martes, 23 de julio de 2019

#hemeroteca #trans #prostitucion | Las mafias utilizan los pisos turísticos de Madrid para explotar a los transexuales

Imagen: ABC
Las mafias utilizan los pisos turísticos de Madrid para explotar a los transexuales.
Por primera vez la Policía Nacional desmantela una red criminal que ha tenido bajo su control varios años a cientos de venezolanos y colombianos.
M.J. Álvarez | ABC, 2019-07-23
https://www.abc.es/espana/madrid/abci-mafias-utilizan-pisos-turisticos-madrid-para-explotar-transexuales-201907222100_noticia.html

Hace ya tiempo que la prostitución empezó a abandonar la calle para recluirse en viviendas, lo que convierte a las mafias en mucho más impunes y a las víctimas de la trata en más vulnerables todavía. Lo último, son los pisos turísticos en donde por primera vez ha sido desmantelada una red criminal que ha tenido bajo su control durante años a cientos de transexuales venezolanos y colombianos, según las fuentes policiales consultadas por ABC. Ha habido seis detenidos y ocho víctimas liberadas.

Pero vayamos por partes. El fenómeno de «ocultar» o «invisibilizar» la trata de seres humanos con fines de explotación sexual comenzó a extenderse como una plaga hace más de un lustro hasta el punto de que, prácticamente, ya no hay ningún distrito ni municipio que se libre del mismo y no cuente con alguno de esos «pisos-prostíbulos». En ocasiones hay varios en un mismo edificio, para temor del vecindario.

El máximo exponente lo constituyen los «macroburdeles verticales», es decir, inmuebles enteros dedicados a la trata de seres humanos. Su máximo exponente se encuentra desde hace más de un cuarto de siglo en pleno corazón del paseo de las Delicias (127 y 133). A pesar de las redadas y de los esfuerzos policiales, la actividad no ha cesado y las bandas siguen explotando a un centenar de mujeres.

Si ya es difícil luchar contra la prostitución, una actividad alegal en nuestro país que obliga a la víctima a denunciar a su extorsionador –se castiga el proxenetismo– lo es más aún cuando el explotado es una transexual. Se mueven en un círculo muchísimo más cerrado en el que ellas mismas se marginan y autoexcluyen. Además del miedo a las mafias que las someten, como a todas las personas en su misma situación, suelen callar por vergüenza las amenazas, las vejaciones, los golpes, las violaciones... Por los tópicos, los prejuicios y el temor a que no las crean si se atreven a prestar testimonio, sobre todo, ante un juez. Así lo indicaron a ABC mandos policiales.

Estas redes, en su afán de sacar partido a su turbio negocio con el menor coste y riesgo posible no dejan de buscar nuevas fórmulas que les permitan actuar con mayor impunidad. La última ha sido la de los pisos turísticos ilegales (o no registrados) que alquilan particulares sin escrúpulos al mejor postor. Se trata de un reducto que facilita el negocio de estos clanes, dado que el encargado de alquilar la vivienda ni siquiera está obligado a facilitar su DNI ni su nómina, les basta con entregar el dinero. «Todo es en negro». De ahí que si las herramientas legales dificultan a la Policía y Guardia Civil combatir estas prácticas, el asunto se complica aún más cuando estas se producen en un domicilio privado. Este es inviolable y solo se puede entrar en él con una orden judicial. Por ello, muchas causas se quedan en agua de borrajas, afirman las mismas fuentes.

Pareja y sexo con clientes
No ha sido el caso de la operación Dinastía o Zalhinca en la que la Brigada Provincial de Extranjería y Documentación ha acabado con una organización internacional que ha explotado a cientos de transexuales durante varios años. Fueron dos de ellas las que dieron pie a las investigaciones, ya que se atrevieron a denunciar: uno en Madrid y otro en Valencia.

Los cabecillas eran una pareja de «novias» venezolanas, de 34 y 35 años, que también tenían sexo de pago con los clientes que ellos elegían. No ocurría lo mismo con las víctimas, compatriotas y, en menor medida, colombianas. Antiguas traficadas, coaccionadas por la red, captaban a otras transexuales de entre 20 y 30 años sin recursos prometiéndoles grandes beneficios. Los que seguían siendo explotados les enviaban el dinero para viajar a España como «turistas» y ocultar, así, la identidad de los miembros del entramado criminal. Al aterrizar, se daban de bruces con la vieja y terrible historia: eran recluidas en los pisos turísticos, les retiraban la documentación y el dinero y les explicaban cuáles eran sus verdaderas condiciones laborales. «Debían estar disponibles las 24 horas todos los días de la semana y obligadas, además, a consumir drogas con los clientes».

Controladas y vigiladas por cámaras, eran objeto de amenazas telefónicas, igual que sus familias. No eran libres hasta que no abonaban el precio de la deuda contraída que engordaban y podía alcanzar los 15.000 euros. Les cobraban por todo: por la habitación, la comida, los anuncios en internet...

Las transexuales recalaban en Madrid y Barcelona hasta que saldaban parte de la deuda y mostraban «obediencia». Entonces las llevaban a otros puntos de España durante unos 20 días para abarcar mayor clientela. De los seis detenidos, tres cayeron en Madrid (en la calle de la Cabeza), entre ellos los líderes de la red –que ingresaron en prisión– y otros tres en Barcelona. Ocho víctimas fueron liberadas.

«Low cost»
Los servicios de los transexuales son mucho más caros que los realizados por las meretrices. Hablando en términos «low cost» en los piso vacacionales, una hora puede costar los 300 euros y media, 200, sin extras o peticiones especiales eróticas ni drogas, circunstancias que van subiendo el precio.

Se trata de la misma cantidad que puede obtener una mujer realizando diez relaciones «normalitas» a 20 o 30 euros por cada una. «Aunque parezca excesivo, a algunas chicas las obligan a realizar hasta 15 al día», precisaron las misma fuentes. En la calle sucede más o menos igual con las tarifas.

El parque del Oeste, la Casa de Campo o el polígono Marconi (Villaverde)... son algunos de los puntos en donde se concentran transexuales, muchas traficadas. Algunas de los que fueron explotadas en la operación Dinastía acabaron en Dubai en hoteles de lujo, aún a riesgo de su propia vida o de la cárcel. Su objetivo: ganar el máximo dinero en el mínimo tiempo para luego regresar. Y volver a hacer lo mismo. «La sociedad no facilita nuestra integración», aseguró Marlene en el polígono Marconi.

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