitas a su abogada y a la Cruz Roja. Y, tras buscar la mirada cómplice de su amiga del alma española, sentada a a su lado, ni lo duda. «Nunca tengo miedo a la vida», recuerda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.