Imagen: El Confidencial |
En territorios llenos de restricciones a las libertades individuales, el deporte constituye otro frente en la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres
Jime Castillo | El Cionfidencial, 2013-12-16
http://www.elconfidencial.com/deportes/futbol/internacional/2013-12-16/el-hiyab-mantiene-vivo-el-amor-por-el-deporte-de-las-mujeres-en-iran_66520/
El Quijote Arena de Ciudad Real acoge, junto a la otra sede, sita en la ciudad manchega de Alcázar de San Juan, la cuarta edición del Mundial femenino de fútbol-sala que tendrá lugar hasta el día 20 de este mes. En su jornada inaugural, la selección de Irán, vigente subcampeona asiática, derrotaba por un contundente 11-0 a Malasia. En lo deportivo, un partido carente de historia donde la calidad de las iraníes apabulló a sus rivales con un juego combinativo en el que Feresteh, Karimi y Fatemej se erigieron en las jugadores más destacadas del encuentro. Hasta aquí nada especial, de no ser por el atuendo que lucieron las integrantes del combinado iraní, quienes aparecieron sobre la pista con el habitual ‘hiyab’ (velo o pañuelo islámico).
En Irán, como en otras monarquías y repúblicas islámicas de Oriente Medio, la práctica del deporte por parte de las mujeres se encuentra sometido al implacable yugo de unnos regímenes donde la libertad y la igualdad tienden a ser asignaturas pendientes. El código de vestimenta, que tantos problemas les ha supuesto a la hora de participar en competiciones internacionales, es sólo la cara visible de una pesadilla que muchas mujeres lloran en silencio.
En nombre del Islam y la desigualdad
Las mujeres iraníes han tenido que luchar para conseguir todos sus derechos: viajar sola o que su testimonio no cuente la mitad que el de los varones en un juicio, son sólo dos muestras de la infamia a la que viven sometidas. Y el derecho a ser deportistas o tan siquiera a practicar deporte no es menos. La revolución islámica que acabó con el gobierno del Sha arrinconó al deporte y lo sometió a los más férreos preceptos religiosos.
La ausencia de promoción de las actividades deportivas de la mujer desde la infancia limitan su proyección y la oportunidad de que vean la actividad física como una opción, no ya de trabajo, sino como simple pasatiempo. Corredoras, futbolistas y deportistas de otras disciplinas son obligadas a competir con pantalones largos, batas hasta la rodilla o el tan debatido pañuelo. Menos aún que sus partidos sean vistos por el género masculino.
Por ejemplo, está prohibido que un entrenador o preparador físico varon se desplace con las mujeres. De no existir alguna mujer capacitada para el cargo de preparadora técnica el equipo no participará en la competición internacional. Esto fue lo que sucedió con el equipo de voleibol de Irán, en tiempos una poténcia en el continente asiático que no se presentaba a los campeonatos por carecer de una mujer a sus mandos.
Otro de los principales impedimentos tiene lugar en las disciplinas deportivas que supongan mínimo contacto físico con un árbitro. Una prohibición que data del día que un juez levantó el brazo de una taekwondina al final de un combate para declararla vencedora. Una ofensa inasumible para los dirigentes del país. "No es sólo ganar medallas, sino promover la cultura islámica", comentó en su día el presidente del comité olímpico iraní.
Una ristra de obstáculos que debilitan tanto su capacidad de medirse con otras atletas como su imagen en las citas internacionales. Como manifestó en su día la activista y Nobel de la Paz Shirin Ebadi, nos encontramos en un país donde “la vida de una mujer vale la mitad que la de un hombre”. Un deporte con un potencial y una afición probadas donde, sin embargo, las mujeres son víctimas de los preceptos religiosos que provocan una igualdad de género inexistente. El afán de modernidad no casa con el apego a la tradición más radical. Una apertura de miras que en la práctica queda reducida a contadas y mínimas concesiones.
Hace unos años se trató de promover unos Juegos Islámicos Femeninos, donde el atuendo islámico sería el uniforme para las mujeres. Una idea que no cuajó y que, además de ostentar una reputación deportiva más que discutible, no haría sino ahondar un poco más en la segregación entre hombres y mujeres. Eso u optar por recondur su camino. Este fue el caso de Nasim Hasampur, la representante iraní de tiro en Atenas '04. A pesar de ser una reputada gimnasta, la imposibilidad de lucir mallas en público hizo que decidiera reconvertirse profesionalmente.
Los últimos Juegos Olímpicos Londres iban camino de convertirse en un hito en la historia del olimpismo femenino iraní. Ocho atletas se iban a dar cita en la capital británica. Un excelente reportaje muestra las curiosas historias de sus participantes. Pero no todo fueron risas y celebraciones. A escasos días del comienzo de la última cita olímpica, la lanzadora de tiro con arco, Zahra Dehghan, decidió renunciar a competir bajo la bandera de su país de origen hasta que la cúpula de la Federación Iraní de Tiro con Arco no cambiara: "A día de hoy, no vamos a ninguna parte. Estamos malgastando nuestro tiempo. A partir de ahora entrenaré por mi cuenta y no competiré con el equipo nacional. Espero que este sistema algún día cambie". En el caso de la natación, sus nadadoras sólo pueden competir ante público y jueces femeninos.
Algo que también se reproduce en los países vecinos donde el islamismo lo inunda todo. Otro ejemplo del cruel agravio lo encontramos en Arabia Saudí, uno de los territorios más restrictivos en lo que a derechos femeninos se refiere. El principal productor de petróleo del planeta obliga a sus mujeres a cubrirse de negro de la cabeza a los pies, les prohíbe conducir y las somete al 'cuidado' de un hombre. Centrándonos en el deporte, y aludiendo siempre a razones religiosas y costumbristas, también las ha apartado del deporte. Sin ir más lejos, desde que se extendió la escolarización a las niñas, la educación física (en los colegios públicos, los privados son otro cantar) no formaba parte de la oferta escolar. En 2004 las facciones más liberales del régimen quisieron introducir el ejercicio en las escuelas públicas, pero los líderes religiosos tumbaron la propuesta de forma inexorable.
El fiasco de la 'Revolución del fútbol'
Aunque las limitaciones se extienden a lo largo y ancho del mundo del deporte, el fútbol, por su peso y afición, merece especial mención. El deporte rey en el territorio persa goza de una afición contrastada. A pesar de las vicisitudes, el pasado viernes su selección femenina ocupaba el puesto 53 -13 si nos ceñimos a Asia- en el ranking FIFA. Paradójicamente, el principal estadio de fútbol del país recibe el nombre de Azadi, libertad en persa. Un coloso que se encuentra entre los diez mejores del planeta pero que tendrá que esperar hasta ver a sus mujeres alcanzando una libertad deportiva (extradeportiva también) todavía muy lejana.
Al igual que en los demás aspectos de la vida, a partir de 1979, el gobierno islámico ocupó los puestos de mando futbolísticos del país. Y como no podía ser de otra manera, en el punto de mira siempre han estado las mujeres. Los años pasaron sin mayores síntomas de rebeldía hasta que, en la clasificación para el Mundial de Francia '98, tuvo lugar un hecho sin precedentes en la historia reciente del país asiático. Tras el sorprendente empate ante Australia, unas cinco mil mujeres aparecieron en el estadio bajo una histórica proclama: “Somos parte de esta nación. También nosotras queremos celebrar. No somos hormigas”. En nombre del Islam las fuerzas del orden desalojaron la protesta.
Meses después, tras la derrota de Irán a Estados Unidos en la fase final del Mundial, muchas mujeres salieron a la calle sin su ya inseparable velo y algunas parejas de adolescentes formaban parte de la celebración. Dos hechos que, unidos a la populista propuesta del ex presidente Ahmadinejad que pretendía crear un área en los estadios para las mujeres, parecían sentar las bases de un hipotético cambio. Sin embargo, la omnipresente mano de la casta clerical cercenó sus sueños.
En este contexto, la lucha por la libertad a la hora de practicar fútbol por parte de las mujeres ha llegado hasta el máximo estamento del fútbol a nivel mundial. Joseph Blatter, presidente de la FIFA, no dudó en mostrar su voluntad y deseo para modificar la ley que prohíbe a las mujeres iraníes acudir a los estadios. Fue el pasado mes de noviembre durante una visita a la República Islámica cuando, tras entrevistarse con el presidente, Hasán Rohaní, ‘Seep’ Blatter hacía pública la siguiente afirmación: "He tenido la oportunidad de plantear que podrían cambiar una de las normas de aquí para que las mujeres puedan asistir a partidos de fútbol. Ustedes han desarrollado mucho el fútbol femenino aquí y esto también es fútbol femenino".
Paradójicamente, y pese al evidente cerco a las libertades de sus mujeres a la hora de practicar deporte, los países islámicos poseen otros atractivos que gustan a la FIFA. Si no, pocos se explican algunas decisiones como la celebración del Mundial de Fútbol de 2022 en Catar, un lugar donde, pese a la relativa inclusión de sus mujeres en competiciones deportivas internacionales, los derechos y libertades distan de estar plenamente garantizados.
Pese al contrasentido, la organización encargada de gobernar el fútbol a nivel mundial trata de defender la integridad de las mujeres a su manera. Durante la fase de clasificación para los Juegos Olímpicos de Londres, la FIFA impidió a la selección iraní disputar el encuentro que les debía enfrentar a Jordania. Las jugadoras iraníes saltaban al césped ataviadas con un chándal blanco y un pañuelo que les cubría la cabeza y las orejas. El equipo fue informado minutos antes del choque que no podría disputar el encuentro porque su uniforme infringía las normas de vestimenta impuestas por la FIFA. Finalmente las iraníes perdían el encuentro por 3-0. Una controversia que generó un intento debate a diferentes niveles. Cristina Avellán, joven alicantina que dirigiera la selección de fútbol sala de Irán en 2007, apoyaba a las jugadoras y reconocía que "el velo es parte de su cuerpo". En 2006 la selección juvenil femenina de Irán fue descalificada de los Juegos Olímpicos Juveniles por el mismo motivo.
Olimpismo: ejemplo de una lucha con la esperanza en el horizonte
La alianza entre los islamistas radicales a la hora de desincentivar y dificultar la participación de la mujer en el deporte ha sido una constante. Una dura rutina ante la que muchas mujeres empiezan a revelarse dentro y fuera del deporte. Dentro del panorama deportivo nos topamos con aguerridas y valientes mujeres para quienes su amor por el deporte siempre estuvo por encima de los ritos y las costumbres imperantes en sus lugares de origen. En la retina de todos está el oro de Nawal al Mutawakel en los 400 metros vallas de Los Ángeles ’84. La atleta marroquí se convirtió en la primera mujer de un país árabe en conquistar una medalla olímpica.
Tras ella llegaría Hassiba Boulmerka con un triunfo tan inolvidable como triste en el 1.500 de Barcelona ’92. La argelina se convirtió en un ejemplo para muchas mujeres árabes. Sin embargo, las amenazas de los grupos fundamentalistas, quienes le recriminaban correr en pantalón corto y negarse a usar el velo en público, la obligaron a emigrar a Europa. Cuatro años más tarde, en Atlanta ’96, la siria Ghada Shouaa se imponía en la exigente prueba de Héptalon, convirtiéndose así en toda una estrella. En Atenas '04, Robina Muqeemyar fue la única mujer de la delegación afgana que participó en la prueba de 100 metros con pantalones largos y camiseta de mangas.
De la misma forma, en 2010, los Juegos Olímpicos de Invierno de Vancouver fueron testigo de la primera participación de una mujer iraní en la cita invernal. Demasiados años de espera para un territorio con imponentes cumbres que goza de hasta nueve meses de nieve al año en algunas zonas. La destreza de Marjan Kalhor sorteando puertas le hizo merecedora de una plaza en la prueba de eslalon. A pesar de que algunos ayatolás tildan al esquí como una disciplina "inapropiada para las mujeres", en su día, Isa Saveh Shemshaki, presiente de la Federación Iraní de Esquí, no dudó en respaldar la clasificación de su deportista. Eso sí, "vestida de forma apropiada islámica".
En Irán, como en otras monarquías y repúblicas islámicas de Oriente Medio, la práctica del deporte por parte de las mujeres se encuentra sometido al implacable yugo de unnos regímenes donde la libertad y la igualdad tienden a ser asignaturas pendientes. El código de vestimenta, que tantos problemas les ha supuesto a la hora de participar en competiciones internacionales, es sólo la cara visible de una pesadilla que muchas mujeres lloran en silencio.
En nombre del Islam y la desigualdad
Las mujeres iraníes han tenido que luchar para conseguir todos sus derechos: viajar sola o que su testimonio no cuente la mitad que el de los varones en un juicio, son sólo dos muestras de la infamia a la que viven sometidas. Y el derecho a ser deportistas o tan siquiera a practicar deporte no es menos. La revolución islámica que acabó con el gobierno del Sha arrinconó al deporte y lo sometió a los más férreos preceptos religiosos.
La ausencia de promoción de las actividades deportivas de la mujer desde la infancia limitan su proyección y la oportunidad de que vean la actividad física como una opción, no ya de trabajo, sino como simple pasatiempo. Corredoras, futbolistas y deportistas de otras disciplinas son obligadas a competir con pantalones largos, batas hasta la rodilla o el tan debatido pañuelo. Menos aún que sus partidos sean vistos por el género masculino.
Por ejemplo, está prohibido que un entrenador o preparador físico varon se desplace con las mujeres. De no existir alguna mujer capacitada para el cargo de preparadora técnica el equipo no participará en la competición internacional. Esto fue lo que sucedió con el equipo de voleibol de Irán, en tiempos una poténcia en el continente asiático que no se presentaba a los campeonatos por carecer de una mujer a sus mandos.
Otro de los principales impedimentos tiene lugar en las disciplinas deportivas que supongan mínimo contacto físico con un árbitro. Una prohibición que data del día que un juez levantó el brazo de una taekwondina al final de un combate para declararla vencedora. Una ofensa inasumible para los dirigentes del país. "No es sólo ganar medallas, sino promover la cultura islámica", comentó en su día el presidente del comité olímpico iraní.
Una ristra de obstáculos que debilitan tanto su capacidad de medirse con otras atletas como su imagen en las citas internacionales. Como manifestó en su día la activista y Nobel de la Paz Shirin Ebadi, nos encontramos en un país donde “la vida de una mujer vale la mitad que la de un hombre”. Un deporte con un potencial y una afición probadas donde, sin embargo, las mujeres son víctimas de los preceptos religiosos que provocan una igualdad de género inexistente. El afán de modernidad no casa con el apego a la tradición más radical. Una apertura de miras que en la práctica queda reducida a contadas y mínimas concesiones.
Hace unos años se trató de promover unos Juegos Islámicos Femeninos, donde el atuendo islámico sería el uniforme para las mujeres. Una idea que no cuajó y que, además de ostentar una reputación deportiva más que discutible, no haría sino ahondar un poco más en la segregación entre hombres y mujeres. Eso u optar por recondur su camino. Este fue el caso de Nasim Hasampur, la representante iraní de tiro en Atenas '04. A pesar de ser una reputada gimnasta, la imposibilidad de lucir mallas en público hizo que decidiera reconvertirse profesionalmente.
Los últimos Juegos Olímpicos Londres iban camino de convertirse en un hito en la historia del olimpismo femenino iraní. Ocho atletas se iban a dar cita en la capital británica. Un excelente reportaje muestra las curiosas historias de sus participantes. Pero no todo fueron risas y celebraciones. A escasos días del comienzo de la última cita olímpica, la lanzadora de tiro con arco, Zahra Dehghan, decidió renunciar a competir bajo la bandera de su país de origen hasta que la cúpula de la Federación Iraní de Tiro con Arco no cambiara: "A día de hoy, no vamos a ninguna parte. Estamos malgastando nuestro tiempo. A partir de ahora entrenaré por mi cuenta y no competiré con el equipo nacional. Espero que este sistema algún día cambie". En el caso de la natación, sus nadadoras sólo pueden competir ante público y jueces femeninos.
Algo que también se reproduce en los países vecinos donde el islamismo lo inunda todo. Otro ejemplo del cruel agravio lo encontramos en Arabia Saudí, uno de los territorios más restrictivos en lo que a derechos femeninos se refiere. El principal productor de petróleo del planeta obliga a sus mujeres a cubrirse de negro de la cabeza a los pies, les prohíbe conducir y las somete al 'cuidado' de un hombre. Centrándonos en el deporte, y aludiendo siempre a razones religiosas y costumbristas, también las ha apartado del deporte. Sin ir más lejos, desde que se extendió la escolarización a las niñas, la educación física (en los colegios públicos, los privados son otro cantar) no formaba parte de la oferta escolar. En 2004 las facciones más liberales del régimen quisieron introducir el ejercicio en las escuelas públicas, pero los líderes religiosos tumbaron la propuesta de forma inexorable.
El fiasco de la 'Revolución del fútbol'
Aunque las limitaciones se extienden a lo largo y ancho del mundo del deporte, el fútbol, por su peso y afición, merece especial mención. El deporte rey en el territorio persa goza de una afición contrastada. A pesar de las vicisitudes, el pasado viernes su selección femenina ocupaba el puesto 53 -13 si nos ceñimos a Asia- en el ranking FIFA. Paradójicamente, el principal estadio de fútbol del país recibe el nombre de Azadi, libertad en persa. Un coloso que se encuentra entre los diez mejores del planeta pero que tendrá que esperar hasta ver a sus mujeres alcanzando una libertad deportiva (extradeportiva también) todavía muy lejana.
Al igual que en los demás aspectos de la vida, a partir de 1979, el gobierno islámico ocupó los puestos de mando futbolísticos del país. Y como no podía ser de otra manera, en el punto de mira siempre han estado las mujeres. Los años pasaron sin mayores síntomas de rebeldía hasta que, en la clasificación para el Mundial de Francia '98, tuvo lugar un hecho sin precedentes en la historia reciente del país asiático. Tras el sorprendente empate ante Australia, unas cinco mil mujeres aparecieron en el estadio bajo una histórica proclama: “Somos parte de esta nación. También nosotras queremos celebrar. No somos hormigas”. En nombre del Islam las fuerzas del orden desalojaron la protesta.
Meses después, tras la derrota de Irán a Estados Unidos en la fase final del Mundial, muchas mujeres salieron a la calle sin su ya inseparable velo y algunas parejas de adolescentes formaban parte de la celebración. Dos hechos que, unidos a la populista propuesta del ex presidente Ahmadinejad que pretendía crear un área en los estadios para las mujeres, parecían sentar las bases de un hipotético cambio. Sin embargo, la omnipresente mano de la casta clerical cercenó sus sueños.
En este contexto, la lucha por la libertad a la hora de practicar fútbol por parte de las mujeres ha llegado hasta el máximo estamento del fútbol a nivel mundial. Joseph Blatter, presidente de la FIFA, no dudó en mostrar su voluntad y deseo para modificar la ley que prohíbe a las mujeres iraníes acudir a los estadios. Fue el pasado mes de noviembre durante una visita a la República Islámica cuando, tras entrevistarse con el presidente, Hasán Rohaní, ‘Seep’ Blatter hacía pública la siguiente afirmación: "He tenido la oportunidad de plantear que podrían cambiar una de las normas de aquí para que las mujeres puedan asistir a partidos de fútbol. Ustedes han desarrollado mucho el fútbol femenino aquí y esto también es fútbol femenino".
Paradójicamente, y pese al evidente cerco a las libertades de sus mujeres a la hora de practicar deporte, los países islámicos poseen otros atractivos que gustan a la FIFA. Si no, pocos se explican algunas decisiones como la celebración del Mundial de Fútbol de 2022 en Catar, un lugar donde, pese a la relativa inclusión de sus mujeres en competiciones deportivas internacionales, los derechos y libertades distan de estar plenamente garantizados.
Pese al contrasentido, la organización encargada de gobernar el fútbol a nivel mundial trata de defender la integridad de las mujeres a su manera. Durante la fase de clasificación para los Juegos Olímpicos de Londres, la FIFA impidió a la selección iraní disputar el encuentro que les debía enfrentar a Jordania. Las jugadoras iraníes saltaban al césped ataviadas con un chándal blanco y un pañuelo que les cubría la cabeza y las orejas. El equipo fue informado minutos antes del choque que no podría disputar el encuentro porque su uniforme infringía las normas de vestimenta impuestas por la FIFA. Finalmente las iraníes perdían el encuentro por 3-0. Una controversia que generó un intento debate a diferentes niveles. Cristina Avellán, joven alicantina que dirigiera la selección de fútbol sala de Irán en 2007, apoyaba a las jugadoras y reconocía que "el velo es parte de su cuerpo". En 2006 la selección juvenil femenina de Irán fue descalificada de los Juegos Olímpicos Juveniles por el mismo motivo.
Olimpismo: ejemplo de una lucha con la esperanza en el horizonte
La alianza entre los islamistas radicales a la hora de desincentivar y dificultar la participación de la mujer en el deporte ha sido una constante. Una dura rutina ante la que muchas mujeres empiezan a revelarse dentro y fuera del deporte. Dentro del panorama deportivo nos topamos con aguerridas y valientes mujeres para quienes su amor por el deporte siempre estuvo por encima de los ritos y las costumbres imperantes en sus lugares de origen. En la retina de todos está el oro de Nawal al Mutawakel en los 400 metros vallas de Los Ángeles ’84. La atleta marroquí se convirtió en la primera mujer de un país árabe en conquistar una medalla olímpica.
Tras ella llegaría Hassiba Boulmerka con un triunfo tan inolvidable como triste en el 1.500 de Barcelona ’92. La argelina se convirtió en un ejemplo para muchas mujeres árabes. Sin embargo, las amenazas de los grupos fundamentalistas, quienes le recriminaban correr en pantalón corto y negarse a usar el velo en público, la obligaron a emigrar a Europa. Cuatro años más tarde, en Atlanta ’96, la siria Ghada Shouaa se imponía en la exigente prueba de Héptalon, convirtiéndose así en toda una estrella. En Atenas '04, Robina Muqeemyar fue la única mujer de la delegación afgana que participó en la prueba de 100 metros con pantalones largos y camiseta de mangas.
De la misma forma, en 2010, los Juegos Olímpicos de Invierno de Vancouver fueron testigo de la primera participación de una mujer iraní en la cita invernal. Demasiados años de espera para un territorio con imponentes cumbres que goza de hasta nueve meses de nieve al año en algunas zonas. La destreza de Marjan Kalhor sorteando puertas le hizo merecedora de una plaza en la prueba de eslalon. A pesar de que algunos ayatolás tildan al esquí como una disciplina "inapropiada para las mujeres", en su día, Isa Saveh Shemshaki, presiente de la Federación Iraní de Esquí, no dudó en respaldar la clasificación de su deportista. Eso sí, "vestida de forma apropiada islámica".
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.