miércoles, 31 de julio de 2019

#hemeroteca #lgtbi #lgtbifobia | Visibilidad para combatir la homofobia

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Visibilidad para combatir la homofobia.
Ana Murillo · Bollera, feminista y activista LGTB | 1 de cada 10, 20 Minutos, 2019-07-31

https://blogs.20minutos.es/1-de-cada-10/2019/07/31/visibilidad-combatir-la-homofobia/

Llegó Vox a las instituciones y nos miramos las unas a las otras preguntándonos cómo había podido ocurrir. A partir de ese momento, asistimos entre la perplejidad y el espanto, día sí y día también, a afirmaciones que a muchas nos dejan la sangre helada, produciéndose una escalada en el nivel de odio hacia el colectivo LGTB que no parece tener fin. O sí, pero queremos pensar que el fin al que ellos aspiran, una sociedad totalmente cisheteronormada, homogénea y nacionalcatólica, queda lejos.

No pondré ejemplos de las barbaridades que llevamos escuchando durante este tiempo porque todas las tenemos en la cabeza y porque aún hoy algunas nos debatimos entre si reproducirlas una y otra vez es una estrategia que nos beneficia o nos perjudica.

Sí. Llegó la ultraderecha a las instituciones y buscamos el abrazo de las nuestras mientras mantenemos de nuevo debates en las redes sociales y en nuestros entornos que ya creíamos superados. “Mi pareja ha votado a Vox”, me dicen. Tan cerca están. En la cena de fin de curso, en el bautizo de una sobrina, en la cocina de la oficina, en el bar en el que has quedado, en el encuentro anual de primos hermanos, en el Facebook de aquella compañera de clase... enfrentamos opiniones como si del día de la marmota se tratase, como si estuviésemos de nuevo en la casilla de salida.

Las afirmaciones van desde las más pueriles hasta las que atentan gravemente contra nuestros derechos y libertades. Pero no nos engañemos, todas y cada una de ellas forman parte de un continuo discursivo en el que los unos se alimentan de los otros (y viceversa) para despojarnos de nuestra condición de iguales. Nos paramos frente a ellos con la esperanza de que desechen esa imagen del otro/la otra, del extraño/la extraña, que quieren imponer, y les preguntamos: ¿En qué momento abandona alguien el respeto por los derechos humanos, por la diversidad y la diferencia y se lanza a colaborar con el sostenimiento de posiciones fascistas y de odio?

Los discursos de la ultraderecha también han llegado sin sonrojo ni moderación a las televisiones y al resto de medios de comunicación y escuchamos cómo nuestras disidencias sexuales y/o de género son motivo de debate. Miro a mi madre mientras lo vemos en silencio. Mantiene controlado un miedo a punto de desbordarse. Estas cosas ya las había escuchado antes, pero ahora, además, una de sus hijas es lesbiana. Santiago Abascal afirma muy orgulloso en una entrevista que su partido político “ha conseguido condicionar el debate público y hablar de asuntos que la izquierda había vetado, habiendo derrotado la dictadura de la corrección política”. Deben de pensar que el deseo de las personas LGTB de tener vidas dignas es una cuestión a debatir dentro de la corrección o incorrección política. Cambiamos de canal.

Se ha multiplicado la sensación de peligro, de fragilidad. El fascismo, legitimado por el PP y Ciudadanos para poder alcanzar pactos de gobierno, ya está aquí y detecto en las personas LGTB cercanas, en mis compañeras y en mí misma, un nivel de alerta inusual, y eso que podríamos decir que la alerta es nuestro estado natural desde el momento en el que eres consciente y asumes que vas a tener que desarrollarte y relacionarte con/en un mundo abiertamente hostil. Recuerdo cuando tenía 13 años y una familiar traía a casa panfletos en los que se explicaba cómo “curar la homosexualidad”. Treinta años después volvemos a escucharlo y el estruendo que provoca en nuestros cuerpos y en nuestras memorias se hace insoportable.

Para nosotras, el simple gesto de darnos la mano por la calle siempre fue un ejercicio de resistencia. Seguimos haciéndolo mientras los discursos de odio y las amenazas y agresiones LGTBfóbicas aumentan. Nos miramos entre nosotras, nos sonreímos, nos abrazamos, bailamos, follamos y sentimos la urgencia de seguir creando y sosteniendo espacios seguros, nuestras comunidades y redes afectivas. Estas han sido siempre y seguirán siendo nuestro soporte y refugio, por lo que tendremos que extremar el cuidado entre nosotras, estar especialmente atentas a momentos de debilidad y preparadas para ofrecer respuestas para cuando alguna de las nuestras esté en apuros, especialmente aquellas que dentro de nuestro colectivo son aún más vulnerables, las racializadas, las migrantes, las trans, las marimachos, etc.

Hemos hecho de la visibilidad nuestra mejor arma para combatir la homofobia y el fascismo. Para ensanchar las fronteras de lo que este sistema considera aceptable y respetable, para que ninguna de las nuestras vuelva a quedar a su suerte o aislada. Una visibilidad que debería contar con un movimiento LGTB organizado y dispuesto a no dejar el espacio público vacío, a no hacer concesiones, y a dar la batalla por la defensa de nuestras libertades y derechos, en toda nuestra diversidad y pluralidad. Escribe bell hooks que el lenguaje es también un lugar de combate. Seguiremos denunciando a los fascistas que intentan inocular su odio y señalando sin fatiga a los que con sus posturas equidistantes hacen de altavoz y colaboran con sus campañas de propaganda.

Son varias décadas de lucha, son muchos años de generar estrategias de supervivencia y muchas las bolleras, trans, maricas y bi que nos han precedido y que nos legaron sus experiencias, sus pensamientos, sus teorías, sus vivencias. Un conocimiento y una lucha que depositaron en nosotras y que, a su vez, depositaremos en las generaciones más jóvenes. Con toda esta herencia, esta orgullosa herencia, a nosotras no nos van a engañar.

Sabemos quiénes son, unos y otros, y sabemos qué quieren.

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