El Norte de Castilla / Yolanda Rodríguez, con chaleco rosa, presidenta de Fundación Triángulo // |
La homofobia encubierta: Por qué cuesta tanto decir «no me llames Laura, llámame Lucas».
El comportamiento discriminatorio hacia el colectivo LGTBI es una de las grandes lacras que va desde el cine hasta los centros escolares.
Laura Linacero | El Norte de Castilla, 2022-06-26
https://www.elnortedecastilla.es/valladolid/homofobia-encubierta-normalizada-20220626190244-nt.html
Reto complicado. Pensar en una película romántica donde los protagonistas sean homosexuales. O un anuncio donde la familia perfecta alrededor de la mesa sea homoparental. O una modelo transexual. Aunque existen, y cada vez hay más ejemplos, todavía hoy sigue siendo difícil encontrar esas representaciones que tan sencillo resulta cuando se habla de la heterosexualidad. Esas pequeñas pinceladas ocultas en mensajes subliminales que defienden una estructura normativa son la previa de las actitudes homófobas que posteriormente se descubren. Las agresiones homófobas, a pesar de ser el efecto más visual de los comportamientos discriminatorios, son solo la cima del iceberg. «Se comienza con cosas pequeñas pero se va estimulando», comenta Meliza Escobar, voluntaria de la Fundación Triángulo que lucha por los derechos LGTBI.
Esas mínimas actitudes que pasan desapercibidas para los demás y a veces para el propio ejecutor, no son pasivas para la persona que lo sufre. «Hay ciertas miradas o insultos de broma que, en los centros educativos, siguen estando a la orden del día y pueden hacer mucho daño», asegura la presidenta de la Fundación Triángulo Castilla y León. Los entornos educativos son uno de los nidos donde se concentran esos comportamientos desde edades muy tempranas y en muchas ocasiones, los profesores no son capaces de detectar esos abusos o de reconocer los problemas del alumno. «Igual que los profesores identifican si un niño o una niña tiene problemas de audición y lenguaje, deberían saber ver si necesitan esa asistencia en el ámbito sexual», añade la presidenta.
En algunas ocasiones, esa ausencia de orientación y comprensión por parte de un entorno recurrente, como es el centro educativo, puede desencadenar en un problema de aislamiento. «Recuerdo el caso de un chico transexual en clase al que los profesores le llamaban por su nombre registrado y eso le creaba una situación incómoda por la que acabó dejando el grado», recuerda Meliza Escobar. Una ausencia de empatía que podría estar subsanada si, como comenta Yolanda Rodríguez, hubiera en el aula «un ambiente de confianza». «Cuesta mucho decir: 'no me llames Laura, llámame Lucas'», añade la voluntaria.
Educación sinónimo de inclusión
Para que ese acto de valentía deje de ser tal y no se trate de una confesión sino de un comentario menor, es fundamental la educación sexual. «Estamos desasistiendo a una población que está desarrollando su personalidad, y es fundamental que cuenten con esas herramientas para que puedan identificar qué es lo que les pasa», señala Yolanda Rodríguez. No solo en los centros educativos, también la educación desde casa es un recurso imprescindible aunque más complejo de estructurar. «Muchos padres en su día no tuvieron esa educación sexual y si sus hijos no las tienen, el día de mañana serán como esos padres. Es un problema endémico de nuestra sociedad», aseguraba.
Esto respondería a la pregunta de cómo una persona comienza a tener comportamientos homófobos. Además de una réplica de la conducta de los progenitores, esa actitud se inicia con microhomofobias que puede desencadenar en ese recelo hacia el colectivo. «La mayor microhomofobia es dar por supuesto que todos somos heteros. ¿Por qué se pregunta a una chica si tiene novio y no novia?», reflexionan en la Fundación. De igual manera, recuerdan cómo desde pequeños se intenta guiar el comportamiento del menor. «A niños y niñas de cinco años se les pregunta que si no tiene alguno novio o novia ya en clase, siempre del sexo opuesto, claro», apuntaba Yolanda Rodríguez.
«La mayor microhomofobia es dar por supuesto que todos somos heteros, ¿por qué?»
«De este rosario de cositas, vienen los problemas graves más adelante», sentencia la presidenta. Por eso, se considera la educación afectiva y sexual como la herramienta más eficaz para frenarlo, aunque emerjan discursos contrarios a esa diversidad. «El discurso de la ultraderecha está ahí, pero es muy fácil de desmontar porque está basado en mentiras. ¿Qué padre ha puesto una queja a la dirección provincial o al colegio porque los niños aprenden posturas en esos talleres? Es absurdo», apunta la presidenta. Sin embargo, no ceden ante esas presiones y defienden el apoyo al colectivo, a sus derechos y a la libertad de todas las personas. «La gente que cree que con su 17% de votos nos va a joder la vida a todos está muy equivocada», añade.
Lejos de «adoctrinar a los niños» como se intenta difundir, lo que se busca con estos talleres y charlas es que «los chicos y chicas no se tengan que buscar la vida viendo pornografía, será mucho mejor que un profesional en un ambiente seguro les estructure unos contenidos y ellos tengan la libertad de elegir qué quieren y cómo se sienten». Este tipo de formación no solo sería útil para que las personas que pertenezcan al colectivo LGTBI se sientan arropados y aliviados, sino también para que los compañeros lo asuman como algo normal y no sea objeto de burlas.
El doble filo de las redes sociales
Ahora las redes sociales se han impuesto como un altavoz para visibilizar injusticias y movilizar luchas sociales, pero también como una palestra para exhibir y humillar a los más vulnerables. «Es una forma de acoso que antes no existía. Las de toda la vida se mantienen, y las nuevas se suman», apunta Yolanda Rodríguez. Esta ya no tan nueva forma de acoso es especialmente dañina puesto que «tiene mucha más difusión y un impacto más grave para la persona que lo sufre». Este tipo de medio ofrece al agresor la posibilidad de esconderse detrás de una pantalla, y con ello, como comenta Meliza Escobar, «se empoderan porque no se lo están diciendo a la cara». Un arma de doble filo que por un lado corta y daña, pero también tiene el poder de coser la herida con el respaldo de una comunidad.
Golpe a la censura
La producción audiovisual ha ayudado en los últimos años a aumentar el número de referentes y construir ejemplos que sirven de guía a multitud de jóvenes. «Ya los personajes homosexuales no son pedófilos o delincuentes, ahora tienen una trama normal», comenta Yolanda Rodríguez. Además, personalidades reconocidas que hablan abiertamente de su sexualidad consiguen que cientos de personas imiten su valentía. «Es importante tener ejemplos de historias buenas», asegura.
Hasta hace unos años, eran series y películas contadas las que incluían una trama homosexual. Ahora, se abre camino en las producciones de animación para incluir personajes homosexuales pero todavía es pedregosa la andadura y el estreno de la película 'Lightyear' solo ha hecho que confirmarlo. La historia del origen de Buzz Lightyear, el héroe que inspiró al juguete, ha estado en pleno debate por una escena en la que aparece el beso entre dos mujeres que forman una pareja lésbica.
Un hecho que reafirma la necesidad de luchar por unos derechos y que ha suscitado una indignación injustificada. «Nos escandalizamos por ver a dos mujeres dándose un beso, pero no cuando vimos a Aladdin y Jasmine haciendo lo mismo sobre la alfombra o Jane desmelenada detrás de Tarzán», lamentan desde la asociación. Una molestia que solo hace que revelar que «el problema es que las muestras de cariño heterosexuales las vemos como normal, pero entre homosexuales ya no se ve tan normal.»
Esas mínimas actitudes que pasan desapercibidas para los demás y a veces para el propio ejecutor, no son pasivas para la persona que lo sufre. «Hay ciertas miradas o insultos de broma que, en los centros educativos, siguen estando a la orden del día y pueden hacer mucho daño», asegura la presidenta de la Fundación Triángulo Castilla y León. Los entornos educativos son uno de los nidos donde se concentran esos comportamientos desde edades muy tempranas y en muchas ocasiones, los profesores no son capaces de detectar esos abusos o de reconocer los problemas del alumno. «Igual que los profesores identifican si un niño o una niña tiene problemas de audición y lenguaje, deberían saber ver si necesitan esa asistencia en el ámbito sexual», añade la presidenta.
En algunas ocasiones, esa ausencia de orientación y comprensión por parte de un entorno recurrente, como es el centro educativo, puede desencadenar en un problema de aislamiento. «Recuerdo el caso de un chico transexual en clase al que los profesores le llamaban por su nombre registrado y eso le creaba una situación incómoda por la que acabó dejando el grado», recuerda Meliza Escobar. Una ausencia de empatía que podría estar subsanada si, como comenta Yolanda Rodríguez, hubiera en el aula «un ambiente de confianza». «Cuesta mucho decir: 'no me llames Laura, llámame Lucas'», añade la voluntaria.
Educación sinónimo de inclusión
Para que ese acto de valentía deje de ser tal y no se trate de una confesión sino de un comentario menor, es fundamental la educación sexual. «Estamos desasistiendo a una población que está desarrollando su personalidad, y es fundamental que cuenten con esas herramientas para que puedan identificar qué es lo que les pasa», señala Yolanda Rodríguez. No solo en los centros educativos, también la educación desde casa es un recurso imprescindible aunque más complejo de estructurar. «Muchos padres en su día no tuvieron esa educación sexual y si sus hijos no las tienen, el día de mañana serán como esos padres. Es un problema endémico de nuestra sociedad», aseguraba.
Esto respondería a la pregunta de cómo una persona comienza a tener comportamientos homófobos. Además de una réplica de la conducta de los progenitores, esa actitud se inicia con microhomofobias que puede desencadenar en ese recelo hacia el colectivo. «La mayor microhomofobia es dar por supuesto que todos somos heteros. ¿Por qué se pregunta a una chica si tiene novio y no novia?», reflexionan en la Fundación. De igual manera, recuerdan cómo desde pequeños se intenta guiar el comportamiento del menor. «A niños y niñas de cinco años se les pregunta que si no tiene alguno novio o novia ya en clase, siempre del sexo opuesto, claro», apuntaba Yolanda Rodríguez.
«La mayor microhomofobia es dar por supuesto que todos somos heteros, ¿por qué?»
«De este rosario de cositas, vienen los problemas graves más adelante», sentencia la presidenta. Por eso, se considera la educación afectiva y sexual como la herramienta más eficaz para frenarlo, aunque emerjan discursos contrarios a esa diversidad. «El discurso de la ultraderecha está ahí, pero es muy fácil de desmontar porque está basado en mentiras. ¿Qué padre ha puesto una queja a la dirección provincial o al colegio porque los niños aprenden posturas en esos talleres? Es absurdo», apunta la presidenta. Sin embargo, no ceden ante esas presiones y defienden el apoyo al colectivo, a sus derechos y a la libertad de todas las personas. «La gente que cree que con su 17% de votos nos va a joder la vida a todos está muy equivocada», añade.
Lejos de «adoctrinar a los niños» como se intenta difundir, lo que se busca con estos talleres y charlas es que «los chicos y chicas no se tengan que buscar la vida viendo pornografía, será mucho mejor que un profesional en un ambiente seguro les estructure unos contenidos y ellos tengan la libertad de elegir qué quieren y cómo se sienten». Este tipo de formación no solo sería útil para que las personas que pertenezcan al colectivo LGTBI se sientan arropados y aliviados, sino también para que los compañeros lo asuman como algo normal y no sea objeto de burlas.
El doble filo de las redes sociales
Ahora las redes sociales se han impuesto como un altavoz para visibilizar injusticias y movilizar luchas sociales, pero también como una palestra para exhibir y humillar a los más vulnerables. «Es una forma de acoso que antes no existía. Las de toda la vida se mantienen, y las nuevas se suman», apunta Yolanda Rodríguez. Esta ya no tan nueva forma de acoso es especialmente dañina puesto que «tiene mucha más difusión y un impacto más grave para la persona que lo sufre». Este tipo de medio ofrece al agresor la posibilidad de esconderse detrás de una pantalla, y con ello, como comenta Meliza Escobar, «se empoderan porque no se lo están diciendo a la cara». Un arma de doble filo que por un lado corta y daña, pero también tiene el poder de coser la herida con el respaldo de una comunidad.
Golpe a la censura
La producción audiovisual ha ayudado en los últimos años a aumentar el número de referentes y construir ejemplos que sirven de guía a multitud de jóvenes. «Ya los personajes homosexuales no son pedófilos o delincuentes, ahora tienen una trama normal», comenta Yolanda Rodríguez. Además, personalidades reconocidas que hablan abiertamente de su sexualidad consiguen que cientos de personas imiten su valentía. «Es importante tener ejemplos de historias buenas», asegura.
Hasta hace unos años, eran series y películas contadas las que incluían una trama homosexual. Ahora, se abre camino en las producciones de animación para incluir personajes homosexuales pero todavía es pedregosa la andadura y el estreno de la película 'Lightyear' solo ha hecho que confirmarlo. La historia del origen de Buzz Lightyear, el héroe que inspiró al juguete, ha estado en pleno debate por una escena en la que aparece el beso entre dos mujeres que forman una pareja lésbica.
Un hecho que reafirma la necesidad de luchar por unos derechos y que ha suscitado una indignación injustificada. «Nos escandalizamos por ver a dos mujeres dándose un beso, pero no cuando vimos a Aladdin y Jasmine haciendo lo mismo sobre la alfombra o Jane desmelenada detrás de Tarzán», lamentan desde la asociación. Una molestia que solo hace que revelar que «el problema es que las muestras de cariño heterosexuales las vemos como normal, pero entre homosexuales ya no se ve tan normal.»
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