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Sobre la identidad de género.
Antes o después, se va a legislar sobre los derechos de las personas trans, pero no partimos de cero ni sobre el conocimiento de la identidad de género ni sobre cómo se les atiende en España.
Antonio Guillamón | El Confidencial, 2021-03-03
https://blogs.elconfidencial.com/espana/tribuna/2021-03-03/identidad-genero-transexualidad-ley-trans-sexualidad-identidad_2973548/
El concepto de transgénero es amplio y acoge manifestaciones binarias y no binarias, incluso la negación de que exista el género. El término 'identidad de género' es relativamente reciente, fue introducido en los años sesenta por Robert Stoller. Este psicoanalista quería evitar la ambigüedad del término 'identidad sexual', que también podía referirse a la actividad y las fantasías sexuales.
De esta forma, separaba la autoimagen con respecto a la pertenencia a un sexo de la conducta sexual, y establecía con claridad la consciencia de ser hombre o mujer. Por esos años, John Money, que trabajaba sobre el desarrollo psicosexual en intersexos, con el fin de diferenciar entre la anatomía genital y la identidad psicosexual, utilizó los términos 'identidad de género' y 'rol de género'. Con este último, se refería a lo que una persona hace para mostrar su condición de chico o chica, de hombre o mujer.
Para Money, identidad y rol de género eran las dos caras de una moneda, inseparables. Con el tiempo, la relación entre identidad y rol se fue separando y se pasó a considerarlos independientes. Se explicaba la identidad de género por mecanismos biológicos mientras que los roles se suponía que dependían de la influencia social. Más adelante, las teorías constructivistas plantearon que los mecanismos sociales no solo influyen en la formación de los roles sino también en la formación de la identidad de género.
El tema de la identidad de género es crucial para la comprensión de nuestra naturaleza. La identidad precisa la percepción del propio cuerpo, las señales internas y externas del mismo, la percepción de su forma, del sexo, etc.; pero todavía se necesita más, la representación somática del propio cuerpo. Esta incluye la comparación con otros cuerpos similares y disimilares, su aspecto femenino o masculino, las emociones y actitudes dirigidas hacia el propio cuerpo y la historia corporal. Del análisis de estos estímulos emerge la identidad, el yo, un yo que no es neutro, que contiene la consciencia de ser hombre o mujer o cualquier variante de género no binario. Este proceso lo realiza un cerebro preparado para esa función. ¿O se puede pensar seriamente que la naturaleza haya abandonado algo tan complejo al azar de solo el ambiente social? Incluso si se propusiera una acción decisiva de este en la identidad de género, habría que contar con el cerebro preparado.
¿Es posible una explicación científica de la emergencia de la identidad de género? La aproximación científica tiene ventajas. Primero, la ciencia no es dogmática, las teorías que genera se caracterizan por ser provisionales. Permanecen hasta ser sustituidas por otras que las falsan o poseen mayor alcance explicativo. Segundo, las hipótesis, basadas en la observación, son conjeturas con predicciones que deben ser verificadas experimentalmente.
Utilizando el método científico, ¿qué conocemos sobre las bases cerebrales de la identidad de género? La diferenciación sexual del cerebro proporciona un conjunto de observaciones a partir de las que podemos conjeturar hipótesis verificables. Parte de dos hechos incontrovertibles: todas las células del cuerpo tienen sexo cromosómico (XX en la mujer y XY en el hombre) y existe un proceso comprobado de diferenciación sexual de todo el organismo, incluido el cerebro. Además, contempla la influencia del ambiente modificando la expresión genética desde el momento de la fertilización, por medio de mecanismos epigenéticos.
¿Qué sabemos sobre la diferenciación sexual del cerebro y la identidad de género? En el ámbito de genética molecular, se han comprobado diferencias en la secuencia de nucleótidos del ADN de los genes de los receptores para las hormonas sexuales. Diferencias asociadas a las poblaciones de hombres y mujeres cisgénero y hombres y mujeres transgénero. También se ha observado que esas pequeñas modificaciones en los genes producen diferencias en la sensibilidad de los receptores para los estrógenos y los andrógenos, y se asocian a la diferenciación de la corteza cerebral.
Con estudios de resonancia magnética estructural enfocados a medir el espesor de la corteza cerebral y la microestructura de la sustancia blanca, también hemos descrito cuatro fenotipos cerebrales, correspondientes a hombres cisgénero, mujeres cisgénero, hombres transgénero y mujeres transgénero. Estos fenotipos los vemos además al estudiar las redes funcionales cerebrales y sus interrelaciones. Tanto los estudios estructurales como los funcionales implican regiones cerebrales que participan en la percepción y análisis del cuerpo.
Llegados aquí, con relación a las identidades de género binarias, es importante resaltar que con cuatro fenotipos diferentes solo observamos dos identidades de género: hombre o mujer. Parece que las modificaciones cerebrales observadas en los hombres y las mujeres transgénero binarios 'preparan' un cerebro para sentirse hombre o mujer, independientemente de los cromosomas sexuales y los genitales que se posean.
¿Qué sucede en los niños y niñas que expresan incongruencia de género? ¿Se debe a la influencia de los padres y el ambiente? Al nacer, nuestro cerebro no es una tabla rasa. Es posible que durante la gestación, o poco después del nacimiento, el ambiente en sentido amplio pudiera modificar la expresión genética y variar la diferenciación sexual del cerebro. Algunos estudios sugieren que en los niños se produce una autosocialización. El niño o la niña incorporaría activamente información acerca del género y la aplicaría al socializarse. Sin embargo, se ha observado que antes de los dos años ya hay conductas estereotípicas de género. Ambas teorías precisan de un cerebro 'preparado' para la emergencia de la identidad de género.
En las personas transgénero, la experiencia de la identidad de género es variada. Algunas se sienten seguras de su identidad y tienen claro el tipo de tratamiento de afirmación de género que desean. Otras, aunque tienen clara su identidad, presentan dudas sobre el tratamiento hormonal y quirúrgico. Finalmente, las hay que no terminan de articular su identidad. Estos dos últimos grupos se pueden beneficiar del apoyo psicológico para la toma de una decisión. Desde luego, teniendo claro que la identidad de género que se experimenta es inmodificable.
Para estos tres grupos, ¿qué se ha hecho hasta ahora en España? Quizá lo más notable ha sido facilitar en la Seguridad Social la atención sanitaria especializada dirigida a la afirmación del género experimentado. Como recoge Gómez-Gil en varios trabajos recientes, las primeras genitoplastias se realizaron a principio de los años ochenta y la creación de unidades de género en hospitales de referencia empezaron a funcionar a partir de 1999. Estas unidades están formadas por equipos interdisciplinarios de endocrinología, psicología, psiquiatría, medicina interna y cirugía plástica que, desde su constitución hasta el pasado año, atendieron a más de 9.000 personas transgénero que lo solicitaron. Las personas que desean tratamiento de afirmación de género hormonal y, en algunos casos, también quirúrgico precisan la administración continuada de hormonas y requieren seguimiento para evitar efectos metabólicos y cardiovasculares adversos.
La creación de estos equipos ha costado un gran esfuerzo de formación individual y colectiva. Equipos que tienen reconocimiento internacional por la investigación científica que realizan, dirigida a velar por la salud y la calidad de vida de las personas transgénero. Hasta 2015, habían producido cerca de 200 artículos que cosecharon más de 3.000 citas en la literatura internacional, con una media de más de 50 citas los estudios utilizando resonancia magnética.
Las personas transgénero forman una minoría. La frecuencia de personas transgénero binarias en Europa se estima en 4,6 por 100.000 habitantes para las mujeres transgénero y 2,6 para los hombres transgénero. Para otras variantes de género, no existen datos. Podría parecer a los legisladores que consultar a personas o equipos con experiencia sanitaria sería apoyar la patologización de las variantes de género. Craso error, precisamente el historial de atención y las publicaciones científicas de estos equipos apuntan hacia la despatologización y la mejora de la calidad de vida. Lo que no sería prudente es legislar sin al menos escuchar a las personas que tienen una sustancial experiencia acumulada, y que conocen el 'know how' de cómo favorecer la calidad de vida de las personas transgénero.
Antonio Guillamon es catedrático emérito de Psicobiología en la UNED, miembro de la Academia de Psicología de España y de la International Academy of Sex Research.
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